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Cuando un alumno de
posgrado se enfrenta con el desafío de redactar su tesis
experimenta una gran confusión. En la actualidad, la
mayoría de las carreras universitarias dedican una
reducida parte de sus currículos a formar a sus alumnos
en metodología de la investigación. Como la formación de
posgrado stricto senso (maestrías y doctorados) requiere
que el alumno elabore monografías, disertaciones y
tesis, la falta de conocimientos metodológicos se torna
angustiante. El problema se incrementa cuando el
posgraduando verifica que bajo el título de “Metodología
de la Investigación” se formulan una serie muy amplia de
cuestiones que incluyen elementos de epistemología,
estadística, lógica, matemáticas, linguística, a las que
se agregan un conjunto de técnicas e instrumentos
cualitativos elaborados por las ciencias sociales.
Especialmente en América latina, donde la edad promedio
de los posgraduandos es notablemente superior a la de
otros países con mayor tradición en este tipo de oferta
académica, los alumnos de posgrado son profesionales
formados. Por lo general no son frágiles, son árboles
maduros que quieren consolidarse en el terreno. Algunos
buscan esa consolidación a través de su copa elevándose
para captar más luz solar. Otros, por el contrario,
buscan ese crecimiento hacia abajo, profundizando sobre
el terreno, echando raíces. Los primeros buscan la
calificación, los segundos la especialización. Tienen
muchas cosas en común, entre ellas los requisitos
académicos que deberán cumplir, pero tienen rasgos muy
diferentes que derivan de su actitud ante el
conocimiento. Esta actitud diferencial se revela más que
nunca a la hora de formular una investigación, porque
investigar es justamente producir conocimiento.
En el 2001, junto a Margor Romano Yalour hicimos una
investigación para la Organización Panamericana de la
Salud sobre las tesis de maestría en Salud Pública en la
Argentina, lo que nos forzó a recopilar y leer ciento
cuarenta y cuatro trabajos de investigación (2) .
Verificamos que cada año alrededor de 500 profesionales
ingresaban a alguna de las 23 maestrías en Salud Pública
acreditadas en el país, pero de ellos sólo unos 25
llegaban a presentar su tesis final para obtener el
título de Magister correspondiente. Esa tasa de
supervivencia resultaba muy inferior a la de otros
países.
Nuestra primera interpretación fue que las tesis de
maestría se parecen a flores. Necesitan ciertas
condiciones ambientales para brotar. De hecho, con
frecuencia se supone (o al menos se insinúa) que las
mejores carreras y facultades son las que generan las
mayores investigaciones. Hemos visto estudios de otros
países en los que se demuestra que a mayor cantidad de
docentes doctorados, mayor calidad y productividad en
las tesis de maestría. De la misma manera, cuando
aumenta la dedicación del cuerpo docente también lo hace
la productividad de las tesis. Un tercer rasgo
distintivo de aquellos “jardines académicos” serían las
oportunidades con que el alumno cuenta para publicar, de
forma total o parcial, su trabajo.
Sin embargo, entre los cursos relevados no conseguimos
caracterizar tales jardines académicos. Por el
contrario, en los cursos de posgrado en salud en la
Argentina los doctores e investigadores de carrera
brillan por su ausencia. Las carreras no suelen
desarrollar líneas propias de investigación en las que
un alumno pueda enrolarse con facilidad, e incluso más
de la mitad de los docentes nunca ha hecho una tesis de
posgrado.
Otro dato sorprendente y hasta contradictorio con los
anteriores es que la productividad de los científicos
argentinos dedicados a Salud Pública no es baja cuando
se la compara con parámetros internacionales. E incluso,
que los investigadores argentinos publican más en el
extranjero que en su propio país (3). En síntesis, no se
podría atribuir la baja productividad de tesis al escaso
desarrollo de este campo de conocimiento en la
Argentina.
Por otro lado, la proporción de profesionales que se
inscriben en maestrías y posgrados es alta y se mantiene
en crecimiento. Esto a pesar de la ausencia de
incentivos económicos para ello, como becas o incluso el
reconocimiento del título en la carrera profesional. En
contraposición, en Brasil existe la Carrera de Ciencia y
Tecnología en el empleo público, por la cual un
profesional universitario que ha concluido un curso de
especialización tiene derecho a un incremento automático
de 25% sobre su sueldo base, quien concluyó una maestría
a un 50%, y quien concluyó un doctorado un 75%.
