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Las residencias médicas representan el eje vertebral de la
formación de especialistas en la Argentina. Este sistema de
posgrado, que combina capacitación académica con trabajo
asistencial intensivo en instituciones de salud, cumple un rol
central tanto en la preparación de futuros especialistas como en
el funcionamiento cotidiano de hospitales públicos y efectores
universitarios.
Actualmente, el sistema de residencias enfrenta tensiones
crecientes entre la inversión fiscal y las escazas
remuneraciones y precarias condiciones laborales. Frente a ello,
el Ministerio de Salud anunció un cambio en los criterios de
acceso que prioriza a los profesionales formados en
universidades argentinas.
Desde una mirada de economía de la salud, las residencias son
una inversión pública en capital humano. El costo directo de un
residente, considerando estipendio, aportes y cobertura de ART,
se estima entre 23 y 26 millones de pesos anuales por residente,
lo que se traduce en más de 100 millones para un programa de
cuatro años. Estos costos son absorbidos por ministerios de
salud provinciales, hospitales nacionales, universidades y el
sector privado.
A esto, se suman costos indirectos: uso de infraestructura
hospitalaria, tiempo de supervisión docente, insumos, y acceso a
bibliografía y capacitaciones. Si bien no siempre se
contabilizan, estos recursos son significativos y esenciales
para garantizar una formación competente. La falta de evaluación
económica sistemática de estos componentes representa una
debilidad en la planificación presupuestaria del sistema de
formación.
La problemática
El sistema de residencias tiene una particularidad única: su
función asistencial. Los residentes no son exclusivamente
aprendices, sino que cubren consultas y guardias. Si bien la
inversión es alta, el salario real de un residente promedio
ronda un valor similar a la canasta básica de alimentos (cerca
de un millón de pesos), muy por debajo de las expectativas de un
profesional que se formó durante 7 años. Realmente es un
desincentivo a la cobertura de vacantes o a continuidad de la
residencia, redundando en una menor calidad formativa a mediano
y largo plazo.
El sistema actual se sostiene, en gran parte, gracias al volumen
de residentes. En muchos hospitales generales, los residentes de
clínica, pediatría y cirugía representan más del 50% de los
recursos humanos activos en horarios nocturnos y fines de
semana. Esto implica que, en la práctica, el Estado obtiene
servicios a bajo costo, aunque a expensas del bienestar y la
calidad formativa del residente.
Por otro lado, cuando hay vacantes no cubiertas se resienten
hospitales y se incrementan los tiempos de espera, lo que
evidencia una dependencia excesiva de este modelo. Sin embargo,
más del 30% de los profesionales no se quedan en el sistema
público tras finalizar la residencia, migrando al sector privado
o al extranjero. Esto representa una pérdida de inversión
significativa para el Estado.
También debe considerarse el desequilibrio territorial. El 70%
de los residentes se concentran en la Ciudad de Buenos Aires y
en grandes capitales provinciales, mientras que zonas rurales o
regiones del norte argentino enfrentan déficits estructurales de
especialistas, aún en áreas esenciales como ginecología,
pediatría y medicina general. La residencia no logra corregir
estas asimetrías, y muchas veces las profundiza.
Detalles del anuncio de
junio de 2025
El Ministerio de Salud presentó un nuevo esquema de puntuación
para el concurso de residencias médicas, que comprende:
1. Promedio del título de grado.
2. El 50% del puntaje del Examen Único de Residencias.
3. 5 puntos adicionales para quienes hayan cursado toda la
carrera en universidades argentinas.
Esta medida responde a un interés legítimo de retener la
inversión pública en formación de médicos de grado (que
representan el principal canal de formación médica en el país) y
proteger el sistema frente a la fuga de talento. La formación
médica en universidades públicas cuesta al Estado entre 40 y 50
mil/ dólares por graduado.
Si esos profesionales ingresan a residencias financiadas y luego
migran del sistema público, esta inversión pierde su retorno
social. Desde la mirada del bienestar social, priorizar a
graduados locales puede aumentar la probabilidad de permanencia
en el sistema público, mejorar la distribución regional y
reducir la fuga de talento.
Esta medida abre grandes debates. El acceso a residencias
debiera basarse en competencias y compromiso con la salud
pública, independientemente del país de origen de la
universidad. Si bien la priorización puede tener un fundamento
económico, no existen todavía estudios de seguimiento
longitudinal que demuestren que los egresados de universidades
extranjeras tengan tasas de deserción o emigración superiores.
En este sentido, la medida es aún especulativa.
Por otro lado, su eficacia depende de acompañarla con otros
incentivos laborales, controles y planificación territorial. Se
requiere de un enfoque sistémico con cambios estructurales para
asegurar un verdadero retorno social y equidad en el acceso a la
salud.
En otras palabras, resultará insuficiente sin mejoras
complementarias: mejores condiciones laborales, salarios
competitivos y contratos con compromiso de servicio en zonas
vacantes. Este cambio no aborda de forma directa la
precarización laboral que mantiene la mayoría de los sistemas de
residencias.
Conclusión
Las residencias constituyen una inversión estratégica del Estado
argentino. Su sostenibilidad y eficiencia requieren una mirada
económica integral, basada en datos y planificación de largo
plazo. Si bien el reciente cambio intenta direccionar el ingreso
de residentes hacia perfiles más alineados con el sistema
nacional, no puede ser una política aislada. Sin mejoras
estructurales en condiciones de trabajo, incentivos reales y
planificación territorial, el costo de las residencias seguirá
siendo alto, y su retorno, limitado.
Solo con una visión sistémica y de largo plazo será posible
asegurar que la inversión en residencias se traduzca en mejoras
sostenidas en el acceso, la calidad y la equidad del sistema de
salud argentino
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