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El
legendario poeta inglés Percy Shelley, decía, allá por
la primera mitad del siglo XIX, que “el futuro se
construye en el presente como la planta en la semilla”.
En estos tiempos que corren, si pretendemos transformar
los escenarios del mañana, debemos seleccionar y sembrar
ya las semillas para un verdadero cambio. Y una de estas
semillas debe ser el Sistema Federal Integrado de Salud,
como resultante de un esfuerzo mancomunado entre
distintos sectores, comprometidos en la construcción de
una Argentina solidaria.
La preocupación de las autoridades por la salud de los
habitantes viene de larga data; ya en 1760 a.C. el
Código de Hammurabi establecía “los honorarios de los
médicos”. Y en la avanzada República de Venecia, a
pedido de las asociaciones gremiales o corporaciones, el
Estado era el responsable de la salud. En 1335, la
propia república veneciana financiaba los cursos de
capacitación de sus médicos.
Los tiempos que corren nos obligan a replantear las
nociones con las que nos veníamos manejando. Queda claro
que el Estado debe garantizar la salud de la población.
Pasados los sucesivos cambios políticos, económicos,
culturales y sanitarios que tuvo el mundo desde el
período de esplendor veneciano, hoy más que nunca el
sector público debe tener la capacidad de readaptarse a
los tiempos que corren.
Necesitamos, por lo tanto, diseñar una planificación
estratégica situacional, que, entre otros puntos,
elabore un mapa sanitario. Este mapa debe contener
información sobre:
• infraestructura adecuada.
• recursos profesionales
• parque tecnológico
• perfil epidemiológico
• porcentajes de población enferma, vulnerable o en
riesgo.
• factores condicionantes, predisponentes y
determinantes de enfermedades.
En la escala de valores que tiene que servirnos como
guía en este proceso de transformación del país, la
dignidad y la soberanía son dos palabras clave.
Dignidad, porque de lo que se trata es de devolvérselas
a las personas que sufren, en distintos puntos del país,
consecuencia de las lógicas perversas que infectan el
campo de la salud. Y soberanía, palabra algunas veces
usada para propósitos contrarios a la vida humana, y que
hoy debemos rescatar para un mejor objetivo.
Quiero recordar ahora una frase de uno de los pioneros
de la ecología, Jacob Von Uexküll, retomado por el
pensador italiano Giorgio Agamben, que decía. “No existe
un bosque”, en cuanto ambiente objetivamente
determinado. “Existe un bosque para la guardia forestal;
un bosque para el cazador; un bosque para el botánico;
un bosque para el caminante; un bosque para el amigo de
la naturaleza; un bosque para el leñador; y un bosque de
fábula en el que se pierde Caperucita Roja”.
Haciendo el paralelismo, no existe “un” sistema
sanitario, para todos. Existe un sistema sanitario para
la persona que trata de sobrevivir a un infarto en la
sala de terapia intensiva de un hospital; uno para la
madre que está pariendo a su bebé, en medio de dolores y
contracciones; uno para los padres que esperan si su
hijo se recuperará del accidente automovilístico que
sufrió; uno para el médico que debe atender un paciente
atrás de otro; Y la lista sigue…
Pero todo esto que estamos diciendo tiene como una
dimensión envolvente al fenómeno de la pobreza. Pobreza
que no es algo “natural”, sino consecuencia de
determinadas acciones y omisiones de la configuración
social, económica, política y cultural que es hegemónica
en un territorio.
El epidemiólogo británico Michel Malmot, especialista de
la Organización Mundial de la Salud asegura que “más del
20 por ciento de la población de la Argentina vive con
dos dólares por día y se pregunta ¿Cómo es eso posible
en un país del que en la escuela me enseñaron que es
maravillosamente rico?”. Nosotros nos preguntamos lo
mismo.
Desde hace muchísimos años, existe en la Argentina un
fuerte desequilibrio entre el potencial económico del
país y su nivel biológico. También es evidente,
entonces, que las distintas gestiones políticas tienen
una responsabilidad enorme en esa disparidad. Y es tarea
de quienes se encuentren a cargo del país revertir esa
asimetría que se paga con vidas humanas. Recordemos que
un 28% de los chicos bonaerenses menores de 2 años están
mal nutridos. Otro dato esclarecedor: el 60% de las
muertes de recién nacidos en la Argentina obedecen a
problemas de infraestructura y de resolución médica.