Los profesionales argentinos registran una motivación
especial. Insisten en continuar y profundizar su
formación académica contra viento y marea. Y no sólo no
son estimulados con becas y subsidios sino que pagan
aranceles y mensualidades de los cursos de su propio
bolsillo. No sólo no son licenciados en sus trabajos
para cursar sino que lo hacen robándole tiempo al
descanso y la familia.
E pour se muove, como afirmaba Galileo. Los
profesionales argentinos se obstinan en apostar a sus
carreras como quien espera que la suerte cambie y le
toque una mano con buenas cartas. En el peor momento
económico y social de nuestro país no mermó de forma
significativa la inscripción en los posgrados. Como
aquella rosa de Hiroshima, la posgraduación crecía en
medio de la hecatombe.
Tal vez el móvil de esta inversión, de esta insistencia,
sea un sueño. Persona viene de personnare, “para soñar”.
El sueño de construir el primer mundo en este fin del
mundo. De construir el futuro sin permiso, como cantaba
Silvio Rodríguez. Y de hacerlo “por prepotencia de
laburo”, como afirmaba Roberto Arlt en la presentación
de Los Lanzallamas: “Crearemos nuestra literatura, no
conversando continuamente de literatura, sino
escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la
violencia de un ‘cross‘ a la mandíbula”.
La tesis constituye la coronación de ese esfuerzo, de
esa aventura. Unos pocos posgraduados insisten en
concretarla superando presupuestos escasos,
asesoramiento incompleto, normas ambiguas y ejemplos
desalentadores.
Así, llegamos a una segunda metáfora algo más mecánica y
menos biológica: una tesis es una construcción. En ella
influyen el contexto, el dominio de conceptos, teorías,
técnicas y herramientas por parte de su autor, y la
dedicación y orientación de sus docentes.
¿QUE SE ESPERA DE UNA TESIS DE
MAESTRIA?
Tanto en este escrito como en la práctica cotidiana
utilizamos el término tesis para referirnos al trabajo
final de una maestría. Sin embargo, lo que se exige que
los alumnos desarrollen para demostrar su competencia no
es una tesis sino una monografía o disertación. Esta
distinción proviene de un uso muy específico del vocablo
tesis, reservado para referirse al último requisito
(trabajo final) para la aprobación de un curso de
doctorado o PhD (Philosofical Doctor). En
contraposición, el requisito final para la finalización
de una maestría debería ser un estudio en el cual se
aplique el método científico, pero sin necesidad de que
constituya un aporte significativo al conocimiento. La
tesis de maestría está destinada a demostrar que el
estudiante es capaz de aplicar lo que ha aprendido. En
general, debería responder a alguna pregunta de
investigación (problema) sencilla y acotada (4).
De un doctor se espera que domine ampliamente el tema
sobre el cual ha centrado sus estudios. De un master se
espera que demuestre habilidad para encarar una
investigación, para sistematizar y procesar información,
para encontrar y consultar bibliografía y para poder
extraer conclusiones relevantes.
No es requisito de una tesis de maestría el presentar un
nuevo enfoque teórico, el constituir un paradigma o el
formular la última palabra sobre un tema específico. En
otros términos, el master tiene que poder estudiar un
tema, pero no necesita llevar dicho estudio hasta la
frontera del conocimiento.
La investigación que dé origen a una tesis de maestría
puede admitir diversos abordajes metodológicos
(cualitativo, cuantitativo, o ambos) y valerse de
cualquier tipo de fuentes de información (primarias o
secundarias).
Por último, hay controversias con respecto a la
extensión adecuada para una tesis de maestría. En
contraposición a lo que suele observarse en el ámbito de
las ciencias exactas, parece que los científicos
sociales nos hemos convencido de que un argumento de
peso debe ser un argumento pesado. Los trabajos,
artículos, papers e informes de estas disciplinas han
tendido a crecer en grosor (probablemente más que en
calidad). Sin embargo, muchas universidades de los
países desarrollados y algunas en América latina han
comenzado a acotar los requisitos para las tesis de
maestría. Entre los nuevos límites incorporados se
destaca el de la extensión. Mientras en la región
todavía algunos cursos establecen en sus reglamentos de
tesis límites de mínima o pisos, en los países con
sistemas consolidados de formación de posgrado se tiende
a establecer límites de cantidad máxima de páginas.
