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Pasa el tiempo y los problemas del mercado sanitario y su puja
distributiva persisten o se hacen más multifactoriales. Y el
particular segmento de los medicamentos de alto precio (MAP)
-biotecnológicos y nuevas y disruptivas terapias génicas- se
mantiene como permanente foco de debate.
Hay varios factores que siguen confluyendo para que sea de
difícil resolución. ¿Reflejan realmente el precio de mercado los
costos reales de I+D?, o todo es un acting de las empresas
farmacéuticas y su principal ladero -el Tufts Center for the
Study of Drug Development de US- para justificarlos.
¿Esta efectivamente contrastada su efectividad y los beneficios
que agregan a la práctica clínica habitual en términos no solo
de cantidad sino de calidad de vida asociada, como para aceptar
que las enfermedades que los requieren se transformen
inmediatamente en de alto o muy alto costo, muchas veces con un
gasto catastrófico?
A esto hay que sumarle cuestiones más complejas de tipo
regulatorio, siempre necesarias en un terreno resbaladizo y con
dinámicas particulares como el mercado sanitario ¿Quién, cómo y
bajo qué criterios establece la selección de MAP que se deben
financiar a precio cero?
¿Respetan los profesionales los escasos protocolos de atención
que definen la mejor elección terapéutica en términos de
Costo/Efectividad? ¿Es posible poner límites a un futuro de
quiebras posibles de los financiadores, sobre quienes los
medicamentos en general implican ya 40% de su gasto total?
¿Se puede continuar aceptando la estrategia del amparo aún
contraindicaciones poco claras y efectividades escasamente
demostradas? Suma de verdades incómodas con diversidad de
respuestas. Algunas interesadas, a veces confusas. Otras,
directamente ausentes.
El eje central del debate pasa por encontrar algunas
coincidencias respecto de la búsqueda de soluciones posibles, en
un terreno donde no parece sencillo tenerlas, pero tampoco
seguir bajo un laisses faire que las aleja en forma acelerada.
Muchas declaraciones, pero pocas acciones, y un ritmo creciente
de gasto en medio de la profundización de la puja distributiva
no hacen más que contribuir a ello.
Lo cierto es que los MAP configuran un porcentaje del gasto en
medicamentos (ver gráfico 1) cuyo peso es significativo y con un
precio varias veces mayor al ingreso total de un hogar donde
existe un paciente que los requiere, o con costos directos de
aplicarlos en un tratamiento durante un año que superan entre
1.5 y 3 veces el Producto Bruto Interno per cápita de cada país
donde se lo analice. Con la salvedad que una cosa es considerar
el PBI/cápita de Estados Unidos y otro muy diferente el de
cualquier país de América Latina.

De lo que no queda duda - para quienes se involucran en el
debate - es que el principal inconveniente reside en que, de
estos precios, muchos están basados en condición de monopolio y
estresan a los financiadores, al Estado y al propio sistema de
salud en su conjunto.
Conocer, comprender y buscar soluciones a estas dos
perspectivas, precios y consecuencias requiere mucho más que una
toma de posición basada en cuestiones científicas, políticas o
económicas.
Implica la necesidad de poder equilibrar componentes bioéticos,
científicos y técnicos. Que no sean simplistas ni negacionistas,
y que también contribuyan a equilibrar beneficios individuales
con los de la sociedad.
En un mercado opaco como el de los medicamentos, las nuevas
tecnologías innovadoras altamente disruptivas de las Big Pharma
configuran un escenario plagado de heterogeneidades entre costos
y resultados y entre expectativas de curas y fracasos que se
evidencian tardíamente.
Un producto innovador que parece cambiar radicalmente el curso
natural de una enfermedad y surge de la investigación de una o
varias empresas con protección exclusiva por un período
prolongado de tiempo, impone un precio arbitrario fijado por la
propia industria dueña de la patente otorgada.
Que quizás la adquirió con los derechos de comercialización y no
desarrolló la tan famosa I+D pero transformó esa molécula en su
blockbuster por ventas superiores al billón de dólares en solo
un año. O que obtuvo un procedimiento fast track de la FDA junto
a la presión de asociaciones de pacientes y pudo ingresar a la
venta una molécula solo investigada en Fase II.
