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La organización de redes prestadoras que integren
niveles asistenciales y que cuenten con una estrategia
conjunta para mantener y recuperar la salud de la
población es necesario que vuelva a estar en la agenda
política. La medicina está cambiando y lo hará mucho más
en los próximos años que en los últimos 40 y esta
situación planteará problemas de todo tipo, de acceso en
primer lugar y encarecimiento.
Los argentinos debemos perder el miedo a que trabajen
juntos la iniciativa privada y pública en el sector
salud. Nuestra oferta privada de servicios de salud (con
o sin fines de lucro) es importante, en su mayoría tiene
calidad y trabaja para mejorar en la medida que las
aseguradoras se involucran con la demanda de los
beneficiarios. Todavía las aseguradoras no se han
decidido a realizar un movimiento destinado a sentar las
bases de una acreditación que separe la paja del trigo,
que seleccione en forma correcta quienes son los
proveedores que deben permanecer en el mercado y premie
la gestión, la calidad y el manejo racional de los
recursos.
Respecto del sector público todavía vive respecto de la
calidad ciertas contradicciones dado que no se anima a
plantear un verdadero programa de calidad en forma
independiente de la propiedad. El problema mayor son los
hospitales públicos que son fortalezas donde lo intentos
de mejoras se repelen dado que pueden generar zozobra en
el statu quo en el cual se brinda el proceso de atención
de la enfermedad.
Los profesionales, técnicos y empleados del sector deben
abandonar los dogmas de fe y los fantasmas interiores
que impiden un trabajo conjunto del privado y del
público. Cualquier intento de acercamiento es alejado
con el fantasma de la privatización que se alza como una
consigna dogmática. Las nefastas experiencias de los
años noventa, donde el privado fue para corromper más
que para mejorar, permiten que el Estado siga
permaneciendo de espaldas y rechazando el necesario
proceso de reformas y medidas de eficiencia y calidad
que la ciudadanía requiere pero no reclama.
Las provincias argentinas con sus gobernadores a la
cabeza tienen una gran oportunidad en los próximos años,
comenzar a organizar y trazar las líneas fundamentales
de un modelo amplio, integrado y que brinda servicios de
salud de calidad y accesibles a todos los habitantes de
las provincias. Hospitales, centros de salud, clínicas,
sanatorios, consultorios deben ser acreditados primero y
luego articulados para brindar los servicios que
necesita y requiere la población.
En este sentido la Provincia de Misiones luego de haber
aprobado una ley de salud por consenso, está avanzando
en un proceso consensuado de reglamentación e
implementación del seguro y de los modelos de atención,
calidad, gestión y financiamiento que se plantean en la
legislación. Las provincias no pueden seguir esperando
que la Nación resuelva sus problemas, deben hacerse
cargo de la salud de la población y sentar las bases de
financiamiento, organización y gestión de la salud.
Cuando el primero lo haga, será el innovador y podrá
mirar de frente al Ministro de Salud de la Nación y
decirle éste es nuestro modelo, vamos hacia allá y
requerimos financiamiento específico para cumplir estas
metas que serán acordes con las necesidades
epidemiológicas y sanitarias de la población provincial.
Nadie nos viene a decir lo que debemos hacer, pedimos
para hacer las cosas que tenemos planificadas y
programadas. Ese día el federalismo habrá dado varios
pasos adelante y ese ministro de salud será diferente al
resto, que sólo pide recursos sin tener un plan.
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