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Las visiones antropológicas suelen
proporcionar reflexiones curiosas,
tanto como aquellas que brinda el
cultivo de la bioética como ciencia
aplicada a la condición humana y sus
variables.
Durante los años noventa, los
criterios economicistas y meramente
administrativos implantados en los
sistemas de salud, tanto públicos
como privados, destruyeron la
relación médico-paciente. Cuando la
SALUD como derecho humano esencial
se asume como un “hecho económico”
automáticamente se desmadran las
variables porque en dicho ámbito
nada responde a las normas de la
economía que se estudia en las
universidades.
La SALUD es un hecho social que
contiene variables económicas que
son posteriores a la propia
condición humana y consecuentes a
las existencias, a las personas
vivas. Por lo tanto, cuando a la
SALUD se la intenta someter a las
variables de índole económica
inmediatamente sucumbe el derecho
inalienable de sus actores, esto es
por un lado de los médicos (y sus
equipos) y por el otro de los
pacientes (y sus familias).
Las variables económicas, cuando se
superponen a la condición humana la
atropellan hasta aniquilarla,
sencillamente porque para que den
bien los números en los libros
ningún ajuste será suficiente ya que
se trata de un ejercicio plenamente
demandante con la condición
acumulativa y superlativa del
crecimiento permanente… y esto es lo
que ha sucedido con aquellos modelos
de gestión de salud pública que
tomaron como “bueno” el imperio de
los números. Como ejemplo dramático
alcanza con recorrer los resultados
del sistema americano donde todo se
analiza y/o aborda desde el volumen
de dólares gastados, aspecto que
creó y diseminó por el mundo el
denominado “criterio de exclusión”,
esto es que para que a la
administración le cierren los
números es necesario “expulsar” a
los pacientes…
Un médico sometido a “producir”
pacientes se torna en una víctima
propiciatoria de los números.
Un paciente que percibe que no es
debidamente escuchado, que no es
apropiadamente atendido, que debe
acudir a las 03.00am para poder
conseguir un simple turno para ser
atendido, se sume en un estado de
indefensión creciente que lo llevará
a “descreer”.
La dilación de una situación crítica
que no es resuelta dentro de los
límites que indica la lógica,
generará indefectiblemente un
volumen geométrico de gastos ocultos
que al superponerse contribuirán a
destruir los sistemas de salud sin
que nadie atine a hallar una
solución a un problema que estimula
per se la creación de miles de
aristas invisibles.
El nacimiento de internet y sus
nichos de información permitieron a
los millones de enfermos que no
estaban bien atendidos según sus
propias sensaciones, acceder a
información sobre sus enfermedades.
Existe una significativa distancia
entre “información” y
“conocimiento”, sin embargo cuando
el acceso al conocimiento no es
posible o se ve interferido por
pautas meramente administrativas, la
información guarda la condición de
invadir al conocimiento y hasta de
superarlo, no por contenidos aunque
sí por desesperación y/o simple
necesidad. Entonces el paciente
despojado de su médico, de su
interlocutor, de su otrora
“confesor”, asumió el camino de la
información como bueno y se
introdujo en un mundo muy complejo
donde si se carece de las
perspectivas que brinda el
conocimiento, se ingresa a un
universo donde las conclusiones
apresuradas suelen ser contrarias a
las esperadas… sin embargo, al no
haber puentes vinculantes entre las
necesidades y el conocimiento, se
establece definitivamente como
mecanismo, el que luego de un lapso
no demasiado prolongado se
transformará en método generando a
su vez procesos propios.
En tal contexto, donde los dos
elementos esenciales (médicos y sus
pacientes) fueron separados a favor
de los números en los libros
contables, la globalización de la
información a través de internet
influyó decisivamente hacia un
cambio en nuestras vidas, por ende
en los propios modelos de gestión.
