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Teoría y práctica
para el tratamiento de una pandemia
que afecta a los argentinos: la
irritabilidad y el conflicto.
Muchas veces me pregunto ¿Qué nos
pasa? Además de las tantas
“virtudes” que nos distinguen como
argentinos, parece que la
irritabilidad y los malos modo se ha
impuesto, como forma de trato
frecuente -y quizás, en muchos casos
permanente-, en las relaciones
interpersonales.
¡Esto “antes” no era así! (léase,
amigo lector, hace 30/40 añitos).
Hace más de treinta años la “cultura
de las relaciones interpersonales”
-si se me permite el concepto-
también estaba asentada en otros
valores y conceptos de la cultura.
¿Y que pasó en el medio? Nos pasó de
todo. O mejor dicho ¿qué no nos
pasó? Me voy a ahorrar de hacer la
lista. ¿Para qué? Es una lista
amarga que todos podemos hacer
rápidamente. No vale la pena.
Evidentemente
todo aquello que pasó ha dejado
consecuencias. Y también huellas
profundas, que se ven a diario en
cada espacio de las relaciones
interpersonales, y como no podía ser
de otra forma, en los ámbitos que
hacen a la salud. En todas se vive a
diario con el resultado de todo lo
comentado: el conflicto.
Por otra parte las mismas
organizaciones de salud se enfrentan
diariamente a cambios motivados por
diferentes causas, tales como la
presión asistencial, los derechos
invocados por los pacientes -los
reales y “de los otros”-, los nuevos
mecanismos de gestión, la continua
amenaza, también en aumento, de
demandas judiciales por mala praxis,
la necesidad de contar con personal
altamente calificado. En resumen,
“conflictos en un marco por demás
conflictivo”.
En este medio contextual, me llamó
gratamente la atención un programa
formativo en “Resolución de
conflictos en organizaciones de
salud” que dicta la Universidad de
Belgrano y que se está llevando a
cabo desde un tiempo atrás en la
prestigiosa Universidad de
Barcelona, España.
Me comentaba la Dra. Natalia
Bernardoni, abogada, organizadora
del curso junto con la Dra. Gemma
Pons que, ante lo conflictivo del
medio en que nos movemos, no se
puede dar respuesta simplemente a
través de los métodos tradicionales
-incluyendo los de justicia- sino
que lo ideal es implementar en las
propias organizaciones prestadoras
de salud nuevos métodos de gestión,
tales como la mediación o la
negociación, que dan una respuesta
adecuada, rápida y económica.
Por su parte, el Dr. Enrique Cárrega,
reconocido abogado laboralista -y un
especialista en mediaciones con
importante participación
internacional-, consultado sobre los
conflictos internos de las
organizaciones, me señalaba que,
tradicionalmente, los directivos,
gerentes y mandos medios que
gestionan los problemas que se
presentan en las organizaciones de
salud, no están formados en métodos
de resolución de conflictos
(mediación, negociación…).
Generalmente -comentaba Cárrega-,
ante la presión, la falta de tiempo
y el miedo a la exposición pública
del tema, se resuelven los
conflictos tomando decisiones
ineficaces (despedir a alguna de las
partes del conflicto, trasladar de
departamento a alguna de las partes,
utilizar métodos de presión,
retrasar las gestiones burocráticas,
etc.…), esto hace que el conflicto
en lugar de resolverse se reproduzca
en otros ámbitos, se enquiste, lo
que sin duda, no sólo aplaza su
resolución sino que, contrariamente
a lo esperado, originará nuevas
disputas futuras, incluso de mayor
gravedad.
Naturalmente
todos los expertos coinciden en que,
la mayoría de las veces, las
organizaciones no valoran
adecuadamente, los costos del tiempo
que se destina a gestionar
diariamente los conflictos, ni los
costos que suponen su inadecuada
gestión.
Por otra parte, me impresionó el
técnico, extenso y detallado listado
de costos que se generan con los
conflictos:
Pérdida en la calidad de las
decisiones. Las diversas
actitudes negativas provenientes de
un conflicto interpersonal afectan
negativamente la capacidad de un
equipo en la toma de decisiones en
tiempo y forma.
Pérdida de personal calificado.
Ante la mala gestión de una
situación, se pierden profesionales
altamente calificados en su
especialidad y que conocen el
funcionamiento de la organización.
Esta situación supone, además de la
pérdida del personal, el costo en
que debe incurrirse por el
entrenamiento del nuevo profesional
que lo reemplazará.
Baja productividad. Los
conflictos que se producen por el
denominado “Burn out” o “síndrome
del trabajador quemado” que son
consecuencia de la desmotivación del
personal, duplicación de tareas, o
la eventual asignación de tareas
inferiores a su calificación
profesional.
Bajas laborales. En un
trabajo realizado recientemente en
una organización asistencial, de 18
intervenciones que realizaron las
Dras. Bernardoni y Pons, en 12 de
ellas una de las partes durante la
vida del conflicto había solicitado
la baja por enfermedad. Esto supone
no sólo un costo económico directo,
sino también uno asociado que
deviene de la contratación de otro
profesional que sustituya al enfermo
o bien por la sobrecarga de trabajo
del equipo.
Sabotaje interno. No es
desconocido por quienes actúan en el
medio que dentro de las
organizaciones de salud hay pérdida
de material, descuido del
instrumental médico de alta
tecnología y del espacio físico. Por
otra parte, el efecto expansivo de
un conflicto puede generar
coaliciones y alianzas, cuyos
resultados negativos son fáciles de
imaginar.
Legales. Los honorarios que
deben pagarse a los abogados y
peritos.
Imagen Corporativa. Los
costos que supone una noticia en los
medios sobre un conflicto en una
organización de salud o de una
demanda de mala praxis a un médico
no se pueden cuantificar
económicamente por su magnitud
En fin, resulta interesante -y
estimulante a la vez ver que, como
secuela de tiempos difíciles,
también surgen herramientas para
ayudar a manejarlos y resolverlos,
ahora sólo queda ponerlos en
práctica.
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