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La globalización y su economía de
mercado podrían compararse con un
Tiranosaurius Rex en un bosque de
ositos Panda. Las recetas del Fondo
Monetario Internacional, así como
las del Banco Mundial y otros
referentes de la economía mundial
han dejado en evidencia que no sólo
no son útiles, que no pueden
aplicarse de manera generalizada y
antojadiza, sino que su consecuencia
operativa más importante es la “exclusión”
que cunde entre la raza humana.
La Organización Mundial de la Salud
dice que el 40% de la población
mundial no tiene acceso alguno a la
salud pública. Los indicadores
tomados individualmente indican algo
mucho peor, esto es que más del 67%
de la población humana está en
situación de abandono, indefensión y
librada a su suerte. Esto indica que
las recetas económicas que favorecen
a los inversores del Grupo de los 8
y a todos los mecanismos de
equilibrio financiero creados en la
posguerra conducen al mundo todo
hacia un holocausto de consecuencias
imprevisibles aunque imaginables.
El fenómeno de la migración masiva
(huyendo de la pobreza extrema)
desde las ex-colonias africanas, de
Oceanía, e incluso de América latina
hacia Europa son una clara muestra
de que algo está mal, cada vez peor.
El Muro de Berlín en su nueva
versión fronteriza con México, o el
levantado en Israel para no ver a
los Palestinos, deja en claro que la
metodología de las “murallas” para
negar la realidad que queda del lado
de los pobres y marginados, no es
otra cosa que una clara expresión de
la necedad política. No es difícil
suponer que todos estos mecanismos
que en realidad buscan recrear a los
“campos de concentración” fracasarán
más tarde o más temprano
sencillamente porque cuando las
necesidades de la gente invaden su
dignidad, las personas ya no tienen
nada que perder y de allí al “efecto
dominó” de la revolución francesa es
apenas un chasquido.
Sin embargo, el poder político en
cualquiera de sus formas, no
aprende. Sean reyes, primeros
ministros, demócratas, republicanos,
jeques, príncipes, emires,
gobernadores, intendentes,
secretarios generales de sindicatos
o cualquier otra forma de
encaramarse por arriba del conjunto,
la nube que envuelve las mentes y
nubla los ojos es una enfermedad que
ataca al ámbito político
impidiéndole hacerse cargo de la
realidad, donde esta clase creerá
que la “labia” oculta el paisaje que
otros ven con claridad, porque lo
sufren día a día. Nuestro país es un
excelente ejemplo de contradicción y
paradoja donde los mortales deben
transitar una “verdad” totalmente
distinta a la que se propone desde
los discursos de los devenidos en
Dioses que residen en el Olimpo.
Tal como hemos descripto en notas
anteriores el mundo de la economía
de mercado, globalizado, sometido al
calentamiento y a la pérdida del
ozono, pretende que todos nosotros
no seamos otra cosa que números de
las estadísticas. Esto se traduce en
el número de personas que tienen
teléfono celular, vivienda propia,
cocina, lavarropas, laptop, de la
misma manera que también existen
otros modelos para inventariar a los
que padecen diabetes mellitus,
artritis, fibrosis quística,
esclerosis múltiple, miastenia
gravis, hipertensión arterial, o
algún tipo de tumor.
A pesar de dichos indicadores… que
facilitan las justificaciones, en
bambalinas todo permanece igual, es
decir peor, porque cada decisión que
no se toma, cada necesidad que no se
cubre, cada demanda que no se
respeta, cada preocupación que no se
conduce hacia una “ocupación” por
resolver el fondo de la cuestión
planteada, lleva indefectiblemente a
que la realidad se agrave haciéndose
cada vez más compleja, intrincada, y
tal como es nuestro estilo, “patear
el problema para adelante” o
“cambiar el problema de lugar” o
bien “cambiar el nombre del
programa” que no es otra cosa que
fabricar una mentira para disimular
la circunstancia.
Los argentinos sabemos en carne
propia que lo descripto es bien
nuestro, aunque no muy distinto a lo
que sucede en Estados Unidos,
Francia, Gran Bretaña, Alemania,
Italia, España, Suecia, Finlandia,
Rusia, Venezuela, Colombia, Perú,
Bolivia, o cualquier país que Usted
quiera incluir en la lista. La
única fábrica que produce de manera
ininterrumpida en el mundo por estas
horas es la de la “exclusión”.
Bien, así como hemos transitado doce
números de la Revista Médicos
analizando la situación actual que
propone el modelo de salud americano
a los 300 millones de
norteamericanos, enseñándonos todo
aquello que “no debe hacerse” so
pena de verse sometido a
consecuencias peores que se reflejan
en la destrucción sistemática de la
salud pública (único modelo válido),
pasaremos ahora a analizar en
profundidad el estado de situación
de todo el modelo europeo en su
conjunto y de manera individual,
país por país.

A diferencia de lo recorrido hasta
aquí, este camino nos llevará a
abordar el sentimiento íntimo de los
“usuarios” respecto de las
coberturas que reciben.
¿Cómo se ve Europa hoy?, ¿En
números?... comparados:
Es interesante ver cómo en los
Estados Unidos de Norteamérica el
porcentual de participación del
gasto de salud en el PBI es el más
alto (13,6), significativamente más
que en el Japón (7,4) que da
cobertura al 100% a toda su
población al igual que Suecia (8,5)
o hasta el propio Reino Unido (6,7).
Si bien todos los modelos tienen
deficiencias y son perfeccionables,
las distancias entre los mecanismos
de gestión y administración de los
recursos crean abismos insondables.
Curiosamente, si bien todas las
comparaciones son odiosas y no
siempre están encaminadas a reflejar
las realidades intrínsecas, cabría
preguntarse por qué Japón puede
brindar a toda su población algo que
los norteamericanos no pueden cuando
estamos hablando de volúmenes
semejantes. ¿Será porque las
personas que viven en un lado
merecen una consideración distinta
de las que viven en el otro?
He asumido el cuadro precitado
porque enseña una realidad que se
modifica a partir de la invasión de
las tecnologías biomédicas
consecuentes al PROYECTO GENOMA
HUMANO, lo cual es importante en el
análisis.
Obsérvese
cómo el gasto per cápita en los
Estados Unidos de Norteamérica es un
129% mayor al de Japón, o un 186%
superior al del Reino Unido. Los
beneficios de cobertura social entre
estos dos últimos contienen notables
diferencias pero en ambos casos la
calidad de las coberturas son
notablemente superiores a la vigente
en el primero de los mencionados.
Ningún país de la Unión Europea
puede presumir de tener controlado
el gasto en medicamentos, mucho
menos en salud. Los incrementos
anuales superan con creces los
registrados nominalmente por la
economía en su conjunto o por los
propios presupuestos sanitarios.
Medicamentos genéricos, precios de
referencia, listas negativas,
reducción de márgenes y de precios
han repercutido “negativamente”
sobre todo el sector. Detalle no
menor...
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