|
A pesar de las fuertes tensiones a las que se ha visto y se ve
sometida la atención médica en esta pandemia, especialmente en
estos días, se reconoce que ha logrado dar respuesta brindando
atención a los que la demandaron aun cuando un gran porcentaje
de quienes pasaron por unidades de terapia intensiva finalmente
fallecieron, fenómeno seguramente atribuible a la ferocidad del
virus antes que a la calidad de la atención.
¿Tenemos entonces un buen y robusto sistema de salud? De ninguna
manera.
El sistema de salud argentino es fragmentario, irracional,
segmentado y acéfalo.
Fragmentario porque los tres subsistemas que lo componen
(público, obras sociales y privado) no están articulados ni
entre ellos ni al interior de cada uno.
Irracional porque destina una enorme cantidad de recursos a
curar la enfermedad y casi nada a prevenirla.
Segmentado porque cada subsistema atiende fundamentalmente a
diferentes sectores sociales (privado a los más adinerados,
obras sociales a los no tan pobres y público a los más pobres).
Acéfalo porque el Ministerio de Salud Nacional administra una
insignificante proporción del gasto en salud y no ejerce
liderazgo ni siquiera al interior del sector público donde las
provincias son las responsables principales de la atención
médica. En pocas palabras, es un No Sistema.
En esta pandemia se asemejó a un equipo de fútbol concentrado en
el arco propio, con defensores capaces y hasta heroicos, pero no
acostumbrados a trabajar en equipo a causa de funcionar sin
director técnico y todos resistiendo como pueden la lluvia de
pelotazos que reciben, que se traduce en una goleada monumental
que lo ubica en el top 10 de equipos en el planeta en cuanto a
goles (muertes) recibidos por habitantes.
Pero ¿qué sucede con la delantera, con la capacidad de ir al
arco rival, presionar al adversario, anticiparse y convertir
goles (evitar muertes) que permitan una victoria? Floja, muy
floja. Veamos:
Muchos entendidos advierten que el confinamiento largo y
estricto con que básicamente se combatió la pandemia es una
política devastadora en muchos órdenes de la vida social y que
para derrotar al virus se necesitaba de vacunas y aumento de
testeos y rastreos.
Ya sea por los problemas globales de provisión y/o incompetencia
en la negociación para obtenerlas, la falta de vacunas no fue
resuelta fácilmente y pasará un buen tiempo antes de tener
completamente inmunizado un porcentaje significativo de la
población para poder derrotar al virus.
¿Pero qué sucedió con los testeos y rastreos, formas de detectar
y aislar el virus controlando su circulación? ¿Por qué no
adquirieron la dimensión que demandó el desafío epidémico? ¿No
había dinero para comprar los insumos necesarios? ¿Hubo escasez
internacional de dichos insumos?
Nuestra respuesta es que esas no son limitaciones, sino que aun
cuando se quiera hacerlo no se puede porque tenemos un sistema
de salud incapaz de ello. La razón es el muy pobre y débil
esquema de atención primaria de salud que tiene nuestro país.
No está preparado en cantidad de recursos materiales y humanos
para salir a buscar la enfermedad y combatirla en el terreno.
Un equipo sin delantera que cuando se encuentra con un
adversario con fútbol agresivo y al que desconoce las mañas, no
tiene capacidad de ir a presionar al arco rival y hacer los
goles necesarios para ganar el partido. Solo se atrinchera
frente al propio arco y espera evitar la goleada (sumar camas de
terapia intensiva, respiradores e infraestructura sanitaria).
En definitiva, un No Sistema de salud que ha privilegiado la
cura de la enfermedad antes que la prevención y que no tiene
estructura ni personal capacitado suficiente para insertarse en
comunidades y detectar los problemas sanitarios existentes, ni
el virus del Covid-19 ni la epidemia de la obesidad o la
adicción.
Los centros de atención primaria son expresiones del
voluntarismo, pero sin los recursos necesarios para sostener lo
que debería ser la primera la puerta de ingreso de los pacientes
al sistema según riesgo y complejidad.
En esa primera línea necesitamos un equipo de salud integral con
agentes, enfermeras y médicos preparados y capacitados para
trabajar en equipo y responder salvando más vidas que cualquier
gran hospital, o especialista o magistral cirujano.
La formación de los médicos impulsa este modelo terapéutico y no
preventivo y los incentivos del sistema contribuyen en esta
línea de acción que se construye pensando en la defensa y no en
el ataque (prevención y promoción de la salud).
Pregunten a los estudiantes de medicina si quieren ser médicos
de comunidad o superespecialistas y encontraran la respuesta.
Por ello no creemos que debamos estar orgullosos de nuestro
sistema de salud que desaprovecha el esfuerzo y la capacidad de
sus recursos humanos. Cuando esta epidemia pase es imperioso
construir un verdadero sistema de salud.
La defensa debe ser reforzada pero fundamentalmente es preciso
tener un buen director técnico que oriente que debe hacer cada
uno en la cancha, una delantera potente con capacidad de llegar
al arco rival y lograr victorias (vigilancia epidemiológica,
prevención, testeos y trazados) y no solo evitar derrotas
ubicando a todo el equipo en el arco.
El virus es demasiado pequeño como para derrotarlo cuando han
sido superadas las otras barreras
(*) Licenciado en Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo
(UNCuyo). Profesor de “Políticas Sociales” en la
Maestría en Administración y Políticas Públicas de la
Universidad de San Andrés (UdeSA).
(**) Profesor Salud Pública -FCM UNL
vassalloc@gmail.com
|
|