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El reciente acuerdo entre la Argentina y el Fondo Monetario
Internacional (FMI), en conjunto con la liberación del cepo
cambiario y la instauración de una banda de fluctuación
administrada, ha producido un reordenamiento estructural de la
macroeconomía. A pesar de ser caminos que debemos transitar, el
efecto sobre el sistema de salud -tanto público como privado- es
complejo, especialmente cuando se lo enmarca en un entorno de
alta volatilidad cambiaria e inflacionaria.
La política económica argentina atraviesa un nuevo régimen de
estabilización, signado por el acuerdo con el FMI y la
eliminación del cepo cambiario. La implementación de una banda
de flotación administrada -con intervenciones puntuales del
BCRA- busca corregir distorsiones del tipo de cambio real,
estimular las exportaciones y atraer inversiones.
Sin embargo, esta transición tiene efectos significativos sobre
sectores sensibles como el de la salud, caracterizado por su
alta dependencia de insumos importados y su fragmentación
institucional. La interacción entre las metas del acuerdo con el
FMI, las nuevas reglas del régimen cambiario y las restricciones
fiscales impone desafíos que requieren ser abordados desde una
perspectiva sectorial y con herramientas de política
específicas.
Eliminación del cepo: impactos
inmediatos en costos y acceso
Si bien la liberalización del mercado cambiario no ha implicado
una corrección abrupta del tipo de cambio oficial, muchos
precios relativos, especialmente medicamentos importados y de
producción nacional con insumos externos, han sufrido ajustes de
magnitud.
La implementación de una banda de flotación -entre $ 1.000 y $
1.400 por dólar- introduce un nuevo marco de expectativas para
los agentes económicos. Si bien reduce el riesgo de brechas
cambiarias como las observadas con el cepo, introduce un riesgo
de volatilidad cambiaria controlada.
Para el sector salud, esta dinámica tiene efectos heterogéneos:
• Mayor previsibilidad de
mediano plazo para importadores (permite estructurar
mejor las compras).
• Ajuste automático de
precios de proveedores de insumos que referencian
valores en dólar futuro.
• Riesgo de traslado a
precios inmediato frente a cada depreciación marginal
dentro de la banda.
Además, el riesgo es que, en contextos de “overshooting” o
presión especulativa, el extremo superior de la banda se
convierta en el nuevo precio de referencia, con efectos
inflacionarios acumulativos sobre el gasto en salud.
A corto plazo, esto genera una triple tensión:
1. Presupuestaria: los presupuestos
provinciales y nacionales ejecutados en pesos pierden capacidad
real.
2. Financiera: las obras sociales y prepagas
enfrentan descalces entre ingresos regulados y gastos
dolarizados.
3. Operativa: hospitales públicos y privados
suspenden o racionalizan procedimientos por falta de stock o
encarecimiento.
Metas fiscales y rigidez del
gasto sanitario
El FMI mantiene su enfoque ortodoxo en relación con la
consolidación fiscal. En un contexto de suba del tipo de cambio
oficial y aceleración inflacionaria, el cumplimiento de las
metas fiscales implica una caída real del gasto primario, salvo
que se actualicen partidas en función de indicadores sectoriales
específicos.
En el caso de salud pública, esto implica:
• Contracción del gasto real si
los presupuestos no se ajustan a la inflación médica, que corre
por encima del IPC general.
• Dificultades para ejecutar
compras públicas de medicamentos (ej. oncológicos,
antirretrovirales) cuyos precios están en dólares.
• Incertidumbre en programas
nacionales cofinanciados con provincias que enfrentan
simultáneamente devaluación e iliquidez.
En este marco, el gasto sanitario puede volverse la “variable de
ajuste silenciosa”, con efectos no inmediatos pero acumulativos
sobre mortalidad evitable, enfermedades crónicas no controladas
y deterioro de infraestructura.
El nuevo régimen cambiario también tiene consecuencias sobre el
equilibrio del subsistema de seguridad social y de las entidades
de medicina prepaga:
• Las cuotas de prepagas no se
actualizan al mismo ritmo que los costos, generando
desequilibrios financieros.
• Las obras sociales sindicales,
con ingresos pesificados y atados a los salarios, enfrentan
costos crecientes para prestaciones de alta complejidad.
• La judicialización de coberturas
(amparos por medicamentos o tratamientos) se acelera cuando los
actores formales no pueden garantizar el acceso.
Además, la tendencia a la concentración del mercado prestador se
acentúa: clínicas pequeñas y medianas se ven forzadas a cerrar o
fusionarse con grandes grupos económicos con mayor acceso a
financiamiento en dólares.
Recomendaciones de política
sanitaria y económica
En este contexto, se vuelve fundamental una estrategia
intersectorial que permita contener los efectos adversos de la
transición cambiaria. Algunas medidas recomendadas son:
• Establecimiento de un
régimen de excepción cambiaria para insumos sanitarios
estratégicos, con acceso garantizado al tipo de cambio
más favorable dentro de la banda.
• Revisión y actualización
mensual del presupuesto en salud, con una cláusula de
ajuste automático por inflación médica.
• Revisión del programa
con el FMI para incluir una “cláusula de protección social
reforzada”, específica para el sistema de salud.
• Creación de un fondo
rotatorio en divisas para compras centralizadas de
medicamentos críticos.
• Estímulo a la producción
nacional de medicamentos e insumos, mediante incentivos
fiscales y líneas de financiamiento a laboratorios nacionales.
En resumen, el cambio de régimen cambiario en la Argentina,
junto al marco fiscal acordado con el FMI, configura una
transición macroeconómica con efectos estructurales sobre el
sector salud. La liberalización del cepo introduce shocks de
precios que tensionan tanto al sistema público como al privado.
La nueva banda de flotación, si bien mejora la previsibilidad
respecto del escenario de cepo y brecha, mantiene riesgos
relevantes para la sostenibilidad del financiamiento sanitario.
Sin políticas activas de mitigación y blindaje sectorial, la
estabilización económica puede derivar en desestabilización
sanitaria.
El desafío es construir una política de salud contracíclica que
funcione como red de contención en tiempos de ajuste
macroeconómico
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