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La muerte de Ginés desató una encendida controversia en
las redes sociales. Algunos reivindicando su figura y
trayectoria como sanitarista, y otros, muy pocos, con
una postura crítica, entre ellos el presidente, con una
reacción muy agresiva.
El disenso es válido y la necesidad de poner en palabras
los sentimientos puede llevar al insulto, que muchas
veces, plantean los psicólogos, puede ser mejor que el
silencio.
Pero tanto el elogio como el juicio crítico exigen
tiempo, conocimiento íntimo, y esencialmente una
inteligente comprensión, para analizar una trayectoria
de vida y un legado, para no caer en una visión sesgada
por solo una parte de ella o de su gestión.
Quienes lo conocimos, más allá de coincidir o no en
todas sus opiniones o decisiones, no podemos negar su
aporte en el diálogo argentino durante la crisis del
2001, su aporte al financiamiento del sistema durante
esa crisis, la apertura a la discusión del uso de
genéricos, los precios de referencia, la creación del
programa Remediar, o especialmente la fundación de una
universidad que fue centro de formación de la mayoría de
los cuadros de conducción sanitaria.
Además, ¿es legítimo adjudicarle las 130 mil muertes por
Covid-19, como ha hecho el presidente? El impacto de un
brote pandémico se evalúa a través del exceso de
mortalidad, y si bien el número fue muy importante es
menor que el de Brasil o Estados Unidos.
Como
muy bien menciona Federico Tobar en un artículo, un
estudio de marzo de 2024 en The Lancet realiza el
análisis de la tasa de exceso de mortalidad para 204
países durante 2020-2021, y concluye que el exceso de
mortalidad vinculado a la pandemia en la Argentina fue
de 85/100.000 habitantes, inferior al promedio de los
países de altos ingresos, y de Latinoamérica y el
Caribe, donde solo Uruguay, Costa Rica y Panamá
registraron una mejor performance.
Si la Argentina hubiera tenido la misma performance que
el promedio de América Latina, Estados Unidos, Brasil,
Gran Bretaña o España hubiéramos registrado más de 30
mil muertes que las ocurridas.
Se puede o no, coincidir con algunas de las decisiones
de Ginés, pero no es sensato ignorar su contribución a
la “Salud Pública” argentina, y que ha sido uno de los
tres ministros del período democrático, en mi opinión,
con una visión más gravitante y comprehensiva de nuestro
sistema de salud.
Resulta muy difícil construir consensos con
polarizaciones tan extremas, y justamente la habilidad
de Ginés para construir esos consensos, era junto con su
humor permanente una de las características centrales de
su personalidad.
Su amistad y respeto por otro eminente sanitarista y
pensador social como Aldo Neri, enrolado en una línea
política absolutamente distinta dan sobrada cuenta de
esa aptitud.
Generoso, y de convicciones firmes, no dudaba en
confrontar duramente aun con quienes consideraba sus
grandes amigos, doy fe.
Estas cosas lo describen como alguien que ha dejado una
huella imborrable en la política sanitaria argentina,
sin ceder a la tentación de la confrontación con algunos
de sus sucesores, a pesar de los ataques y traiciones
manifiestas.
Promotor de la equidad y la justicia social en la salud
pública, fue un apasionado constructor de espacios de
pensamiento y reflexión y de equipos de trabajo, a los
cuales exigía permanentemente una mirada en el futuro, y
un olvido del espejo retrovisor.
Como director de una maestría y luego por muchos años
rector, respetó siempre mi libertad de expresión y
pensamiento, y aunque muchas veces no las compartiera,
eso fue solo motivo para exquisitas discusiones, que
ayudaron a nutrir mis conocimientos, experiencia
política, y capacidad de gestión.
Ser de pensamiento disruptivo, siempre dispuesto a
aconsejar, impulsar, respaldar.
Deja un vacío y una ausencia que se notará, no solo en
el campo de la política sanitaria, sino también en
quienes lo conocimos, aprendimos de él y fuimos
promovidos por su sabiduría y generosidad.
Los juzgamientos apresurados y las polarizaciones
extremas suelen dejar en gris los logros y resaltar los
errores, que además cabe decir solo son patrimonio de
quienes intentan hacer, y nunca de los tibios o
reticentes.
A quienes lo quisimos y respetamos, nos queda la
responsabilidad de seguir luchando por un sistema de
salud mejor, como tantas veces juntos soñamos, y aunque
ya no esté físicamente, su recuerdo seguirá presente en
la lucha por esos ideales.
No dudo, que allí donde éste, vestido con su camiseta
racinguista, seguirá disfrutando, con su risa
estrepitosa, de cada uno de nuestros logros, y nos
impulsará a construir un futuro mejor y disfrutar de la
vida, ”como si no tuviéramos acreedores...”, como le
gustaba decir.
Gracias, amigo, y hasta siempre.
| (*) Presidente del
Instituto de Política, Economía y Gestión en
Salud (IPEGSA). |
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