|
Pensar en una crisis económica en la Argentina es casi como de
rutina. Disparadas del dólar, corridas bancarias, estallidos
sociales, inflación, desempleo, pobreza, etcétera. Ya nada nos
asombra ni nos sonroja. La resignación de los empresarios, los
empleados, los trabajadores informales, desocupados y jubilados,
o sea de toda la población, es total.
Cada uno se acomoda y juega a lo que puede, tratando de no
caerse del tablero. Algunos pocos salen favorecidos parándose
sobre los productos o especulando financieramente. Pero la gran
mayoría es perjudicada, más en el corto plazo que en el largo
plazo. Casi que aceptamos a estar condenados y damos como válida
aquella vieja frase que solía repetirse “la única salida es
Ezeiza”.
Como dice el título, nada de lo descripto es nuevo. Pero yo no
deseo resignarme y quiero rebelarme. Quiero crear un mejor
futuro para las próximas generaciones. Y si no hay nada nuevo
bajo el sol, entonces cambiemos de estrella y pensemos fuera de
la caja.
El sector salud como factor de
crecimiento económico
El sector salud siempre ha sido considerado un factor de
crecimiento económico para un país. En principio con una visión
a mi entender reduccionista, donde se relaciona la población
“sana” con productividad, alineando así a las mejoras de la
salud poblacional con mejoras en el sector económico. Dicho de
otro modo, si la gente tiene salud puede trabajar y producir.
No deja de ser cierto el planteo, pero solo refiere a la parte
de la población que produce, mientras que aquellos que están
fuera de la PEA (Población Económicamente Activa) no merecieran
o sería ineficiente invertir en su salud.
Invertir en búsqueda de salud poblacional en forma equitativa es
condición necesaria para el crecimiento económico, pero no
suficiente para dar el impulso necesario para cambiar el rumbo
de nuestra economía.
Otro factor de crecimiento económico que involucra al sector
salud es el de importador de pacientes. La Argentina atrae
pacientes por la gran capacidad técnica de sus profesionales y,
coyunturalmente, precios muy competitivos. Sin embargo, la
lejanía geográfica y las complicaciones logísticas hacen que
esta veta se haya podido explotar muy poco en el país y el
mercado sea muy reducido.
No solamente el sector privado importa pacientes, también el
sector público, y aunque muchos miran el gasto que genera en el
sistema de salud, pierden la perspectiva de ingresos fiscales,
dados especialmente por los impuestos al consumo, que son muy
altos en nuestro país y fáciles de recaudar (comparativamente
con los impuestos a la riqueza).
Por último, se ha destacado al sector salud como un sector de
crecimiento a partir de las inversiones que genera. Por un lado,
las inversiones en empresas de servicios y por el otro lado, las
inversiones en investigación. Respecto a las primeras, en
reiteradas oportunidades hemos destacado como afecta la crisis
económica a las empresas del sector y la fragilidad económica
que las atraviesa.
Sumado a la gran cantidad de barreras de entrada y de salida
existente para los capitales, realmente es impensable que los
servicios de salud sean, actualmente, el cambio necesario que
haga crecer la economía de la Argentina.
Por el otro lado, la investigación y el conocimiento es “el
factor económico” que propicio grandes cambios en las economías
modernas. Como ejemplo, Israel que pasó en 10 años a ser un país
exportador de olivas y naranjas a un país exportador de
tecnologías multiplicando su PBI varias veces.
Tenemos destacados profesionales e investigadores que pueden
trabajar en los campos más demandados de la investigación en
salud, como ser investigación en terapia celular, terapia
genética o análisis digitales y desarrollo de sistemas de
información. Debemos fomentar la investigación y el desarrollo
de conocimiento como la punta de lanza del crecimiento
económico.
El sector salud como motor del
cambio
Si bien el sector salud puede ser disparador de inversiones y
crecimiento económico, es solo la punta del iceberg. Por debajo,
hay mucho más que el sector puede aportar y no se vislumbra a
simple vista. El sistema de salud puede, y debe, generar un gran
cambio en la población.
El primer tema sobre el cual debemos trabajar es el cambio
climático. Debemos ser impulsores del cambio como educadores y
también debemos ser impulsores de nuevas tecnologías compatibles
con el ambiente. No hay futuro si no cambiamos a formas de
producción limpia. No alcanza con pagar por el daño ambiental.
Debemos innovar en la forma de producción siendo inteligentes
con el medio ambiente. El sector salud debe ser un ejemplo en
esto y trabajarlo profundamente, disminuyendo la cantidad de
residuos producidos, eliminando envases o embalajes innecesarios
o utilizando equipos de eficiencia energética.
Otro motor de cambio a abordar es trabajar para la tercera edad.
Este sector de la población es creciente y necesita de una serie
de instituciones que hoy tienen poco desarrollo. Desde
geriátricos hasta centros de día.
Pensar activamente en inversiones específicas para esta pujante
masa de personas brindándoles respuestas adecuadas adaptadas a
sus necesidades y capacidades. La “longevidad” es una realidad
en los centros urbanos de nuestro país y esperemos prontamente
también se extienda hacia la totalidad del país.
Finalmente, el gran cambio que se vislumbra es el desarrollo de
los sistemas de inteligencia artificial (IA). Con una velocidad
exponencial de avance, las tecnologías basadas en IA ya están
cambiando al mundo.
El sector salud es uno de los más prolíferos y que mejor puede
explotar estas tecnologías. Debemos aceptarlas, adoptarlas y
aprovecharlas para lograr una verdadera revolución sobre la
economía y el rumbo de nuestro país.
Tomando la teoría de las olas de Alvin Toffler, que propone para
explicar la evolución de la humanidad, estamos ante la 4 ola. Es
momento de subirse o nos quedaremos nuevamente sin nada nuevo y
con los mismos problemas de siempre.
|