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Columna  

SE FUE UN GRANDE
Y UN GRAN AMIGO

Por el Dr. Rubén Torres (*)

 
La muerte de Ginés desató una encendida controversia en las redes sociales. Algunos reivindicando su figura y trayectoria como sanitarista, y otros, muy pocos, con una postura crítica, entre ellos el presidente, con una reacción muy agresiva.
El disenso es válido y la necesidad de poner en palabras los sentimientos puede llevar al insulto, que muchas veces, plantean los psicólogos, puede ser mejor que el silencio.
Pero tanto el elogio como el juicio crítico exigen tiempo, conocimiento íntimo, y esencialmente una inteligente comprensión, para analizar una trayectoria de vida y un legado, para no caer en una visión sesgada por solo una parte de ella o de su gestión.
Quienes lo conocimos, más allá de coincidir o no en todas sus opiniones o decisiones, no podemos negar su aporte en el diálogo argentino durante la crisis del 2001, su aporte al financiamiento del sistema durante esa crisis, la apertura a la discusión del uso de genéricos, los precios de referencia, la creación del programa Remediar, o especialmente la fundación de una universidad que fue centro de formación de la mayoría de los cuadros de conducción sanitaria.
Además, ¿es legítimo adjudicarle las 130 mil muertes por Covid-19, como ha hecho el presidente? El impacto de un brote pandémico se evalúa a través del exceso de mortalidad, y si bien el número fue muy importante es menor que el de Brasil o Estados Unidos.
Como muy bien menciona Federico Tobar en un artículo, un estudio de marzo de 2024 en The Lancet realiza el análisis de la tasa de exceso de mortalidad para 204 países durante 2020-2021, y concluye que el exceso de mortalidad vinculado a la pandemia en la Argentina fue de 85/100.000 habitantes, inferior al promedio de los países de altos ingresos, y de Latinoamérica y el Caribe, donde solo Uruguay, Costa Rica y Panamá registraron una mejor performance.
Si la Argentina hubiera tenido la misma performance que el promedio de América Latina, Estados Unidos, Brasil, Gran Bretaña o España hubiéramos registrado más de 30 mil muertes que las ocurridas.
Se puede o no, coincidir con algunas de las decisiones de Ginés, pero no es sensato ignorar su contribución a la “Salud Pública” argentina, y que ha sido uno de los tres ministros del período democrático, en mi opinión, con una visión más gravitante y comprehensiva de nuestro sistema de salud.
Resulta muy difícil construir consensos con polarizaciones tan extremas, y justamente la habilidad de Ginés para construir esos consensos, era junto con su humor permanente una de las características centrales de su personalidad.
Su amistad y respeto por otro eminente sanitarista y pensador social como Aldo Neri, enrolado en una línea política absolutamente distinta dan sobrada cuenta de esa aptitud.
Generoso, y de convicciones firmes, no dudaba en confrontar duramente aun con quienes consideraba sus grandes amigos, doy fe.
Estas cosas lo describen como alguien que ha dejado una huella imborrable en la política sanitaria argentina, sin ceder a la tentación de la confrontación con algunos de sus sucesores, a pesar de los ataques y traiciones manifiestas.
Promotor de la equidad y la justicia social en la salud pública, fue un apasionado constructor de espacios de pensamiento y reflexión y de equipos de trabajo, a los cuales exigía permanentemente una mirada en el futuro, y un olvido del espejo retrovisor.
Como director de una maestría y luego por muchos años rector, respetó siempre mi libertad de expresión y pensamiento, y aunque muchas veces no las compartiera, eso fue solo motivo para exquisitas discusiones, que ayudaron a nutrir mis conocimientos, experiencia política, y capacidad de gestión.
Ser de pensamiento disruptivo, siempre dispuesto a aconsejar, impulsar, respaldar.
Deja un vacío y una ausencia que se notará, no solo en el campo de la política sanitaria, sino también en quienes lo conocimos, aprendimos de él y fuimos promovidos por su sabiduría y generosidad.
Los juzgamientos apresurados y las polarizaciones extremas suelen dejar en gris los logros y resaltar los errores, que además cabe decir solo son patrimonio de quienes intentan hacer, y nunca de los tibios o reticentes.
A quienes lo quisimos y respetamos, nos queda la responsabilidad de seguir luchando por un sistema de salud mejor, como tantas veces juntos soñamos, y aunque ya no esté físicamente, su recuerdo seguirá presente en la lucha por esos ideales.
No dudo, que allí donde éste, vestido con su camiseta racinguista, seguirá disfrutando, con su risa estrepitosa, de cada uno de nuestros logros, y nos impulsará a construir un futuro mejor y disfrutar de la vida, ”como si no tuviéramos acreedores...”, como le gustaba decir.

Gracias, amigo, y hasta siempre.

(*) Presidente del Instituto de Política, Economía y Gestión en Salud (IPEGSA).
 

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