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 Columna

    

LA LARGA AGONÍA DEL SISTEMA DE SALUD

“Los problemas esenciales nunca son fragmentarios y
los problemas globales son cada vez más esenciales”
Edgar Morin

Por el Doctor Ignacio Katz


La 77° Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizada en Ginebra en días pasados, y la posición de nuestro país en ella, es propicia para reflexionar sobre un conjunto de temas. El motivo principal fue el acuerdo para mejorar el Reglamento Sanitario Internacional (RSI), con base en la prevención de nuevas pandemias, que nuestro gobierno decidió no acompañar, aludiendo un sobrepaso a la soberanía nacional.
La propuesta pude resumirse en garantizar que existan sistemas integrales y sólidos en todos los países para proteger la salud y la seguridad de todas las personas en todas partes del riesgo de futuros brotes y pandemias, amenazas a la salud que no reconocen fronteras nacionales, en un marco de solidaridad y equidad. Para ello, se decide un protocolo básico, que el gobierno nacional entiende como un atropello a su autonomía soberana, en lugar de un acuerdo común en vistas de una prevención mancomunada internacionalmente, la única posibilidad de abordar un escenario pandémico de manera integral y sostenida.
Así lo expresaron los dos representantes del gobierno que expusieron: “Esta delegación quisiera destacar en la 77° Asamblea Mundial de la Salud que manifiesta su no apoyo si ello implica establecer normas por encima de nuestra Constitución Nacional como nación libre y soberana”. Lo cual desconoce que la propia Constitución Nacional incluye tratados internacionales que no por ello subordinan a la carta magna, sino que se equivalen en jerarquía jurídica, al ser considerados parte de la misma.
Los cambios propuestos incluyen, desde definir qué es emergencia pandémica con un potencial de riesgo suficiente como para activar una respuesta internacional y garantizar el acceso a productos médicos y fondos de financiamiento a los países, hasta crear un comité especial representativo de los estados para aplicar el RSI, con autoridades locales para la coordinación interna y con otros países.
Al respecto, merece detenerse en la clasificación tríadica de:

1. Urgencia: la aparición fortuita de una afección de causa di- versa y gravedad variable que genera la conciencia de una necesidad inminente de atención.
2. Emergencia: una situación de muerte potencial para el individuo si no se actúa en forma inmediata y adecuada.
3. Desastre (Catástrofe): un hecho natural o provocado por el hombre que afecta negativamente a la vida y requiere que las partes implicadas renuncien a la autonomía y a la libertad tradicional, para producir respuestas en conjunto y organizadas, siguiendo un comando o estructura definida.

Entendiendo además que el sujeto es la sociedad en su con- junto con su vulnerabilidad, concepto eminentemente social que hace referencia a las características que le impiden a un determinado sistema humano adaptarse a un cambio en el medio ambiente en el que se desenvuelve. Lo que nos lleva a diferenciar las duplas del nodo que constituye el entrecruzamiento multiplanar entre:

Lo biológico/lo social.
El individuo/la sociedad.
Lo científico-técnico/lo político.
La comprensión/la acción.

Efectivamente, la salud pública fusiona el pensamiento y la acción, y está definida por su nivel de análisis: el poblacional. La salud pública no es una disciplina sino un nivel de análisis de conocimiento interdisciplinario, y el concepto de salud global constituye una parte de la salud pública.
Este es el núcleo génesis de la gobernanza a ejercer desde el Estado en su rol de responsable garante intransferible (aunque delegable). De ahí su necesidad de idoneidad y capacidad de control. Como se ve en el área sanitaria, lo público o privado son adjetivos siendo el sujeto el capital biológico y el potencial de vida de la población, que condiciona su dignidad como humanos.
El sistema de salud es la forma de organización social para dar respuesta a los problemas de salud del conjunto de la población, en cuyo núcleo se encuentran los prestadores de servicios, el Estado como mediador colectivo y la propia población, que no se reduce a beneficiaria pasiva, sino que es siempre, de una u otra manera, también consumidora, financiadora y coproductora de los servicios de salud. Los sistemas de salud no son las instituciones sino la red de relaciones estructuradas que se establecen entre sus componentes.
La gobernanza no puede suceder en un marco normativo dentro de instituciones colapsadas y sin capacidad procedimental, en lo que se refiere a la eficiencia de cumplir con una programación estructurada en función de realizar los objetivos concretos. Apreciando que la complejidad del área sanitaria requiere una modelización que parta de reconocer las variables de control, las que limitan la dinámica (ya que las variables de estado se imponen, siendo imposibles de eludir). De manera tal de evitar lo acontecido:

