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Detrás de la medicina basada en la
evidencia y la consecuente evidencia
que sus pautas estratégicas no
mueven ni tampoco conmueven a los
actores políticos, aparece un
segundo problema de no menor
importancia, el que aún es soslayado
bajo el criterio de no otorgarle el
carácter de prioriatario.
Existe un estado de metamorfosis,
percibido técnicamente por aquellos
que participamos activamente de la
salud, en toda su expresión (sentido
de...) y extensión. ¿Por qué
metamorfosis?, porque la medicina
está asistiendo a un cambio de
paradigma que empuja definitivamente
a que la misma asuma el alcance de
“universal”, “global”, sin verse
limitada por fronteras, mucho menos
por banderas. ¿Por qué un cambio de
paradigma?, porque la puerta que
abrió el Proyecto Genoma Humano en
1992 (aproximadamente) ha ido
variando el ángulo de los
conocimientos científicos, por ende
ha modificado el método, éste ha
influido en el desarrollo de nuevos
procesos industriales (técnicamente
incopiables), y consecuentemente
ello ha dado lugar a un nuevo
enfoque en las investigaciones
clínicas, haciendo referencia a
apenas una pequeña parte de toda
esta historia.
El cambio es de tal magnitud que
bien podría decirse que la medicina
que está naciendo con fuerza, poco o
nada tendrá que ver con la que nos
ha regido la salud por milenios.
Este nuevo enfoque de las ciencias
médicas, demanda capacidades
fundamentales en campos de la
bioingeniería, la biología
molecular, la genética, la genómica,
la epigenética, y muchos otros que
no incorporo para no agravar el
cuadro que intento presentar (la
nanomedicina, es una de ellas). Este
cambio de paradigma se relaciona con
que aquello que sabíamos, que hemos
estudiado, que ha sido la base de la
clínica, se está enfrentando a
nuevas visiones, nuevas vías de
abordaje, nuevas soluciones
terapéuticas, nuevas tecnologías,
etc.
Quizás la pregunta que venga a la
mente, justo en este momento, sea:
¿cuándo comenzó a revelarse esta
transformación en la práctica
médica?, y existen momentos
precisos, el primero fue el hallazgo
de los anticuerpos monoclonales,
casi simultáneamente lo fue el
desarrollo terapéutico de los
complejos enzimáticos, detrás de
ello la aparición de los inhibidores
de las quinasas, y pegando un salto
cualitativo de significancia, el
Nobel 2009 otorgado a la
investigación de los telómeros ha
dado el golpe de gracia a la
historia, habilitando a una nueva
era en las ciencias médicas. Hago
referencia a algunos hitos, ya que
incluir aquí los puentes evolutivos
de este proceso es técnicamente
imposible. No obstante esto, ruego
no perder de vista el crecimiento en
las técnicas de trasplantes de
órganos, las células madre, y una
concepción novedosa en el
tratamiento de las enfermedades
crónicas.
¿Dónde se sitúa el ángulo
fundamental de la metamorfosis?...
en que la medicina cultivada como
ciencia por siglos se ha enfocado en
los agudos, mientras que estamos
asistiendo al nacimiento de una
medicina -ya es un bebé que camina-
que efectivamente deberá fundarse en
el “antes de...”. Pero sucede que la
metamorfosis está arrastrando
consigo procesos que nadie había
considerado. ¿Cuáles son?,
mencionaremos algunos:
1. el modelo económico que ha
sustentado a la medicina enfocada en
los “agudos” ha fenecido y de allí
la incoherencia de los presupuestos,
donde los pacientes crónicos se
asumen como un daño al sistema, y
donde las patologías atípicas
(muchas) son asumidas como
catastróficas, al tiempo que las
nuevas tecnologías (necesarias) son
una mala palabra, y la metamorfosis
es negada a ultranza. La
consecuencia de estas fuerzas en
pugna es relativamente simple: el
sector salud es un motor de
economías quebradas o que han
perdido sus respectivos puntos de
equilibrio, por lo tanto dichas
economías generan anticuerpos que
intentan destruir un modelo que le
exige un cambio de fondo, y uno de
dichos anticuerpos son mecanismos de
control inaceptables en su esencia
por estar reñidos con la ética
médica, con sus criterios, con sus
marcos de procedimientos. El
resultado global de lo antedicho es
que cada vez hay menos personas
incluidas en las coberturas
universales (más excluidos), y al
mismo tiempo se impone una
competencia al sector salud que es
desintegradora...
