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Los medios instalan temas en la sociedad, ¿qué duda
cabe? En ese circuito permanente de noticias, algunas
nacen, se desarrollan y mueren, para luego resucitar y
continuar así un eterno ciclo periodístico. La propia
dinámica de este flujo hace que la información, que se
muestra durante un corto tiempo, fragmente la
posibilidad de comprender y solucionar los problemas. Y
un ejemplo de esta situación es el dengue, enfermedad
que el verano hace aparecer en los medios, al mismo
nivel que los precios en Mar del Plata, o el calor
húmedo de Buenos Aires. El propio tratamiento episódico
que se le da al dengue, y la fragmentación real del
campo sanitario argentino, nos muestra la urgencia por
crear un sistema integral que no se guíe por espasmos
mediáticos ni por caducas estructuras burocráticas.
Al inicio de este artículo citamos la expresión “corsi e
ricorsi”, que está tomada de la teoría del acontecer
histórico desarrollada por el filósofo italiano
Giambattista Vico. Decía este pensador que la historia
nunca avanza “en línea recta”, sin alteraciones, en un
movimiento de progreso permanente. Para Vico, la
historia se desenvuelve en forma de ciclos que repiten,
y que, por lo tanto, implican avances y retrocesos. En
esa expresión, “corsi” quiere decir evolución,
transcurrir de una situación a lo largo del tiempo, y
“recorsi” es el regreso al punto de partida. En ese
doble movimiento pueden explicarse muchos fenómenos,
incluidos los que tienen que ver con el tema que hoy nos
ocupa: el dengue.
Si no se desarrollan las acciones específicas para
transformarla, volvemos siempre al mismo punto de
origen, y con más frustración a cuestas. De lo que se
trata, entonces, es de desarrollar políticas
consistentes, no determinadas por la inmediatez, ni que
tengan que ser meros parches a cuestiones de fondo. No
podemos resignarnos a esperar a que cada verano, cuando
las temperaturas siempre superan los 20 grados y hacen
eclosionar los huevos del mosquito Aedes Aegypti,
portador del virus del dengue, tengamos que revisar los
mismos tópicos y esperar, con mansedumbre, cómo la
crónica periodística nos pica de día y de noche con
alarmas, contagios, conteos de infectados y otras
cuestiones.
Como ante cualquier situación que obedece a distintas
causas, se necesita la interacción de muchas fuerzas.
Por lo tanto, hay que establecer una acción conjunta del
Estado, que involucre a la Nación, las provincias y
municipios, y que se articule con el sector privado.
Este dispositivo que enlaza a todos los actores de la
salud en la Argentina es un primer paso para dar
respuestas efectivas a situaciones como las que plantea
el dengue. Porque no podemos pensar en una función, sin
un órgano que la ejecute. Y éste deber estar constituido
por los actores antes mencionados, siguiendo las
directivas generales del Estado Nacional, que no debe
ceder su rol conductor.
Crear un “comité de crisis” es inadecuado, porque ya
nace ese organismo como temporal, creado a los apurones
y solamente para tener vigencia durante un cierto
tiempo. Si las autoridades se guían por la lógica de los
medios, se resignan a dar la sensación de que los
problemas solamente existen cuando las empresas
periodísticas los encaran, y que, cuando éstas cambian
de inquietud, lo que antes era dramático pasa al olvido,
aunque la situación de base sea la misma. Por supuesto,
este mecanismo perverso también favorece que los
funcionarios especulen con que, una vez que se salga al
cruce de las noticias con medidas espectaculares aunque
poco o nada efectivas, la sociedad se olvidará de todo.
Justamente, para evitar este esquema simplista, de lo
que se trata es de conformar un verdadero “gabinete de
acción”, con un “tablero de comando” que pueda
desarrollar las soluciones a los desafíos que plantea el
dengue, siempre al servicio de una planificación
estratégica integrada. El dengue, al desvanecerse de los
medios, parece como si se disolviera, y lo que ocurre es
que, literalmente, está en “cuarteles de invierno”,
presto a reactivarse cuando los calores -y la
imprevisión de las autoridades- lo convoquen de nuevo.
Por lo tanto, la solución tiene que ser crear instancias
permanentes de combate de la enfermedad.
Estas instancias deben tener una triple línea en su
labor, que incluya:
a) acción
b) vigilancia
c) concientización.