En los pacientes: desamparo + desorientación.
En los profesionales: agotamiento + frustración.
En los empresarios: incertidumbre + descapitalización.
En el gobierno: debilidad para desbloquear la inercia organizativa.

Y, como resultante de todo esto, el infortunio y desasosiego.
De ahí la necesidad de un profundo debate referido a la salud que, a diferencia de cómo se dio en el tema de la educación, tratado en el II Congreso Pedagógico Nacional (1984-1988) -a pesar de que el primero se había dado cien años antes, en 1882-; la salud ni siquiera ha enunciado la necesidad de discutirse de forma operativa. Más allá de sus resultados, el Congreso Pedagógico sirvió para tomar conciencia de lo significativo de la educación y la necesidad de repensar el tema, mientras que en salud prevalece la inercia y la aceptación resignada de las deficiencias.
No se trata de acumular críticas sino de elaborar propuestas y alcanzar el nivel de coliderazgo entre política e idoneidad científico-técnica que el área demanda. En la actual situación de anomia, donde los pacientes no tienen hospitales ni los hospitales médicos, ¿quién es el que armoniza y articula ese coliderazgo, sino el Estado?
A riesgo de reiterarnos, el planteo no pasa por ninguna monopolización estatal, sino -en términos que hemos usado recientemente-, de una plataformización que haga posible una estructuración en red que articule e integre sin fusionar ni asfixiar burocráticamente, que complemente evitando las duplas de carencia y derroche; que transparente asignaciones y recursos, así como funciones y responsabilidades. Como siempre, no es cuestión de recetas detalladas y mucho menos cerradas sino de afrontar estrategias de innovación profundas pero flexibles.
Retomando al médico francés devenido filósofo Georges Canguilhem, la epistemología se centra en despejar, descubrir y analizar los problemas tales como se plantean o eluden, se resuelven o se disuelven en las prácticas efectivas de los científicos. Y no en la mera descripción de los procedimientos generales, de los métodos y de los resultados de la ciencia o de la razón de la ciencia. En términos llanos: trabajar sobre la realidad y no teorizar sobre la verdad.
La ampliación de normas sin protocolos específicos expande la anomia. De ahí que ningún reconocimiento de derechos puede sustituir la falta de estructuras y de acciones adecuadas. No basta con transformar las expectativas en derechos si no se modifican las condiciones práctico-materiales que determinan las necesidades y al mismo tiempo definen los tipos de acción. El relato no sustituye la realidad.
Finalmente, no debemos dejar de señalar que lo elaborado por la 77° Asamblea de la OMS se corresponde con la labor realizada por el Observatorio Europeo de Sistemas Sanitarios: evaluando los criterios positivos y negativos que atravesaron sus países durante la pandemia, con la pretensión de transparentar la necesidad de una respuesta coordinada, eficaz y solidaria, tanto dentro como fuera de cada país.


(*) Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica en organizaciones de Salud”, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN); Director Académico de la Maestría de Salud Pública y Seguridad Social de la Universidad del Aconcagua – Mendoza (UDA); Director de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Concepción del Uruguay (UCU); Coautor junto al Dr. Vicente Mazzáfero de “Por una reconfiguración sanitaria pos-pandémica: epidemiología y gobernanza” (2020). Autor de “La Salud que no tenemos” (2019); “Argentina Hospital, el rostro oscuro de la salud” (2018); “Claves jurídicas y Asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (2012); «En búsqueda de la salud perdida” (2009); “La Fórmula Sanitaria” (2003).

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