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Columna


Contra viento y marea: el desafío de hacer una maestría en salud
Por Federico Tobar (1)
   

Cuando un alumno de posgrado se enfrenta con el desafío de redactar su tesis experimenta una gran confusión. En la actualidad, la mayoría de las carreras universitarias dedican una reducida parte de sus currículos a formar a sus alumnos en metodología de la investigación. Como la formación de posgrado stricto senso (maestrías y doctorados) requiere que el alumno elabore monografías, disertaciones y tesis, la falta de conocimientos metodológicos se torna angustiante. El problema se incrementa cuando el posgraduando verifica que bajo el título de “Metodología de la Investigación” se formulan una serie muy amplia de cuestiones que incluyen elementos de epistemología, estadística, lógica, matemáticas, linguística, a las que se agregan un conjunto de técnicas e instrumentos cualitativos elaborados por las ciencias sociales.
Especialmente en América latina, donde la edad promedio de los posgraduandos es notablemente superior a la de otros países con mayor tradición en este tipo de oferta académica, los alumnos de posgrado son profesionales formados. Por lo general no son frágiles, son árboles maduros que quieren consolidarse en el terreno. Algunos buscan esa consolidación a través de su copa elevándose para captar más luz solar. Otros, por el contrario, buscan ese crecimiento hacia abajo, profundizando sobre el terreno, echando raíces. Los primeros buscan la calificación, los segundos la especialización. Tienen muchas cosas en común, entre ellas los requisitos académicos que deberán cumplir, pero tienen rasgos muy diferentes que derivan de su actitud ante el conocimiento. Esta actitud diferencial se revela más que nunca a la hora de formular una investigación, porque investigar es justamente producir conocimiento.
En el 2001, junto a Margor Romano Yalour hicimos una investigación para la Organización Panamericana de la Salud sobre las tesis de maestría en Salud Pública en la Argentina, lo que nos forzó a recopilar y leer ciento cuarenta y cuatro trabajos de investigación (2) . Verificamos que cada año alrededor de 500 profesionales ingresaban a alguna de las 23 maestrías en Salud Pública acreditadas en el país, pero de ellos sólo unos 25 llegaban a presentar su tesis final para obtener el título de Magister correspondiente. Esa tasa de supervivencia resultaba muy inferior a la de otros países.
Nuestra primera interpretación fue que las tesis de maestría se parecen a flores. Necesitan ciertas condiciones ambientales para brotar. De hecho, con frecuencia se supone (o al menos se insinúa) que las mejores carreras y facultades son las que generan las mayores investigaciones. Hemos visto estudios de otros países en los que se demuestra que a mayor cantidad de docentes doctorados, mayor calidad y productividad en las tesis de maestría. De la misma manera, cuando aumenta la dedicación del cuerpo docente también lo hace la productividad de las tesis. Un tercer rasgo distintivo de aquellos “jardines académicos” serían las oportunidades con que el alumno cuenta para publicar, de forma total o parcial, su trabajo.
Sin embargo, entre los cursos relevados no conseguimos caracterizar tales jardines académicos. Por el contrario, en los cursos de posgrado en salud en la Argentina los doctores e investigadores de carrera brillan por su ausencia. Las carreras no suelen desarrollar líneas propias de investigación en las que un alumno pueda enrolarse con facilidad, e incluso más de la mitad de los docentes nunca ha hecho una tesis de posgrado.
Otro dato sorprendente y hasta contradictorio con los anteriores es que la productividad de los científicos argentinos dedicados a Salud Pública no es baja cuando se la compara con parámetros internacionales. E incluso, que los investigadores argentinos publican más en el extranjero que en su propio país (3). En síntesis, no se podría atribuir la baja productividad de tesis al escaso desarrollo de este campo de conocimiento en la Argentina.
Por otro lado, la proporción de profesionales que se inscriben en maestrías y posgrados es alta y se mantiene en crecimiento. Esto a pesar de la ausencia de incentivos económicos para ello, como becas o incluso el reconocimiento del título en la carrera profesional. En contraposición, en Brasil existe la Carrera de Ciencia y Tecnología en el empleo público, por la cual un profesional universitario que ha concluido un curso de especialización tiene derecho a un incremento automático de 25% sobre su sueldo base, quien concluyó una maestría a un 50%, y quien concluyó un doctorado un 75%.
Los profesionales argentinos registran una motivación especial. Insisten en continuar y profundizar su formación académica contra viento y marea. Y no sólo no son estimulados con becas y subsidios sino que pagan aranceles y mensualidades de los cursos de su propio bolsillo. No sólo no son licenciados en sus trabajos para cursar sino que lo hacen robándole tiempo al descanso y la familia.
E pour se muove, como afirmaba Galileo. Los profesionales argentinos se obstinan en apostar a sus carreras como quien espera que la suerte cambie y le toque una mano con buenas cartas. En el peor momento económico y social de nuestro país no mermó de forma significativa la inscripción en los posgrados. Como aquella rosa de Hiroshima, la posgraduación crecía en medio de la hecatombe.
Tal vez el móvil de esta inversión, de esta insistencia, sea un sueño. Persona viene de personnare, “para soñar”. El sueño de construir el primer mundo en este fin del mundo. De construir el futuro sin permiso, como cantaba Silvio Rodríguez. Y de hacerlo “por prepotencia de laburo”, como afirmaba Roberto Arlt en la presentación de Los Lanzallamas: “Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un ‘cross‘ a la mandíbula”.
La tesis constituye la coronación de ese esfuerzo, de esa aventura. Unos pocos posgraduados insisten en concretarla superando presupuestos escasos, asesoramiento incompleto, normas ambiguas y ejemplos desalentadores.
Así, llegamos a una segunda metáfora algo más mecánica y menos biológica: una tesis es una construcción. En ella influyen el contexto, el dominio de conceptos, teorías, técnicas y herramientas por parte de su autor, y la dedicación y orientación de sus docentes.

