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Otra vez la violencia: algo malo nos
está sucediendo |
Por el Dr. Jorge Gilardi
Presidente de la Asociación de
Médicos Municipales
de la CBA |
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Hace ya tiempo que la violencia se
ha instalado como un dato corriente
en la sociedad argentina.
La penosa debacle económica que
asoló a nuestro país en las últimas
décadas, la crisis de los sistemas
de protección social y sanitaria,
que daban servicios a la mayor parte
de la población, y la irrupción de
modalidades delictivas carentes de
códigos, han empeorado nuestras
condiciones de vida y han
posibilitado que emerjan las
distintas formas de violencia
económica, política y social.
Los medios de comunicación expanden,
acaso de manera excesiva, esta
percepción de inseguridad y la
refuerzan con abundantes datos
acerca de hurtos, delitos,
homicidios y toda forma de
agresiones que, con mayor o menor
intensidad, se descargan actualmente
sobre la vida de los ciudadanos.
Buenos Aires, antaño asociada a la
convivencia pacífica y a un modo
confiado de vivir, hoy se vincula
como tantas otras ciudades del
mundo, a la inseguridad y la amenaza
que penden sobre todos aquellos que
la habitan o visitan
transitoriamente.
La violencia actual -si bien no es
un fenómeno exclusivo de nuestros
tiempos- se nos ha vuelto más
consciente y nos ha obligado a
buscar los medios para desterrarla
definitivamente, de nuestra
convivencia en sociedad.
En la nota anterior señalamos que la
violencia había recrudecido de forma
exponencial y cómo ella impactaba en
la situación de los médicos,
particularmente de aquellos que
trabajan en las guardias y auxilios
de muchos de nuestros hospitales:
Argerich, Penna, Piñero, Santojanni,
Alvarez y Borda. Los
establecimientos de la zona sur de
la ciudad son los más afectados.
Por ello reiteramos:
• Cuando un médico que debe asistir
en ambulancia a una situación de
emergencia en ciertas áreas, no
puede desplazarse sin la asistencia
de un móvil policial, algo malo nos
está sucediendo.
• Cuando un profesional de la salud
debe colocarse un chaleco antibalas
para protegerse de un posible
tiroteo que acabaría con su vida o
la de quienes lo acompañan, algo
malo nos está sucediendo.
• Cuando los equipos de salud deben
cubrir las guardias en boxes que,
pudiendo albergar a uno por vez, a
menudo concentra a tres o cuatro
profesionales que deben dar
respuesta a la creciente y compleja
demanda que hoy impacta sobre los
servicios de salud de la Ciudad de
Buenos Aires y localidades vecinas,
algo malo nos está sucediendo.
• Cuando un profesional de la salud
carece de la autoridad mínima para
preservarse o poner freno a
conflictos que sacuden a comunidades
enteras y que envuelven en
situaciones de violencia a las
instituciones sanitarias que allí
operan, algo malo nos está
sucediendo.
• Cuando los médicos deben trabajar
con custodia policial incluso en la
puerta de su consultorio, algo malo
nos está sucediendo.
Pero advertimos, una vez más, que
estos hechos no deben ser concebidos
como una cuestión restringida a la
relación entre médicos y pacientes;
víctimas, en la mayoría de los
casos, de las mismas situaciones de
violencia e inseguridad. Estos
hechos deben comprenderse como un
llamado de alerta para que la
sociedad tome conciencia acerca de
la gravedad de la situación
planteada y contribuya a adoptar las
medidas de fondo que hoy son
urgentemente requeridas por todos
los afectados.
La Asociación de Médicos
Municipales, como ya es costumbre,
ha respondido con eficacia y
rapidez:
- Se realizó una reunión que convocó
a más de 250 profesionales, con
representación de los 33 hospitales
públicos, jefes de departamento de
Urgencia, jefes de día de las
guardias y médicos de guardia, para
analizar el fenómeno y buscar
soluciones efectivas.
- Se preparó un documento de
trabajo, en el que se fija nuestra
posición institucional y se denuncia
la inercia que ha caracterizado la
respuesta de la mayoría de las
autoridades en torno al tratamiento
de este grave problema que nos
aqueja.
- Se instaló el tema en los medios
de comunicación para que esta
cuestión no pase nuevamente
inadvertida ante el conjunto de la
opinión pública.
No aceptamos que el profesional de
la salud, sólo por ser la cara
visible del sistema de atención,
pague con su desgaste físico y
mental la omisión de todas aquellas
medidas que, adoptadas
oportunamente, mitigarían las causas
generadoras de todas las formas de
violencia que hoy estallan en las
instituciones de nuestra sociedad.
Porque no hay seguridad posible del
paciente, si el médico no ve
garantizada la propia en su trabajo;
es necesario desterrar esta
violencia cotidiana que ha hecho
descender, como en tantos otros
aspectos, la calidad de vida que fue
siempre un patrimonio distintivo de
los argentinos. |
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