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“Comunidad se
define mediante las operaciones que permiten a cada uno
de sus miembros ponerse de acuerdo con los demás”.
Maurice Merleau Ponty.
En tiempos de conflictividad social, los debates se
aceleran y, muchas veces, se rigen mediante fórmulas
vacías de contenido, o meros eslóganes. Una herramienta
del pensamiento conservador suele ser la idea del
“consenso”, que pretende borrar diferencias y generar
una falsa sensación de equilibro. En realidad, el
verdadero recurso democrático es la idea de
“negociación”, que admite la complejidad de los
diferentes puntos de vista, y que reconoce que nunca se
llega a un exacto punto medio, sino que siempre las
posiciones son dinámicas.
La configuración social argentina ha cambiado
dramáticamente en los últimos 40 años. Repasemos sus
principales mojones: el ingreso en la oscuridad
científica que representó la “Noche de los Bastones
Largos”; el desgarro social producido por el Proceso;
las experiencias inflacionarias de fines de los 80; la
posterior desnacionalización económica ocasionada por el
menemismo; y el desmoronamiento institucional y la caída
en la ciénaga de la corrupción durante los años 2000 y
2001, que estalló el 20 de diciembre de 2001.
La sociedad argentina se vio así afectada de múltiples
formas, por estos fenómenos. Nada podía quedar indemne.
Y menos aún, el campo de la salud, ese “territorio” que
involucra a millones de argentinos. Hoy, los cambios
vertiginosos hacen que lo que puede ocurrir, en realidad
ya está ocurriendo. No se necesita ser visionario para
eso; alcanza con ver y reflexionar. Pero luego debemos
intervenir en la realidad, innovando e invirtiendo, y,
especialmente, diseñando órganos-instituciones, que
puedan manejar las estrategias sanitarias que necesita
el país.
Estos órganos que hacen falta tienen que ser
instituciones públicas adecuadas, que puedan conducir el
proceso de construcción de un verdadero sistema
integrado de salud, que implique un “acuerdo sanitario”,
entre los principales actores de esa área. Más que
recursos, hacen falta instituciones que faciliten la
gobernabilidad.
Lo que hay que buscar es una instancia que articule,
fortalezca y dinamice el escenario sanitario,
entendiendo a éste como el espacio de interacción de
eventos construido con el fin de enfocar acciones
causales, puntos de decisiones, reconocimiento del
“camino” crítico y sus posibles consecuencias. Y
reiteremos que no es el consenso el método a seguir,
sino la negociación, entre los distintos actores
involucrados. Como señalara Tzvetan Todorov, “el
diálogo, por más benevolente que pueda ser, no puede
resolver cuestiones relacionadas con la libertad de
movimiento de la gente, o con compartir el territorio o
los recursos naturales”. Vale decir: una creencia
absoluta en las supuestas virtudes definitivas del
“diálogo” y del “consenso”, únicamente pretende obviar
los intereses en juego, e instalar la idea de una
resolución siempre armónica de los conflictos, lo que
es, a todas luces, imposible.
La salud de la población es la resultante de una
complejísima red de factores que requieren ser
reconocidos a fin de discernir y decidir la serie de
conductas a adoptar.
Las alteraciones vigentes en el campo sanitario no se
resolverán espontáneamente, aunque, últimamente, lo
“espontáneo” tenga injustificada buena prensa. Hay que
abandonar la espontaneidad y ceñirse a una agenda que
sea una herramienta articuladora en la construcción
político-sanitaria, en concordancia a un Proyecto
Nacional.
Ejemplos claros del sufrimiento sanitario de una Nación,
son las tasas de morbi/mortalidad materno infantil y el
aumento de los índices de tuberculosis y de Mal de
Chagas, no se resuelven con medidas puntuales y
espasmódicas, sino con herramientas que se ajusten a la
nueva Configuración Social. Siendo ésta la condición
indispensable para romper con la inercia de los males
argentinos.
Señala el intelectual italiano Antonio Negri, que, en
términos políticos, hay que apostar a “un proyecto que
sea capaz de resolver, en el terreno material e
histórico, la dinámica disyuntiva de las diferencias”.
Ese proyecto sí o sí implicará cierta dosis de
conflicto.