¿QUE SE ESPERA DE UNA TESIS DE MAESTRIA?
Tanto en este escrito como en la práctica cotidiana utilizamos el término tesis para referirnos al trabajo final de una maestría. Sin embargo, lo que se exige que los alumnos desarrollen para demostrar su competencia no es una tesis sino una monografía o disertación. Esta distinción proviene de un uso muy específico del vocablo tesis, reservado para referirse al último requisito (trabajo final) para la aprobación de un curso de doctorado o PhD (Philosofical Doctor). En contraposición, el requisito final para la finalización de una maestría debería ser un estudio en el cual se aplique el método científico, pero sin necesidad de que constituya un aporte significativo al conocimiento. La tesis de maestría está destinada a demostrar que el estudiante es capaz de aplicar lo que ha aprendido. En general, debería responder a alguna pregunta de investigación (problema) sencilla y acotada (4).
De un doctor se espera que domine ampliamente el tema sobre el cual ha centrado sus estudios. De un master se espera que demuestre habilidad para encarar una investigación, para sistematizar y procesar información, para encontrar y consultar bibliografía y para poder extraer conclusiones relevantes.
No es requisito de una tesis de maestría el presentar un nuevo enfoque teórico, el constituir un paradigma o el formular la última palabra sobre un tema específico. En otros términos, el master tiene que poder estudiar un tema, pero no necesita llevar dicho estudio hasta la frontera del conocimiento.
La investigación que dé origen a una tesis de maestría puede admitir diversos abordajes metodológicos (cualitativo, cuantitativo, o ambos) y valerse de cualquier tipo de fuentes de información (primarias o secundarias).
Por último, hay controversias con respecto a la extensión adecuada para una tesis de maestría. En contraposición a lo que suele observarse en el ámbito de las ciencias exactas, parece que los científicos sociales nos hemos convencido de que un argumento de peso debe ser un argumento pesado. Los trabajos, artículos, papers e informes de estas disciplinas han tendido a crecer en grosor (probablemente más que en calidad). Sin embargo, muchas universidades de los países desarrollados y algunas en América latina han comenzado a acotar los requisitos para las tesis de maestría. Entre los nuevos límites incorporados se destaca el de la extensión. Mientras en la región todavía algunos cursos establecen en sus reglamentos de tesis límites de mínima o pisos, en los países con sistemas consolidados de formación de posgrado se tiende a establecer límites de cantidad máxima de páginas. Aunque la excesiva extensión del texto de una tesis difícilmente se convierta en un motivo de rechazo, en general se considera que una tesis de maestría no debe superar las setenta páginas (tamaño A4, interlineado simple y ochenta espacios por línea), mientras que una de doctorado no debe extenderse más allá de las trescientas carillas con las mismas características.


