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El primer año de la actual gestión
en salud finaliza con la consolidación de un nuevo modelo
asentado sobre cambios estructurales que probablemente lo
modifiquen sustancial y sostenidamente. El nuevo clima de época,
sintetizado en la Resolución 3284/24 impone el nuevo paradigma:
un sistema de aseguramiento mixto a través de la concurrencia
desigual del sector de la seguridad social nacional y el privado
bajo un modelo de competencia regulada como ámbito de protección
en salud para población bajo empleo privado formal y/o capacidad
de pago de bolsillo, a través de aseguradoras de diferente
procedencia.
Para aquellas que provienen del mundo sindical, otorgándoles
permanencia -aunque precaria - a cambio de disciplinamiento y
paz social. Para las que lo hacen desde el ámbito privado,
libertad de fijación de precios y beneficios regulatorios
explícitos. Un mercado de alrededor de 18 millones de personas,
en el que las reglas difieren según el tipo de aseguradora que
se trate, donde la competencia no es pareja, la calidad de la
atención no está siquiera mencionada y los resultados sanitarios
no cuentan.
Por fuera de ese segmento quedan - por el momento - los sectores
públicos provinciales, contributivos o no, y el INSSJP, que en
lo estructural atenúa su inviabilidad ajustando beneficios,
prestadores y presupuestos. En el margen, un grupo de
aseguradoras “especiales”, con normativa propia.
Un sistema similar al de Chile, con algunas diferencias menores
(el PAMI, centralmente) y una mayor: al ser salud potestad
provincial (Arts. 121 y 41 CN) no existe la posibilidades de un
sistema para la población sin cobertura, (como Fonasa, en Chile)
sino que ésta se atomiza y queda librada a las posibilidad,
disponibilidad y voluntad de cada una de las 24 jurisdicciones,
en un contexto en el que dada la drástica interrupción de flujos
no cabe otro horizonte que el de la restricción, con
independencia de la situación de salud de sus beneficiarios.
Para quienes creemos que el Estado debe promover políticas
públicas que garanticen el derecho al acceso efectivo y
equitativo a servicios de salud de calidad, y el mejor nivel de
vida y bienestar de todos los ciudadanos, el panorama, es
sombrío. Y, aun así, en ese paisaje instalado, aparecen dudas
significativas, en cuanto a su viabilidad.
La primera y la más importante: el modelo, así como está
planteado deja afuera al 50% de la población, la que no cuenta
con empleo formal o capacidad de pago. No reconoce
externalidades, imperfecciones de mercado, ni criterios mínimos
de equidad distributiva. Pero también ignora u omite que no
existe ningún antecedente que avale la idea que el libre juego
del mercado pueda organizar un sistema de salud y
simultáneamente promover el bienestar humano. Ni tampoco ninguna
sociedad que lo acepte pasiva y sostenidamente.
Y, aun así, hay otras: por un lado, la aludida Resolución
3284/24, que habilita y obliga a las entidades de medicina
prepaga a “ofrecer planes de salud, siempre y cuando, cumplan
con los requisitos establecidos en las Leyes Nros. 23.660,
23.661, 26.682, sus modificatorias y reglamentarias” ¿Cuál de
ellas? Porque, como ya fue comentado en esta misma columna, sus
disposiciones son contradictorias entre sí.
Y así como nada se ha dicho acerca del destino de los recursos
ahorrados por el cese del peaje hasta ahora institucionalizado,
tampoco se sabe por qué motivo alguien habría de migrar
voluntariamente de una OO.SS a una EMP sin incentivos de por
medio. Va de suyo que, aun así, esta disposición apunta
centralmente a las franjas de mayor ingreso salarial formal. De
hecho, la modificación de los decretos 504/98 y 1/2010 con la
consecuente creación del Registro de Agentes del Seguro de salud
para la cobertura médico asistencial de pequeños contribuyentes
así lo atestigua.
La finalización de la Emergencia Sanitaria (Decreto 70/23 y
Resolución 17/24) y la vigencia hasta el 31/12/24 de la
Resolución 617/24 que dispone a partir de allí el inicio de los
juicios de ejecución fiscal y el cese de la traba de medidas
cautelares para los contribuyentes pertenecientes al sector de
salud. Si bien existe una moratoria en curso, su implementación
conlleva necesariamente al quebranto masivo de efectores,
objetivamente incapaces de afrontar el pago de los stocks
adeudados durante más de veinte años y los flujos de las
obligaciones corrientes.
El tema hasta el presente cierne como una inminencia que se
agrava por el antecedente que establecería una condonación. Y a
pesar de que la reiterada propuesta de consolidación de la deuda
fiscal de prestadores con sus reclamados créditos IVA espera su
tratamiento en Comisiones en Diputados, el proyecto ni siquiera
pasó de esa instancia y estamos a días de la fecha señalada por
la norma.
La terminación del Impuesto PAIS el 24/12/24. El PAMI recibe el
28% de la recaudación total del gravamen, que en el año 2024
representó el 6,1% de los ingresos tributarios totales, y que
por ende constituye una de sus fuentes principales de
financiamiento. No existe mención hasta el momento de fuente
alternativa, pero el INSSJP lleva adelante una política de
reducción de gastos que suprimió la bonificación al 100% de la
medicación crónica a toda la población cuyos haberes sean
superiores a 1,4 haberes previsionales ($ 398.000).
La eliminación del subsidio, sin mediar racionalidad de la
política prescriptiva y en una población pauperizada a partir de
la licuación de sus ingresos, logró transformar un bien
inelástico en uno elástico. La caída del consumo medida en
unidades, da cuenta de ello. Las consecuencias, que no hacen más
que agravar las deficiencias del modelo de atención, son
previsibles.
La espiralización de costos de los medicamentos. Un incremento
del 349% entre el 1er trimestre 2023 y el de 2024 y dentro de
ellos los monoclonales no biosimilares en un 413%. El peso
relativo del medicamento en la estructura de costos de
financiadores y prestadores se incrementa por encima del IPC en
un marco de libre fijación de precios y sin otra farmacopolítica
que la recategorización de éticos a OTC (venta libre), la libre
oferta y exhibición de éstos en las farmacias, y la venta de
analgésicos y antiácidos (entre otros) fuera de éstas.
Medicamentos disponibles para el mero alivio sintomático de
enfermedades que a las que no se les puede dar respuesta
efectiva por las barreras económicas impuestas al acceso cierto
a las moléculas prescriptas.
Y finalmente, la crisis terminal de nuestro recurso humano. El
agotamiento, los magros ingresos, el multiempleo y el
desmoronamiento de la expectativa de un futuro posible, que se
traducen en desmotivación, deserción e incluso, emigración.
Después de muchos años sin conducción sectorial, hoy existe un
rumbo claro. Una rectoría del laissez faire que ordena el
tablero para que cada actor se desempeñe en el marco de las
nuevas reglas, del modo que sus recursos y su posición relativa
se lo permitan. Un neodarwinismo que cristaliza la inequidad que
venimos profundizando desde hace décadas y que camina a
contramano de lo que la mayoría de los países centrales
proponen. Un paradigma éticamente inaceptable en el que en un
contexto de 50% de pobreza cada uno labre su propio destino
individual de acuerdo con sus posibilidades, con prescindencia
de aquello que alguna vez fue el otro, el prójimo, el semejante.
Va a ser cuestión de tratar de juntar los pedazos y construir
algo mejor. Tal vez el 2025 sea una oportunidad para ello.
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