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 Columna

    

OTRO AÑO SIN SALUD:
LA OTRA PANDEMIA Y EL DESAFÍO DE INNOVAR

“En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”
Albert Einstein

Por el Doctor Ignacio Katz


Arribamos a otro diciembre que no da muchos motivos para celebrar, con dos temas que sobresalen muy concretos y expresivos sobre las fallas de campo sanitario: un aumento exponencial de casos de Covid-19, que muestra que la pandemia no es algo que haya sido superado, y los reclamos de residentes que desnudan un sistema fallido por donde se lo mire.
Como ya hemos señalado, la pandemia no dejó de demostrar las debilidades del sistema. Se sostuvo mal y se desatendió muchas otras cuestiones de salud que hace rato empezaron a mostrar sus consecuencias. La lógica fue encarar la pandemia como si se tratara de un tornado que concentra su fuerza en un momento en el que se relegan otras cosas, y luego se vuelve a la normalidad atendiendo a sus efectos. Lo cierto es que se trata de una nueva variable permanente, con sus fases diferentes, pero que debía encararse en concordancia con todo el resto de la salud pública.
El “sistema” sanitario quizás no colapsó, pero podría decirse que implosionó o se pinchó. Ya no se trata de un sistema público con limitaciones, sino del total del área sanitaria desfasada y desatendida, con un vaciamiento de obras sociales y prepagas, con mano de obra cara que se vuelca al sistema privado particular (gasto de bolsillo), y con la mano de obra barata que salió a decir basta. Efectivamente, la utilización de los residentes que desatiende su formación es una clara muestra de la desestructuración y anomia del sector público, sin omitir que afecta de igual manera al sector privado.
Pero el tema sobresale casi únicamente por el costado salarial, aunque debería permitir ver las grietas de un “sistema de residencia” que hace rato no cumple satisfactoriamente con las tareas de preparación médica que debería. El reclamo salarial es sin dudas legítimo y resulta básico. Es incluso necesario como parte de una forma de sustento que permita un mayor involucramiento profesional con la tarea. Pero si la cosa queda sólo ahí, significa desaprovechar una oportunidad de calar más hondo. Por qué no reclamar por un mejor sistema de residencia, de atención médica, de formación profesional. Como lo supo resumir un reclamo histórico de trabajadoras: es por el pan que luchamos, pero también por las rosas.
Repasando este año (y el anterior), no podemos dejar de nombrar el rol de involucramiento de los profesionales en sus instituciones, que ha brillado por su ausencia. Se discute crear más universidades, cuando evidentemente se trata de qué se hace (y qué no) con las que ya tenemos. Sufrimos de una innegable ausencia de actores (e incluso voces) institucionales que se pongan a la altura de las circunstancias y adquieran una actitud propositiva. Nuevamente, es una variante del pensamiento mágico, donde las universidades por sí solas serían la solución, lo mismo que leyes que buscan transformar la realidad a fuerza de decretos. Vale una vez más la máxima de Siegfried Kracauer: “No se trata de transformar las instituciones, sino de que los hombres cambien las instituciones”.
En términos más amplios, y entrando en un año electoral, preocupa la mezcla de ceguera y cinismo, por no usar adjetivos más fuertes. Pasamos de la posverdad al gaslighting (1), es decir, del engaño a la manipulación; de la despreocupación por la verdad al más bochornoso fraude moral (de un término a la técnica de su aplicación). No solo fallan las autoridades de distinto rango, sino que también el propio basamento ético, el cemento moral de la comunidad está roto. ¿En qué confiamos los argentinos? Apenas nos ilusionamos con una buena cosecha, Vaca Muerta o el litio; y en proseguir con la cuarta, quinta y sexta dosis de la vacuna, cualquiera sea la que consigamos.
Podríamos graficarlo como otra pandemia, una más oculta y por ello mismo más dañina. La pandemia de la ignorancia, la negación, la negligencia, la ceguera. Debemos salir de la ilusión de las alternativas, que nos aprisionan y limitan a todos. Como el caballero del relato de Geoffrey Chaucer (La mujer de Bath) quien termina negándose a la resignación de optar entre las alternativas extorsivas que se le brindan para sobrevivir, y sólo entonces logra superar el estancamiento. Hay que abrirse paso entre la maleza y generar un nuevo camino. Tenemos herramientas, experiencia, modelos, personas idóneas, instituciones con trayectoria. Se trata de ponerlo en marcha. Se trata de animarse a innovar. De invitar a crear algo distinto, algo mejor, en lugar de conformarse con más de lo mismo, emparchando y maquillando.
El norte deben ser las prioridades planteadas con toda claridad, y si los resultados no son satisfactorios, entonces habrá que cambiar algo. Lo cierto es que las prioridades que nos había impuesto la pandemia no las hemos reparado: seguimos sin médicos (los hay en términos absolutos, pero no distribuidos de manera racional en especialidades y territorios y disponibilidad de atención equitativa), sin personal de enfermería suficiente y jerarquizado, sin la infraestructura adecuada, sin los equipos ejecutivos de gestión, sin siquiera un Observatorio Nacional de Salud que genere datos fidedignos e información permanente, y un largo etc.
El reclamo de los residentes, la falta de información transparente y confiable, y muchos otros temas, cada uno podría constituirse en una buena punta de ovillo para comenzar no a tirar de la misma, lo que tensaría más la madeja, sino a desanudar con paciencia. Debemos, por ejemplo, reiterar la necesidad de una Gerencia Pública Contable, con agenda por etapas, y con gestión y presupuesto por resultados, empleando criterios de producción pública (“empresas públicas de servicios”). El mismo además debería contar con una Oficina de Información y Comunicación, encargada de unificar las alertas y campañas, reemplazando la habitual fragmentación comunicacional espontánea, por un mensaje institucional claro y unívoco, frente al impacto emocional que influye en la salud mental y en la convivencia cotidiana, elementos estos imprescindibles para una gestión eficiente. Subordinados ambos a un “tablero de comando”, dependiente de un Gabinete Estratégico de Gestión Operacional.
En definitiva, la verdadera alternativa es construir un sistema federal integrado de salud, lo que no significa empezar de cero. Contamos con elementos, pero hay que diseñar un nuevo funcionamiento orgánico de la totalidad. Puede ser de distintas maneras, pero es un crimen persistir en alargar la deformidad del presente. Lo expresó hace siglos San Agustín: “errar es humano, persistir en el error es diabólico”.
En un nuevo año electoral, la salud debería ser un tema prioritario que movilice discusiones, debates, pero sobre todo propuestas, y no meros eslóganes vacíos. La compulsa democrática es una oportunidad donde se dinamiza la interacción entre representados y representantes: donde los liderazgos políticos interpelan a la ciudadanía y viceversa.

