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Innovar en salud no es simplemente implementar
tecnología ni perseguir lo inédito o novedoso por sí mismo.
Innovar es generar y entregar valor: rediseñar procesos, adoptar
enfoques creativos y movilizar conocimiento para mejorar los
resultados sanitarios, organizacionales y humanos. Lejos de ser
un privilegio de grandes centros de investigación o startups
tecnológicas, la innovación puede -y debiera- nacer desde
adentro de las organizaciones de salud, cuando se dan las
condiciones adecuadas.
En este artículo intento proponer una mirada integradora sobre
la innovación en salud, organizada en tres dimensiones clave:
conocimiento profundo del sistema (soy un convencido que la
formación continua es algo mandatorio para los que estamos en
este sector), compromiso con la mejora continua (porque no
debemos relegar la calidad y la efectividad, más allá que no se
pague por ellos) y capacidad de gestión del cambio (habilidades
y cultura que hay que desarrollar en las organizaciones).
A partir de esta base, se incorporan marcos conceptuales útiles
como los cuatro estadios de evolución digital, las 5 C’s de la
innovación y herramientas del pensamiento lateral que permiten
liberar el potencial creativo de equipos tradicionalmente
entrenados en la lógica lineal y la minimización de riesgos. Por
supuesto, hay y surgirán muchos más recursos que puedan servir
para que abordemos, de alguna manera, estas tres dimensiones.
El conocimiento: entender el
sistema antes de transformarlo
Innovar en salud requiere comprender la complejidad del sistema,
o los procesos, en el que se interviene. No se trata solo de
sumar tecnología (y menos de ponerle pilas, chips o IA), sino de
interpretarlo dentro de contextos marcados por múltiples
actores, tensiones y limitaciones. Por eso, se puede decir que,
desde la perspectiva de la innovación, el conocimiento sobre el
sector puede ser tácito (experiencial y difícil de codificar
para ser transmitido con facilidad) o explícito (documentado y
publicado). Pero ambos deben ser gestionados estratégicamente,
alineados con los recursos (sostenibilidad) y el propósito para
permitir que la innovación propuesta tenga cabida para ser
adoptada (sustentabilidad).
Pero el conocimiento, se puede adquirir, por eso las
organizaciones innovadoras desarrollan la capacidad de
absorción: una aptitud para identificar, asimilar y aplicar
conocimientos externos -científicos, tecnológicos,
organizacionales- dentro de sus propios procesos. Esto se da
penetrando en la cultura de la organización, para pasar de la
fase de adquisición de datos e información (moda y tendencias)
hacia la activación del aprendizaje organizacional, donde la
creación de valor depende de conexiones genuinas entre actores
internos y externos. No se compran enlatados.
Les propongo un modelo con cuatro estadios de evolución digital
ayuda a identificar el nivel de madurez digital de una
institución (de salud en mi caso): partiendo de una etapa
analógica, pasando por la informatización, y luego la
reformulación inteligente del negocio, para alcanzar la
innovación con impacto. Esta progresión no es lineal ni
automática: exige liderazgos capaces de leer el entorno,
establecer alianzas estratégicas y transformar información en
conocimiento útil.
El compromiso con la mejora
continua: innovar con propósito y orientación al usuario
Innovar, además no es un acto solitario. Nadie ha innovado solo.
Es un proceso colaborativo que necesita de profesionales que
trabajan en el sector de la salud comprometidos con la mejora
continua de los procesos y con la mejora de la salud y la
experiencia de los pacientes. Vale la pena aclarar que, aunque
no coordinadas, muchas de estas características, abundan entre
las personas que trabajamos en el sector sanitario.

Pero a nivel de las organizaciones, tenemos que apuntar hacia
las 5 C’s de la innovación; curiosidad para mirar y ver hacia
afuera (de la caja), colaboración genuina y entre todos, ya que
no se puede innovar sin compartir las ideas y reformularlas,
creatividad para proponer nuevas ideas y formas de hacer las
cosas (buscando nuevos resultados), asumiendo los
condicionamientos que nos impone nuestro sector tan regulado por
la ética (a veces olvidada) y el marco jurídico (objetado) y
buscando poner siempre el enfoque en el cliente. El compromiso
con un método (como este) ofrece una guía para alinear a la
cultura organizacional con resultados sostenibles.
