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 Debate

    
LO CENTRAL Y LO SUBALTERNO
 
Por el Dr. Mario Glanc (*)


Como en tantos otros campos del debate público, se ha naturalizado la idea que la base de nuestros problemas es de índole económica. Una explicación totalizadora que supone que no existe relación entre el costo y el objeto del gasto, y que, corregida la macro, se rectificaría el rumbo en un entorno virtuoso.
Para esta mirada no existe axiología sino sólo asientos contables. No hay teleología, sino ordenamiento de cuentas. Pero para que esa idea se sostenga, es necesario que exista un relato que la sustente y la retroalimente. Un nuevo decir, que nos guíe en medio de la desesperanza. Esto, ya lo hemos visto. Se lo llama confundir. O simplemente mentir.
Así, pareciera que el problema más importante para nuestro sistema de salud es el aumento inclemente de las cuotas de las empresas de medicina prepaga. Es cierto. Fue despiadado, y agravado porque se trata de un mercado oligopólico, productor de bienes inelásticos no transables que factura predatadamente para afrontar costos posdatados en un entorno altamente inflacionario.
Pero no es menos cierto que afecta al 15% de nuestra sociedad, que corre el riesgo de no poder acceder a un seguro voluntario al que se volcó por deficiencias y omisiones que sufren -ciertamente en distinto grado - el 85% restante en un contexto de pauperización, desempleo creciente y deterioro de las condiciones de existencia.
El debate se centra en el precio de la prima de un seguro - insisto - voluntario-, como si de ello dependiera la salud del conjunto de la población, mientras se naturaliza el impacto de la pobreza del 58% o el 18.9% de indigencia (INDEC 27/04/24) como determinante de la salud de nuestros niños.
Todavía no hemos recuperado la expectativa de vida que precedió a la pandemia. La reemergencia de enfermedades infecto-contagiosas generan estragos aún no debidamente registrados. Las dificultades de acceso son cada vez mayores. El deterioro general del sistema ajusta por calidad, oportunidad y efectividad.
Atravesamos una epidemia que incomprensiblemente es calificada como “brote” apalancados en su (afortunadamente) baja letalidad para esconder la imprevisión, la impericia, y el abandono de las funciones esenciales de salud pública. Todo ello, en un sistema quebrado. ¿Y el centro del debate sectorial se centra en la cuota de la prepaga?
Se trata nuevamente, de posicionar a un enemigo, para así distraer al que no puede defenderse.
Contradiciendo su palabrerío y su norma, tras haber definido al monopolio como creador de riqueza y liberado los precios a la “fuerzas del mercado”, ahora se presenta al empresario en salud como un abusador serial que, más allá de cuan justo le quepa el sayo, es ubicado en ese sitial para la orquestación de un relato capaz de quitar de escena el corrimiento del Estado en la salud de la población.
Lo que se presenta como central es subalterno y lo que se omite es lo verdaderamente trascendente. De lo contrario, no se entiende que se excluya en aquella definición a la industria farmacéutica (171% de incremento desde noviembre/23 al presente. 57% por encima del IPC).
Casi en simultáneo, el vocero presidencial comunicó como un éxito la contracción de $ 140.000 Millones en las partidas del Ministerio de Salud, a través de reducciones en planta política, subsidios y ajustes varios, y la finalización del Plan de Prevención del Embarazo Adolescente No Intencional (Plan ENIA).
Más allá del sesgo ideológico detrás de la supresión del ENIA a pesar de su impacto en la escolaridad adolescente y en la tasa de mortalidad infantil, cabe preguntarse por el destino de los recursos ahorrados. ¿Prevención de la próxima recurrencia del Dengue? ¿Provisión de drogas a pacientes oncológicos o HIV (+)? ¿De vacunas, tal vez? Esos 140.000 millones representan el 5,4 % del presupuesto ministerial. No existe análisis costo beneficio que contraponga motosierra al costo de oportunidad o al beneficio social del gasto.
En otras palabras: mientras se elimina un programa de efectividad comprobada e impacto cierto, se invoca la infalibilidad del mercado, para pasar a admitir una denostada falla de mercado (competencia imperfecta, asimetría de información, colusión, abuso de posición dominante) a partir de la fijación arbitraria de precios sin evaluación efectiva del coste cierto de los servicios ofrecidos.
Se pasa así de un castigo brutal al bolsillo de pagadores al riesgo cierto de quebranto de prestadores y financiadores, sin contemplar que tal medida incidirá necesariamente en la calidad y la oportunidad de las prestaciones. Es poner a jugar a Murray Rothbard y Guillermo Moreno en el mismo equipo. Biblia y Calefón. Péndulo y decadencia.
Mientras tanto, los actores sectoriales, en un entendible sálvese quien pueda seguimos defendiendo nuestra posición relativa, o incluso aguardando que el rumbo se corrija desde una rectoría inexistente. No será así.
Es imperioso tener presente que, junto con la irrenunciable defensa de nuestro sustento y nuestros derechos, es imprescindible defender y sostener los principios de solidaridad, equidad y justicia que impulsaron nuestra vocación como médicos.
Asegurar como principio irrenunciable la defensa de aquel sistema de salud que fue y todavía es motivo de orgullo por su integridad, su acceso y su gratuidad en el sitio de atención. Corregir sus inequidades a partir de la universalidad de su canasta prestacional, garantizar su sustentabilidad a través de la asignación eficiente de los recursos disponibles, incluyendo en ello la remuneración del equipo de salud. Un sistema y una política de salud.
Ello no será posible desde la defensa acrítica del declive que venimos transitando, ni desde la reivindicación de modelos que la historia dejó en el camino. Pero tampoco desde una lógica que en los hechos entiende a la salud como un privilegio para quienes pueden financiarla a través de su propio peculio, mientras condena a los más vulnerables a una enfermedad o una muerte evitable.
Estamos en medio de una disputa en la que lo que está en juego tiene que ver con nuestro proyecto de sociedad, nuestro futuro y el de quienes seguirán en el camino después. No se trata sólo de reivindicaciones. Es tiempo también, de retomar los sueños.


  

  * Médico cardiólogo y sanitarista. Mg. En Economía y Gestión y Mg. en Salud Pública. Doctor en Medicina. Director Académico IPEGSA.

 
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