DIEZ MITOS SOBRE LAS TESIS
Mito 1. Una tesis es una obra maestra. Esta imagen es abrumadora. Digamos más bien que la tesis es como el carné de conductor que nos habilita para transitar en un vehículo por la calle. Tal vez algún día nos transformemos en campeones de carreras, pero por ahora sólo precisamos demostrar que sabemos conducir. En este caso no un auto, sino un proyecto de investigación.
Mito 2. Una tesis debe ser una obra innovadora. Innovar significa hacer de forma nueva; hacer algo original implica dar origen a algo. El aporte original de una tesis de maestría puede residir en las formas de presentar y sistematizar un tema, de aplicar algún dispositivo explicativo ya conocido a un ámbito específico, de sintetizar de forma concisa y rigurosa el estado del arte en la temática abordada. Se puede innovar en el método, en el planteo, en la presentación de un tema sin hacerlo necesariamente en los resultados.
Joseph Schumpeter distinguía tres momentos del cambio (5): la invención, la innovación y la difusión. La primera se genera desde la investigación básica; generalmente es la actividad menos productiva y la más frustrante para un investigador novel, ya que hacen falta mil intentos para llegar a un invento. La innovación se vincula con la investigación aplicada y el desarrollo, busca resolver problemas, facilitar las cosas en base a lo que ya está inventado –generalmente por otros–. La difusión es la fase más gratificante, puesto que es el momento en que el cambio comienza a consolidarse, en que el conocimiento provoca un verdadero impacto.
Para ser original inventando, hace falta dedicación y talento, pero además es necesario tener un poco de suerte. Ser innovador es algo más fácil; requiere dedicación, animarse a rever lo que a primera vista es obvio, y demanda algo de pasión. Ser un divulgador de descubrimientos ajenos es una tarea modesta pero involucra su mérito. Quien consigue divulgar una idea facilita el camino a los demás y por lo tanto multiplica la búsqueda.
Con frecuencia los alumnos de cursos de maestría manifiestan sentirse obligados a desarrollar verdaderos paradigmas respecto del tema de su estudio. A veces emprenden la redacción de compendios larguísimos y muy completos sin que por ello constituyan una verdadera tesis –es decir, una toma de posición sobre un tema planteada con rigor metodológico–.
Mito 3. Una tesis es un trabajo individual. Las mejores tesis, y en general las que registran mayores repercusiones, son aquellas que surgen en el seno de un programa de investigación amplio al cual se vinculan muchos investigadores.
Es requisito que el tesista circunscriba su trabajo a una pregunta y logre desarrollar un abordaje sistemático para responderla. Pero nada impide que haga ese recorrido junto a otros investigadores, profesores o colegas.
Incluso, dos o más tesistas podrían abordar el mismo tema de investigación delimitando problemas diferentes. Eso les facilitaría el diálogo, permitiéndoles compartir lecturas e incluso datos.
Mito 4. Una tesis es una obra inédita. Es cierto que nadie aceptaría como tesis un trabajo ya hecho en otro contexto e incluso publicado. Sin embargo, la mayoría de las instituciones académicas verán con buenos ojos que sus alumnos publiquen artículos y hasta libros con los avances de sus trabajos de tesis. Sólo hace falta tomar el recaudo de explicitar esta característica en cada publicación. Se trata de una simple nota a pie de página que diga: “Este trabajo forma parte de los avances de la tesis que el autor desarrolla en el marco de...”.
Mito 5. Una tesis es un libro. La mayoría de los cursos de posgrado y casi el 100% de los jurados o bancas examinadoras preferirán que la tesis sea un artículo.