Pensemos a la curiosidad activa la búsqueda de nuevas preguntas,
en el caso pensamiento lateral, por ejemplo, se propone
reemplazar “¿cómo hacemos para que el paciente complete el
formulario?” por “¿qué pasaría si el paciente no tuviera que
completarlo?”. En el caso de la colaboración permite combinar
perspectivas y puntos de vista divergentes (debemos crear
espacios de consenso); el conocimiento se multiplica cuando
circula. Con respecto a la creatividad, lejos de ser un lujo, es
una necesidad en sistemas de salud altamente reglados. Las
restricciones o condicionamientos, como presupuestos limitados o
barreras normativas, pueden transformarse en estímulos para
soluciones más simples y robustas. Y la centralidad en el
paciente recuerda que toda innovación debe tener un propósito
claro: mejorar la vida de las personas y sus familias.
En este sentido, y me encanta esta parte, innovar también
implica adaptar ideas de otros sectores -consumo masivo,
logística, tecnologías digitales- para dar nuevas respuestas a
viejos problemas. En salud, copiar inteligentemente puede ser
más valioso que inventar desde cero. Además, no nos olvidemos
que el sistema de salud es, en alguna medida, una expresión de
los valores y deseos de una sociedad que está cambiando (un tema
para otra nota).
La gestión de la innovación:
convertir ideas en transformaciones sostenibles
La creatividad sin gestión es inspiración pasajera. La
creatividad es necesaria, pero no es suficiente, si no se
adoptan los cambios propuestos, queda como algo novedoso en el
mejor de los casos. Para que una organización transforme su
cultura, siempre me gustó más hablar de conversión cultural, es
necesario contar con una estrategia de cambio sostenida, y que
la haga sustentable cuando la organización o la sociedad o la
hagan propia. Esto incluye, formación continua, espacios de
ideación, liderazgo distribuido, comunicación clara,
transparencia, mecanismos para experimentar sin castigar el
error y métricas claras de impacto alcanzado, entre varias más.
Uno de los desafíos frecuentes en el tránsito hacia modelos más
innovadores es la existencia de silos organizacionales y
resistencias culturales (e individuales en la conducción de la
organización y de los silos). Para abordarlos, se recomienda
trabajar sobre los supuestos tácitos que guían las prácticas
actuales. Herramientas del pensamiento lateral como “desarmar
supuestos” o “usar restricciones como disparadores” pueden
ayudar a desbloquear ideas estancadas. Además, bajar barreras
organizacionales (que alimentan la cultura del tabique) para
conectar a los equipos clínicos con diseñadores de servicios,
ingenieros, pacientes y financiadores permite construir
soluciones más integrales y sostenibles.
La experiencia muestra que las organizaciones que alcanzan la
“innovación con impacto” son aquellas que logran articular su
conocimiento institucional (sus valores y cultura) con los
aportes de redes de colaboración externa, donde los vínculos se
sostienen en la confianza, la transparencia y el objetivo
compartido de mejorar el sistema de salud. Por eso, la
innovación abierta permite potenciar la capacidad para crear
valor.
Conclusión: de la intención a la
conversión
Quisiera dejar una serie de ideas finales. Innovar en salud no
significa adoptar lo último o seguir las tendencias, sino que se
trata de lograr el mejor resultado posible cambiando lo que
veníamos haciendo a partir de la incorporación de la creatividad
en la cultura organizacional. Innovación tampoco es sinónimo de
disrupción tecnológica, sino de evolución con un sentido o
significado claros, y si las tecnologías nos acompañan, mejor
aún.
Por eso, podríamos decir que lograr una innovación o un cambio
innovador en salud requiere de la combinación de un conocimiento
profundo en la materia, un compromiso y la capacidad para
gestionar en un entorno que habilite nuevas formas de pensar,
colaborar y actuar. Al redefinir cómo generamos y entregamos
valor en salud, estamos también redefiniendo cómo entendemos el
cuidado, la calidad y la sostenibilidad del sistema. Por eso,
innovar no es solo una opción, sino que es parte de nuestra
responsabilidad para hacer sostenible al sector.
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Médico y MBA. Cofundador
de Recetario RCTA y de
Epicrisis HCE. |
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