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La idea de civilizar la barbarie, de integrar a las comunidades
incivilizadas al proyecto de la Modernidad, es un concepto que
atraviesa casi toda la historia de América, y que desde la
Colonia y la República (y hasta la actualidad) se ha venido
instalando como una columna vertebral en las múltiples
estrategias de poder que pretenden clasificar y definir los
cánones de lo “racional”, de lo “cultural” o de lo “identitario”.
(1)
La barbarie es definida -en primera instancia-, como un espacio
exterior escasamente comprendido por quienes tienen el poder de
establecer límites (geográficos/políticos, epistémicos o
subjetivos), y que implica necesariamente la condición de “subalternidad”
de aquel “otro” colonizado. Por otro lado, el concepto de
“civilización” (Civilization francesa, o Civilization inglesa)
surge muy posteriormente en el siglo XVIII, tendrá sus
antecedentes muy remotos y en aspectos muy puntuales. (2)
Nuestro país tiene durante el siglo IXX una batalla entre
civilización y barbarie. Sarmiento publica en el exilio en 1845:
“Facundo o civilización o barbarie en las Pampas Argentinas”.
Oscar Terán en un ensayo de 2007 hace hincapié en el estado real
de la República (3) de mediados del siglo IXX:
“Un país bifronte, caracterizado por una fricción inédita entre
lo civilizado y lo bárbaro”. Obsérvese lo similar en este
momento, en nuestro tiempo con la llamada “grieta”. Que no es
otra cosa que la lucha entre modernidad y atraso, entre
desarrollo y subdesarrollo. (4)
Esto es hacer confluir la libertad, la igualdad de condiciones,
además de la fraternidad social, lo que deberíamos hacer
indefectiblemente. Pilares de la revolución francesa, qué fueron
adoptados por los Estados modernos a partir del siglo IXX y
acentuados en el XX y XXI. Ciencia, derechos, cultura, educación
y salud como pilares y cimientos incólumes de un país con
futuro.
La barbarie hoy es el
tecnofeudalismo
Las dinámicas tradicionales del capitalismo ya no gobiernan la
economía. Lo que ha matado a este sistema es el propio capital y
los cambios tecnológicos acelerados de las últimas dos décadas,
que, como un virus, han acabado con su huésped. (5)
Los dos pilares en los que se asentaba el capitalismo han sido
reemplazados: los mercados, por plataformas digitales que son
auténticos feudos de las big tech; el beneficio, por la pura
extracción de rentas. Sumado a esto si prestamos atención, no
nos costará ver que la mutación del capital en lo que se llama
“capital en la nube” ha demolido los dos pilares del
capitalismo: los mercados y los beneficios.
Por supuesto, ambos siguen estando omnipresentes -de hecho,
también lo estaban en el feudalismo-, pero ya no ejercen el
control de antaño. Lo que ha ocurrido en las dos últimas décadas
es que el beneficio y los mercados han sido expulsados del
epicentro de nuestro sistema económico y social, se han
desplazado a sus márgenes y han sido reemplazados. ¿Con qué?
Los mercados, el medio del capitalismo, han sido sustituidos por
plataformas de comercio digitales que parecen mercados, pero no
lo son, y que se entienden mejor si los consideramos feudos. Y
el beneficio, el motor del capitalismo, ha sido sustituido por
su predecesor feudal, la renta. En concreto, una forma de renta
que debe pagarse para tener acceso a esas plataformas y, en
general, a la nube, la “renta de la nube”.
Así, en la actualidad el poder real no lo ostentan los
propietarios del capital tradicional, es decir, de la
maquinaria, los edificios, las redes ferroviarias y telefónicas,
los robots industriales. Éstos siguen extrayendo beneficios de
los trabajadores, de la mano de obra asalariada, pero ya no
mandan como antes.
Como veremos, se han convertido en vasallos de una nueva clase
de señor feudal, los propietarios del capital en la nube. En
cuanto al resto, hemos vuelto a nuestra antigua condición de
siervos y contribuimos a la riqueza y el poder de la nueva clase
dominante con nuestro trabajo no remunerado y cuando tenemos la
oportunidad, con el trabajo asalariado que realizamos.