2. detrás de lo expuesto en 1,
aparece una nueva realidad
terapéutica tras medicamentos que no
existían y que ahora sí lo hacen,
guardando entidad propia, bien
distintiva de lo conocido. La
Industria Farmacéutica está al menos
diez pasos por delante del cambio de
paradigma, por lo tanto está
padeciendo a pleno la
“metamorfosis”, la ha comprendido,
la digiere como puede, pero su
capacidad de reacción proyecta un
cambio que sucede en este preciso
momento. ¿Cómo se traduce lo
antedicho?, las agencias reguladoras
trabajan hoy junto a la Industria
Farmacéutica, y ambas junto con las
escuelas de medicina en todo el
mundo. Aquellos que niegan esta
realidad, están cada vez más lejos
de poder comprender el cambio y su
capacidad de daño ante la
inmovilidad de los sistemas. Separar
las partes hoy, es técnicamente
imposible, científicamente
demencial, éticamente aberrante.
Desde luego que hay piezas que no
encajan, pero aquí la inteligencia
reside en hacerlo, con prudencia,
pero hacerlo, sin atenuantes.
3. del punto 2 se extrae que el
negocio farmacéutico, tal fue
conocido, ha muerto. Esta realidad
impone crear y/o adaptar
estructuras, desarrollar habilidades
y capacidades, crear un nuevo
esquema de competencias. Pensar hoy
en empresas sustentadas en
monoculturas farmacéuticas
focalizadas en una aspirina o un
antibiótico tradicional sintetizado,
es imposible y las circunstancias
están demostrando cuánto es así.
Esto exige a los participantes crear
una cultura (lo han hecho algunos)
de medir calidad y excelencia,
comparando los parámetros a
ultranza, permitiendo descubrir de
forma secuencial errores que
demandan mejoras permanentes.
4. a este nuevo modelo se suman
ahora los pacientes, en forma activa
(pro). Pensar una medicina como ésta
es imposible sin el paciente, ya que
ella ha sido creada justamente a
partir de realidades nunca antes
detectadas, ni siquiera pensadas,
por ende no investigadas. Ello da
lugar a una corresponsabilidad que
aún no se ha legislado, pero que sí
ha demostrado la falacia de la
mala-praxis observada como un hecho
jurídico que afecta lo individual o
el equipo, invadiendo sus criterios
y sus momentos, pero peor aún
poniendo en tela de juicio
conocimientos científicos fundados
en evidencias previas. A esta
falacia se suma una nueva, la de
imponer tratamientos experimentales
a partir de “recursos de amparo”,
donde jueces que nada saben de
medicina, demandan la administración
de tecnologías cuyos resultados
están en la etapa de lo “incipiente”
(potencial). Cada vez son menos los
países con capacidad regulatoria
para poder intervenir y opinar sobre
tecnologías que son dominadas por
pocos.
5. lo expresado en el punto 4 revela
la necesidad imperiosa de “formar” a
los pacientes en el conocimiento de
sus enfermedades. ¿Para qué?, para
que se conviertan en colaboradores
del nuevo modelo, colaboradores del
sistema, trabajando codo a codo con
sus respectivos equipos de salud
(quienes los tratan), nutriéndolos
de todo aquello que fue desechado
por años y que ahora se torna
imprescindible conocer. Si optimizo
la adherencia terapéutica, minimizo
el costo incidental de la etapa
aguda...
6. intentando construir el
rompecabezas, aparecen aportes
angulares relacionados con que
existen numerosas patologías nunca
antes atendidas que demandan
terapias ciertas, justamente para
evitar los dramas consecuentes a
agudos que invaden guardias donde
pocos descubren qué movilizó al
paciente a llegar ahí. Pensar hoy en
un servicio de salud pública
desconociendo a sus usuarios
genuinos es impensable, tanto como
creer que se pueden evitar
coberturas consecuentes a patologías
ciertas. Junto con ello, sostener un
modelo de servicios de salud
excluyente de usuarios se transforma
en una entelequia propia de las
incoherencias de un sistema que
declama en una dirección, pero actúa
en otra diametralmente opuesta.
Léase, una medicina condicionada por
carencia de recursos económicos,
dará lugar a un daño social de tal
magnitud que inmediatamente impondrá
la realidad, temible por cierto, de
las “demandas contenidas”, cuyos
costos (vale la pena recordarlo)
serán geométricos, por clara
omisión.
Seis puntos para focalizar los
ángulos de la metamorfosis.
Indudablemente son muchos más, ya
que al tiempo que uno necesita hacer
foco en complejidades, proyecciones
heredables, etc. todo debe ajustarse
rápidamente a esa “medicina
proyectiva” nunca antes pensada,
mucho menos reflexionada, ni qué
hablar de atendida. Por eso, esta
historia no concluye aquí.
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