|
Un análisis sobre los
indicadores del estado de salud de los países. Una
ventana para ver en perspectiva nuestra realidad.
Introducción
El objetivo de este trabajo es analizar la gravitación
de un conjunto de variables sobre las condiciones de
salud de diferentes países. A los indicadores que
habitualmente utilizamos en materia sanitaria (esperanza
de vida, mortalidad infantil, mortalidad materna o nivel
de desnutrición) hemos adicionado algunos vinculados al
modelo de financiamiento de la atención médica (Gasto
total, gasto público y gasto de bolsillo) y otros que
reflejan el impacto que tienen las condiciones de vida y
los determinantes sociales sobre la salud como nivel de
pobreza, de educación, desempleo, coeficiente de Gini,
consumo energético, etc. (1)
Resulta interesante observar que los 10 países que
conforman el ranking comparten una paridad muy alta en
el comportamiento de los indicadores analizados. Esto
nos permite compararlos con las cifras locales y
reflexionar acerca de las estrategias a seguir para
revertir resultados negativos.
Desde 2012, la organización conocida como Social
Progress Índex (2) desarrolló múltiples indicadores que
evalúan el desempeño social y ambiental de diferentes
países.
En sus informes resaltan la importancia del crecimiento
del PBI para lograr el bienestar, siempre que se
acompañe de una política de inclusión social. En la
Tabla N° 2 se muestran los principales países rankeados
por este grupo.
Más recientemente, en 2021 La Commonwealth Foundation
(3) publicó un trabajo enfocado especialmente en
aspectos vinculados con la atención médica, tanto en
Estados Unidos como en otros países de altos ingresos.
En este estudio, los países rankeados con mejores
resultados coinciden en su mayoría con los señalados en
nuestro análisis.


En 2024 el grupo Bloomberg (4) con la idea de establecer
un índice de eficiencia sanitaria; relacionó la
esperanza de vida y el gasto en atención médica en
distintos países. Mientras que países como Islandia,
Japón, Suecia o Suiza ocupan los primeros lugares,
Estados Unidos aparece en el puesto 35.
Material y métodos
Para la realización de este ranking se utilizaron los
datos provenientes de 19 indicadores aplicados sobre los
países que integran la base de datos Data Word Bank (1).
Se utilizaron también datos publicados por la OMS y
UNICEF. En el caso del índice de Felicidad se tomaron
las cifras publicadas por Naciones Unidas, en base a los
datos obtenidos por la consultora Gallup.
En la Tabla N°1 se enumeran los indicadores utilizados y
el tratamiento que se le dio a los mismos para
consolidar el puntaje de cada país.
Con la idea de potenciar aspectos considerados
relevantes, el valor publicado de algunos valores como
mortalidad infantil y la tasa de desnutrición, fueron
elevados al cuadrado y luego restado al valor de 100.
Por lo tanto, el valor asignado a cada país en estos
ítems surge de la mencionada diferencia. En el caso de
la mortalidad materna, el valor publicado se multiplicó
por 3 y luego se le resto a 100 para definir el puntaje
asignado.
El % del PBI de salud sobre el gasto total, se consignó
con el valor del porcentaje publicado. Para el caso del
monto neto del gasto en salud per cápita, se consideró
el 0,5% del valor.
Para definir el puntaje asignado al indicador de PIB
total per cápita, se tomó el valor de cada país sobre
1.000, hasta un máximo de 60 pun- tos.
En otros indicadores, como el nivel de educación en
mayores de 25 años, se consignó el valor del porcentaje
publicado por cada país.
Resultados
Los países rankeados entre los de mayor puntaje (Gráfico
N°1) presentan los valores más bajos de mortalidad
infantil, mortalidad materna y nivel de desnutrición, al
tiempo que son los que presentan los niveles más altos
de esperanza de vida al nacer (Gráfico N° 2).


Por su parte los indicadores de actividad económica
reflejados en el PIB total per cápita como el nivel de
inversión en salud muestran una gran paridad entre los
mismos. Muestran un PBI per cápita promedio de 58 mil
U$S (Gráfico N° 3) y una inversión en atención médica
equivalente al 10% del PBI, que en términos absolutos
oscila entre 6,000 y 8.200 U$S per cápita.

También es relevante que el gasto de bolsillo no supera
el 16% del gasto total en salud y que todos comparten un
elevado componente público del gasto sanitario que
representa cerca del 80% del gasto total en salud
(Gráfico N° 4).