Para contrarrestar estos efectos, debemos lograr que se
realicen mediciones y controles de los efectos de las
políticas públicas. Es de trascendencia saber qué
resultados arrojan los distintos planes que se ponen en
marcha, y poder cotejar así resultados con objetivos.
Reiteramos además la importancia de conocer, de manera
fidedigna, los datos epidemiológicos del país.
Pero el cuadro no está completo si no se realizan
análisis económicos, no para podar cruelmente partidas
en nombre del “mercado” como mágico corrector de
desigualdades, sino para conocer la dimensión y calidad
de los servicios de salud; las negociaciones económicas
entre los distintos actores del sistema, privados y
públicos; la utilización del dinero; y, por último y no
por eso menos importante, la asignación de los recursos.
Lo que importa entonces es poder medir el des- empeño de
los distintos actores, para diseñar las políticas más
coherentes y eficientes. Y, en particular, hay que poder
medir el desempeño del sector estatal porque en la nueva
configuración que proponemos, ejerce un rol fundamental.
Por supuesto, también hay que poder evaluar el desempeño
del sector privado.
Si asumimos que debemos comenzar a cuidar la vida desde
la niñez; o, mejor dicho, desde la gestación, la
pregunta que nos hacemos es: ¿Cuándo comenzamos entonces
a cuidar a la primera generación?
Para construir un futuro que no sea prolongación del
presente
...
falta un presente expresaba Stéphane Mallarmé,
haciendo referencia a que la expectativa de vida es cada
vez mas difícil e insegura.
¡Los
errores del pasado repercutieron en nuestro presente, y
de qué manera! Lo que tenemos que hacer, entonces, es
superar este presente/pasado para comenzar a construir
el futuro/presente. Hay que adoptar una visión que parta
de la realidad que nos presenta, para elaborar una
planificación estratégica.
El “que se vayan todos”, gritado en el 2001, expresó
claramente una ruptura entre sociedad y política. Ese
tajo, más allá de los progresos de los últimos años, no
está totalmente cerrado. La meta ahora debe ser
transformar la configuración social resultante de aquel
quiebre.
Podemos machacar sobre la desnutrición en el Chaco, o el
cáncer de útero en la región, pero el cambio se da
cuando se toma conciencia y se plasma, entonces, qué es
lo significativo y qué lo accesorio. Y ser consciente de
algo es más que reconocerlo como verdadero.
La decadencia argentina podría condensarse en esa
preclara expresión de Manuel Belgrano, que decía: “Me
hervía la sangre al observar tanto obstáculo, tantas
dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un
poco de interés por la patria”.
Por eso mismo hay que rescatar los valores de dignidad y
soberanía. Interés por la patria, o amor por la patria,
para ser más directos. Necesitamos un nuevo Sistema
Federal Integrado de Salud, soberano y digno, equitativo
y eficiente, innovador y duradero.
Ya se han derramado demasiadas promesas, planes pensados
únicamente desde el marketing y frases grandilocuentes.
Se trata ahora de poner en acción el verdadero
compromiso con el pueblo argentino y comenzar a
modificar pautas culturales, políticas públicas y
compromisos privados.
Creemos en la interacción fecunda entre los distintos
actores del campo de la salud, para generar una norma
que habilite a esta nueva configuración sanitaria que
necesita el país. Salir de la inercia del fracaso
constante es una tarea de todos. Como dijo el
intelectual francés Jean Marie Domenach: “Lo contrario
de la responsabilidad no es la irresponsabilidad, sino
el conformismo”. Seamos responsables, y salgamos de la
mediocridad que sólo potencia el sufrimiento.
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Ignacio Katz, Doctor en Medicina
(UBA), Autor de: “En búsqueda de
la Salud Perdida” (EDULP, 2006).
“Argentina Hospital, El rostro
oscuro de la salud” (Edhasa,
2004). “La Fórmula Sanitaria” (Eudeba,
2003). |
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