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Prestadores


A raíz del aumento del costo de los insumos y de los salarios del personal

Financiamiento: una carrera con obstáculos

Los dueños de las clínicas, sanatorios y hospitales privados de todo el país empezaron a trabajar con fuerza para lograr cambiar los mecanismos de financiación de los servicios que prestan con la inclusión de un nomenclador y con el aporte de fondos provenientes de rentas generales.

Los prestadores privados de servicios de salud, tanto aquellos que trabajan ligados al ámbito de las empresas de medicina prepaga como los que lo hacen vinculados a la Seguridad Social y el Pami, se preparan para enfrentar un año durísimo donde el objetivo central es lograr una recomposición en los aranceles, un reclamo postergado desde la salida de la convertibilidad. Por otra parte, la mayoría de estas entidades están diseñando distintas estrategias para contener los costos de los servicios, que siguen incrementándose a raíz de los aumentos dispuestos para los trabajadores de la sanidad, de la incorporación de nuevas prácticas en el PMO, de la aparición de nueva tecnología y de la medicina defensiva desarrollada para evitar demandas de mala praxis, entre otros factores.
Para superar estas dificultades, los prestadores privados de salud reclaman, además de una urgente recomposición arancelaria, la instrumentación de cambios en los mecanismos de financiación de los servicios, que según el titular de la Confederación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados de la República Argentina (CONFECLISA), Gustavo Mammoni, “no deben seguir solamente vinculados a los salarios de los trabajadores y a los aportes patronales”.
Para Mammoni también sería importante “introducir cambios en las regulaciones de los sistemas para lograr reglas claras que garanticen un juego justo entre proveedores y consumidores de servicios de salud” y crear “organizaciones más flexibles y dinámicas que puedan interpretar los cambios que quiere la gente”.
El reconocido analista del sector precisó que los distintos entes estatales nacionales y provinciales junto a las obras sociales nacionales, provinciales y el Pami se encargan de la cobertura del total de los 35 millones de argentinos, pero aclaró que entre los distintos organismos, tomando en cuenta los ingresos y el costo del PMO “se genera un déficit de casi 10 mil millones de pesos por año”.
“Por eso es necesario desarrollar medidas de transición que aseguren una correcta financiación del sistema”, consideró Mammoni.
Entre esas medidas, el titular de la CONFECLISA destacó la instrumentación de un nomenclador de referencia (que fue quitado en 1990), la sanción de un PMO sustentable apoyado en una lógica actuarial y el fomento de las actividades de bien público, un hecho que según el dirigente “puede parecer menor pero es fundamental para acercarnos a la gente”.
Según el directivo de la CONFECLISA, en el modelo prestacional actual “el que recibe el servicio no elige, el que lo prescribe no paga y el que paga no recibe el servicio”, una situación que se refleja “en la falta de accesibilidad y en la baja calidad de los servicios por falta de inversión”.
“Por eso es necesario comenzar a trabajar en una reforma que permita revertir las tendencias de una oferta sesgada y con una mala distribución de los recursos que está haciendo que se pierda la solidaridad del sistema, que cada vez es más inequitativo y con recursos insuficientes para desarrollar la promoción y la prevención de la salud”, agregó Mammoni.
Por su parte, el titular de la Asociación de Clínicas y Sanatorios Privados de la República Argentina (ADECRA), Francisco Díaz, se quejó porque desde el gobierno “se están poniendo todas las vallas posibles para desarrollar la actividad”, no obstante lo cual “seguimos funcionando con un nivel adecuado de accesibilidad y calidad”.
Díaz recordó que muchos sectores fueron ayudados a través de subsidios luego de la crisis de 2001, algo que no sucedió en el ámbito de la salud, donde “todas las entidades hicieron frente a esa debacle sin ayuda de ningún tipo”, remarcó el directivo.
Esto generó, entre otras cosas, una deuda del sector prestador con la AFIP cercana a los 1.000 millones de pesos y una fuerte desinversión en materia de equipamiento. “A esto se agrega la intención de calcular nuestras deudas impositivas con intereses que llegan hasta el 48 por ciento, algo inaccesible para las clínicas y los sanatorios”, advirtió Díaz.
Desde 2004 hasta fines del año pasado, el costo laboral aumentó en el sector salud un 43%, mientras que los insumos lo hicieron un 14%, los impuestos el 12% y los insumos no médicos el 8%. “Y estos aumentos fueron enfrentados con costos mayores a los ingresos percibidos, lo que hizo que se deteriora la calidad para que el sistema siguiera funcionando y que se castigara al recurso humano, tanto profesional como técnico”, sentenció el titular de ADECRA.
Para revertir esta situación, según Díaz, “se necesitan recursos, porque sin los mismos toda posibilidad de cambio es mentira”. “Está claro que todos los países desarrollados incrementan sus presupuestos de salud y que nosotros no lo hacemos porque queremos resolver políticamente algo que tiene una raíz económica”, remarcó el dirigente del sector salud.
“Por este motivo la financiación debe realizarse con recursos directos e indirectos, sin impuestos al trabajo que disminuyan los ingresos de los trabajadores y logrando que salud tenga un financiamiento a través de los impuestos”, añadió Díaz.
“Además, necesitamos que rápidamente haya un solo organismo regulador para todos los financiadores del sector salud, porque los servicios son iguales para todos, más allá de la cobertura que cada uno tenga”, sostuvo Díaz.
En ese sentido Roberto Dalma- zzo, director administrativo del Hospital Garrahan, reclamó que las acciones que encare el sector “comiencen a contar con la participación de todos los actores” porque en la actualidad “nos falta una fuerte inserción en la sociedad para que se entienda nuestra problemática”.
“Cuando empecemos a hacerle entender a la sociedad que la salud tiene límites en sus circuitos de financiamiento quizás empiece a aparecer más justicia y más presión hacia quienes toman decisiones macroeconómicas”, consideró Dalmazzo.
“Concretamente, debemos considerar que si continuamos hablándole a la población de la salud con los recursos que tenemos, que es lo que estuvimos haciendo en los últimos años, o si comenzamos a hablar de la salud que queremos y merecemos”, agregó.
Dalmazzo dijo que las instituciones de salud tienen una lógica sobre la composición de su presupuesto en la cual el 70% corresponde a salarios y el otro 30% a insumos, medicamentos y descartables. “Por eso, a la hora de hablar de los costos de la salud, hay que tener en cuenta estas variables y la dinámica de recomposición de las mismas, que no siempre, debido al contexto macroeconómico, son las mismas”, aseveró el director administrativo del Garrahan.
Por último, Dalmazzo hizo hincapié en la conveniencia de que todos los actores del sistema comiencen a trabajar en forma conjunta para lograr mejores formas de financiación para la atención, sobre todo porque “nunca estuvo tan claro que los problemas son comunes a todos los subsectores” y porque “jamás el sistema estuvo tan cerca de colapsar y con tantas personas con cada vez más dificultades para acceder a los servicios”.
 

Fuente: Seminario “Escenarios para la Salud en el 2007”.
 

 

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