El nivel de educación secundaria en estos países muestra
que el 90% de los mayores de 25 años han completado este
ciclo (Gráfico N° 5).

Para el caso de las muertes relacionadas con déficit de
acceso a servicios sanitarios como agua segura y/o
cloacas los valores se encuentran promediando las 3
muertes cada 100 mil habitantes, que contrasta con las
11 muertes que registramos en nuestro país (Gráfico N°
6).

Discusión /
Comentarios
Desde hace décadas existe el consenso de que la salud de
una población es la resultante de la conjunción
multidimensional de variables, de las cuales, la
atención médica tiene un peso que no supera el 15%. Sin
embargo, en el lenguaje coloquial existe la costumbre de
homologar el concepto de salud con el de atención
médica, lo cual nos puede llevar a perder de vista el
peso que tienen los determinantes sociales como
condicionantes de la salud. En esta publicación, hemos
tratado de utilizar numerosos indicadores que reflejan
justamente el peso de estos determinantes sociales para
poder compararlos con los resultados locales.
El gasto neto en salud de los países que ocupan los
primeros pues- tos en este ranking muestra esencialmente
el gasto que tienen en materia de atención médica. Las
erogaciones en beneficios sociales, educación o
vivienda, por ejemplo, no se ven reflejadas en ese
porcentaje. De igual modo lo invertido en provisión de
redes de agua potable, cloacas, energía eléctrica,
saneamiento ambiental etc. Por tal motivo, la
comparación entre países tomando solo el porcentaje del
PBI asignado a “salud”, que como vimos refleja solo el
gasto en el segmento de “atención médica”, es muy poco
útil (Gráfico N° 9).

Como indicador aislado, PBI per cápita, contracara de
los niveles de pobreza; resulta más representativo de la
situación de salud de cada país.
Salud, pobreza y
Estado
Johann Peter Frank (1745-1821) fue uno de los pioneros
en reconocer las condiciones de pobreza como “madre de
las enfermedades” (5) (6). De igual modo fue enfático en
señalar y responsabilizar al estado como garante de la
salud de la población a fines del siglo XVIII. Algunas
décadas posteriores, Rudolf Virchow, influenciado por su
participación en el análisis epidemiológico de la
epidemia de tifus en Silesia; fue un enérgico defensor
de estas ideas.
Ya avanzado el siglo XIX Otto von Bismark, desde su
posición conservadora como canciller de Alemania;
desarrolló los seguros obligatorios de enfermedad y de
accidentes en 1884, como herramienta de control social
de una clase trabajadora oprimida por las condiciones
sociales de la época. Aunque enemigos en la arena
política, Virchow de ideología socialista; terminó
apoyando el nacimiento de la seguridad social. Estas
ideas se esparcieron por algunos países europeos y no
tardarían en llegar a América de la mano de la
inmigración a principios del siglo XX.
En nuestro medio, Ramón Carrillo continuó con esta
corriente de pensamiento que la podemos sintetizar en su
frase: “Frente a las enfermedades que genera la miseria,
la angustia y el infortunio social de los pueblos, los
microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres
causas”.
Marc Lalonde, (11) ex ministro de Canadá a mediados de
los 70, agrupó en cuatro grandes campos las dimensiones
que determinan la salud. Su visión, revitalizando
conceptos ya conocidos, fue de gran utilidad en la
creación de conciencia entre los políticos y la sociedad
sobre el peso de los determinantes sociales (Gráfico
N°7).