Los pacientes, han asumido un nuevo
rol. En primer término al comprobar
que muchos de sus interlocutores de
salud, retaceaban la información o
bien la acomodaban a sus intereses
antes que a la atención fehaciente
de las necesidades del enfermo, se
dedicaron a “investigar” en internet
coleccionando un conocimiento que
los ha transformado en “unidades
inteligentes”. En segundo lugar, el
fenómeno anteriormente descrito, los
convocó a unirse para compartir
experiencias permitiéndoles darse
cuenta de la importancia que ello
conllevaba. En tercer término, los
ha habilitado a conformar algo
semejante a una fuerza de choque
ante los desatinos políticos de
limitar los presupuestos con
argumentos siempre injustificables.
Por ejemplo, el establecer que las
enfermedades denominadas raras
producen gastos catastróficos es una
calificación temeraria que surge de
las impericias en la gestión. No hay
gasto más catastrófico que aquel que
no se atiende en tiempo y forma… y
si fuera por ello, la SALUD PUBLICA
en la Argentina (por mencionar un
ejemplo) estaría ahogada en costos
catastróficos que no son
consecuencia de un medicamento caro
sino de todas las cosas que no se
hicieron cuando realmente eran
necesarias.
Librar a un paciente crónico, a un
enfermo afectado por una patología
“rara”, o a otro en cualquier
condición de deficiencia de su
salud, a su propia suerte es un acto
de exterminio inducido por la
impericia política. Justificar la
“no atención” en un hecho económico
(falta de presupuesto) es someter a
los actores, médicos y pacientes, a
males mayores donde los roles
alterados generarán un efecto dominó
de alcances desconocidos.
Al producirse el aislamiento, las
Sociedades de Pacientes (gente antes
suelta, que necesita de respuestas y
no las encuentra, por ende dicha
necesidad los convoca a unirse) van
ganando espacios y tienen hoy más
entidad que cualquier sociedad
científica, institución profesional,
funcionarios y oficinas de estados,
etc. Esto es, investigan sobre su
enfermedad antes que los médicos,
conocen sus medicaciones mejor que
los farmacéuticos, estudian su
evolución clínica mejor que nadie,
aportan una información valiosísima
que algunas instituciones
internacionales (con inteligencia
científica y solidaria) recogen por
toneladas/día, diseñan tratamientos
nuevos a través de ideas antes nunca
escuchadas, aportan una información
que hasta relativamente poco tiempo
atrás nadie quería atender.
Traducido, la razón del paciente se
ha transformado en el eje de la
medicina que sigue.
Las Sociedades de Pacientes conocen
mejor la legislación y sus
deficiencias muchísimo mejor que los
funcionarios técnicos o políticos.
Esos mismos pacientes, van
descubriendo los nichos del
conocimiento y los van llenando con
aportes genuinos que nacen en la
necesidad cierta de alcanzar el
estadio de la gracia de la salud.
Esta nueva visión de la medicina,
aporta incluso una novedosa gestión
legislativa ya que comienza a
descubrir que la condición
catastrófica pasa exclusivamente por
la negligencia en la no construcción
de políticas públicas eficientes.
El creciente número mundial de
diabéticos, de hipertensos, de
afectados por patologías autoinmunes
no bien conocidas y menos
estudiadas, impulsan nuevos
nucleamientos, agrupamientos de
pacientes en busca de un fin social
común, superar el estado de
indefensión actual. Los ejemplos son
muchísimos. Todos gratificantes.
Ahora son esos mismos pacientes los
que convocan al cuerpo médico a
participar de sus discusiones
íntimas y comparten criterios de
abordaje diferentes a los cursados
hasta aquí.
Como consecuencia de lo expuesto,
esa relación quebrada entre médicos
y pacientes durante los noventa,
está generando un nuevo vínculo, más
sólido, donde el conocimiento se
construye con la reflexión colectiva
impulsada por una necesidad genuina
que significa para el médico,
subirse a un método distintivo de
abordaje de la enfermedad y para el
paciente, el sabor dulce de saberse
correspondido efectivamente.
Los núcleos de investigación lo han
entendido para bien.
Sinergizar las partes está aportando
una salud que trasciende las
carencias políticas y termina con
aquello de las falacias de los
gastos catastróficos.
Indudablemente, ello promoverá una
revisión profunda de los
presupuestos en SALUD porque la
prioridad comienza y termina en las
personas. Los libros contables
apenas acumulan números que nutren
estadísticas que no curan a nadie.
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