No hay ninguna posibilidad de soberanía sanitaria en este marco,
ni siquiera es posible otorgar Licencias Obligatorias dada la
complejidad de producción de un biosimilar que tenga idéntica
efectividad y carezca de inmunogenicidad. Menos aún con las
nuevas terapias génicas o de Células T (CAR-T).
Sería poco razonable no aceptar que la nueva inversión de la
industria farmacéutica en moléculas no químicas estimula la
investigación científica orientada a la cura o la cronificación
de muchas enfermedades de alta letalidad.
Pero aceptar que se fijen precios desorbitantes e impagables
para algunos países de economías débiles resulta, además de
excluyente y desigual, un factor desequilibrante respecto de
cualquier enfoque sanitario. Especialmente si de esa innovación
es poco lo que sabemos sobre su seguridad, conveniencia de uso y
efectividad contrastada.
Liberada al mercado y sin control sobre la desigualdad de
precios entre países, la accesibilidad a estos medicamentos se
complejiza y el costo de oportunidad se amplía. Interesante
analizar que los precios de ciertos medicamentos oncológicos con
patente presentan amplia variabilidad entre países,
especialmente si se contrasta Europa y América Latina.
El caso del precio comparado del abatacept permite exponer que
la Argentina posee la principal distorsión de precios (Tabla 1)
Pero lo más destacable, a diferencia de lo que se supondría, es
que los precios ajustados por PPA de los países de mayores
ingresos tienden a ser más bajos que en los latinoamericanos.

Mientras los responsables de formular políticas de medicamentos
en países de ingreso medio y alto han aplicado una combinación
de regulaciones a partir de la fijación de precios y reembolsos
en base a políticas basadas en precios de referencia externos,
evaluación de tecnologías, negociaciones de precios y acuerdos
de riesgo compartido a fin de mantener la sostenibilidad
financiera de sus sistemas, es poco lo que ha ocurrido en los de
ingreso medio/bajo de América Latina, a excepción de Chile como
ejemplo.
Queda claro que ya existen y continuarán ingresando ciertas
moléculas innovadoras de alto precio que requerirán financiarse,
porque su efectividad ha resultado incuestionable al curar o
cronificar ciertas patologías o modificarles drásticamente su
tiempo de sobrevida.
Pero para muchas otras incluidas en la amplia banda de
oncológicas y terapias génicas, por más costosas y de difícil
alcance económico que sean, su impacto terapéutico en la
sobrevida de los pacientes dista aún de poder ser apreciado
estadísticamente.
Un dilema que lleva irremediablemente a la obligación de
precisar que MAP financiar y en qué condiciones, sin que se
potencie la frágil sustentabilidad económica de los sistemas de
salud de nuestra región.
En tanto el mercado de MAP siga ampliando libremente los precios
como resultado de regulaciones ineficaces o inexistentes, y
paralelamente los gobiernos continúen expandiendo la cobertura
de ofertas terapéuticas innovadoras, los mercados emergentes con
gran población -como los de América Latina- serán cada vez más
atractivos para la industria farmacéutica internacional.
Aun sabiendo que el abanico de altos precios no guarda mínima
relación con el nivel de ingresos y el gasto en salud per cápita
posible de tales países. Porque siempre habrá un financiador
encorsetado por los conflictos de interés, la asimetría de
información, la incertidumbre sobre la efectividad y el peso del
principio del azar moral mezclado con el derecho a la salud.
Si no se regulan estas fallas de mercado, y se avanza hacia
políticas de compras conjuntas consolidadas y concertadas, se
instrumentan protocolos y guías de práctica clínica, mejoran los
niveles de evidencia a partir de procesos de evaluación de
tecnologías sin conflictos de interés y se dispone de un
Observatorio de Precios internacionales de MAP estableciendo
comparabilidad según tamaño del mercado e ingreso nacional, no
habrá posibilidad de generar circunstancias asequibles que
permitan enfrentar el impacto innovador y no se llegue a una
virtual quiebra del sistema de salud. Solo hay un límite.
Decisión y tiempo.
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