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El sistema de salud bajo
algunas metáforas del fútbol
Por el Lic. Aldo Isuani (*)
y el Prof. Carlos Vassallo Sella (**)


A pesar de las fuertes tensiones a las que se ha visto y se ve sometida la atención médica en esta pandemia, especialmente en estos días, se reconoce que ha logrado dar respuesta brindando atención a los que la demandaron aun cuando un gran porcentaje de quienes pasaron por unidades de terapia intensiva finalmente fallecieron, fenómeno seguramente atribuible a la ferocidad del virus antes que a la calidad de la atención.
¿Tenemos entonces un buen y robusto sistema de salud? De ninguna manera.
El sistema de salud argentino es fragmentario, irracional, segmentado y acéfalo.
Fragmentario porque los tres subsistemas que lo componen (público, obras sociales y privado) no están articulados ni entre ellos ni al interior de cada uno.
Irracional porque destina una enorme cantidad de recursos a curar la enfermedad y casi nada a prevenirla.
Segmentado porque cada subsistema atiende fundamentalmente a diferentes sectores sociales (privado a los más adinerados, obras sociales a los no tan pobres y público a los más pobres).
Acéfalo porque el Ministerio de Salud Nacional administra una insignificante proporción del gasto en salud y no ejerce liderazgo ni siquiera al interior del sector público donde las provincias son las responsables principales de la atención médica. En pocas palabras, es un No Sistema.
En esta pandemia se asemejó a un equipo de fútbol concentrado en el arco propio, con defensores capaces y hasta heroicos, pero no acostumbrados a trabajar en equipo a causa de funcionar sin director técnico y todos resistiendo como pueden la lluvia de pelotazos que reciben, que se traduce en una goleada monumental que lo ubica en el top 10 de equipos en el planeta en cuanto a goles (muertes) recibidos por habitantes.
Pero ¿qué sucede con la delantera, con la capacidad de ir al arco rival, presionar al adversario, anticiparse y convertir goles (evitar muertes) que permitan una victoria? Floja, muy floja. Veamos:
Muchos entendidos advierten que el confinamiento largo y estricto con que básicamente se combatió la pandemia es una política devastadora en muchos órdenes de la vida social y que para derrotar al virus se necesitaba de vacunas y aumento de testeos y rastreos.
Ya sea por los problemas globales de provisión y/o incompetencia en la negociación para obtenerlas, la falta de vacunas no fue resuelta fácilmente y pasará un buen tiempo antes de tener completamente inmunizado un porcentaje significativo de la población para poder derrotar al virus.
¿Pero qué sucedió con los testeos y rastreos, formas de detectar y aislar el virus controlando su circulación? ¿Por qué no adquirieron la dimensión que demandó el desafío epidémico? ¿No había dinero para comprar los insumos necesarios? ¿Hubo escasez internacional de dichos insumos?
Nuestra respuesta es que esas no son limitaciones, sino que aun cuando se quiera hacerlo no se puede porque tenemos un sistema de salud incapaz de ello. La razón es el muy pobre y débil esquema de atención primaria de salud que tiene nuestro país.
No está preparado en cantidad de recursos materiales y humanos para salir a buscar la enfermedad y combatirla en el terreno.
Un equipo sin delantera que cuando se encuentra con un adversario con fútbol agresivo y al que desconoce las mañas, no tiene capacidad de ir a presionar al arco rival y hacer los goles necesarios para ganar el partido. Solo se atrinchera frente al propio arco y espera evitar la goleada (sumar camas de terapia intensiva, respiradores e infraestructura sanitaria).
En definitiva, un No Sistema de salud que ha privilegiado la cura de la enfermedad antes que la prevención y que no tiene estructura ni personal capacitado suficiente para insertarse en comunidades y detectar los problemas sanitarios existentes, ni el virus del Covid-19 ni la epidemia de la obesidad o la adicción.
Los centros de atención primaria son expresiones del voluntarismo, pero sin los recursos necesarios para sostener lo que debería ser la primera la puerta de ingreso de los pacientes al sistema según riesgo y complejidad.
En esa primera línea necesitamos un equipo de salud integral con agentes, enfermeras y médicos preparados y capacitados para trabajar en equipo y responder salvando más vidas que cualquier gran hospital, o especialista o magistral cirujano.
La formación de los médicos impulsa este modelo terapéutico y no preventivo y los incentivos del sistema contribuyen en esta línea de acción que se construye pensando en la defensa y no en el ataque (prevención y promoción de la salud).
Pregunten a los estudiantes de medicina si quieren ser médicos de comunidad o superespecialistas y encontraran la respuesta.
Por ello no creemos que debamos estar orgullosos de nuestro sistema de salud que desaprovecha el esfuerzo y la capacidad de sus recursos humanos. Cuando esta epidemia pase es imperioso construir un verdadero sistema de salud.
La defensa debe ser reforzada pero fundamentalmente es preciso tener un buen director técnico que oriente que debe hacer cada uno en la cancha, una delantera potente con capacidad de llegar al arco rival y lograr victorias (vigilancia epidemiológica, prevención, testeos y trazados) y no solo evitar derrotas ubicando a todo el equipo en el arco.
El virus es demasiado pequeño como para derrotarlo cuando han sido superadas las otras barreras
 
(*) Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Profesor de “Políticas Sociales” en la Maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés (UdeSA).
(**) Profesor Salud Pública -FCM UNL
vassalloc@gmail.com


 
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