Mito 6. Para hacer una tesis primero hay que contar con un tutor importante. Sin duda, tener un buen tutor ayuda, pero no es indispensable. La mayoría de los alumnos se ven forzados a construir sus tesis solos. Tienen tutores fantasmas que jamás se reúnen con ellos ni leen sus avances. Los cursos exigen al alumno que cuente con un director, orientador o tutor como un requisito y es coherente que así lo hagan. Pero esto no debe ser un impedimento. Si para usted lo es, entonces no se angustie. Simplemente, olvídelo, haga su tesis como una “producción independiente” y una vez que haya logrado avanzar no faltarán figurones que quieran adjudicarse la paternidad.
Mito 7. Una tesis debe ser una investigación empírica y experimental. No es así, una tesis puede ser predominantemente teórica. Centrada en el relevamiento y sistematización de la literatura existente en torno a un determinado tema y problema. También puede ser empírica, sin seguir un diseño experimental ni cuasi experimental.
Mito 8. Una tesis debe probar una hipótesis importante. En realidad, sería esperable que al menos enunciara una hipótesis. Hemos dicho que tesis significa posición; por lo tanto, lo más conveniente sería tener una. Sin embargo, en muchos casos son aceptados proyectos de tesis centrados en diseños exploratorios que abordan un tema sobre cuya caracterización no se ha avanzado mucho. En este caso se espera que el tesista al menos concluya el trabajo formulando hipótesis que puedan servir de guía y orientación para futuras investigaciones. Pero no es requisito que la tesis consiga probar dicha hipótesis.
Mito 9. Hacer una tesis involucra saber todo con respecto al tema abordado. Esto con frecuencia es lo que se espera de una tesis doctoral, aunque también en este caso es más importante el rigor que la completitud. Pero de una tesis de maestría o de una tesina de graduación sólo se espera que demuestre la aptitud del alumno para organizar y ejecutar un trabajo científico. En general, para implementar una investigación, aunque en algunos casos se aceptan también proyectos de desarrollo.
Mito 10. Una tesis es un trabajo en el que se demuestra todo lo que se aprendió en el curso. No, claro que no. ¡Eso sería un bodoque! Los trabajos que intentan hacer un compendio generalmente no son sistemáticos, carecen de estructura lógica, son pesados a la hora de leerlos e incluso suelen cometer errores conceptuales. He tenido que enfrentar algunos trabajos de este tipo cuyos autores, queriendo hacer “patoviquismo intelectual”, en general terminan “mostrando la hilacha” (casi siempre terminan plagiando a otros autores más sensatos).
Una tesis tampoco es un informe de gestión. Por mejor redactado que pueda estar un trabajo de este tipo, en general no buscan responder a un problema de investigación y además está cargado de tecnicismos o del jergón de la propia organización.

Referencias

1 Federico Tobar es autor del Libro “Cómo sobrevivir a una tesis en salud”. Buenos Aires, 2007. Ediciones Isalud.
2 ROMANO YALOUR, Margot y TOBAR, Federico. “La investigación dentro de las maestrías en Salud Pública en la República Argentina”. Publicado en: BORREL, Rosa María. La formación de posgrado en salud pública: nuevos desafíos, nuevos caminos. Buenos Aires, Organización Panamericana de la Salud, 2004, páginas 207-26.
3 Ver: NOVICK, Marta, SONNINO, Simonetta y BIANCHI, Elisa. “La investigación en salud en Argentina”. En: OPS. La investigación en salud en América Latina. Publicación Científica N° 543, Washington DC, 1992, página 32.
4 Para un excelente análisis de estas afirmaciones ver PANTELIDES, Edith Alejandra. “De cómo garantizar el fracaso (o cómo lograr que nadie escriba la tesis)”. Boletín del Consejo de Profesionales en Sociología, abril de 1999.
5 SCHUMPETER, Joseph. Capitalismo. Socialismo y Democracia. México, Aguilar, 1963.

 

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