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El aseguramiento de
los trabajadores se funda en la necesidad de convertir
la incertidumbre de las contingencias sociales (vejez,
salud, trabajo, etc.), a las que todos estamos expuestos
en un riesgo previsible de asumir.
El financiamiento se entendió posible desde los
“aportes” de los trabajadores y las “contribuciones” de
los empleadores.
Los sindicatos se organizaron en nuestro país por rama
de actividad y de acuerdo a ello comenzaron a brindar
-cada uno en función de sus posibilidades- diferentes
actividades que respondieron a necesidades de su
población beneficiaria, en especial las sanitarias. Han
transcurrido muchos años desde los inicios en nuestro
país del sistema de seguros sociales de salud.
Durante la década de los 90 se iniciaron las primeras
acciones de reforma, que incluyó a los denominados
seguros sociales de salud.
La base argumental que sostenía la necesidad de reformas
se centraba sobre la denominada “cautividad” (es decir:
los afiliados a una obra Social, no tenían la
posibilidad de “elegir” su aseguradora).
La cautividad no aseguraba una mejor prestación de
servicios: precisamente la ausencia de competencia entre
los seguros impedía una mejora en la calidad.
A ello se agregaban otra serie de argumentaciones como
el desvío discrecional de los recursos, no sólo
intrasistema, sino además alentado y promovido por
sucesivos gobiernos (valga decir por ejemplo.: fondos
especiales contemplados para “apoyo financiero”).
De todas formas la cautividad fue el argumento central
de las reformas en los seguros sociales de salud,
interpretándose que la misma generaba baja prestación de
servicios, mala calidad, mala asignación de los
recursos, etc. dado que imposibilitaba la mejora
institucional a través de la competencia es decir : “la
voz y el voto de los beneficiarios”… su posibilidad de
elegir.
El eje de la reforma se inició en el año 1993 a través
del decreto 9/93, y sucesivas normas que le dieron
sustento: La historia de la desregulación tiene tantos
capítulos como decretos del Poder Ejecutivo Nacional la
instrumentaron.
Como es de suponer el financiamiento de los seguros
sociales (atado a una proporción de aportes y
contribuciones) se encuentra vinculado al mercado de
trabajo.
En general y en la actualidad, todas las variables
mencionadas tienden a demostrar que en nuestro país la
eficiencia del sistema de los seguros sociales se
encuentra con grandes dificultades no sólo en sus formas
de financiamiento, sino a su vez en su capacidad de dar
respuesta equitativamente a las necesidades de la
población (a lo que su atomización contribuye).
Desde los primeros filósofos y economistas que debieron
posicionarse ideológicamente respecto de la naturaleza
del hombre y las relaciones de intercambio (aun antes de
la denominada “revolución industrial”), la concepción
básica y predominante fue que la libertad individual
constituía el “motor”, estimulante de la iniciativa
personal, de las innovaciones y del crecimiento y
desarrollo a través de la competitividad.
Sin duda que ante este nuevo escenario muchas OO.SS.
“han sabido hacer las cosas bien”, mientras otras
permanecieron en la “turbiedad”.
Plantear que ha habido excesos por parte de algunos y
hayan existido algunos comportamientos oportunistas y
que lo mismo habilita a desandar el camino recorrido, es
lo mismo que decir que los organismos de regulación y
control debieron cumplir un rol exigible, que no
cumplieron.
Esta “modalidad del péndulo” en nuestro país, con
avances y retrocesos, con características opuestas, no
nos permite logros sustentables. Parecería más lógico
que si ha habido cuestiones atendibles de ser
corregidas, regular y controlar adecuadamente para
sostener un camino que en muchos aspectos ofreció
mejores resultados a los beneficiarios, ha respetado su
derecho a elegir y ha obligado por lo mismo a los
agentes del seguro -para retenerlos- a brindar servicios
que antes no brindaban, a reconvertirse en su gestión y
a mejorar en general la calidad del sistema de seguridad
social.
Las sociedades se organizan en torno a valores que deben
sustentar un accionar político,… cuyo resultado debiera
ser el bienestar, que alcance a la mayoría.
Si bien la libertad individual no puede ejercerse a
costa del “bien común”, tampoco puede coartarse
limitando sus beneficios no sólo individuales sino
cuando permiten una mejora de las instituciones.
Es probable que muchos agentes del seguro se vieron
imposibilitados de prever los cambios. Otros aun
reconociéndolos no supieron, no pudieron o no quisieron,
adaptarse a los nuevos rumbos,…. tal vez enquistados en
posiciones de privilegio, no esperaron que los cambios
los alcanzaran.