La Organización Mundial de la Salud (7) reconoce la
existencia de determinantes sociales “estructurales” que
incluyen el contexto socio- económico en el que se
desarrollan las personas y que condicionan la
distribución desigual de los recursos por pertenencia a
una clase social, género o etnia. Por otra parte,
reconoce determinantes sociales “intermedios” que
reflejan la realidad cotidiana de las personas vincula-
das a su acceso a la educación, empleo, vivienda,
transporte entre otras.
En este sentido, resulta elocuente la investigación
longitudinal realizada por Marmot y Rose (8) sobre más
de 17.000 trabajadores públicos británicos que demostró
que aquellos que ocupaban los cargos más bajos, tuvieron
3,6 veces mayor mortalidad por enfermedad coronaria que
los empleados en cargos más altos.
En 2023, la OPS creó el Departamento de Determinantes
Sociales y Ambientales para la Equidad en Salud, que
tiene entre sus cometidos, asegurar que el enfoque de
equidad y determinantes sociales sea una estrategia
central para la organización.
Es indudable que el Estado para hacer frente a los
costos crecientes de la atención médica y a los desafíos
que impone la pobreza, debe comprometer un nivel de
financiamiento suficiente. Esto se evidencia en la
participación del gasto público sobre el gasto total en
salud.
El componente del gasto público en los países rankeados
es en promedio del 82% mientras que en la Argentina
ronda el 38%. Una situación inversa ocurre con el gasto
de bolsillo. El gasto de bolsillo en la Argentina es
cercano al 30% y superior al de estos países que rondan
en promedio el 16% (Gráfico N° 4).
Como determinantes intermedios, hemos utilizado
indicadores de educación y desempleo que reflejan las
diferencias con claridad. Entre el 91 y 99% de los
mayores de 25 años completaron su educación secundaria
en los países rankeados contra un 56% en la Argentina.
Seguramente esta diferencia, más acentuada en la
población carenciada, gravite sobre la mortalidad
materno infantil que sigue siendo elevada en nuestro
país.
Para el 2023, la OMS consideraba que más del 90% de
todas las muertes maternas se dieron en países de
ingresos bajos y medio bajos (9). Pero no solo la
mortalidad materna tiene una clara relación con los
niveles de pobreza. sino que además guarda una estrecha
relación con la educación materna (10) y que se
evidencia en el gráfico N° 5.
En los países rankeados se estima que hay alrededor de
un 14% de la población que se encuentra bajo la línea de
pobreza, mientras que en nuestro país es del 39%
(Gráfico N° 8). Pero resulta más alarmante que los
niveles de pobreza más extrema, según la EPH publicadas
por el INDEC para 2024, alcanzaba al 12.9% de la
población total. Este mismo indicador focalizado en la
población entre 0 a 17 años, trepa al 19,2%. lo que
equivale a más de 2.300.000 niños.
En los hogares en donde se desarrolla esta niñez, se
estima que el 90% de los progenitores carece de trabajos
formales y seguridad social, el 84% reciben una
alimentación insuficiente o inadecuada y más del 70%
vive en viviendas precarias y con dificultades de acceso
a la educación. Indudablemente, estos segmentos de la
población, en términos de carga de enfermedad; sufren
los efectos de lo que representa la pobreza.
Si tomamos algunos indicadores, como son el nivel de
controles prenatales de las embarazadas y la atención
del parto por personal de salud, observaremos que no
tenemos diferencias estadísticamente significativas con
los países rankeados. Esta situación merece una
reflexión especial.
Por un lado, si bien estas cifras ponen de manifiesto un
elevado nivel de acceso a los servicios de atención
médica en nuestro país, queda claro que este hecho por
sí solo no alcanza para revertir los valores de
morbimortalidad materno infantil en poblaciones
carenciadas. En estos sectores, el peso de los
determinantes estructurales como señalamos más arriba
tiene más gravitación que el acceso a la atención.
Pedirle al sistema de atención médica que resuelva la
tragedia que genera la pobreza sería una falacia. Sin
embargo, el modelo de atención médica puede ayudar a
minimizar los daños. Iniciativas como el Programa Sumar
o Sumar+ implementado desde 2012 por el Ministerio de
Salud para el control y seguimiento de personas sin
cobertura y en especial embarazadas, son herramientas
esenciales que puede aportar el modelo de atención
médica. La revisión de otros programas para facilitar el
acceso a medicamentos también puede ser de gran ayuda,
si tenemos en cuenta que entre 2022 y 2024, se redujo la
compra de medicamentos entre un 36 y un 54% en los
segmentos bajos y muy bajos respectivamente.
De acuerdo con los datos publicados por ODSA
(observatorio de la deuda social Argentina de la UCA)
entre 2022 y 2024, en los sectores que están en la
indigencia, un 45% de la población refiere malestar
psicológico y un 32% un sentimiento de infelicidad.
Estos hallazgos, justifican la posición de la Argentina
en el lugar 48 en el ranking mundial de felicidad
elaborado por Naciones Unidas, sobre datos aportados por
la encuestadora Gallup.
A la hora de evaluar la tasa de suicidios, la situación
de la Argentina es mejor que en la mayoría de los países
rankeados. Se ha intentado establecer una relación entre
altos ingresos per cápita y elevado nivel de
alfabetización (12) pero los resultados no son
concluyentes. Otras observaciones (13) han podido
establecer una mayor incidencia de suicidios en países
con buen nivel económico y alta calidad de vida como
ocurre en varios países europeos.
Conclusiones
Parecería ser que el nivel de riqueza de los países
rankeados entre los 10 mejores, es una de las variables
con mayor peso que define su posición en la tabla. Pero
también se puede reconocer en ellos un compromiso del
estado para descender los niveles de pobreza estructural
como así también cierta equidad en la distribución de
los recursos como lo evidencia el coeficiente de Gini
que presentan. De igual modo, han mostrado y siguen
evidenciando un alto nivel de eficiencia de primer orden
invirtiendo en temas esenciales como educación,
vivienda, saneamiento, que les permite a sus habitantes
alcanzar un alto nivel de desarrollo social.
La eficiencia de primer orden tiene que ver con las
decisiones de los poderes del estado, especialmente el
poder ejecutivo y legislativo. A este nivel se discute,
se prioriza y se define la distribución de los recursos
a mediano y largo plazo. La ley de presupuesto es un
claro ejemplo de esta situación. Desde la atención
médica tratamos de resolver o suplir, muchas veces
infructuosamente; el vacío que deja la política o los
problemas de un plexo legislativo que no está en
sintonía con la situación social.
Del campo de la atención médica, depende la eficiencia
de segundo orden en salud. Necesitamos una revisión
exhaustiva de todas las aristas de este campo empezando
por el modelo de atención, el financiamiento, la
jerarquización de los recursos humanos, la consolidación
de una política de medicamentos y la calidad entre otras
cosas.
Un país como la Argentina, que centra el financiamiento
de la atención médica en un porcentaje del salario
formal, y que convive con una informalidad laboral
cercana al 50% que depende del financia- miento público,
se encuentra al borde de la tormenta perfecta.
Hay mucho por hacer. Hay mucho por aprender de aquellos
a los que les va mejor.

