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 Debate

    
PADRE, DECIDME QUÉ LE HAN HECHO AL RÍO QUE YA NO CANTA (1)
Por el Dr. Mario Glanc (*)


Al momento de la edición de este ejemplar de la Revista, estaremos orillando los primeros tres meses de la actual gestión. Durante su transcurso, hemos escuchado y expresado un sinfín de diagnósticos sectoriales, que describen el des- financiamiento y consecuente apertura de mercado de la seguridad social, el quiebre del FSR, el desmoronamiento del sistema prestacional privado, la deserción por hastío, falta de expectativas y míseras remuneraciones del recurso humano, demoras inauditas en los turnos, incremento despiadado del precio de los medicamentos, achicamiento y grave deterioro de todo lo que alguna vez constituyó el orgullo de formar parte de un colectivo asistencial, el incremento inclemente de las cuotas de seguros privados sustitutivos de una calidad que la supuesta cobertura universal no honra... Un listado cuya enumeración, por reiterada, ya resulta innecesaria.
Sin embargo, mucho menos se ha hablado de la crisis del sector público, que, con la particularidad de cada jurisdicción, y a pesar de su supuesta universalidad, se financia exiguamente con menos que el 30% del gasto total del sector, (que si se excluye al gasto de Nación apenas excede el 20% del total) y que sin embargo, por mandato constitucional, por último o por único recurso posible es el receptor natural de la demanda de quienes no cuentan con otra cobertura explícita, o de quienes acuden por decantamiento, caída, urgencia, pérdida de acceso y oportunidad (si alguna vez lo hubo) o simplemente por no encontrar otra respuesta. Tributarios excluyentes de un sistema agotado y agobiado, últimos y más sufridas víctimas del fracaso sectorial transitan silentes por un sector público que día a día cuenta y contará con menos recursos para hacer frente a una demanda cada vez mayor y más compleja, y que no encuentra ni en los medios, ni en los voceros sectoriales resonancias comparables. Ese silencio, aturde.
Es aquí donde se deberían encender los focos más intensos de la alarma global. En medio de las condiciones socio sanitarias más adversas de las últimas décadas, los servicios asistenciales públicos, más allá de la particularidad de cada jurisdicción, se encuentran simultáneamente desbordados y desfinanciados. Impedidos de toda mejora en términos de remuneración, de toda reforma edilicia, actualización de equipamiento, inversión pública, en definitiva, objeto y víctimas de las irrefutables restricciones fiscales a las que el país se enfrenta, pero sin que en su consideración aparezca ningún orden de prelación, ninguna miramiento ético o solidario, o siquiera una evaluación del costo -beneficio, medido en términos de eficiencia social.
Montados sobre las cenizas de una gestión que siguió el derrotero de fracaso del gobierno al que pertenecía, bajo un modelo de anomia y ausencia rectora vemos el agravamiento cotidiano. Al principio de estos 100 días el sistema de salud estaba desfinanciado, quebrado, artificialmente sostenido por subsidios o transferencias discrecionales, con incrementos en los precios de medicamentos muy encima del IPC, estragado por la desarticulación de la estructura de costos, desmotivado, subgestionado, segmentado según la capacidad de pago del paciente, herido por la deserción o le emigración del recurso humano... Y con excepción del mejoramiento relativo de los precios de venta de los planes de EMP, todo el resto no hizo más que empeorar desde entonces.
Durante estos meses hemos querido esperar que aparezca el llamado a la reflexión, las definiciones que nuestra tradición humanística pretendería escuchar. Pues no.
No estamos frente a un momento de indefinición o de improvisación irreflexiva. Estamos ante una cosmovisión y un programa de gobierno que tiene total claridad conceptual y que por otra parte se ha expresado explícitamente. De allí que no tenga caso reclamar otras definiciones ni abordajes diferentes al ya explicitado.
Algunos párrafos escogidos del documento “Plan de Gobierno La Libertad Avanza” sostienen:
“Queremos dejar claro que en nuestra visión el mejor sistema de salud posible es un sistema de salud privado donde cada argentino pague sus servicios. El mejor sistema educativo posible es uno donde cada argentino pague por sus servicios... “En los sistemas privados los ciudadanos obtienen un mejor servicio” (Pág. 18).
“El modelo de la “salud pública”, es decir, que el Estado financie a las instituciones que proveen salud no funciona. Hoy la calidad de los sistemas de salud públicos es lamentable. Existe una sobre oferta de ineficiencia de los servicios asistenciales, mala asignación de recursos” (Pág 22).
A nivel provincias, que no han delegado la función salud (¿?) - N del R -, incentivar, fortalecer y asistir al desarrollo de seguros de salud provincial para población no asegurada, carente y cautiva del hospital público (Pág.23).
Y es a la luz de estos postulados desde donde deben entenderse los Decretos 170 – 171 y 172/24. Podemos acordar con todo o con nada de ello. Lo que no es posible es esperar que de estos fundamentos se desprendan otras acciones que las ya anunciadas o en curso. Es necesario entender que el escenario sectorial cambió drásticamente... Que “el río ya no es el río”. Asumir que toda respuesta posible debe surgir de la comprensión de que estamos frente a un plan racional, cuya ejecución es coherente con sus axiomas y que se trata de un cambio cualitativo en marcha.
Sin embargo... Si pensamos que otra historia es posible, es todavía posible cambiar el rumbo... Solo por ejemplo...

Manteniendo los preceptos constitucionales que definen a la salud como un derecho inalienable y definiendo el alcance del ejercicio de ese derecho ciudadano universal en términos de racionalidad técnica y económica.
Sosteniendo, como colectivo la equidad y la justicia de los acuerdos sociales de un modo explícito e innegociable. Salud como un bien social, y no como un logro individual, exclusivamente.
Proponiendo, desarrollando y accediendo a consensos sectoriales que impulsen medidas exigibles por fuerza y derecho de quienes las peticionan.
Desandando identidades y presiones corporativas en aras de un equilibrio posible.
Comunicando en nuestros sitios de trabajo y sumando a la población nuestras consignas.

Puede sonar ingenuo… Pero ya sucedió. Ciertamente que, en otro contexto, el sector salud en España supo encolumnar detrás de justas reivindicaciones a toda una sociedad. Se llamó “Marea Blanca”. Tal vez por aquello que antes, el poeta había anunciado en el último verso de aquella canción, eso que decía “Padre, deje Ud. de llorar, que nos han declarado la guerra”.

Bibliografía:

1- J. M. Serrat. 1973
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  * Médico cardiólogo y sanitarista. Doctor en Medicina. Director Académico IPEGSA..

 
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