El regreso del rentismo, una forma parásita de organizar las
sociedades, tanto en la época feudal, así como en los tiempos
del colonialismo. Esto no tiene precedentes. Los empleados de
General Electric, ExxonMobil, General Motors o cualquier otro
gran conglomerado perciben en sueldos y salarios alrededor del
80 por ciento de los ingresos de la empresa. (6) Esta proporción
aumenta en las empresas más pequeñas.
En cambio, los trabajadores de las grandes tecnológicas perciben
menos del 1 por ciento de los ingresos de sus empresas. La razón
es que la mano de obra asalariada sólo realiza una fracción del
trabajo del que dependen las grandes tecnológicas. La mayor
parte lo realizan miles de millones de personas de forma
gratuita.
Véase la similitud con el trabajo médico: pluriempleo casi
siempre mal remunerado. Somos trabajadores que producimos
mediante nuestro capital intelectual, reemplazamos a las grandes
fábricas por empresarios de la salud o financiadores sujetos a
los vaivenes del antiguo mercado.
Incluso se habla de la inteligencia artificial como sustituto de
nuestra labor. Es verdad que la IA no le puede dar la mano a un
paciente y sentir el intercambio de calor humano entre ambos.
Pero si se equivoca en el diagnóstico o en la terapéutica a los
dueños del capital no les interesa, ya que la ética de la
humanidad no está en juego: no la conocen.
Estamos en el neofeudalismo, no hay diferencia entre la barbarie
según pensaban los griegos con su definición de esclavos o la
servidumbre de la época feudal. Es dura esta definición, pero es
una lectura de la realidad sanitaria que nos aqueja.
El Estado dejo de ser árbitro tratando de civilizar, promover la
igualdad y favoreciendo la equidad que supimos conseguir en
nuestro país, a través de nuestra exquisita historia de
derechos, de educación y de promoción de la ciencia.
Ridículas explicaciones sobre el presupuesto cada vez más
acotado del Garrahan, de las universidades, de la cultura en
general y sobre todo la desfinanciación de la salud. “Vamos al
revés del mundo, hacia el retorno de la barbarie” que, en el
Facundo, Sarmiento denuncia.
La educación nos impulsó a ser uno de los países más avanzados
del mundo y en el siglo XX con un índice de ascenso social de
las clases medias ejemplo para otros países sudamericanos.
No quisiera finalizar este artículo sin un mensaje esperanzador:
los argentinos somos resilientes de cantidades de crisis, hemos
atravesado tormentas más duras… pero siempre a través de la
unidad y la fuerza que otorga esa historia de derechos
mencionada.
Encontraremos una salida a este desfiladero donde estamos
inmersos en este momento: pongamos fuerza y esperanza en el
futuro.
En resumen, la esperanza es una fuerza activa, conectada con la
acción y la comunidad, que nos impulsa a construir un futuro
mejor, incluso cuando enfrentamos la negatividad y la oscuridad.
Bibliografía:
1) Civilización, historia de un concepto /José Burucúa/Fondo de
Cultura Económica/México/ Buenos Aires/2024.
2) Civilización y barbarie. La instauración de la “diferencia
colonial” durante los debates del siglo XVI y su encubrimiento
como “diferencia cultural”/Patricio Lepe-Carrión/Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso/Scielo/Andamios vol.9 no.20
Ciudad de México sep./dic. 2012.
3) Facundo o Civilización y barbarie en las pampas
argentinas/Chile 1845.
4) Para leer el Facundo/Civilización y barbarie: cultura de
fricción/Oscar Terán/Capital intelectual/ 2007.
5)(6) Tecnofeudalismo - el sigiloso sucesor del capitalismo/Yanis
Varoufakis/Ariel/2025.
| (*) Docente libre - Departamento de
Salud Pública y Humanidades Médicas - Facultad de
Medicina/UBA. |
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