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Quienes adviertan en estos días las dificultades financieras del
Sistema de Salud, observando los medios de difusión masiva,
pueden llegar a suponer que las empresas de Medicina Prepaga
(EMP’s) ocupan el núcleo central de la organización sanitaria
del país.
La realidad no es así: sólo unos 6,8 millones de habitantes
tenían cobertura privada a través de estas empresas en 2021, y
dos tercios de esos seguros provenían de la tercerización de los
afiliados de mayores ingresos de las obras sociales (OS’s)
sindicales, pagando una cuota adicional.
En el resto del mundo -salvo en EE. UU., donde las HMO’s (Health
Maintenance Organizations) efectivamente son la base del
sistema- a los prepagos se los denomina “seguros privados”,
porque en lugar de competir con la Seguridad Social (SeS)
institucional, suelen complementar y/o perfeccionar la cobertura
oficial.
Las primeras EMP’s surgieron en la década del 60, en un
escenario dominado por la creciente expansión de las OS’s
sindicales, que estaban adquiriendo un papel protagónico, a
partir de su incorporación a los convenios colectivos de trabajo
(Ley 14.250).
El modelo de cobertura que brindaban las aseguradoras gremiales,
inspiradas en las antiguas mutuales de inmigrantes de
inspiración solidaria, era el de “protección integral” de la
salud, incluyendo los riesgos laborales. El predominio de la
cobertura de riesgos, por encima de los recursos para
financiarlos, determinó que se caracterizara la orientación de
esta etapa, como “asistencialista”.
En ese escenario de protección tan amplia, las EMP’s,
constituidas en base a inversores de origen médico -no
aseguradores profesionales-, debieron abrirse espacio
comprometiendo una cobertura igualmente amplia de “alta gama”.
En tales condiciones, los prepagos actuaban como OS’s,
ofreciendo servicios más “suntuarios” (hotelería, atención
privada), junto con la protección integral.
La configuración descripta de los inicios de la Medicina Prepaga
fue la causa principal de que los especialistas en seguros, los
aseguradores de bienes materiales (automotores, viviendas,
producción), declinaran la oportunidad de insertarse en ese
naciente segmento de negocios.
Donde los riesgos actuariales quedaban subsumidos por la
necesidad de competir en un mercado dominado por OS’s
corporativas, dominadas por sindicatos, con mayor poder político
que en el resto de América. En efecto, a diferencia de Brasil,
Colombia y EE. UU., en la Argentina las compañías aseguradoras
se autoexcluyeron de cubrir servicios sociales.
En Brasil y EE. UU. las principales coberturas de salud
provienen de seguros comerciales. En Argentina, salvo algunos
planes menores (MAPFRE, entre otros) de compañías aseguradoras,
los capitales de la Medicina Prepaga provienen de inversores del
campo de la salud. Incluso algunos sindicalistas -devenidos
empresarios-, aprovecharon las experiencias de las OS’s
corporativas, compartiendo como capitalistas la conducción de
EMP’s y de establecimientos asistenciales privados, con alta
disponibilidad tecnológica.
Esta breve historia tuvo dos hitos significativos a principios
de la década del 90. OSDE (Obra Social de Ejecutivos), que había
sido fundada en 1971 como la OS de la UIA, fue creciendo durante
dos décadas a expensas de tercerizar la administración de sus
servicios -y también los riesgos-, a pequeñas EMP’s, que pasaron
a ser “OSDE- dependientes”. En 1991 inició el programa “OSDE
Binario” (Organización de Servicios Directos Empresarios), que
en realidad implicaba emigrar a la modalidad de contrataciones
directas.
En el mismo año se inauguró la Maternidad Suizo-Argentina,
piedra fundamental del Swiss Medical Group, basado en
inversiones externas. Este holding, a diferencia de OSDE, se
expandió mediante contrataciones de tercerización con empresas,
y la adquisición de EMP’s con diversas dificultades financieras.
Ambos fenómenos determinaron una abrupta concentración de
capitales, por parte de las dos empresas que alcanzaron la mayor
población cubierta.
Si admitimos que dos tercios de la población con cobertura
privada proviene de la derivación de los afiliados de mayores
ingresos de las OS’s sindicales, resulta necesario explicar las
razones de este proceso de acceso indirecto, en lugar de la
afiliación directa a una EMP.
El propósito principal de los sindicatos fue no resignar la
titularidad de la recaudación prevista por el Sistema Nacional
del Seguro de Salud (Leyes 23.660 y 23.661), manteniendo su
cartera sectorial cautiva (por tributación obligatoria), dado
que forman parte de los privilegios adquiridos en sus primitivas
negociaciones con el Gobierno Militar de 1970.
La libertad de elección de OS establecida por Carlos Menem
(Decreto 9/93), no logró sin embargo disolver el principio de
pertenencia gremial, defendido por el sindicalismo desde los
orígenes de estas organizaciones sociales.
Excediendo los límites de legitimidad de sus facultades, muchos
sindicatos lograron que todos los trabajadores de cada empresa
aportaran “solidariamente” la cuota sindical (que es
voluntaria), aunque no tuvieran interés en afiliarse. Para
mantener el vínculo entre la OS del sector y la EMP, que el
afiliado pretendía en función del poder adquisitivo de sus
ingresos, se extendió la modalidad de acceder a servicios de
“alta gama” por tercerización, sin que el sindicato sectorial
perdiera entonces el poder de recaudación.
El objetivo del Gobierno actual de habilitar la afiliación
directa a las EMP’s, sin el paso intermedio de acceder a través
de las OS’s del respectivo sector, junto con la amenaza de
impedir la adhesión compulsiva a la cuota sindical (DNU N°
70/2023), significaba un daño vital al núcleo de las fuentes de
sostenimiento del poder sindical. Se explica así que
aceleradamente la CGT respondiera con medidas de fuerza,
respecto a agravios mayores que recibieron de gobiernos
anteriores.
No parece que sean “ideológicas” las razones de estas
decisiones. Tampoco tuvieron respuestas mayores en la década del
90, cuando el Gobierno suscribió un acuerdo con el FMI, para
llevar a cabo un proceso que se caracterizó como “desregulación
de OS’s”.
Simplemente fue demorándose esa decisión mediante presiones
políticas, hasta que se sancionara una ley que regulara a las
Medicina Prepaga (Ley 26.682/11). De este modo ganaron tiempo y
se prepararon para desarrollar el amplio proceso de
“tercerización”, que explica la acelerada expansión de las
EMP’s, una vez entrado el Siglo XXI.
En estas condiciones los prepagos quedaron en el centro de la
escena, como responsables de la crisis del Sistema de Salud,
aunque sólo se ocupan de la cobertura de menos de 7 millones de
habitantes, pero los de mayores ingresos. Pero los restantes 40
millones de argentinos dependen de múltiples OS’s -sindicales,
provinciales, PAMI- y de servicios públicos.
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