Es necesaria la combinación de medidas concretas, del
monitoreo de la salud de la población, y de concientizar
a la misma, lo que incluye que participe de las tareas
preventivas. Es la articulación de esta tríada la que
puede revertir el daño causado por el dengue.
Recordemos que para esta enfermedad hasta ahora no hay
vacuna preventiva. Los esfuerzos por evitar su
surgimiento y propagación son, por lo tanto,
fundamentales. La máxima responsabilidad se llama
prevención. No tienen que quedar dudas sobre este punto.
En términos porcentuales, podríamos decir que
generalmente un 95% del gasto en salud se destina a la
curación de distintos males, y que apenas un 5% se gira
hacia la prevención de aquéllos. En realidad, lo óptimo
es tener un 40% de gasto en curación, elevar también a
un 40% los recursos en prevención, y establecer un 20%
de fondos para investigación clínica aplicada, que en
definitiva redunda en mejorar el rendimiento de los
otros destinos. Cuando hablamos de dengue, no hablamos
solamente de mosquitos. Hablamos de cambio climático, de
migraciones, de falta de infraestructura, de
laboratorios inadecuados, de hábitos a erradicar, de
investigación y de muchas cosas más.
Si vamos hacia un plano más general, observamos que la
salud es una condición resultante de 4 componentes
básicos, a saber:
a) lo biológico.
b) lo medio ambiental.
c) las formas de vida (que incluyen lo socioeconómico y
lo cultural).
d) el sistema de salud (o su ausencia, como es el caso
argentino).
Se trata especialmente de crear lo que mencionamos en el
punto d), esto es, un sistema integrado de salud, que
articule a los distintos representantes del campo
sanitario, y que pueda, de forma eficiente y solidaria,
atender a las necesidades de la población. En
particular, de aquellos que más sufren de la lógica de
la salud entendida como mercancía, que los aleja de una
verdadera calidad de vida aceptable.
Tampoco alcanza con decir la verdad. Hacerlo no implica
querer modificar la realidad, y de eso se trata cuando
nos referimos a “corsi e recorsi”, ya que sin
racionalidad y voluntad transformadora todo se vuelve un
eterno ciclo de avance y regresión.
Otro aspecto que muestra esta irracionalidad en el campo
sanitario argentino es que el único laboratorio de
enfermedades tropicales, actualmente en funcionamiento
se encuentra en la ciudad bonaerense de Pergamino,
lejísimo de zonas donde estas afecciones atacan con
mayor gravedad, como Salta y provincias aledañas.
Por lo tanto, dentro de este “tablero de comando” que
proponemos, y más teniendo en cuenta la importancia de
la integración de los distintos elementos disponibles,
debe realizarse una articulación de diferentes
organismos. Ellos son: el Instituto Mario Gulich, de
Córdoba, que es un centro de aplicaciones espaciales,
alertas y reportes de emergencia, donde con un satélite
se monitorea el estado de situación y se realizan
alertas epidemiológicas; el Instituto de Física que se
encuentra en Mar del Plata, donde por una simulación
dinámica de poblaciones estudia la propagación de las
epidemias, el árbol de contagio, estima las
reproducciones, provee el apoyo de vigilancia y evalúa
decisiones según el escenario que se presenta; también
el Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas
del CONICET, donde se desarrollan los insecticidas
duales. A estas tres instituciones, debemos sumarles el
ya mencionado Instituto Nacional de Enfermedades Virales
Humanas "Dr. Julio I. Maiztegui" de Pergamino, el
Hospital Dr. Javier Muñiz y el Instituto Carlos G.
Malbrán dependiente de La Administración Nacional de
Laboratorios e Institutos de Salud ( ANLIS ).
Si estas instituciones trabajaran mancomunadamente,
dependiendo de las directivas de un verdadero gabinete
de acción, podríamos tener un esquema integral, racional
y al servicio de una genuina planificación estratégica
sustentada por una agenda colectiva de trabajo.
“La peste viene de afuera”, decía el genial escritor
Albert Camus. En un sentido es cierto. Pero convengamos
que, muchas veces, la usina que multiplica los virus de
la ineficiencia, la corrupción y el egoísmo está bien
adentro de nuestro país y de nuestra propia cultura.
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Ignacio Katz, Doctor en Medicina
(UBA), Autor de: “En búsqueda de
la Salud Perdida” (EDULP, 2006).
“Argentina Hospital, El rostro
oscuro de la salud” (Edhasa,
2004). “La Fórmula Sanitaria” (Eudeba,
2003). |
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