TIEMPO DE PROPUESTAS
Desde 1987, hace más de ¡veinte años!, hemos señalado la
importancia de la regionalización, la descentralización,
la departamentalización según especialidades, y la
articulación en red, para encarar los problemas
sanitarios del país. Luego, en mis libros Al Gran Pueblo
Argentino, Salud, en 1997, La fórmula sanitaria, en
2003, y En busca de la salud perdida, de 2007, seguí con
la idea de la importancia de elaborar un verdadero
sistema sanitario, que, mediante grandes líneas
acordadas entre los principales actores, revierta la
problemática en la que nos encontramos.
Con el paso del tiempo, queda claro que ya nada puede
ser postergado. De todos modos, surgen interrogantes,
que ineludiblemente deben responder las autoridades y la
sociedad en su conjunto. ¿La situación actual exige un
control público y una administración, gestión y
planificación también pública de los asuntos
económico-sociales? De ser así, ¿cuáles son las
herramientas útiles, como instrumentos, para encarar los
problemas? Y luego, ¿cómo evaluar el índice de
producción de los servicios en la medicina?
Una vez contestadas estas preguntas, el objetivo de una
política en salud debe ser pasar de la desintegración a
la integración, y de la desestructuración a la
construcción de un Sistema Integrado Sanitario, que
articule, fortalezca y dinamice el escenario que ya
mencionamos. Esta política, debería montarse en dos
pasos fundamentales:
*primera etapa: ordenación territorial y definición de
los recursos sanitarios existentes -mapa sanitario-
*segunda etapa: elaboración del Plan de Salud que
contenga niveles de promoción-educación, prevención,
curación, y rehabilitación.
Las medidas que son imprescindibles poner en marcha,
deben interactuar en red, y atender distintos niveles de
demanda. Algunas de aquéllas son:
1- atención primaria de la salud: grupo asistencial
básico, desarrollo de programas específicos, asistencia
móvil y vacunatorios, unidades funcionales para atención
domiciliaria, y vehículos para diagnóstico y seguimiento
de patologías.
2- atención ambulatoria: focalización en patologías
crónicas tales como diabetes, hipertensión, artritis
reumatoidea, exámenes de detección precoz; por ejemplo:
enfermedad celíaca, cáncer de cuello de útero, etc.
3- internación: con sus niveles de distinta complejidad
que abarquen modalidades como cirugía ambulatoria,
hospital de día y otras.
4- socio-sanitarias: definir criterios para
internaciones por larga estadía, convalecencia, o
permanencia en unidades de cuidados paliativos.
POR UN “EDIFICIO” SANITARIO
SOLIDO
Se puede recomponer una estructura sanitaria
contemporánea, si se cuenta con una estrategia plural
flexible y una cultura de producción de servicios
médicos adecuada. La misión debe ser triple: construir
un Sistema Integrado de Salud, resultante de un “acuerdo
sanitario”, como compromiso intersectorial e
institucional; elaborar una planificación participativa,
que contemple la multiplicidad de escenarios, pluralidad
de estrategias, y la complejidad de factores de
incidencias y, por último, superar tendencias erráticas
y tensiones disfuncionales.
Hay que recuperar el rol de gobierno federal, como
catalizador y soporte de las tendencias recomendadas al
gobierno provincial, y una planificación estratégica
para los distintos niveles de gestión. El célebre
pensador francés, Gilles Deleuze, citando al filósofo
Baruch Spinoza, recuerda que “el estado de sociedad se
basa en un contrato que presenta dos momentos:
a) los hombres deben renunciar a su potencia, en
beneficio del todo que forman gracias a esta misma
renuncia. b) esta potencia del todo así formado, queda
transferida a un Estado”. Pese al discurso
“antipolítico”, a la crisis de credibilidad en las
instituciones, y al culto a las reacciones
“espontáneas”, cualquier sociedad madura debe comprender
que lo perfectible debe ser aquel contrato porque el que
cedemos ciertas potestades a un ente superior y
democrático, ya que es el único que permitiría que sea
la propia sociedad la que redefina sus misiones y logre
que alcance las metas para el bienestar general. La
salud de los argentinos se merece un contrato digno, con
un Estado consolidado y estable, que, democráticamente y
basándose en principios de equidad, construya el
“edificio” necesario para que el sufrimiento en el campo
de la salud, deje de ser moneda corriente.
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Ignacio Katz,
Doctor en Medicina (UBA), Autor
de: “En búsqueda de la Salud
Perdida” (EDULP), Responsable
Científico Académico del
Observatorio de Economía y
Gestión de Salud de la
Universidad Nacional de La Plata. |
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