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“Acerca del fin del modelo de bienestar”
 

Por el Dr. Eduardo Filgueira Lima, Médico Magister en Sistemas de Salud y Seguridad Social. Aspirante a Magister en Economía y Ciencias Políticas


En el número anterior de la Revista Médicos (1), sobre esta misma cuestión y haciendo una previa referencia a los modelos del Estado Benefactor de ocurrencia –fundamentalmente– en Europa, ahora circunstancialmente en crisis, su autor expresaba: ...“deben reducirse los déficit de los presupuestos y para hacerlo –teniendo en cuenta que por su dimensión no es posible hacer una rápida mejora en los ingresos– no hay otra forma que disminuir los gastos”…
Obviamente la referencia es válida en términos generales, pero omite que resulta excesiva si intenta comparar circunstancias, contexto, políticas y organización de los sistemas de salud europeos con el caso argentino. (Tampoco es el caso de discurrir en éste sobre las causas, consecuencias y evolución de la crisis europea).
Es más, él mismo se encarga de aclarar más adelante las dificultades que atraviesa nuestro sistema de salud. “¿Atraviesa?” eso haría suponer que nuestras dificultades son circunstanciales, lo que no es verdaderamente así pues tienen larga data.
En primer lugar nuestro sistema de salud -que en un todo depende de las políticas que en el mismo se implementen- está (y ello no es de ahora) fragmentado (casi diría atomizado), segmentado, con pérdida creciente de su calidad y todo ello enmarcado en un creciente y vergonzante desfinanciamiento. ¿Es posible entonces pensar en “disminuir los gastos”?
“La salud” no se encuentra en la agenda de nuestros gobiernos (salvo cuando se trata de los discursos o de financiar sus campañas) y las políticas de salud no se pueden desvincular de las políticas de gobierno.
Los sistemas de salud público/estatales –en todos sus niveles– y tal como expresa: …“El Hospital Público está colapsado. No podemos decir que la atención en el Hospital Público sea un modelo de nada, ni para nadie” (Ibid.)…. a lo que yo agregaría que sólo en muy pocos casos las asignaciones nacional, provinciales o municipales, son suficientes para proveer servicios –como sería de esperar– adecuados, aunque una alta proporción de la población carece de la posibilidad de recurrir a otras alternativas.
Solamente algunos pocos del conjunto poblacional tenemos la posibilidad de contar con un seguro privado de suficiente jerarquía y nivel prestacional (dentro de la multiplicidad de seguros de este tipo que existen en el país), ya que una gran parte son solo un mecanismo para mejorar los ingresos de algunas empresas locales de salud.
La seguridad social (Obras Sociales Nacionales y Pami) en términos generales paga cápitas que le permiten desentenderse de la atención, sistema que conduce a la subprestación –entre otras– por limitaciones en el acceso impuestas por los monopolios y “redes” de prestadores (se trata de empresarios de la salud “de buen pasar”, con pobres empresas de salud), finalmente los únicos perjudicados son los beneficiarios.
Mientras estos mismos subsistemas, permiten facilitar y financiar las actividades sindicales (bajo los criterios de la denominada “lógica sindical”) y los del gobierno de turno.
En los dos subsistemas “los profesionales se muestran disconformes y se sienten maltratados económica y profesionalmente” (ibid.), acosados además por una judicialización creciente, de fallos frecuentemente erróneos y cuando no: poco justificados.
Las Obras Sociales provinciales constituyen en este momento el principal medio de sustento de los profesionales del ámbito privado en el interior del país (en muchos casos mayores al 50% de sus ingresos), lo que permite mantener baja conflictividad, pues lo que no obtienen en el ámbito hospitalario lo logran en su actividad privada. Salvo un importante (y creciente) número que solo accede a desempeñarse como empleados con salarios menores (múltiples) en las empresas prestadoras. Este recorrido conduce finalmente a un inevitable deterioro de la calidad asistencial.
Todo esto quiere decir que únicamente en el discurso “tenemos un sistema fantástico que todo lo cubre y todo lo puede”(Ibid..), pero no decimos que casi el 50% (del gasto total en salud) es “gasto directo” y lo pone la gente de su bolsillo.
En realidad tenemos en lo macro un sistema político de discurso fácil sobre la salud, en lo meso una carencia absoluta de gestores que vean más allá de sus intereses inmediatos y en lo micro un sistema de atención sobrecargado por condiciones de pobreza y exclusión que condicionan la demanda, por lo que debe resolver cuestiones sanitarias que hubieran debido no ocurrir.
Los ganadores en estas condiciones son unos pocos,... pero de lo poco que existe.
Los resultados en salud de nuestro país así lo demuestran y debieran ser un llamado de atención para todos.
En segundo lugar cuando hablamos del “fin del estado de bienestar” debiéramos suponer que efectivamente hemos tenido uno que brindó todo lo que el mismo supone, es decir: desarrollo que implica ahorro e inversiones, crecimiento que ofrezca oportunidades a cada cual según sus capacidades con las que logre alcanzar su propio proyecto de vida, incremento del capital humano y disminución subsecuente de las desigualdades.
Y en vez de ello nos encontramos con una permanente y creciente serie de subsidios directos e indirectos, que tienen como consecuencia sostener el “statu quo” para beneficio de los que otorgan dádivas y prebendas (muchas veces discrecionalmente y con implícito rédito político) y a los otros les permite apenas (y a veces) llegar a comer.
Mientras, la desigualdad de oportunidades se incrementa. ¿Es este el que suponemos Estado de Bienestar?
“Los gobernantes dejados a su propia elección, no tienen suficientes incentivos para hacer que el gasto público sea eficiente y constituya una inversión en las cuestiones necesarias a la gente, sino obtienen de ello algún rédito personal o político” (2) ,…. su herramienta principal es el aumento permanente del gasto público,… parten del supuesto que el poder les pertenece por derecho propio,…
Si esto es así no hemos llegado al fin de nada,… solo sostenemos de manera sesgada “los derechos humanos” y nos olvidamos de construir un país con posibilidades para “la mayor parte” sino todos los ciudadanos, situación que se perpetúa porque “el conocimiento en la población se encuentra disperso (3), mientras que el poder político es monopólico”.
En la degradación de la calidad institucional se encuentran las mayores causas de nuestro presente.
De esta forma nuestro sistema de salud no puede seguir un camino diferente, ni aspirar a un destino mejor.
 



1 “¿Estamos frente al fin del modelo de bienestar?”, Dr. Héctor Barrios, Director de
Towers Watson. Rev. Médicos N° 60, Julio 2010
2 Buchanan, J. “The Theory of Public Choice”. The University of Michigan Press, 1984.
3 Hayek, F. “"Economics and Knowledge", 1936
& “Individualism and Economic Order”, Chicago University Press, 1980.
 

 

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