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La 77° Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) realizada en Ginebra en días pasados, y la posición de
nuestro país en ella, es propicia para reflexionar sobre un
conjunto de temas. El motivo principal fue el acuerdo para
mejorar el Reglamento Sanitario Internacional (RSI), con base en
la prevención de nuevas pandemias, que nuestro gobierno decidió
no acompañar, aludiendo un sobrepaso a la soberanía nacional.
La propuesta pude resumirse en garantizar que existan sistemas
integrales y sólidos en todos los países para proteger la salud
y la seguridad de todas las personas en todas partes del riesgo
de futuros brotes y pandemias, amenazas a la salud que no
reconocen fronteras nacionales, en un marco de solidaridad y
equidad. Para ello, se decide un protocolo básico, que el
gobierno nacional entiende como un atropello a su autonomía
soberana, en lugar de un acuerdo común en vistas de una
prevención mancomunada internacionalmente, la única posibilidad
de abordar un escenario pandémico de manera integral y
sostenida.
Así lo expresaron los dos representantes del gobierno que
expusieron: “Esta delegación quisiera destacar en la 77°
Asamblea Mundial de la Salud que manifiesta su no apoyo si ello
implica establecer normas por encima de nuestra Constitución
Nacional como nación libre y soberana”. Lo cual desconoce que la
propia Constitución Nacional incluye tratados internacionales
que no por ello subordinan a la carta magna, sino que se
equivalen en jerarquía jurídica, al ser considerados parte de la
misma.
Los cambios propuestos incluyen, desde definir qué es emergencia
pandémica con un potencial de riesgo suficiente como para
activar una respuesta internacional y garantizar el acceso a
productos médicos y fondos de financiamiento a los países, hasta
crear un comité especial representativo de los estados para
aplicar el RSI, con autoridades locales para la coordinación
interna y con otros países.
Al respecto, merece detenerse en la clasificación tríadica de:
1. Urgencia: la aparición fortuita de una afección de causa di-
versa y gravedad variable que genera la conciencia de una
necesidad inminente de atención.
2. Emergencia: una situación de muerte potencial para el
individuo si no se actúa en forma inmediata y adecuada.
3. Desastre (Catástrofe): un hecho natural o provocado por el
hombre que afecta negativamente a la vida y requiere que las
partes implicadas renuncien a la autonomía y a la libertad
tradicional, para producir respuestas en conjunto y organizadas,
siguiendo un comando o estructura definida.
Entendiendo además que el sujeto es la sociedad en su con- junto
con su vulnerabilidad, concepto eminentemente social que hace
referencia a las características que le impiden a un determinado
sistema humano adaptarse a un cambio en el medio ambiente en el
que se desenvuelve. Lo que nos lleva a diferenciar las duplas
del nodo que constituye el entrecruzamiento multiplanar entre:
Lo biológico/lo
social.
El individuo/la
sociedad.
Lo
científico-técnico/lo político.
La
comprensión/la acción.
Efectivamente, la salud pública fusiona el pensamiento y la
acción, y está definida por su nivel de análisis: el
poblacional. La salud pública no es una disciplina sino un nivel
de análisis de conocimiento interdisciplinario, y el concepto de
salud global constituye una parte de la salud pública.
Este es el núcleo génesis de la gobernanza a ejercer desde el
Estado en su rol de responsable garante intransferible (aunque
delegable). De ahí su necesidad de idoneidad y capacidad de
control. Como se ve en el área sanitaria, lo público o privado
son adjetivos siendo el sujeto el capital biológico y el
potencial de vida de la población, que condiciona su dignidad
como humanos.
El sistema de salud es la forma de organización social para dar
respuesta a los problemas de salud del conjunto de la población,
en cuyo núcleo se encuentran los prestadores de servicios, el
Estado como mediador colectivo y la propia población, que no se
reduce a beneficiaria pasiva, sino que es siempre, de una u otra
manera, también consumidora, financiadora y coproductora de los
servicios de salud. Los sistemas de salud no son las
instituciones sino la red de relaciones estructuradas que se
establecen entre sus componentes.
La gobernanza no puede suceder en un marco normativo dentro de
instituciones colapsadas y sin capacidad procedimental, en lo
que se refiere a la eficiencia de cumplir con una programación
estructurada en función de realizar los objetivos concretos.