El camino a recorrer no es corto ni fácil, pero resulta imprescindible empezar a caminarlo.

REFERENCIA

Es la manipulación psicológica de una persona, generalmente durante un largo período de tiempo, que “causa que la víctima cuestione la validez de sus propios pensamientos, percepción de la realidad o recuerdos y generalmente lleva a la confusión, pérdida de confianza y de autoestima, incertidumbre sobre la estabilidad emocional o mental de uno mismo, y una dependencia del perpetrador” (del diccionario Merriam-Webster).

(*) Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica en organizaciones de Salud”; Universidad Nacional del Centro - UNICEN; Director Académico de la Maestría de Salud Pública y Seguridad Social de la Universidad del Aconcagua - Mendoza; Coordinador del área de Salud Pública, del Depto. de Investigación de la Facultad de Ciencias Médicas, Universidad de Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Co Autor junto al Dr. Vicente Mazzáfero de “Por una reconfiguración sanitaria pos-pandémica: epidemiología y gobernanza” (2020). Autor de “La Salud que no tenemos” (2019); “Argentina Hospital, el rostro oscuro de la salud” (2018); “Claves jurídicas y Asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (2012); “La Fórmula Sanitaria” (2003)
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(*) Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica en organizaciones de Salud”; Universidad Nacional del Centro - UNICEN; Director Académico de la Maestría de Salud Pública y Seguridad Social de la Universidad del Aconcagua - Mendoza; Co Autor junto al Dr. Vicente Mazzáfero de “Por una reconfiguración sanitaria pos-pandémica: epidemiología y gobernanza” (2020). Autor de “La Salud que no tenemos” (2019); “Argentina Hospital, el rostro oscuro de la salud” (2018); “Claves jurídicas y Asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (2012); “La Fórmula Sanitaria” (2003).

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