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Columna


Paradoja sincrónica
Por el Doctor Ignacio Katz

 
A medida que se expande y profundiza la adquisición del conocimiento en el campo técnico-científico, en forma simultánea, se reduce porcentualmente su benéfico empleo, por ausencia de Sistema de Salud.
Si hay un concepto que es aceptado en forma unánime entre los conocedores de la política sanitaria argentina, éste es el de su fragmentación.
En su aspecto morfológico general se reconocen reparticiones independientes como aquellas que responden al Ministerio de Salud Nacional, a 24 ministerios de salud provinciales, a la esfera municipal (en aquellos cientos que poseen hospitales y/o centros de salud). A esto se adicionan las 24 obras sociales provinciales, las 300 obras sociales nacionales, y a ese universo se suman 300 prepagas y un sinnúmero de mutuales sin fines de lucro.
Este espectro sanitario es una clara muestra de la dilución de la responsabilidad, de la simultánea falta de organización propia de un sistema, y de la consecuente imposibilidad de su instrumentación en red. De ahí que utilizar el término “sistema” de salud, se torna irónico, ya que esa falta de coordinación y de interacción confunde los roles y oculta a quienes deben decidir tomar las medidas pertinentes.
Esta fragmentación, que adopta la forma de fragmentación territorial, debe diferenciarse de la fragmentación funcional - producto de la especialización – la que debe racionalmente organizarse y articularse y en algunos casos regularse, según lo indiquen las normas y la sistemática de la logística médica. Esa fragmentación cuasi territorial simula un archipiélago, islas con códigos y valores propios; “condados” que en su dinámica global pueden caracterizarse como caóticos, anárquicos, y porque no anómicos.
Desnudar la realidad sanitaria alcanza para mostrar el grado de cruda indefensión que ocasiona la ausencia de un sistema. Se trata de una regresión organizativa en plena maraña de adelantos científico-técnicos (maraña por carencia de normatización y sistematización en su accionar). Se trata de las dos caras de la moneda de nuestra condición sanitaria.
Un ejemplo por demás llamativo vivió un turista entrerriano en Carlos Paz, Córdoba. Como muestra de un deslinde de responsabilidades, no era asistido por el municipio local. Idéntica actitud tomó la provincia de Córdoba y la Nación, mientras que la provincia de origen argumentaba que el hecho había sucedido fuera de su jurisdicción. Más allá de a quien le asistiera la razón, este ejemplo muestra con contundencia la dilución de responsabilidades en grado extremo y la falta de interconexión regional. Otro ejemplo sucedió durante la epidemia de la Gripe “A” en 2009, en la Ciudad de Buenos Aires. Saturado el sector gubernamental, las autoridades no podían disponer la internación de pacientes en el sector privado (haciéndose cargo del costo) de no haber mediado una Ley de Emergencia Sanitaria. ¿Qué clase de articulación preestablecida existe entre el sector público y el sector privado para estas situaciones? ¿Dónde queda el rol orientador del Estado, y sobre todo su responsabilidad indelegable?
Es momento de hacer un alto en la actividad médica cotidiana, evaluar la realidad presente y sus perspectivas, y reflexionar sobre qué fuerzas influyeron por acción u omisión para alcanzar este estadio y consecuentemente extraer conclusiones y proponer alternativas a llevar adelante, con el fin de revertir este proceso de desarticulación.
El desenvolvimiento disarmónico por ausencia de planificación estratégica en el área de producción de servicios de salud, se dio en un contexto histórico político tan convulsionado como el argentino en estos últimos 40 años, en que el tema sanitario sufrió impactos propios de las variantes científico-técnicas y de los cambios socioeconómicos en que estaba inmerso.
De la estructura anterior sólo quedan resabios de la relación médico paciente, mientras que los conocimientos científicos, los adelantos tecnológicos y la infraestructura operativa adoptaron nuevas formas y mayores alcances.

Hoy vemos:

  • que la fortaleza técnico-científica que crece día a día, colisiona con una debilidad organizativa que la erosiona y limita sus potencialidades.

  • que los adelantos tecnológicos de la informática, es decir aquellos que hacen a la comunicación y a la logística, son suficientes y aptos para desarrollar este componente ausente

  • que la organización, que era su soporte, se tornó obsoleta frente a la incorporación de nuevos actores y nuevos intereses.

Como consecuencia, su sustento financiero y modos de asignación, no guardan relación entre el pasado y su actual configuración.
La necesaria sinergia entre los avances del conocimiento y el aprovechamiento de los mismos, no son viables en estructuras caducas con fallas organizativas. En ellas vemos que su permeabilidad al interés económico financiero termina condicionando la propia actividad médica. Esta tendencia instala hábitos que representan verdaderas detenciones o retrocesos en el componente bioético. La subordinación del conocimiento al interés financiero ha distorsionado el accionar y plantea lo trascendente que se ha vuelto distinguir entre necesidades médicas e intereses comerciales.
El análisis del tema lleva a desenmascarar cómo por detrás del avance científico-tecnológico se desarrolló una postergación del primario cuidado del paciente (y la salud de la población) en aras del interés económico-financiero que posibilita con indebida frecuencia desvirtuar los valores morales y éticos de una profesión tan ligada a la dignidad humana.
Estos procederes nos ameritan a hablar de la necesaria función de agencia. Se trata de una instancia operativa que deberá considerar como conocimiento en sentido estricto a aquellos resultados que respondan a la investigación médica y a la experiencia evaluada apropiadamente. Dicha agencia deberá ser capaz de monitorear el funcionamiento del sistema de salud, para así garantizar el mantenimiento de su correcto rumbo.
En ese marasmo que ha sufrido el país, atravesado por problemas económicos, sociales y políticos, la salud no quedó al margen. Así lo expresan los indicadores tradicionales como los de morbimortalidad y los indicadores críticos, como son los de vulnerabilidad y riesgo de nuestra población.
Tenemos entonces:

  • un síntoma capital: la fragmentación del sector sanitario argentino

  • una enfermedad: la ausencia de un sistema federal integrado de salud

  • una manifestación relevante de este fenómeno: la injusticia social reflejada y potenciada por dicha carencia.

Pero también tenemos un recurso para modificar la inercia de las cosas, y superar una “época mezquina”, reencontrando el sendero que posibilite la conexión entre el conocimiento y el interés:

  • un acuerdo sanitario entre los distintos actores para la construcción de un solidario Sistema de Salud.

La señalada disociación entre la magnitud de los nuevos conocimientos técnico-científicos y su aplicación para un real beneficio social, impone encaminarnos hacia un pensamiento esencial como el que representa el sistema jurídico. Este, si bien nunca jugó un rol protagónico, hoy es quizá el actor que podría desplegar una acción preponderante en el rescate y pleno desarrollo del derecho a la salud, entendiendo y dándole a éste, el significado de herramienta que posibilite el acceso equitativo, oportuno y adecuado plasmado en una ley que sustente un Sistema de Salud Nacional, Solidario, Integrado y Plural.

Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA)
Autor de: “En búsqueda de la Salud Perdida” (EDULP, 2006). “Argentina Hospital, El rostro oscuro de la salud” (Edhasa, 2004). “La Fórmula Sanitaria” (Eudeba, 2003)
 

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