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La gestión del Ministerio de Salud de la
Nación del gobierno saliente estuvo signada en los primeros dos
años por el manejo de la pandemia. La crisis que significó esta
pandemia pudo haber significado una oportunidad de realizar
cambios profundos en el sistema de salud. Sin embargo, la
pandemia pasó y no se aprovechó para fortalecer al Ministerio en
sus funciones básicas ni para ir estableciendo los cimientos
para una posible reforma del sector.
La expectativa al recrear el Ministerio (que había sido
integrado a Desarrollo Social en la gestión anterior) y en el
contexto justamente de esta crisis, era incrementar la rectoría
y la gobernanza para superar dos problemas crónicos de nuestro
sistema: la fragmentación y la segmentación con sus principales
consecuencias: la ineficiencia y fundamentalmente la inequidad
en el acceso.
Al mal manejo de la pandemia, se le sumo la incapacidad de los
funcionarios para generar cambios profundos a fin de fortalecer
el ministerio para próximas crisis y para mejorar el sistema.
Podríamos resumir la gestión del Ministerio de estos últimos
cuatro años con los siguientes ítems:
Un manejo político y no sanitario
de la crisis
Como hemos afirmado en anteriores artículos publicados en esta
misma Revista, la mayoría de las decisiones sobre la pandemia no
tuvieron un carácter sanitario, sino que fueron realizadas con
criterios netamente políticos. Se tomaron decisiones mirando
encuestas y análisis de Big Data sobre el humor de la población
y la variación en la imagen positiva del gobierno y sus
funcionarios.
Ejemplo de ello fueron el vergonzoso manejo del cierre de las
escuelas, el decreto del confinamiento social obligatorio en
tiempos tan tempranos y la posterior flexibilización de esta en
una etapa clara de aumento de la pendiente de la curva (o sea,
en el peor momento que se podría haber elegido para adoptar esta
medida de relajación). Estas decisiones fueron adoptadas mirando
encuestas de imagen del gobierno y no con un criterio sanitario.
Falta de transparencia
El manejo de la pandemia fue muy poco transparente. Aún hoy
esperamos se explique por qué no se comenzó a vacunar con la
vacuna de Pfizer y sí con la Sputnik, por qué existieron
vacunatorios VIP en desmedro de respetar el cronograma aprobado
por el propio ministerio, la elección y compra de ciertos kits
diagnósticos en desmedro de otros, el mal manejo de la
información epidemiológica, el manejo político de los
vacunatorios y de la campaña de vacunación en general.
Esta falta de transparencia trajo aparejada una crisis de
credibilidad en las autoridades políticas y sanitarias. Estas
circunstancias, no solo afectaron el manejo de la pandemia, sino
que dejó una desconfianza al accionar futuro en otras crisis que
pudieran ocurrir.
Inexistencia de políticas de
reforma
Muchos procesos de reforma en diferentes países se dieron luego
de profundas crisis. Se podría haber aprovechado esta crisis
para pensar y desarrollar cambios en el modelo de salud. Fue una
nueva oportunidad perdida.
No se plantearon propuestas de reformas al modelo de
financiamiento ni de atención del sistema, aún cuando la salud,
quizá por primera vez, encabezo el ranking de preocupaciones de
la población. El sistema se encuentra totalmente debilitado y
sus problemas crónicos agravados.
Debilitamiento de funciones
básicas del Ministerio
No solo no se aprovechó para mejorar áreas fundamentales que
cualquier ministerio debe fortalecer, sino que por el contrario
al final del día, se debilitaron. Ejemplo de ello son las áreas
de vigilancia epidemiológica y la de sanidad de fronteras.
Si analizamos indicadores de cobertura vemos con profunda
preocupación porcentajes bajísimos en la cobertura de muchas
vacunas. La tremenda epidemia de dengue que se produjo en forma
concomitante a la pandemia nos muestra también la debilidad del
área de epidemiología de generar rectoría en ese tema.
Ausencia de una política integral
de medicamentos
Tampoco el ministerio generó una política integral de
medicamentos. Los precios de estos escalaron muy por arriba de
la inflación. Los intentos de regularlo a partir de diferentes
resoluciones con una política de precios máximos fue un fracaso
rotundo. Cuando finalizaban esos acuerdos los precios volvían a
dispararse por encima de la inflación acumulada.
La postpandemia
Pasada la pandemia el Ministerio de Salud fue casi inexistente
en plantear algún tipo de política sanitaria que al menos mejore
algunos aspectos del sistema. La crisis inédita de los recursos
humanos en salud nos debería preocupar profundamente. El sistema
con un gasto elevadísimo medido en porcentaje del PBI,
inexplicablemente esta desfinanciado en muchísimos sectores.
La fragmentación y la inequidad siguen profundizándose. Los
costos de los medicamentos siguen elevándose a cifras
astronómicas e impactan en una población con un 45 % de pobreza.
Ya muchos médicos de prepagas y OOSS cobran por fuera de lo
acordado con los financiadores y esto también impacta en la
pobreza. El acceso se restringe cada vez más. La situación es
alarmante.
La gestión saliente nos ha dejado un sistema empobrecido con un
ministerio debilitado en un contexto económico y social de
profunda crisis. Habrá que poner objetivos claros y trabajar
mucho para que la salud no siga cayendo al precipicio y se
produzca un colapso del sistema.
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(*)
Médico Especialista en Salud Pública - Secretario
general del Grupo PAIS |
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