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He abordado en el número anterior la importancia de las
residencias en el sistema de formación médica y su actual y ya
larga tergiversación. Vale la pena aquí ahondar en el trasfondo
integral y complejo que requeriría la profunda transformación
necesaria del sistema sanitario. Por supuesto que no se brinda
un modelo de reforma acabado, lo cual, precisamente como me
propongo señalar, sólo será posible bajo un proyecto a la vez
decidido de gobernabilidad operativa, junto con la flexibilidad
y amplitud de negociaciones en un marco estratégico sostenido a
lo largo del tiempo.
Se trata, mucho más modestamente, de insistir en la vacuidad e
incluso nocividad de reformas aisladas o incluso pretendidamente
ambiciosas pero que prescinden de las variables indispensables a
poner en juego. Y en advertir las causas que hacen que tales
reformas, aun con las mejores intenciones, terminen en
ramificaciones laberínticas que conducen a vías muertas o bien
reingresan a los viejos cauces en lugar de trazar nuevos caminos
alternativos.
Efectivamente, ¿por qué persisten los mismos vicios en el
funcionamiento del área sanitaria a lo largo de décadas, incluso
con deficiencias cada vez más marcadas? Pues, porque los
resortes de funcionamiento efectivo -las corporaciones (y a
veces incluso los nombres)- siguen siendo los mismos, a pesar
del cambio de los elencos gubernamentales.
Año tras año y década tras década se señalan los mismos
problemas porque no se alcanza a los verdaderos responsables. La
crítica se reduce así a expresiones de falsa conciencia, esto
es, un enfoque parcial: separa el objeto de la totalidad a la
que pertenece y dentro de la cual subsiste. Reducir un problema
a una manifestación, a una causa, a una solución; esto es lo que
debe evitarse. Los problemas complejos, vitales, no se
solucionan; sino que se los matiza, se les reduce la intensidad,
se intercambian por otros menores. Los problemas reales no
tienen soluciones mágicas. Y quien distorsiona la realidad,
anula la conciencia social.
¿Cómo combinar la actividad de las corporaciones con la
democracia? El desafío no es sencillo, y de su desarrollo
depende buena parte de la salud de las instituciones y las
instituciones de la salud. Se trata de acordar desde el sistema
político, con el apoyo (o incluso reclamo) de al menos una parte
de la ciudadanía, un nuevo diseño que alcance al conjunto de los
centros neurálgicos corporativos (estatales y no estatales,
privados y de la sociedad civil), con los cuales se abriría un
espectro de negociación diverso y necesariamente abierto, según
el caso.
Desde los laboratorios y las empresas de medicina privada, a los
entes gubernamentales que deben regularlos, las obras sociales y
sus sindicatos, las agencias sanitarias que exceden incluso al
Ministerio y alcanzan ámbitos de diversa autarquía como la
Superintendencia de Sistemas de Salud, el PAMI, la ANMAT, y un
largo etcétera, desde el ámbito nacional a los provinciales e
incluso municipales.
El rol del Estado como garante responsable de la gobernanza
sanitaria y de la salud pública resulta sencillamente
indispensable e insustituible. Podemos y debemos exigir
responsabilidad e idoneidad a los médicos, así como a otros
actores del área sanitaria, pero no podemos pretender que se
estructure una proyección de transformación superadora desde la
voluntad de los agentes particulares. Son las políticas públicas
las que trazan el camino a recorrer.
Estrategia y cambio organizacional
Para terminar, apuntaré algunas cuestiones vinculadas a la
gestión, que excede de todas formas a lo puramente técnico. Aquí
resulta pertinente el “principio de indirección”, por el cual
ciertos resultados sólo se alcanzan de manera mediata, a través
de pasos previos que carecen de valor en sí mismos, pero los
hacen posibles. En este caso, supone un debate inicial fundado
en una gestión rigurosa de datos, libre de sesgos.
Al nivel de la salud pública: falta una “mesa de trabajo” donde
se diseñe un plan estratégico, con plazos y objetivos que
respondan a una secuencia prioritaria. Pues no sirve discutir
políticas sin disponer de órganos operativos idóneos, capaces de
accionar en correspondencia con las finalidades requeridas. Al
decir de Antoine de Saint-Exupéry: “Un objetivo sin un plan, es
solo un deseo”.
