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 Opinión

    
Desafíos del sistema de salud:
el costo de la asistencia sanitaria
Por el Dr. Carlos Felice - Presidente de OSPAT (*)


Muchas veces me parece que la judicialización de la salud implementada por la vía del recurso de amparo tiene mucha razón de ser, ya que nos permite remendar aquello que no hacemos bien.
Desde las organizaciones que gestionamos los sistemas de salud tenemos que empezar por hacer una autocrítica en cuestiones que parecen elementales:

1. Al no tener accesibilidad al sistema, el afiliado necesita judicializar para tener la prestación.
2. Hay casos empíricos que necesitan un elemental principio de racionalidad y criterio para determinar su sustentabilidad.

El sistema de salud argentino es en realidad un sistema compuesto por el sistema público, donde los hospitales públicos han tenido una incidencia fantástica. La seguridad social, financiada con los aportes y contribuciones de los trabajadores. El seguro privado o medicina prepaga, que se obtiene a través del pago de una prima o seguro mensual.
En el caso de la Obra Social del Personal de la Actividad del Turf, una obra social sindical (seguridad social), la pregunta que uno se hace cuando comienza a hacer algo es ¿cómo se es bueno en lo que se hace?
Nosotros, en 1997, con una muy fuerte pérdida de las fuentes de trabajo y una obra social muy acotada, tratamos de abordarla ¿cómo se puede ser más eficiente?, ¿cómo se buscan nuevos paradigmas? En 2020 nos enfrentamos a la pandemia de Covid-19 y estas preguntas cobraron nuevo sentido en un contexto mundial dramático.
Definitivamente, a fines de los 90, y también en 2022, el gran paradigma lo constituye el costo de la asistencia sanitaria.
El costo de la asistencia sanitaria no es solamente de un gobierno o del gobierno de turno, es el problema de todos los gobiernos. No debe haber país en el mundo que no se encuentre en estado de discusión con respecto a esta ecuación.

TECNOLOGÍA, ALTA COMPLEJIDAD Y ATENCIÓN MÁS CARA

Si hacemos un recorrido hacia el pasado, a los años anteriores a la penicilina, la asistencia sanitaria se definía en base a concurrir al sanatorio para encontrar un poco de cobertura, cobijo, alimentación y cuidado. El médico tenía frente a sí un universo de oportunidades respecto de lo que podía hacer para mejorar la calidad de vida de sus pacientes. Tenía pocos instrumentos, no más que sus conocimientos, y estaba limitado por el avance de la ciencia. Entonces, la autonomía y la autosuficiencia tuvieron un rol fundamental en la construcción de la medicina.
Un par de generaciones más tarde analizamos y nos encontramos con un contexto absolutamente diferente, donde las cosas se hacen con una complejidad que genera enormes desafíos, que nos pone frente a la posibilidad de tratar médicamente tal vez todas las enfermedades. Cada vez son menos las enfermedades para los que hoy no existe ningún tratamiento, la inusitada velocidad con la que se elaboró la vacuna contra el SARS-COV2 es un muy buen ejemplo de lo que la ciencia se encuentra en condiciones de realizar en la actualidad (con financiamiento suficiente).
Hoy no se puede garantizar que todo el mundo tenga asistencia sanitaria, pero sí se puede garantizar la posibilidad de curar casi todas las enfermedades. Lo concluyente es que no podemos solucionarlo todo, a pesar de que el mundo tiene a su alcance la disponibilidad.
Hace cinco décadas cada persona internada necesitaba dos tratantes. Hoy se ha determinado que por cada paciente se requieren quince profesionales de la salud.
Definitivamente la cultura de la autosuficiencia y la autonomía ha cambiado, ha mutado y se ha agotado. La medicina se ha especializado tanto que parece estar fallando en el trabajo de coordinación en equipo, y la evidencia nos da la razón.
Miles de personas ingresan a los sanatorios y muchas adquieren enfermedades que no tenían. Avanzamos tanto en la alta complejidad y no vemos el peligro de contraer una infección intrahospitalaria por la falta de higiene. Sin dudas, debemos tener médicos, enfermeros y profesionales de la salud increíbles, pero también es seguro que ellos no trabajan de manera conjunta.
Cuando miramos el costo de la asistencia sanitaria estamos desconcertados, porque es posible que esa necesidad de aplicar tecnología implique también una falsa dicotomía: ¿se obtienen resultados maravillosos? Puede ser, pero ¿a qué costo? A uno carísimo.
La conclusión a la que arribamos es que no siempre lo más caro es lo mejor, no siempre el mejor cuidado es el que tiene menos complicaciones.
Ahora sí, podemos decir que tenemos esperanzas de obtener una medicina de menor costo, más eficiente, más convencional y orientada hacia el bien común. Porque si para obtener los mejores resultados se necesita de la atención más cara, entonces estamos enfrentándonos a graves problemas, de tratar de definir quién accede a la salud y quién queda afuera de la cobertura de salud.
Si, como se sostiene, el coronavirus llegó a las personas por un mal vínculo ambiental entre animales (murciélagos, pangolines u otras especies) y humanos, y por la presión que la civilización ejerce sobre el hábitat de la fauna, quizá la respuesta científica más eficiente no sea investigar el mejor anticuerpo monoclonal posible, sino llevar mucho más lejos la investigación zoonótica y la vigilancia ambiental. De eso hablamos cuando hablamos de una medicina más orientada al bien común.
Mientras tanto, frente al desafío de buscar los mejores resultados a menor costo, ¿cómo hacemos funcionar al sistema de salud? ¿Cómo obtenemos la manera de cohesionar los elementos y las piezas que hacen al engranaje sanitario?
No el mejor especialista hace la mejor medicina, debemos empezar a meditar respecto de nuestras habilidades y abordar en el recorrido de nuestras fallas.


 

(*) Obra Social del Personal de la Actividad del Turf. Secretario General de Unión de Trabajadores del Turf y Afines (UTTA). Abogado. Especialista en Sistemas de Salud
 
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