Apreciando que la complejidad del área sanitaria requiere una
modelización que parta de reconocer las variables de control,
las que limitan la dinámica (ya que las variables de estado se
imponen, siendo imposibles de eludir). De manera tal de evitar
lo acontecido:
En los
pacientes: desamparo + desorientación.
En los
profesionales: agotamiento + frustración.
En los
empresarios: incertidumbre + descapitalización.
En el gobierno:
debilidad para desbloquear la inercia organizativa.
Y, como resultante de todo esto, el infortunio y desasosiego.
De ahí la necesidad de un profundo debate referido a la salud
que, a diferencia de cómo se dio en el tema de la educación,
tratado en el II Congreso Pedagógico Nacional (1984-1988) -a
pesar de que el primero se había dado cien años antes, en 1882-;
la salud ni siquiera ha enunciado la necesidad de discutirse de
forma operativa. Más allá de sus resultados, el Congreso
Pedagógico sirvió para tomar conciencia de lo significativo de
la educación y la necesidad de repensar el tema, mientras que en
salud prevalece la inercia y la aceptación resignada de las
deficiencias.
No se trata de acumular críticas sino de elaborar propuestas y
alcanzar el nivel de coliderazgo entre política e idoneidad
científico-técnica que el área demanda. En la actual situación
de anomia, donde los pacientes no tienen hospitales ni los
hospitales médicos, ¿quién es el que armoniza y articula ese
coliderazgo, sino el Estado?
A riesgo de reiterarnos, el planteo no pasa por ninguna
monopolización estatal, sino -en términos que hemos usado
recientemente-, de una plataformización que haga posible una
estructuración en red que articule e integre sin fusionar ni
asfixiar burocráticamente, que complemente evitando las duplas
de carencia y derroche; que transparente asignaciones y
recursos, así como funciones y responsabilidades. Como siempre,
no es cuestión de recetas detalladas y mucho menos cerradas sino
de afrontar estrategias de innovación profundas pero flexibles.
Retomando al médico francés devenido filósofo Georges Canguilhem,
la epistemología se centra en despejar, descubrir y analizar los
problemas tales como se plantean o eluden, se resuelven o se
disuelven en las prácticas efectivas de los científicos. Y no en
la mera descripción de los procedimientos generales, de los
métodos y de los resultados de la ciencia o de la razón de la
ciencia. En términos llanos: trabajar sobre la realidad y no
teorizar sobre la verdad.
La ampliación de normas sin protocolos específicos expande la
anomia. De ahí que ningún reconocimiento de derechos puede
sustituir la falta de estructuras y de acciones adecuadas. No
basta con transformar las expectativas en derechos si no se
modifican las condiciones práctico-materiales que determinan las
necesidades y al mismo tiempo definen los tipos de acción. El
relato no sustituye la realidad.
Finalmente, no debemos dejar de señalar que lo elaborado por la
77° Asamblea de la OMS se corresponde con la labor realizada por
el Observatorio Europeo de Sistemas Sanitarios: evaluando los
criterios positivos y negativos que atravesaron sus países
durante la pandemia, con la pretensión de transparentar la
necesidad de una respuesta coordinada, eficaz y solidaria, tanto
dentro como fuera de cada país.
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Doctor en Medicina por
la Universidad Nacional
de Buenos Aires (UBA).
Director Académico de la
Especialización en
“Gestión Estratégica en
organizaciones de
Salud”, Universidad
Nacional del Centro de
la Provincia de Buenos
Aires (UNICEN); Director
Académico de la Maestría
de Salud Pública y
Seguridad Social de la
Universidad del
Aconcagua – Mendoza
(UDA); Director de la
Comisión de Ciencia y
Tecnología de la
Facultad de Ciencias
Médicas de la
Universidad de
Concepción del Uruguay
(UCU); Coautor junto al
Dr. Vicente Mazzáfero de
“Por una reconfiguración
sanitaria pos-pandémica:
epidemiología y
gobernanza” (2020).
Autor de “La Salud que
no tenemos” (2019);
“Argentina Hospital, el
rostro oscuro de la
salud” (2018); “Claves
jurídicas y
Asistenciales para la
conformación de un
Sistema Federal
Integrado de Salud”
(2012); «En búsqueda de
la salud perdida”
(2009); “La Fórmula
Sanitaria” (2003). |
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