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En el complejo panorama de la atención sanitaria actual, la
falta de profesionales en áreas y especialidades claves, la
formación de profesionales se pone en foco como posible fuente
de soluciones por lo que, tanto los procesos de grado como los
de postgrado, se enfrentan a desafíos sin precedentes.
El sistema actual, que otorga títulos habilitantes a los
graduados para ejercer sin supervisión acorde con las
actividades reservadas inmediatamente después de completar sus
estudios universitarios, genera una situación paradójica:
profesionales noveles se encuentran ante casos de complejidad
impredecible, creando una tensión palpable entre la necesidad de
ganar experiencia práctica y el imperativo primordial de
garantizar la seguridad del paciente.
Esto se ha visto potenciado en el último tiempo por la
disminución de interés en las residencias médicas. Esta tensión
entre la necesidad de hacer prácticas para preparar a los
graduados para la práctica y la falta de autonomía de los
estudiantes puede ser analizada desde diferentes aspectos tanto
en los fundamentos como en la construcción de soluciones. Deben
analizarse las implicaciones éticas y legales de la práctica
durante la formación, el impacto económico, la mirada de las
universidades. Solo así es posible analizar soluciones que
podrían llevarnos a mejorar la oferta de capital humano en el
sistema de salud.
La formación de profesionales de la salud ¿Conocimientos o
competencias?
El primer punto de inflexión en este debate se centra en la
naturaleza misma de la educación médica. Tradicionalmente,
nuestros sistemas de evaluación y diseño curricular han puesto
un énfasis significativo en la acumulación de conocimientos
teóricos.
Sin embargo, surge la pregunta de si la simple suma de
evaluaciones aprobadas es suficiente para asegurar que los
graduados podrán resolver problemas en la práctica real. El
desarrollo sucesivo de estándares con los que la CONEAU ha
llevado adelante los procesos de acreditación han ido poniendo
un énfasis creciente en la necesidad mínima de prácticas, la
carga horaria de las actividades prácticas y de orientar la
formación a competencias.
La simulación ha venido a traer algunas soluciones, pero los
entornos de simulación, por avanzados que sean, no pueden
replicar de manera realista la complejidad y variabilidad de los
casos clínicos que un profesional encontrará en su práctica
diaria. En todo caso los deja mejor preparados para la práctica
en campo real, el problema es que esto solo ocurrirá al obtener
su título habilitante.
La práctica final obligatoria ha sido una respuesta para
incrementar la práctica en ámbitos de asistencia, aunque la
autonomía que puede tener un estudiante sigue siendo limitada.
Además, la formación de posgrado especializada en residencia, si
bien disponible para todos los graduados, no es requerida para
la habilitación profesional, y cada vez menos elegida.
La ética de la práctica durante la formación
El aprendizaje en escenarios reales sigue siendo fundamental
para el desarrollo de competencias clínicas. Sin embargo, este
proceso plantea dilemas éticos significativos. Por un lado, los
estudiantes y residentes necesitan oportunidades para practicar
y desarrollar sus habilidades. Por otro, los pacientes tienen
derecho a recibir la mejor atención posible y a ser informados
sobre quién los está tratando. La clave para este dilema está en
que las instituciones aseguren una supervisión adecuada.
Principios que deben asegurarse tanto en instituciones públicas
como privadas, formativas y asistenciales. Sin embargo, la
implementación efectiva de esta supervisión enfrenta obstáculos
prácticos, como la escasez de personal docente y la presión
asistencial en los centros de salud. En ese sentido es clave la
existencia de un sistema de aseguramiento de la calidad -intrainstitucional
como un sistema de acreditación externo-, que verifiquen el
cumplimiento de los más altos estándares, para asegurar que la
supervisión es adecuada al estado de desarrollo de competencias
de los aprendices.
