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A medida que se expande y profundiza la adquisición del
conocimiento en el campo técnico-científico, en forma
simultánea, se reduce porcentualmente su benéfico
empleo, por ausencia de Sistema de Salud.
Si hay un concepto que es aceptado en forma unánime
entre los conocedores de la política sanitaria
argentina, éste es el de su fragmentación.
En su aspecto morfológico general se reconocen
reparticiones independientes como aquellas que responden
al Ministerio de Salud Nacional, a 24 ministerios de
salud provinciales, a la esfera municipal (en aquellos
cientos que poseen hospitales y/o centros de salud). A
esto se adicionan las 24 obras sociales provinciales,
las 300 obras sociales nacionales, y a ese universo se
suman 300 prepagas y un sinnúmero de mutuales sin fines
de lucro.
Este espectro sanitario es una clara muestra de la
dilución de la responsabilidad, de la simultánea falta
de organización propia de un sistema, y de la
consecuente imposibilidad de su instrumentación en red.
De ahí que utilizar el término “sistema” de salud, se
torna irónico, ya que esa falta de coordinación y de
interacción confunde los roles y oculta a quienes deben
decidir tomar las medidas pertinentes.
Esta fragmentación, que adopta la forma de fragmentación
territorial, debe diferenciarse de la fragmentación
funcional - producto de la especialización – la que debe
racionalmente organizarse y articularse y en algunos
casos regularse, según lo indiquen las normas y la
sistemática de la logística médica. Esa fragmentación
cuasi territorial simula un archipiélago, islas con
códigos y valores propios; “condados” que en su dinámica
global pueden caracterizarse como caóticos, anárquicos,
y porque no anómicos.
Desnudar la realidad sanitaria alcanza para mostrar el
grado de cruda indefensión que ocasiona la ausencia de
un sistema. Se trata de una regresión organizativa en
plena maraña de adelantos científico-técnicos (maraña
por carencia de normatización y sistematización en su
accionar). Se trata de las dos caras de la moneda de
nuestra condición sanitaria.
Un ejemplo por demás llamativo vivió un turista
entrerriano en Carlos Paz, Córdoba. Como muestra de un
deslinde de responsabilidades, no era asistido por el
municipio local. Idéntica actitud tomó la provincia de
Córdoba y la Nación, mientras que la provincia de origen
argumentaba que el hecho había sucedido fuera de su
jurisdicción. Más allá de a quien le asistiera la razón,
este ejemplo muestra con contundencia la dilución de
responsabilidades en grado extremo y la falta de
interconexión regional. Otro ejemplo sucedió durante la
epidemia de la Gripe “A” en 2009, en la Ciudad de Buenos
Aires. Saturado el sector gubernamental, las autoridades
no podían disponer la internación de pacientes en el
sector privado (haciéndose cargo del costo) de no haber
mediado una Ley de Emergencia Sanitaria. ¿Qué clase de
articulación preestablecida existe entre el sector
público y el sector privado para estas situaciones?
¿Dónde queda el rol orientador del Estado, y sobre todo
su responsabilidad indelegable?
Es momento de hacer un alto en la actividad médica
cotidiana, evaluar la realidad presente y sus
perspectivas, y reflexionar sobre qué fuerzas influyeron
por acción u omisión para alcanzar este estadio y
consecuentemente extraer conclusiones y proponer
alternativas a llevar adelante, con el fin de revertir
este proceso de desarticulación.
El desenvolvimiento disarmónico por ausencia de
planificación estratégica en el área de producción de
servicios de salud, se dio en un contexto histórico
político tan convulsionado como el argentino en estos
últimos 40 años, en que el tema sanitario sufrió
impactos propios de las variantes científico-técnicas y
de los cambios socioeconómicos en que estaba inmerso.
De la estructura anterior sólo quedan resabios de la
relación médico paciente, mientras que los conocimientos
científicos, los adelantos tecnológicos y la
infraestructura operativa adoptaron nuevas formas y
mayores alcances.
Hoy vemos:
-
que la
fortaleza técnico-científica que crece día a día,
colisiona con una debilidad organizativa que la erosiona
y limita sus potencialidades.
-
que
los adelantos tecnológicos de la informática, es decir
aquellos que hacen a la comunicación y a la logística,
son suficientes y aptos para desarrollar este componente
ausente
-
que la
organización, que era su soporte, se tornó obsoleta
frente a la incorporación de nuevos actores y nuevos
intereses.
Como
consecuencia, su sustento financiero y modos de
asignación, no guardan relación entre el pasado y su
actual configuración.
La necesaria sinergia entre los avances del conocimiento
y el aprovechamiento de los mismos, no son viables en
estructuras caducas con fallas organizativas. En ellas
vemos que su permeabilidad al interés económico
financiero termina condicionando la propia actividad
médica. Esta tendencia instala hábitos que representan
verdaderas detenciones o retrocesos en el componente
bioético. La subordinación del conocimiento al interés
financiero ha distorsionado el accionar y plantea lo
trascendente que se ha vuelto distinguir entre
necesidades médicas e intereses comerciales.
El análisis del tema lleva a desenmascarar cómo por
detrás del avance científico-tecnológico se desarrolló
una postergación del primario cuidado del paciente (y la
salud de la población) en aras del interés
económico-financiero que posibilita con indebida
frecuencia desvirtuar los valores morales y éticos de
una profesión tan ligada a la dignidad humana.
Estos procederes nos ameritan a hablar de la necesaria
función de agencia. Se trata de una instancia operativa
que deberá considerar como conocimiento en sentido
estricto a aquellos resultados que respondan a la
investigación médica y a la experiencia evaluada
apropiadamente. Dicha agencia deberá ser capaz de
monitorear el funcionamiento del sistema de salud, para
así garantizar el mantenimiento de su correcto rumbo.
En ese marasmo que ha sufrido el país, atravesado por
problemas económicos, sociales y políticos, la salud no
quedó al margen. Así lo expresan los indicadores
tradicionales como los de morbimortalidad y los
indicadores críticos, como son los de vulnerabilidad y
riesgo de nuestra población.
Tenemos entonces:
-
un
síntoma capital: la fragmentación del sector sanitario
argentino
-
una
enfermedad: la ausencia de un sistema federal integrado
de salud
-
una
manifestación relevante de este fenómeno: la injusticia
social reflejada y potenciada por dicha carencia.
Pero
también tenemos un recurso para modificar la inercia de
las cosas, y superar una “época mezquina”, reencontrando
el sendero que posibilite la conexión entre el
conocimiento y el interés:
La
señalada disociación entre la magnitud de los nuevos
conocimientos técnico-científicos y su aplicación para
un real beneficio social, impone encaminarnos hacia un
pensamiento esencial como el que representa el sistema
jurídico. Este, si bien nunca jugó un rol protagónico,
hoy es quizá el actor que podría desplegar una acción
preponderante en el rescate y pleno desarrollo del
derecho a la salud, entendiendo y dándole a éste, el
significado de herramienta que posibilite el acceso
equitativo, oportuno y adecuado plasmado en una ley que
sustente un Sistema de Salud Nacional, Solidario,
Integrado y Plural.
Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA)
Autor de: “En búsqueda de la Salud Perdida” (EDULP,
2006). “Argentina Hospital, El rostro oscuro de la
salud” (Edhasa, 2004). “La Fórmula Sanitaria” (Eudeba,
2003) |
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