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Recientemente circuló el Informe “Gasto en salud en Argentina.
Análisis para 2017-2022” publicado por la Dirección Nacional de
Economía de la Salud del Ministerio de Salud de la Nación. La
iniciativa es ciertamente destacable, en la medida que la misma
autoridad sanitaria, incluso hasta el día de hoy sigue mostrando
en su serie de “Indicadores Básicos”, datos relevados en 2019 y
que no habían recibido actualización oficial desde entonces.
Es propicio entonces analizar la información recibida. Las
siguientes líneas intentarán hacerlo desde una perspectiva
político sanitaria, enfatizando en la relación e implicancias
entre los datos comunicados y las políticas en curso.
El modelo utiliza la clasificación funcional de salud (ICHA-HC -
SHA 2011) en la que tanto el gasto público como el de la
seguridad social se registran como subcategorías asociadas
(“esquemas gubernamentales y de financiamiento de servicios de
salud contributivos y obligatorios”), diferenciándose del gasto
privado, integrado tanto por los esquemas de pago voluntario
como por el gasto directo de los hogares, tomando información
desde diferentes fuentes de datos cuyas definiciones y
metodologías difieren.
Como bien se señala en el documento, esta heterogeneidad tiende
entre otras cuestiones a omitir el gasto de capital por parte
del sector privado y a excluir la participación de entidades no
específicamente caracterizadas como EMP. Por tanto: “En este
sentido podría considerarse que se establece una sobrevaloración
de la participación del gasto público en detrimento del gasto
privado”. (Pág. 7)
Sin embargo, el dato más importante a destacar es que el modelo
utilizado pierde cierta consistencia en la medida que tras el
punto de corte del estudio (diciembre 2023) el aseguramiento
contributivo obligatorio y el optativo que hasta entonces se
vinculaban a través del mecanismo de derivación de aportes,-a
partir de la Resolución 1/2025 y otras resoluciones
complementarias se fusionaron en un mercado de competencia
desigual regulada por de reglas de juego diferentes según el
origen de los recursos.
Dicho de otro modo, el sector salud de diciembre 2023 no es el
mismo que el de agosto 2025. Y de ello se ocupa este artículo.
Los números no arrojan sorpresas. Con un gasto total del 10,5%
del PBI, el financiamiento proveniente de RR.GG se estima en
2,8%, el contributivo el 3.4% y el privado (sin discriminar)
4,4%. Y, por ende, con relación al gasto total en salud éstos
representan el 26,3, 31,9 y 41,8 % respectivamente. En términos
de gasto total como porcentaje del PBI, la Argentina lidera, de
acuerdo con estos datos el gasto total en salud en América
Latina, seguido por Brasil (9.5%), Uruguay (9.4%) y Chile (9%).
(https://apps.who.int/nha/database/ViewData/Indicators/en)
Sin embargo, si se considera exclusivamente el gasto público
procedente de RR.GG, se ratifica que, (con excepción de Haití,
Guatemala y R. Dominicana), nuestro país muestra el gasto
público más bajo de la región. Siguiendo la metodología elegida,
si se deduce del gasto total en salud el componente público y el
contributivo, (Codgs. HF.1 y HF.2 de la Clasificación SHA 2011)
se accede a un proxy del gasto agregado de los hogares (gasto
directo + pagos de seguros voluntarios), se obtiene que
Argentina es el país de mayor gasto privado de toda la región,
precedido sólo por Guyana. La relación gasto público - privado
es 58.2 a 41.8%. (1)
Somos en la región, los que más gastamos en salud, los que más
lo hacemos desde el financiamiento privado y los que menos
recurrimos a fuentes fiscales no contributivas para su
financiamiento. Pero lo relevante es la relación de estos datos
con las políticas en curso.
Ya se ha mencionado la posible subvaloración del gasto privado.
Pero además de la metodología, deben considerarse también las
políticas en curso. El debilitamiento de aranceles y honorarios
ha llevado a un gasto de bolsillo encubierto e inverificable a
través de la aplicación sistemática de copagos, coseguros,
gastos operativos, bonos contribuciones, etc. todos los cuales -
previstos o no por la normativa vigente-, incrementan de un modo
sustantivo el gasto directo de las personas.
A ello debe sumarse el impacto en los bolsillos del incremento
del precio de medicamentos, la desaparición de la cobertura al
100% de ciertas moléculas por parte del INSSJP, y el pase a OTC
(Over The Counter) de un largo listado de principios hasta
entonces parcialmente cubiertos por aseguradoras.
Si se suma también el significativo incremento experimentado
desde diciembre 2023 en las cuotas de los seguros voluntarios la
resultante es que es altamente probable que el gasto de bolsillo
esté aún más subestimado que lo que alertan los autores, y que
por tanto el gasto total sea mayor, y la participación del
segmento privado (de bolsillo o pre datado) también lo sea. La
informalidad de una parte de este gasto hace que sea muy difícil
estimarlo, pero la mera observación del comportamiento del
mercado lo sugiere fuertemente.