Responsabilidades legales
El aspecto legal de la práctica médica durante la formación es
otro terreno lleno de incertidumbres. Uno podría preguntarse si
los principios de responsabilidad civil y penal se aplican de
manera diferente cuando se trata de estudiantes o profesionales
en formación. Con los estudiantes parece más sencillo establecer
los límites, pero alcanzada la residencia y con un título
habilitante, debemos analizar cuanta responsabilidad recae en el
residente con capacidad de decisión limitada y cuanta sobre los
supervisores y las instituciones formadoras.
Estas preguntas no tienen respuestas sencillas y las re-
soluciones judiciales varían significativamente entre
jurisdicciones. Existe una tensión inherente entre garantizar la
seguridad del paciente y la necesidad de proteger legalmente a
los profesionales en formación. En algunos países, se han
establecido marcos legales específicos para la práctica médica
supervisada. La llamada ley Nicolás ley de Calidad y Seguridad
Sanitaria reserva un capítulo para los profesionales en
formación constituyendo un paso significativo a darle un
tratamiento a los problemas que estamos analizando.
El impacto económico: un costo oculto
Un aspecto a menudo pasado por alto en este debate es el impacto
económico de la formación de profesionales de la salud. La
inexperiencia y la inseguridad de los profesionales noveles
pueden llevar a un incremento en el gasto sanitario por
diferentes razones como el aumento del uso de pruebas
diagnósticas, la necesidad de repetir procedimientos, un mayor
tiempo para llevar adelante la precitas y consultas, incluso con
mayor posibilidad de complicaciones o efectos colaterales. Estos
costos adicionales rara vez se cuantifican de manera
sistemática, pero su impacto en el sistema de salud podría ser
significativo. La gran pregunta es quien debe asumir estos
costos y si la inversión que hoy se realiza da los frutos que se
esperan en formación de capital humano.
La autonomía universitaria y los
títulos
habilitantes
La autonomía universitaria es un principio fundamental en la
educación superior argentina encalado en los principios
reformistas que han sido orgullo del sistema por más de un
siglo. En este marco las universidades tienen la responsabilidad
de otorgar títulos que habilitan a los graduados para ejercer
todas las actividades reservadas a su profesión. Pero en el
contexto de las profesiones de salud, plantea desafíos únicos
devolviéndonos la pregunta sobre si podemos garantizar que los
graduados estén verdaderamente preparados para una práctica
autónoma cuando durante su formación no han tenido la
oportunidad de ejercer con plena autonomía.
Propuestas para el cambio
Tal vez estemos en el momento de debatir la incorporación de la
formación de postgrado especializada e integrarla a la formación
previa a la habilitación, o la búsqueda de títulos con
habilitación atenuada solo válidos para ingresar a la formación
de posgrado como ocurre con otros países.
Este licenciamiento gradual permitiría a los graduados ejercer
con niveles crecientes de autonomía a medida que ganan
experiencia y demuestran competencias específicas. Por supuesto
que es necesaria una revisión de los marcos legales, tal vez el
aspecto de mayor complejidad por sus implicancias políticas.
Esto no es nuevo y es la práctica habitual en los países de
América del Norte y de Europa. Las condiciones para avanzar en
este sentido están dadas en nuestro país.
Todo esto no es posible sin un fortalecimiento del sistema de
residencias y sobre todo del aseguramiento de la calidad de
formación en residencias y una mayor incorporación de la
simulación. Es imperativo que se inicie un diálogo abierto y
constructivo entre todos los sectores involucrados sobre estos
temas.
Debemos estar dispuestos a cuestionar paradigmas establecidos y
a innovar en nuestros métodos de enseñanza, evaluación y
regulación profesional. El objetivo final debe ser crear un
sistema que equilibre la necesidad de experiencia práctica con
la seguridad del paciente, que promueva la excelencia
profesional sin comprometer la ética, y que prepare a nuestros
profesionales de la salud no solo para los desafíos de hoy, sino
también para los del futuro
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