Toda estrategia comienza con un cambio de organización. Se trata
de organizar nuestra experiencia -entendiendo que organizar es
estructurar- bajo la lógica de la acción en permanente
transición. A esta estrategia se adicionan modificaciones según
las pautas de autoridad y las características del contexto. No
se puede pensar estratégicamente si no hay una estructura y una
cultura, preparadas para que este concepto fluya dentro de la
organización.
Siguiendo a Carlos Matus, distinguimos cuatro tipos de
autoridad, fundamentados en: 1) un mandato; 2) gestión y riesgo;
3) saber y previsión; 4) justicia y equidad. Asimismo, cuatro
factores constituyen la estrategia: 1) percepción, visión y
prospectiva; 2) posicionamiento en la configuración social; 3)
Plan (programas concatenados); 4) Pautas Integradas de
Comportamiento.
Desde una posición social -más que meramente institucional- es
que se percibe una visión comprehensiva del escenario a cambiar,
haciendo posible configurar la visión estratégica que permita
elaborar un Plan con Programas específicos. Estos solo prosperan
si logran Pautas Integradas de Comportamiento en la práctica
cotidiana de los actores. El éxito depende, en gran medida, de
la autoridad de la propuesta y de quienes la gestionan -a partir
del Estado, garante y responsable intransferible-.
Además, la estrategia puede seguir un esquema de operación
horizontal, vertical, o bien transversal departamental.
La horizontal contempla transformar todas las instituciones a la
vez. Como factor negativo se presenta carente de autoridad
frente a la adversidad: suele prevalecer una “mediocridad
ultraestable”, no logrando cumplir con las metas del presupuesto
por programa. La vertical transforma íntegramente de a una las
instituciones, aceptando que la fragmentación del sistema
sanitario lleva a la dilución de responsabilidad y a la
debilidad de las relaciones interinstitucionales. La reforma
vertical se asienta en el concepto de las relaciones
inter-sistémicas pues son más fuertes que las
interinstitucionales. La transversal departamental resulta
particularmente productiva para distintas instituciones que
buscan como soporte normas y sistemáticas departamentales
comunes.
Todo cambio enfrenta resistencia por obstáculos exógenos y
endógenos. Los exógenos -como falta de espacio, carencia de
instrumental o exceso de demanda- se resuelven con una ad-
ministración coherente de recursos. Los endógenos son inherentes
a la aceptación misma de la idea y están ligados a
estereotipias: conductas y conocimientos repetidos que fueron
útiles en un momento histórico, pero que hoy dificultan el
aprendizaje de nuevas pautas de comportamiento.
Estas resistencias adoptan la forma de oposición franca cuando
se aferran a lo conocido, ya que así se siente más seguridad
frente a la inseguridad de lo nuevo; y de oposición sutil o
adhesión aparente, cuando por temor al enfrentamiento se
instrumenta un cambio superficial sin modificación sustancial,
que retoma al poco tiempo su conducta original. Pero ambos
redundan en el mismo resultado: la privación de un bien social
como lo es la salud.
Estas reflexiones podrían servir como insumo para el pensamiento
crítico y la elaboración de un diseño concreto que eslabone
aportes y necesidades, con el fin de revertir el oscuro rostro
de la indefensión sanitaria deshumanizante que, a ojos vista,
padecemos.
| (*)
Doctor en Medicina por
la Universidad Nacional
de Buenos Aires (UBA).
Director Académico de la
Especialización en
“Gestión Estratégica en
organizaciones de
Salud”, Universidad
Nacional del Centro -
UNICEN; Director
Académico de la Maestría
de Salud Pública y
Seguridad Social de la
Universidad del
Aconcagua - Mendoza;
Director de la Comisión
de Ciencia y Tecnología
de la Universidad de
Concepción del Uruguay –
UCU. Coautor junto al
Dr. Vicente Mazzáfero de
“Por una reconfiguración
sanitaria pos-pandémica:
epidemiología y
gobernanza” (2020).
Autor de “Una vida plena
para los adultos
mayores” (2024) “La
Salud que no tenemos”
(2019); “Argentina
Hospital, el rostro
oscuro de la salud”
(2004-2018); “Claves
jurídicas y
asistenciales para la
conformación de un
Sistema Federal
Integrado de Salud”
(2012); “En búsqueda de
la salud perdida”
(2009); “La Fórmula
Sanitaria” (2003). |
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