Los mecanismos de competitividad (dada por la denominada
“opción de cambio”) han obligado a un permanente
esfuerzo por sostener una creciente mejora
organizacional, la que redunda en beneficio del conjunto
social.
Retroceder no significaría más que “igualar para abajo”
y eso no es lo que merece la sociedad.
Las OO.SS. son una gran cantidad de organizaciones,
diferentes y dispersas, que -aunque dicen responder a
una misma legislación y estar reguladas por la
Superintendencia de Servicios de Salud reproducen la
fragmentación del subsistema- el diferente tipo y
capacidad de respuesta frente a las necesidades de sus
beneficiarios, así como las ineficiencias derivadas de
la gestión, las convierte en muy distintas y con
profunda segmentación.
La fragmentación y la segmentación han sido señaladas
como las causas principales de la ineficiencia e
inequidad de todo el sistema de salud en la Argentina,
lo que además es evidente en el subsistema de Obras
Sociales.
La libre opción de cambio instalada en las OO.SS.
Nacionales, permitió que se pierda la cautividad y se
otorgó la posibilidad de elegir.
La incorporación de mecanismos de competencia entre
seguros múltiples, indudablemente generó “ganadores y
perdedores”.
A pesar de los resquemores de quienes no supieron ver a
tiempo la orientación que adoptaba el sistema y por lo
mismo no se adaptaron al cambio, vieron disminuir
progresivamente su cartera de beneficiarios.
Intentar establecer nuevamente “impedimentos”, al
traspaso de afiliados entre las Obras Sociales
Nacionales, constituye “un paso atrás”, no sólo porque
afecta la voluntad y la libertad de elección de los
afiliados, sino también porque la desregulación ha
obligado a la mejora de un sistema que -aun basado
teóricamente en la solidaridad- ha sido conocido desde
siempre por su ineficiencia.
Es más solidario ofrecer mejores resultados a la
población y la posibilidad de desarrollo y crecimiento
conjunto del sistema, que la solidaridad acotada que se
practicaba “puertas adentro”.
La cautividad en la que los afiliados se encontraban no
sólo afectaba su libertad de elección sino -y tanto o
más gravemente que aquello- la asistencia y las
prestaciones médicas que efectivamente recibían.
Esto es decir que, en este caso puntual, la orientación
normativa favoreció en especial al conjunto social, no
sólo en términos sanitarios, sino también en términos de
exigir una mejora en la gestión en los Seguros de Salud
Nacionales.
Es cierto que ha habido algunas irregularidades en los
traspasos, pero ello no resulta un argumento válido,
porque pueden ser controlados con otro tipo de medidas
que no constituyan un retroceso.
Por otra parte salvo aquellos casos conocidos de OO.SS.
vinculadas a prepagas (que constituiría la irregularidad
más notoria y que además son identificables), el resto
ha debido incorporar mecanismos innovadores que
mejoraron las prestaciones y la gestión.
La opción de cambio ha sido imprescindible para
eficientizar la administración, mejorar la gestión,
brindar efectivamente servicios asistenciales y de
calidad, reducir (o eliminar) los desvíos espurios y
“cuidar” a los afiliados.
Y muchas OO.SS. lo han logrado sin asociarse a ninguna
prepaga. Acaso, ¿No debería valorarse la diferencia?
De prosperar alguna iniciativa tendiente a eliminar la
opción de cambio ¿Qué incentivos habrá para hacer las
cosas bien y cada vez mejor?…
Incorporando trabas a la libre elección por parte de los
afiliados: las Obras Sociales que no brindan los
servicios ¿porqué deberán hacerlo?
Y las que han logrado una buena administración, cumplen
con sus obligaciones en tiempo y forma, brindan
servicios asistenciales y muchos otros servicios para
mejorar la calidad de vida de sus afiliados y de
aquellos que los elijan ¿Por qué deberán seguir
haciéndolo?
Si se pretendiera una verdadera solidaridad inter-gremial,
la asociatividad debería darse entre las mismas Obras
Sociales Nacionales Sindicales, sin intervención de los
prepagos (a los que debería regularse mediante una
adecuada legislación) y debieran funcionar como un
sistema marginal que provea servicios a quienes quieran
contratarlos (y no a quienes se ven forzados por tener
hoy malos servicios).
Pero esto obligaría a resignar posicionamientos
personales.
En este ámbito son muchos los intereses en juego y
llamemos a las cosas por su nombre: “está en juego la
atención de casi 14 millones de argentinos”.
La atención en la corrección de los “desvíos” deberá
generar nuevas normas en el escenario, mostrando así que
es posible mejorar la opción de cambio, sin dar marcha
atrás lo que sería en este caso un grave retroceso.
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