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En el número anterior de la Revista
Médicos (1), sobre esta misma
cuestión y haciendo una previa
referencia a los modelos del Estado
Benefactor de ocurrencia
–fundamentalmente– en Europa, ahora
circunstancialmente en crisis, su
autor expresaba: ...“deben reducirse
los déficit de los presupuestos y
para hacerlo –teniendo en cuenta que
por su dimensión no es posible hacer
una rápida mejora en los ingresos–
no hay otra forma que disminuir los
gastos”…
Obviamente la referencia es válida
en términos generales, pero omite
que resulta excesiva si intenta
comparar circunstancias, contexto,
políticas y organización de los
sistemas de salud europeos con el
caso argentino. (Tampoco es el caso
de discurrir en éste sobre las
causas, consecuencias y evolución de
la crisis europea).
Es más, él mismo se encarga de
aclarar más adelante las
dificultades que atraviesa nuestro
sistema de salud. “¿Atraviesa?” eso
haría suponer que nuestras
dificultades son circunstanciales,
lo que no es verdaderamente así pues
tienen larga data.
En primer lugar nuestro sistema de
salud -que en un todo depende de las
políticas que en el mismo se
implementen- está (y ello no es de
ahora) fragmentado (casi diría
atomizado), segmentado, con pérdida
creciente de su calidad y todo ello
enmarcado en un creciente y
vergonzante desfinanciamiento. ¿Es
posible entonces pensar en
“disminuir los gastos”?
“La salud” no se encuentra en la
agenda de nuestros gobiernos (salvo
cuando se trata de los discursos o
de financiar sus campañas) y las
políticas de salud no se pueden
desvincular de las políticas de
gobierno.
Los sistemas de salud
público/estatales –en todos sus
niveles– y tal como expresa: …“El
Hospital Público está colapsado. No
podemos decir que la atención en el
Hospital Público sea un modelo de
nada, ni para nadie” (Ibid.)…. a lo
que yo agregaría que sólo en muy
pocos casos las asignaciones
nacional, provinciales o
municipales, son suficientes para
proveer servicios –como sería de
esperar– adecuados, aunque una alta
proporción de la población carece de
la posibilidad de recurrir a otras
alternativas.
Solamente algunos pocos del conjunto
poblacional tenemos la posibilidad
de contar con un seguro privado de
suficiente jerarquía y nivel
prestacional (dentro de la
multiplicidad de seguros de este
tipo que existen en el país), ya que
una gran parte son solo un mecanismo
para mejorar los ingresos de algunas
empresas locales de salud.
La seguridad social (Obras Sociales
Nacionales y Pami) en términos
generales paga cápitas que le
permiten desentenderse de la
atención, sistema que conduce a la
subprestación –entre otras– por
limitaciones en el acceso impuestas
por los monopolios y “redes” de
prestadores (se trata de empresarios
de la salud “de buen pasar”, con
pobres empresas de salud),
finalmente los únicos perjudicados
son los beneficiarios.
Mientras estos mismos subsistemas,
permiten facilitar y financiar las
actividades sindicales (bajo los
criterios de la denominada “lógica
sindical”) y los del gobierno de
turno.
En los dos subsistemas “los
profesionales se muestran
disconformes y se sienten
maltratados económica y
profesionalmente” (ibid.), acosados
además por una judicialización
creciente, de fallos frecuentemente
erróneos y cuando no: poco
justificados.
Las Obras Sociales provinciales
constituyen en este momento el
principal medio de sustento de los
profesionales del ámbito privado en
el interior del país (en muchos
casos mayores al 50% de sus
ingresos), lo que permite mantener
baja conflictividad, pues lo que no
obtienen en el ámbito hospitalario
lo logran en su actividad privada.
Salvo un importante (y creciente)
número que solo accede a
desempeñarse como empleados con
salarios menores (múltiples) en las
empresas prestadoras. Este recorrido
conduce finalmente a un inevitable
deterioro de la calidad asistencial.
Todo esto quiere decir que
únicamente en el discurso “tenemos
un sistema fantástico que todo lo
cubre y todo lo puede”(Ibid..), pero
no decimos que casi el 50% (del
gasto total en salud) es “gasto
directo” y lo pone la gente de su
bolsillo.
En realidad tenemos en lo macro un
sistema político de discurso fácil
sobre la salud, en lo meso una
carencia absoluta de gestores que
vean más allá de sus intereses
inmediatos y en lo micro un sistema
de atención sobrecargado por
condiciones de pobreza y exclusión
que condicionan la demanda, por lo
que debe resolver cuestiones
sanitarias que hubieran debido no
ocurrir.
Los ganadores en estas condiciones
son unos pocos,... pero de lo poco
que existe.
Los resultados en salud de nuestro
país así lo demuestran y debieran
ser un llamado de atención para
todos.
En segundo lugar cuando hablamos del
“fin del estado de bienestar”
debiéramos suponer que efectivamente
hemos tenido uno que brindó todo lo
que el mismo supone, es decir:
desarrollo que implica ahorro e
inversiones, crecimiento que ofrezca
oportunidades a cada cual según sus
capacidades con las que logre
alcanzar su propio proyecto de vida,
incremento del capital humano y
disminución subsecuente de las
desigualdades.
Y en vez de ello nos encontramos con
una permanente y creciente serie de
subsidios directos e indirectos, que
tienen como consecuencia sostener el
“statu quo” para beneficio de los
que otorgan dádivas y prebendas
(muchas veces discrecionalmente y
con implícito rédito político) y a
los otros les permite apenas (y a
veces) llegar a comer.
Mientras, la desigualdad de
oportunidades se incrementa. ¿Es
este el que suponemos Estado de
Bienestar?
“Los gobernantes dejados a su propia
elección, no tienen suficientes
incentivos para hacer que el gasto
público sea eficiente y constituya
una inversión en las cuestiones
necesarias a la gente, sino obtienen
de ello algún rédito personal o
político” (2) ,…. su herramienta
principal es el aumento permanente
del gasto público,… parten del
supuesto que el poder les pertenece
por derecho propio,…
Si esto es así no hemos llegado al
fin de nada,… solo sostenemos de
manera sesgada “los derechos
humanos” y nos olvidamos de
construir un país con posibilidades
para “la mayor parte” sino todos los
ciudadanos, situación que se
perpetúa porque “el conocimiento en
la población se encuentra disperso
(3), mientras que el poder político
es monopólico”.
En la degradación de la calidad
institucional se encuentran las
mayores causas de nuestro presente.
De esta forma nuestro sistema de
salud no puede seguir un camino
diferente, ni aspirar a un destino
mejor.
1 “¿Estamos frente al fin del modelo
de bienestar?”, Dr. Héctor Barrios,
Director de
Towers Watson. Rev. Médicos N° 60,
Julio 2010
2 Buchanan, J. “The Theory of Public
Choice”. The University of Michigan
Press, 1984.
3 Hayek, F. “"Economics and
Knowledge", 1936
& “Individualism and Economic Order”,
Chicago University Press, 1980.
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