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El alza de los fármacos, que con oscilaciones se venía
produciendo a lo largo del año, se agudizó luego de que el nuevo
gobierno ratificará que se buscará avanzar hacia un esquema de
mercado que permita ordenar los precios relativos, dejando de
lado cualquier tipo de regulación de precios.
Particularmente, preocupa el destino de las acciones que se
venían desarrollando a lo largo del tiempo con los medicamentos
éticos que requieren prescripción médica para su expendio y
venta, establecida oportunamente entre el Ministerio de Salud,
la Secretaría de Comercio y las Cámaras que engloban a los
laboratorios de especialidades medicinales en base a subas
acordadas que no superaran el 1% del IPC.
Hasta su vencimiento, operado el 31 de octubre, los precios
venían incrementándose a un ritmo acorde en términos generales
al de la inflación. Posterior a tal fecha, se observa no sin
preocupación que, solo si se toma el período que va desde
noviembre a hoy, los medicamentos registran un alza en promedio
del 85%. No existiendo -en principio- retrasos que lo
justifiquen. Pero si superando significativamente la inflación
de igual período.
Si bien los medicamentos históricamente se han movido por encima
del índice de inflación (IPC) - que según el INDEC a noviembre
de este año alcanzó una cifra del 148% - tomando en cuenta el
mismo periodo lo han sobrepasado ampliamente, llegando al 308%.
En particular, la velocidad del incremento registrado post
Ballotage presidencial no solo ha puesto en alerta a los
financiado- res, sino que al mismo tiempo tal descontrol ha
pasado a complicar la situación de pago directo por parte de los
pacientes que los demandan.
Ya que no se trata de un bien económico de consumo habitual
contra el que se puede elegir adquirir o sustituir, sino de un
bien especial que frente a determinados tratamientos obliga a
tener asegurado su acceso en el caso de solo poseer cobertura
pública, o garantizar un precio medianamente accesible una vez
aplicados los descuentos por parte de los aseguradores.
Los laboratorios farmacéuticos vienen argumentando que su
volumen de ventas en el año ha venido cayendo al igual que su
facturación, aunque paradójicamente para “compensarlo” aumenten
los precios considerando la inelasticidad/precio de los
medicamentos.
Pero lo que no parecen tener en cuenta es que, inde-
pendientemente de lo que pueden cubrirles sus aseguradores
(mínimo 40%), el salario o la jubilación y por ende los ingresos
de los pacientes no aumentan a la par de la inflación, sino que
tienden a depreciarse. Con lo cual enfrentan barreras a acceder
a cada vez menos remedios desde su bolsillo, lo que pone en
riesgo la adherencia necesaria de los tratamientos indicados.
Que a pesar de estas cuestiones las nuevas funciones para la
Secretaría de Comercio no delimiten necesarias regulaciones en
el campo de los medicamentos suena algo complejo. Per se, el
Ministerio de Salud no parece tener suficiente poder de fuego
para regular las fallas del mercado del medicamento y su natural
opacidad.
Tampoco se conoce si se dará continuidad al Plan Remediar y su
canasta de medicamentos para quienes solo pueden ser cubiertos
por el subsector público, la cual debería al menor ser revisada
en función de la oferta que posee y la necesidad de su eventual
ampliación. O que ocurrirá con los listados positivos de
cobertura 100% del PAMI y al menos la garantía de su
sostenibilidad para aquellos tratamientos de enfermedades
crónicas que no pueden ser discontinuados.
Menos aún, si se insistirá con la aplicación de la prescripción
por nombre genérico de los medicamentos, y se la hará
obligatoria para garantizar la sustitución por precio a igual
calidad más allá del nombre de fantasía.
Lo que permitiría no solo estimular la competencia por precios
(un principio de la lógica del mercado) sino concientizar al
médico que, en tanto siga prescribiendo el medicamento más caro,
seguirá siendo funcional al marketing de la industria al tiempo
que vera cada vez menguados sus ingresos.
También debería desalentarse la aprobación de medicamentos
marginalmente eficaces, con beneficios estadísticamente
“significativos”, pero clínicamente sin importancia.
Una estrategia integral para facilitar una mejor prescripción y
favorecer descuentos también puede ayudar a mejorar la
eficiencia de la gestión asistencial y reducir sus elevados
costos. Ya que la contracción de la economía hará que los
recursos del sistema pasen a ser más finitos, y la lógica del
mercado sanitario terminará deglutiendo a quien resulta el único
que lo moviliza según la particularidad con que mueve su
lapicera.
Por supuesto que la mayoría de estos cambios requieren
modificaciones en leyes y regulaciones existentes, por lo cual
los médicos y las organizaciones médicas, así como los
financiadores deberían establecer alianzas estratégicas y abogar
por ellos.
Resulta decepcionante que haya mucho reclamo sobre merma en los
ingresos profesionales, y poca promoción respecto de cambios en
los mecanismos del mercado sanitario que realmente puedan lograr
un impacto significativo en revertir la crisis que atraviesa y
reducir la puja distributiva.
Por ejemplo, generar pautas de tratamiento específicas que
tengan en cuenta el valor además de los costos. Las actuales a
menudo solo presentan una lista de opciones de tratamiento
aceptables para una afección determinada, aunque sin
recomendaciones claras que orienten a los pacientes y a los
médicos a elegir la opción más rentable y efectiva.
Antes que una reforma que lleve a un cambio de rumbo, frente a
una economía que requiere ser reconstruida y en el contexto de
una lógica de mercado sobre la que aún no queda en claro cuál
será su dinámica final, pequeñas cosas en la dinámica del
sistema sanitario -y especialmente en el particular campo de la
industria farmacéutica- pueden hacer mucho para avanzar en la
garantía del derecho a la salud. O, al menos, de la igualdad de
oportunidades.
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