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 Columna

    

LA INNOVACIÓN EN SALUD:
UNA MIRADA INTEGRAL PARA TRANSFORMAR VALOR EN RESULTADOS

Por el Dr. Federico Agustín Pedernera (*)


Innovar en salud no es simplemente implementar tecnología ni perseguir lo inédito o novedoso por sí mismo. Innovar es generar y entregar valor: rediseñar procesos, adoptar enfoques creativos y movilizar conocimiento para mejorar los resultados sanitarios, organizacionales y humanos. Lejos de ser un privilegio de grandes centros de investigación o startups tecnológicas, la innovación puede -y debiera- nacer desde adentro de las organizaciones de salud, cuando se dan las condiciones adecuadas.
En este artículo intento proponer una mirada integradora sobre la innovación en salud, organizada en tres dimensiones clave: conocimiento profundo del sistema (soy un convencido que la formación continua es algo mandatorio para los que estamos en este sector), compromiso con la mejora continua (porque no debemos relegar la calidad y la efectividad, más allá que no se pague por ellos) y capacidad de gestión del cambio (habilidades y cultura que hay que desarrollar en las organizaciones).
A partir de esta base, se incorporan marcos conceptuales útiles como los cuatro estadios de evolución digital, las 5 C’s de la innovación y herramientas del pensamiento lateral que permiten liberar el potencial creativo de equipos tradicionalmente entrenados en la lógica lineal y la minimización de riesgos. Por supuesto, hay y surgirán muchos más recursos que puedan servir para que abordemos, de alguna manera, estas tres dimensiones.

El conocimiento: entender el sistema antes de transformarlo

Innovar en salud requiere comprender la complejidad del sistema, o los procesos, en el que se interviene. No se trata solo de sumar tecnología (y menos de ponerle pilas, chips o IA), sino de interpretarlo dentro de contextos marcados por múltiples actores, tensiones y limitaciones. Por eso, se puede decir que, desde la perspectiva de la innovación, el conocimiento sobre el sector puede ser tácito (experiencial y difícil de codificar para ser transmitido con facilidad) o explícito (documentado y publicado). Pero ambos deben ser gestionados estratégicamente, alineados con los recursos (sostenibilidad) y el propósito para permitir que la innovación propuesta tenga cabida para ser adoptada (sustentabilidad).
Pero el conocimiento, se puede adquirir, por eso las organizaciones innovadoras desarrollan la capacidad de absorción: una aptitud para identificar, asimilar y aplicar conocimientos externos -científicos, tecnológicos, organizacionales- dentro de sus propios procesos. Esto se da penetrando en la cultura de la organización, para pasar de la fase de adquisición de datos e información (moda y tendencias) hacia la activación del aprendizaje organizacional, donde la creación de valor depende de conexiones genuinas entre actores internos y externos. No se compran enlatados.
Les propongo un modelo con cuatro estadios de evolución digital ayuda a identificar el nivel de madurez digital de una institución (de salud en mi caso): partiendo de una etapa analógica, pasando por la informatización, y luego la reformulación inteligente del negocio, para alcanzar la innovación con impacto. Esta progresión no es lineal ni automática: exige liderazgos capaces de leer el entorno, establecer alianzas estratégicas y transformar información en conocimiento útil.

El compromiso con la mejora continua: innovar con propósito y orientación al usuario

Innovar, además no es un acto solitario. Nadie ha innovado solo. Es un proceso colaborativo que necesita de profesionales que trabajan en el sector de la salud comprometidos con la mejora continua de los procesos y con la mejora de la salud y la experiencia de los pacientes. Vale la pena aclarar que, aunque no coordinadas, muchas de estas características, abundan entre las personas que trabajamos en el sector sanitario.