Aunque la excesiva extensión del texto de una tesis
difícilmente se convierta en un motivo de rechazo, en
general se considera que una tesis de maestría no debe
superar las setenta páginas (tamaño A4, interlineado
simple y ochenta espacios por línea), mientras que una
de doctorado no debe extenderse más allá de las
trescientas carillas con las mismas características.
DIEZ MITOS SOBRE LAS TESIS
Mito 1. Una tesis es una obra maestra. Esta
imagen es abrumadora. Digamos más bien que la tesis es
como el carné de conductor que nos habilita para
transitar en un vehículo por la calle. Tal vez algún día
nos transformemos en campeones de carreras, pero por
ahora sólo precisamos demostrar que sabemos conducir. En
este caso no un auto, sino un proyecto de investigación.
Mito 2. Una tesis debe ser una obra innovadora.
Innovar significa hacer de forma nueva; hacer algo
original implica dar origen a algo. El aporte original
de una tesis de maestría puede residir en las formas de
presentar y sistematizar un tema, de aplicar algún
dispositivo explicativo ya conocido a un ámbito
específico, de sintetizar de forma concisa y rigurosa el
estado del arte en la temática abordada. Se puede
innovar en el método, en el planteo, en la presentación
de un tema sin hacerlo necesariamente en los resultados.
Joseph Schumpeter distinguía tres momentos del cambio
(5): la invención, la innovación y la difusión. La
primera se genera desde la investigación básica;
generalmente es la actividad menos productiva y la más
frustrante para un investigador novel, ya que hacen
falta mil intentos para llegar a un invento. La
innovación se vincula con la investigación aplicada y el
desarrollo, busca resolver problemas, facilitar las
cosas en base a lo que ya está inventado –generalmente
por otros–. La difusión es la fase más gratificante,
puesto que es el momento en que el cambio comienza a
consolidarse, en que el conocimiento provoca un
verdadero impacto.
Para ser original inventando, hace falta dedicación y
talento, pero además es necesario tener un poco de
suerte. Ser innovador es algo más fácil; requiere
dedicación, animarse a rever lo que a primera vista es
obvio, y demanda algo de pasión. Ser un divulgador de
descubrimientos ajenos es una tarea modesta pero
involucra su mérito. Quien consigue divulgar una idea
facilita el camino a los demás y por lo tanto multiplica
la búsqueda.
Con frecuencia los alumnos de cursos de maestría
manifiestan sentirse obligados a desarrollar verdaderos
paradigmas respecto del tema de su estudio. A veces
emprenden la redacción de compendios larguísimos y muy
completos sin que por ello constituyan una verdadera
tesis –es decir, una toma de posición sobre un tema
planteada con rigor metodológico–.
Mito 3. Una tesis es un trabajo individual. Las
mejores tesis, y en general las que registran mayores
repercusiones, son aquellas que surgen en el seno de un
programa de investigación amplio al cual se vinculan
muchos investigadores.
Es requisito que el tesista circunscriba su trabajo a
una pregunta y logre desarrollar un abordaje sistemático
para responderla. Pero nada impide que haga ese
recorrido junto a otros investigadores, profesores o
colegas.
Incluso, dos o más tesistas podrían abordar el mismo
tema de investigación delimitando problemas diferentes.
Eso les facilitaría el diálogo, permitiéndoles compartir
lecturas e incluso datos.
Mito 4. Una tesis es una obra inédita. Es cierto
que nadie aceptaría como tesis un trabajo ya hecho en
otro contexto e incluso publicado. Sin embargo, la
mayoría de las instituciones académicas verán con buenos
ojos que sus alumnos publiquen artículos y hasta libros
con los avances de sus trabajos de tesis. Sólo hace
falta tomar el recaudo de explicitar esta característica
en cada publicación. Se trata de una simple nota a pie
de página que diga: “Este trabajo forma parte de los
avances de la tesis que el autor desarrolla en el marco
de...”.
