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Y
sí, amigo lector. Ya se terminó el
año. Pero por suerte estamos en un
país previsible.
En noviembre los temas comunes de
conversación fueron los mismos de
siempre: lo cansados que estábamos a
esa altura del año, lo difícil que
ha sido el 2009 y naturalmente… lo
rápido que pasó.
En cambio en diciembre, último mes
del año, las preguntas recurrentes
son: ¿Cuándo te tomás vacaciones?,
¿Dónde te vas? y ¿Con quién pasas
las fiestas?
En fin, preguntas y situaciones
previsibles.
Diciembre y los primeros meses de
cada año, también han sido momentos
en que, en distintos años pasados,
hemos vivido circunstancias
complejas -o el preludio de ellas-.
La máxima: naturalmente diciembre de
2001.
Como comentamos, tampoco fue una
originalidad. De hecho en los 80 y
en los 90 era común que la gente
previera circunstancias difíciles
para esos meses. Devaluaciones,
aumentos en los servicios públicos,
nuevos planes económicos del
gobierno de turno, promesas de
estabilidad, en fin, nada
sorprendía. Parece un tema de
estacionalidad.
Ni hablar del caos económico del
señalado diciembre de 2001:
“corralito”, cheques rechazados, la
cadena de pagos destrozada,
violencia…en fin, tantas cosas que
nos marcaron…
Mirando hacia atrás usted pensará:
lo que no mata, fortalece... es
verdad, tiene razón amigo lector.
Pero mirando hacia delante ¿Qué nos
espera? Bueno, si uno mira “lo
macro”, podemos decir que el mundo,
o sea las sociedades, siempre
mejoran.
Hace 2000 años, miles de personas se
congregaban en el Coliseo de Roma
para ver como tigres y leones se
comían a la gente. Hace 600 años si
usted no creía que la tierra era de
determinada forma lo quemaban en la
hoguera. Hace tan solo 70 años, los
hombres transformamos localidades
como Dachau y Sachsenhausen, en
Alemania y Auschwitz, en Polonia
-entre otras- como sinónimos del
horror y referencia ineludible de
aquel pensamiento de Heinrich Heine:
“Donde se comienza quemando libros,
se termina quemando hombres”.
En la semana pasada, en ésta y en
las que vienen seguirán matando
gente en nuestro querido país como
símbolo de que somos “garantistas”.
Pero no seguirá siendo así para
siempre. Como vimos y sabemos, las
sociedades siempre evolucionan.
Sobre todo, con la fuerza que, en el
marco de la democracia,…votan.
De hecho hasta la más dormida de las
mentes termina despertando. Vaya
como ejemplo -y como nota de color
para distendernos un poco de estos
temas fuertes- el mensaje de una
señora en un programa radial de la
mañana en que estaba escribiendo
estas líneas: “Tenemos que hacer
algo porque los asesinos y
asaltantes son muy peligrosos
(sic)”. Sin palabras.
Y en materia de nuestro mercado de
la salud también debemos esperar
cambios favorables. Sí, sí, créame,
debemos esperar cambios favorables.
Paso a explicarle.
Una vez leí que en un Municipio de
Brasil los Consejales, para resolver
el problema de una fuente de agua
que había sido mal construida y
sufría pérdidas, habían votado una
norma que eliminaba la Ley de
Gravedad. ¿Le parece increíble? Nada
si lo comparamos con las políticas
de congelamiento de precios que
inventamos y reinventamos los
argentinos.
Para los que no tienen memoria –o
los que no habían nacido- les cuento
que en los 40, 50, 60 y 70s ya
habíamos tenido la genial
originalidad de congelar precios.
Usted iba a comprar azúcar y solo se
la vendían si compraba un mínimo
determinado de otras cosas.
Naturalmente era sólo para los
clientes y además era azúcar negra,
porque no se refinaba (fuimos sin
saberlo unos avanzados de los
alimentos naturales!).
El papel higiénico sólo se lo
encontraba en las denominadas
Unidades Básicas del partido. Se
hacían largas colas y se entregaban
mínimas cantidades por persona.
Aceite, lo mismo. Y así podría
aburrirlo con historias sobre los
resultados de los controles de
precios.
En la última parte de este año tocó
el turno en materia de salud.
El resultado de estas políticas
siempre es una puja intersectorial
donde todos y cada uno de los
actores, comienzan a mirar mal a
cada uno del resto.
Pero quédese tranquilo amigo lector,
esto no es sostenible. Y entonces,
crisis mediante o no –esto dependerá
de la inteligencia o no de las
autoridades- el sistema
evolucionará.
Piense positivamente un poco más
allá del presente. Igual como
hicimos a fines del 2001, cuando
todo parecía derrumbarse. Va a
encontrar que a pesar de todo, vamos
a evolucionar favorablemente.
En fin, como dijimos al comienzo,
somos un país previsible…pero por
suerte formamos parte de un mundo
que evoluciona casi me atrevería a
decir -con el temor de inquietar a
algunos políticos-…inexorablemente.
Felices Fiestas y lo mejor para el
¡2010!.
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