Pero a nivel de las organizaciones, tenemos que apuntar hacia las 5 C’s de la innovación; curiosidad para mirar y ver hacia afuera (de la caja), colaboración genuina y entre todos, ya que no se puede innovar sin compartir las ideas y reformularlas, creatividad para proponer nuevas ideas y formas de hacer las cosas (buscando nuevos resultados), asumiendo los condicionamientos que nos impone nuestro sector tan regulado por la ética (a veces olvidada) y el marco jurídico (objetado) y buscando poner siempre el enfoque en el cliente. El compromiso con un método (como este) ofrece una guía para alinear a la cultura organizacional con resultados sostenibles.
Pensemos a la curiosidad activa la búsqueda de nuevas preguntas, en el caso pensamiento lateral, por ejemplo, se propone reemplazar “¿cómo hacemos para que el paciente complete el formulario?” por “¿qué pasaría si el paciente no tuviera que completarlo?”. En el caso de la colaboración permite combinar perspectivas y puntos de vista divergentes (debemos crear espacios de consenso); el conocimiento se multiplica cuando circula. Con respecto a la creatividad, lejos de ser un lujo, es una necesidad en sistemas de salud altamente reglados. Las restricciones o condicionamientos, como presupuestos limitados o barreras normativas, pueden transformarse en estímulos para soluciones más simples y robustas. Y la centralidad en el paciente recuerda que toda innovación debe tener un propósito claro: mejorar la vida de las personas y sus familias.
En este sentido, y me encanta esta parte, innovar también implica adaptar ideas de otros sectores -consumo masivo, logística, tecnologías digitales- para dar nuevas respuestas a viejos problemas. En salud, copiar inteligentemente puede ser más valioso que inventar desde cero. Además, no nos olvidemos que el sistema de salud es, en alguna medida, una expresión de los valores y deseos de una sociedad que está cambiando (un tema para otra nota).

La gestión de la innovación: convertir ideas en transformaciones sostenibles

La creatividad sin gestión es inspiración pasajera. La creatividad es necesaria, pero no es suficiente, si no se adoptan los cambios propuestos, queda como algo novedoso en el mejor de los casos. Para que una organización transforme su cultura, siempre me gustó más hablar de conversión cultural, es necesario contar con una estrategia de cambio sostenida, y que la haga sustentable cuando la organización o la sociedad o la hagan propia. Esto incluye, formación continua, espacios de ideación, liderazgo distribuido, comunicación clara, transparencia, mecanismos para experimentar sin castigar el error y métricas claras de impacto alcanzado, entre varias más.
Uno de los desafíos frecuentes en el tránsito hacia modelos más innovadores es la existencia de silos organizacionales y resistencias culturales (e individuales en la conducción de la organización y de los silos). Para abordarlos, se recomienda trabajar sobre los supuestos tácitos que guían las prácticas actuales. Herramientas del pensamiento lateral como “desarmar supuestos” o “usar restricciones como disparadores” pueden ayudar a desbloquear ideas estancadas. Además, bajar barreras organizacionales (que alimentan la cultura del tabique) para conectar a los equipos clínicos con diseñadores de servicios, ingenieros, pacientes y financiadores permite construir soluciones más integrales y sostenibles.
La experiencia muestra que las organizaciones que alcanzan la “innovación con impacto” son aquellas que logran articular su conocimiento institucional (sus valores y cultura) con los aportes de redes de colaboración externa, donde los vínculos se sostienen en la confianza, la transparencia y el objetivo compartido de mejorar el sistema de salud. Por eso, la innovación abierta permite potenciar la capacidad para crear valor.

Conclusión: de la intención a la conversión

Quisiera dejar una serie de ideas finales. Innovar en salud no significa adoptar lo último o seguir las tendencias, sino que se trata de lograr el mejor resultado posible cambiando lo que veníamos haciendo a partir de la incorporación de la creatividad en la cultura organizacional. Innovación tampoco es sinónimo de disrupción tecnológica, sino de evolución con un sentido o significado claros, y si las tecnologías nos acompañan, mejor aún.
Por eso, podríamos decir que lograr una innovación o un cambio innovador en salud requiere de la combinación de un conocimiento profundo en la materia, un compromiso y la capacidad para gestionar en un entorno que habilite nuevas formas de pensar, colaborar y actuar. Al redefinir cómo generamos y entregamos valor en salud, estamos también redefiniendo cómo entendemos el cuidado, la calidad y la sostenibilidad del sistema. Por eso, innovar no es solo una opción, sino que es parte de nuestra responsabilidad para hacer sostenible al sector.


(*) Médico y MBA. Cofundador de Recetario RCTA y de Epicrisis HCE.

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