Mito 5. Una tesis es un libro. La mayoría de los
cursos de posgrado y casi el 100% de los jurados o
bancas examinadoras preferirán que la tesis sea un
artículo.
Mito 6. Para hacer una tesis primero hay que contar
con un tutor importante. Sin duda, tener un buen
tutor ayuda, pero no es indispensable. La mayoría de los
alumnos se ven forzados a construir sus tesis solos.
Tienen tutores fantasmas que jamás se reúnen con ellos
ni leen sus avances. Los cursos exigen al alumno que
cuente con un director, orientador o tutor como un
requisito y es coherente que así lo hagan. Pero esto no
debe ser un impedimento. Si para usted lo es, entonces
no se angustie. Simplemente, olvídelo, haga su tesis
como una “producción independiente” y una vez que haya
logrado avanzar no faltarán figurones que quieran
adjudicarse la paternidad.
Mito 7. Una tesis debe ser una investigación empírica
y experimental. No es así, una tesis puede ser
predominantemente teórica. Centrada en el relevamiento y
sistematización de la literatura existente en torno a un
determinado tema y problema. También puede ser empírica,
sin seguir un diseño experimental ni cuasi experimental.
Mito 8. Una tesis debe probar una hipótesis
importante. En realidad, sería esperable que al
menos enunciara una hipótesis. Hemos dicho que tesis
significa posición; por lo tanto, lo más conveniente
sería tener una. Sin embargo, en muchos casos son
aceptados proyectos de tesis centrados en diseños
exploratorios que abordan un tema sobre cuya
caracterización no se ha avanzado mucho. En este caso se
espera que el tesista al menos concluya el trabajo
formulando hipótesis que puedan servir de guía y
orientación para futuras investigaciones. Pero no es
requisito que la tesis consiga probar dicha hipótesis.
Mito 9. Hacer una tesis involucra saber todo con
respecto al tema abordado. Esto con frecuencia es lo
que se espera de una tesis doctoral, aunque también en
este caso es más importante el rigor que la completitud.
Pero de una tesis de maestría o de una tesina de
graduación sólo se espera que demuestre la aptitud del
alumno para organizar y ejecutar un trabajo científico.
En general, para implementar una investigación, aunque
en algunos casos se aceptan también proyectos de
desarrollo.
Mito 10. Una tesis es un trabajo en el que se
demuestra todo lo que se aprendió en el curso. No,
claro que no. ¡Eso sería un bodoque! Los trabajos que
intentan hacer un compendio generalmente no son
sistemáticos, carecen de estructura lógica, son pesados
a la hora de leerlos e incluso suelen cometer errores
conceptuales. He tenido que enfrentar algunos trabajos
de este tipo cuyos autores, queriendo hacer
“patoviquismo intelectual”, en general terminan
“mostrando la hilacha” (casi siempre terminan plagiando
a otros autores más sensatos).
Una tesis tampoco es un informe de gestión. Por mejor
redactado que pueda estar un trabajo de este tipo, en
general no buscan responder a un problema de
investigación y además está cargado de tecnicismos o del
jergón de la propia organización.
Referencias
1 Federico Tobar es autor del Libro “Cómo sobrevivir a
una tesis en salud”. Buenos Aires, 2007. Ediciones
Isalud.
2 ROMANO YALOUR, Margot y TOBAR, Federico. “La
investigación dentro de las maestrías en Salud Pública
en la República Argentina”. Publicado en: BORREL, Rosa
María. La formación de posgrado en salud pública: nuevos
desafíos, nuevos caminos. Buenos Aires, Organización
Panamericana de la Salud, 2004, páginas 207-26.
3 Ver: NOVICK, Marta, SONNINO, Simonetta y BIANCHI,
Elisa. “La investigación en salud en Argentina”. En:
OPS. La investigación en salud en América Latina.
Publicación Científica N° 543, Washington DC, 1992,
página 32.
4 Para un excelente análisis de estas afirmaciones ver
PANTELIDES, Edith Alejandra. “De cómo garantizar el
fracaso (o cómo lograr que nadie escriba la tesis)”.
Boletín del Consejo de Profesionales en Sociología,
abril de 1999.
5 SCHUMPETER, Joseph. Capitalismo. Socialismo y
Democracia. México, Aguilar, 1963.
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