Por el lado del gasto público provincial: las cuentas públicas
fiscales mostraron una condición de frágil equilibrio entre 2018
y 2024, atribuible, en gran medida al diferimiento del gasto
salarial (administración pública, docentes, personal de salud,
etc.) en relación con la inflación de esos años. (Cetrángolo y
Folgar. Alquimias Económicas. Octubre 2024)
El resultado obtenido se logró incluso a expensas del derrumbe
de ingresos por caída de recursos coparticipables
particularmente en 2023 - 2024. En 2024 las provincias mostraron
superávit financiero agregado de 0,1 % del PIB, aunque con
claras asimetrías entre ellas: déficit primario en Buenos Aires,
Chaco y Catamarca y financiero en Entre Ríos, Río Negro, Tierra
del Fuego. (F. Mediterránea mayo 2025)
El contexto de caída franca de las transferencias automáticas, y
algo más errático de las discrecionales, condiciona de un modo
determinante cualquier incremento para los recursos asignados a
salud, por lo que la participación del gasto público provincial
en el gasto sanitario total se mantendrá -en el mejor de los
casos- en el mínimo comentado. (2)
La descripción es aplicable también a la seguridad social
provincial. Mas allá de la caída del número de aportantes, se
estima que a nivel país, los ingresos salariales del sector
público se redujeron entre 2023 y 2025 un 20%–35%, como
promedio, con rango variable según paritarias locales y
recomposiciones parciales según cada jurisdicción. (INDEC Índice
de Salarios, 24/07/25)
La caída de la masa salarial del sector público provincial actúa
obviamente como tope para la participación de la seguridad
social provincial en el gasto total.
Tampoco es previsible un incremento del financiamiento de la
seguridad social nacional. El empleo privado permanece estancado
desde 2012 (aumento 3% desde entonces, por debajo de la tasa de
crecimiento demográfico) y ha migrado hacia la precarización vía
de la incorporación o pasaje de trabajadores al universo
monotributista, cuyo aporte a la seguridad social,
particularmente en sus categorías más pobladas es aún más
insuficiente que el de los trabajadores formales y que desde esa
fecha ha crecido un 63% (INDEC 2025).
La caída de ingresos resultante inviabiliza a aquella parte del
subsector - casi el 80%- cuyos ingresos no alcanzan para
financiar la canasta prestacional vigente (IPEGSA - Prosanity
2024). El INSSJP por su parte recibe los mismas condicionantes
mencionados para el empleo registrado, pero agravado
particularmente por la eliminación del impuesto PAIS en
diciembre 2024, con la consecuente afectación de su
sustentabilidad financiera. No es por tanto previsible un
incremento en la participación de la seguridad social en el
gasto sanitario total.
¿Cuál es la consecuencia,
entonces?
Dado que la relación entre las fuentes de financiamiento del
sistema determina quien paga, qué paga, qué recibe cada uno, y
con qué nivel de protección financiera esto se ofrece, resulta
que en el país que registra el mayor gasto privado y el menor
gasto público (RR.GG) de la región, la política sanitaria
consiste en la consolidación de mecanismos de mercado que
generan un modelo de competencia desigual entre seguros
obligatorios y voluntarios para aquella población con empleo
privado y/o capacidad de pago, con enormes asimetrías en materia
de acceso y calidad, y que aun así, en el mejor de los casos
alcanzan a un tercio de la población.
Mientras las provincias dejan de recibir aportes que
constitucionalmente les corresponden, la seguridad social se
desfinancia progresivamente, y se incentiva al ya precario
sistema solidario a redireccionar los aportes y contribuciones
más elevadas al asegurador privado, todas las acciones apuntan a
un empeoramiento de las condiciones de equidad, y a un deterioro
de lo que alguna vez conocimos como solidaridad y protección
social, y todo en aras de una Libertad indefinida.

Según Amartya Sen (2002) “La equidad en salud es fundamental
para la libertad real de las personas; sin ella, se limita su
capacidad de vivir la vida que valoran”. Entonces… ¿de qué
Libertad hablamos?
Aquel sistema fragmentado, imperfecto, ineficiente e incluso
injusto, pero intra subsectorialmente solidario y esforzadamente
mejorable, va migrando a un modelo individualista de acceso,
oportunidad y resultados según capacidad de pago.
Un sistema mixto, fragmentado, de aseguramiento público –
privado para población con empleo privado formal o capacidad de
compra en el que la calidad de la prestación va asociada al
tamaño de su billetera. Seguridad social “residual” (OO.SS. PP e
ISSJP), y cobertura pública a cargo de las provincias. Algo así
como un modelo a la chilena, pero sin FONASA. O a la USA, pero
sin Medicaid, ni CHIP, ni ACA, ni Veterans. (3) Sólo las fuerzas
del Mercado.
Mientras los sistemas de salud de los países más desarrollados
progresan hacia modelos universales, centrados en el paciente,
financieramente sustentables, con eje en la prevención, la
digitalización, los modelos innovativos de contratación y pago,
y con fuerte énfasis en equidad, calidad y gestión de
enfermedades crónicas, la Argentina avanza en un modelo de
exclusión, que no ofrece ninguna de aquellas virtudes, sino que
consolida la inequidad y la injusticia.
La equidad se define como “La ausencia de diferencias
sistemáticas, evitables y socialmente injustas en la salud entre
grupos de población que se encuentran en situaciones
desiguales”. - Whitehead, M. (1992).
Los datos presentados por la Dirección Nacional de Economía de
la Salud, y su articulación con las políticas en curso, muestran
que vamos en sentido opuesto. Un destino que sin embargo no está
grabado en piedra. La voluntad política, la creatividad, la
experiencia mundial y el consenso alcanzado desde la buena fe,
pueden todavía transformarlo.
Bibliografía:
1) Vale la comparación con países seleccionados de la OPEP:
Alemania 75.2%/22,8%, Japón 83,5%/16,5%, España 72,4%/27,6%,
Reino Unido 79,5/20,5%. Fuente: OECD Health Statistics 2024.
2) Hay que considerar que en términos de PBI transferencias
automáticas representan casi el 7% y las discrecionales alcanzan
entre el 0.3 y el 1% (opc.gob.ar)
3) Una analogía Medicare / INSSJP - PAMI es insostenible
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