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Es importante y
relevante invertir en salud lo cual no significa que
“asignar recursos” a cualquier gasto en salud genere el
mismo valor. La inversión en salud vuelve como en
algunos modelos de crecimiento endógeno y teorías del
capital humano a ser puesto como variable clave. Ambas
teorías aparecen como decisivas para la convergencia
social, tanto entre individuos como entre regiones.
La inversión en salud es mucho más que incrementar el
gasto en cuidados de salud, se debería tender a
focalizar áreas desde donde plantear cambios en la
frontera de producción posible de las sociedades.
Para mantener en forma razonable crecimientos de los
recursos para salud en el futuro, es necesario un
esfuerzo que permita medir correctamente los resultados
de dicho gasto sobre su efectividad y eficiencia, ya sea
sobre el bienestar de las personas (discapacidades,
funcionales, dolor, angustia, incertidumbre, trato) como
desde la perspectiva de indicadores sintéticos que en la
mayoría de los países desarrollados ya parece haber
tocado un límite.
Se intenta medir y valorar la efectividad es decir la
ganancia de salud. El problema que se plantea es que en
el caso de los resultados, la efectividad se puede medir
de maneras diferentes según el programa que se deba
evaluar. Los programas tienden algunos a salvar vidas,
otros a alargar la esperanza y muchos a mejorar la
calidad. Se necesitó entonces una métrica, que funcione
como unidad de medida que incorpore dos variables:
cantidad y calidad de vida.
La cuantificación de los AVACs (años de vida ajustados
por calidad) ha significado un avance muy importante en
la literatura de la economía de salud, lo cual no
resulta un obstáculo para que existan importantes
controversias sobre la misma.
El premio Nobel de economía 2002 Daniel Kahneman se
refirió justamente a estos aspectos durante su
conferencia de cierre de las jornadas de la Asociación
Internacional de Economía de la salud (julio, 2005) El
Dr. Kahneman fue reconocido por integrar contenidos
desde la psicología y la economía, sentando las bases de
un nuevo campo de investigación. Los trabajos conciernen
a las decisiones bajo incertidumbre, y el logro
demostrar como las decisiones humanas están afectadas
por el efecto entorno y los individuos pueden tomar
muchas veces decisiones “no racionales” que tendrán
consecuencias a largo plazo, ya que dependen de
circunstancias actuales transitorias.
La evidencia disponible sobre el efecto entorno, permite
mostrar cómo las personas se comportan y toman
decisiones distintas dependiendo de la forma en la cual
se les presenta o suministra la información. Las
personas tienden a evaluar los resultados de las
alternativas que se les presentan, influenciadas por el
punto de referencia donde se ubican, que es
frecuentemente el punto de partida.
Estos trabajos han demostrado la necesidad de hacer más
restrictiva la definición del “homo economicus”
descripto por la teoría económica neoclásica, que supone
certidumbre, información perfecta, preferencias
estrictas y definidas y conocimiento ilimitado. Los
aportes tienden a incorporar elementos sustantivos a la
definición estrictamente lógica del paradigma de la
elección racional y la teoría de la utilidad esperada.
Las preferencias no son exógenas sino que pueden ser
endógenas y es necesario explorar el proceso de
formación de creencias.
La denominada “teoría prospectiva”, según la cual las
decisiones en situación de incertidumbre defieren de los
principios básicos de la teoría de la probabilidad es
una contribución clave de Kahneman. Por ejemplo, en esta
teoría se destaca que en el comportamiento humano es más
frecuente la aversión a la pérdida: un individuo
prefiere no perder 100 dólares antes que ganar 100
dólares.
Existen importantes limitaciones en este método de
intentar medir cuánto cuesta conseguir una mejora
unitaria de la salud (ganar un AVAC). En primer lugar
una enorme variación de costos por AVAC ganado con
distintas intervenciones recomendadas por ejemplo la
ratio de costo de programas contra la obesidad versus
tabaco es de de 107 a 1.
Las comparaciones no pueden ser consideradas ciegamente
en las decisiones sino que constituyen una guía de
orientación para mejorar las decisiones, además la
disposición social a pagar por ganar salud depende de
quienes sean los beneficiarios y de cómo se distribuyan
los AVACs ganados.
El esquema de medición no tiene en cuenta la
incertidumbre de los resultados, cuantifica el costo
económico esperado o promedio pero también importa y
mucho el riesgo que implica. Aunque la medicina se base
en la evidencia, la misma es fragmentaria, incompleta e
incierta, no es una ciencia exacta. Hay incertidumbre
diagnóstica así como sobre la efectividad de muchos
tratamientos médicos a corto y largo plazo.
Además las tablas comparativas de AVAC ganados no dicen
nada sobre como se concentran las ganancias de salud,
quienes son los beneficiarios: por ejemplo da lo mismo
alargar 25 años la vida de una sola persona que alargar
un año la vida de cada una de las 25 personas que sufren
una enfermedad. Sin embargo para las sociedades no
resulta igual, les importa no sólo cuánta salud se gana
sino para quién se gana.
Este enfoque deja abierto un gran canal de debate
entorno a cómo fueron construidos los años de vida
ajustados por calidad. La academia (económica) ha
comenzado ya hace algunos años a discutir las bases
axiológicas de la teoría económica neoclásica y se
dirige hacia una mayor realidad y profundidad al
interpretar el comportamiento del hombre, seguramente
también esta importante medida (AVACs) que nos permite
tomar decisiones sanitarias con algún criterio, se verá
beneficiada por un enfoque más preciso y cercano a la
realidad.
El desafío de la economía de la salud es ajustar y
construir una unidad de medida utilizando el nuevo
instrumental económico que está surgiendo de la mano de
Kahneman y otros economistas que logran bajar la
economía del pizarrón a la realidad. Para replantear los
modelos, los supuestos del comportamiento del hombre son
claves y por allí se avanzará en el futuro.
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