Referencias:
1) Banco Mundial. https://datos.bancomundial.org ›
SP.DYN.IMRT.IN
2) Social progres índex. Informe 2025.
https://www.socialprogress.org/alti-global-social-progress-index
3) Commonwealth Foundation, 2021.
4) Bloomberg.
https://www.bloomberg.com/news/terminal/PNCLM5T0G1KX
5) Sigerist HE. Johann Peter Frank: un pionero de la
medicina social. En: Hitos de la Historia de la Salud
Pública, 1990 (4ª Ed, México).
6) Frank JP. The people’s misery: mother of diseases. An
address, delivered in 1790 by Johann Peter Frank,
Translated from Latin, with an introduction by Henry E
Sigerist. Bull, 9 (Hist Med 1941), pp. 81-100.
7) World Health Organization. World conference on social
determinants of health: meeting report. Rio de Janeiro,
Brazil, 19-21 October 2011. Geneva: WHO, 2012. [Links]
8) Marmot MG, Rose G, Shipley M, Hamilton PJ. Employment
grade and coronary heart disease in British civil
servants. J Epidemiol Community Health. 1978; 32(4):
244–249. [ Links]
9) Mariana Medina L, Jaime Cerda L. Nivel de Educación
Parental y Mortalidad Infantil. Rev. Chil. Pediatría
2010; 81 (3): 228-233
10) et al. Relación entre educación y mor- talidad en
mujeres que dan a luz en instituciones de salud:
Análisis de la Encuesta Mundial de la OMS sobre Salud
Materna y Perinatal, transversal. BMC Public Health 11,
606 (2011). https://doi.org/10.1186/1471-2458-11-606
11) Information Canada, Health and Welfare,1974.
12) Andrej Marusic, Murad Kan et all: ¿Pueden explicar
la pobreza y el nivel de alfabetización las distintas
tasas de suicidio existentes en Europa? Eur. J. Psychiat.
(Ed. esp.) vol.16 no.2 abr./jun. 2002
13) Jorge Rodríguez R.1 Jaime Santander T.1 Suicidio en
el mundo: ¿puede un enfoque evolutivo explicar la
relación entre tasas de suicidio y variables asociadas a
calidad de vida? Rev. chil. neuro-psiquiatría. vol. 52
n°4. Santiago Dic. 2014.
https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttex t&pid=S0717-92272014000400002#a1.
(*)
Director del Instituto de Investigaciones Sanitarias de
la Seguridad Social. Exsuperintendente de Servicios de
Salud.
|