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El estrés financiero se define como la angustia y preocupación
que experimentan las personas debido a la falta de estabilidad
económica. Este tipo de estrés puede derivar de diversas
situaciones como deudas elevadas, ingresos insuficientes, gastos
imprevistos o la incapacidad de ahorrar para el futuro. En un
mundo donde la economía es volátil y los cambios financieros son
constantes, el estrés financiero se ha convertido en una
preocupación común para muchos individuos.
En el contexto económico actual, marcado por la inflación (en la
Argentina en descenso, pero persistente, aunque también
expandida por el mundo), el desempleo y la incertidumbre
financiera, el estrés financiero se ha intensificado. Además,
los altos costos de vida y la creciente desigualdad económica
han incrementado la presión sobre las finanzas personales. Las
crisis económicas y los recortes en los beneficios sociales
también han contribuido a aumentar el estrés financiero en la
población.
A nivel poblacional, el estrés financiero puede tener un impacto
negativo en varios indicadores sanitarios:
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Esperanza de vida: las personas que sufren
estrés financiero tienden a tener una menor esperanza de vida
debido a los problemas de salud asociados. El estrés financiero
afecta la salud mental de las personas y también tiene
consecuencias físicas. La ansiedad y la depresión son comunes
entre aquellos que experimentan estrés financiero, lo que puede
llevar a problemas como insomnio y trastornos alimenticios.
Además, el estrés crónico puede desencadenar enfermedades
cardiovasculares, hipertensión y problemas digestivos.
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Calidad de vida: el estrés financiero reduce
significativamente la calidad de vida, afectando las relaciones
personales y el rendimiento laboral. El estrés financiero
crónico puede afectar la capacidad cognitiva, la memoria y el
aprendizaje, y aumentar la probabilidad de sufrir alteraciones
del sueño y enfermedades relacionadas con el comportamiento.
- Acceso a servicios de salud: la falta de recursos financieros
puede impedir que las personas accedan a servicios médicos
preventivos y tratamientos adecuados. Por otro lado, la mayor
demanda de servicios de salud mental y física satura los
recursos disponibles, lo que lleva a tiempos de espera más
largos y a una disminución en la calidad de la atención. Además,
las personas con estrés financiero a menudo posponen la búsqueda
de atención médica hasta que sus condiciones se vuelven
críticas, lo que resulta en costos más altos y un uso
ineficiente de los recursos sanitarios.
En la Argentina, el impacto del estrés financiero en la salud de
la población podemos observarlo en algunos estudios:
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Salud mental: un estudio del Observatorio de
Psicología Social Aplicada de la Universidad de Buenos Aires
(UBA) de principio de 2024 reveló que “el 45,5% de los
argentinos está atravesando una crisis, ya sea vital o
económica, y el 9,4% de las personas están en riesgo de sufrir
un trastorno mental”. En relación con estos datos, el 72% de los
argentinos encuestados (n=3141) afirmó que “los problemas
económicos afectan en gran medida a su salud mental”.
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Impacto en la calidad de vida: la crisis
económica ha generado que la mayoría de los argentinos sientan
que su calidad de vida está cada vez peor. Según el estudio
realizado por Voices! y WIN International, apenas un 35% de los
argentinos encuestados considera que su nivel de estrés es
bastante bueno o muy bueno, en contraste con el 66% a nivel
mundial. La percepción de los argentinos sobre su propia salud
ha disminuido en los últimos años. Actualmente, solo siete de
cada diez personas se consideran saludables o muy saludables,
mientras que, en 2018, el 86% evaluaba su salud de manera
positiva.
Estos datos muestran cómo el estrés financiero no solo afecta la
salud mental, sino también la salud física y la calidad de vida
de los argentinos. La situación económica actual, ha exacerbado
estos problemas, subrayando la necesidad de políticas integradas
que aborden tanto las necesidades económicas como las de salud.
Para afrontar el estrés financiero desde el sistema de salud, se
deberían implementar varias políticas efectivas. Desde programas
de mayor accesibilidad a medicamentos y eliminación de pagos
directos hasta mejoras en la eficiencia del sistema de salud
(racionalizar el uso de medicamentos, la introducción de
tecnologías de salud o la compra de insumos y medicamentos
esenciales aprovechando economías de escala). También son
necesarios más programas de salud mental y apoyo psicológico.
Otras medidas como la educación financiera entre la población y
el fortalecimiento de las políticas de protección social
(mejorar el seguro de desempleo o de incentivo de empleo) son
necesarias desde afuera del sistema de salud para disminuir el
estrés financiero y, por ende, mejorar la eficiencia y equidad
del sistema de salud en la Argentina. Si bien es cierto que se
ha conseguido cierto orden macroeconómico, aún falta mucho
camino que recorrer para lograr estabilidad, desarrollo y
disminuir el estrés financiero en la mayoría de la población.
Sin embargo, las políticas de salud en la Argentina van en
sentido contrario a estas recomendaciones. El Estado nacional, a
través del PAMI o desde el Ministerio de Salud de la Nación, han
recortado programas de cobertura y recursos. Lamentablemente,
las provincias no han podido compensar estos recursos como así
tampoco las obras sociales, siendo que la inversión total
disminuye (en dinero invertido y en cobertura efectiva).
En resumen, el estrés financiero es un problema creciente en el
contexto económico actual que afecta tanto a la salud individual
como a la salud poblacional. Su impacto negativo en el sistema
de salud resalta la necesidad de políticas económicas y
sanitarias integradas que aborden de manera efectiva las causas
subyacentes del estrés financiero y promuevan el bienestar
general de la sociedad. La pregunta es ¿cómo lo vamos a
enfrentar?
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