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Opinión


FACTORIAL: el segundo paso
Por el Licenciado
Víctor Norberto Cerasale [MBA R&D]
 

Estamos transitando una encrucijada global. El modelo económico que sustenta a un mundo dividido entre los que tienen mucho y les sobra por demás, los que tienen y apenas les alcanza, los que no tienen y se arreglan, los que no tienen y les quitan, los que imploran y no son atendidos, (hay más pero no vale la pena agregarlos), está siendo exterminado por la impericia (avidez, avaricia, angurria) y negligencia (incapacidad) de sus propios mentores.
El modelo en cuestión ha resultado ser un anti-modelo que consume más de lo que produce y por ende fabrica “excluidos”. Necesita de ellos para limitar “in crescendo” el acceso a sus servicios, nivelando el sistema hacia abajo, esto es: facturar más por menos beneficios. Claro está que cualquiera que entienda un poco de matemáticas, rápidamente caería en la cuenta que dicha ecuación además de ser de corto plazo, terminaría consumiéndose a sí misma... bien, justamente eso es lo que está sucediendo.
Focalizando, los excluidos son muchísimos más que los por ahora incluidos, lo cual genera un paisaje aberrante. Ninguna fórmula puede incluir más negativos que positivos ya que, de ser así, el resultado negativo afectará a las variables hasta anularlas, para luego evaporarlas.
Curiosamente, este fenómeno se aprecia claramente en todo lo relacionado con la salud de las personas. Teóricamente, se han optimizado los accesos y según las estadísticas, muchas personas pueden hoy recibir beneficios otrora impensados. La práctica está indicando todo lo contrario.
Durante la década de los noventa, globalización mediante, se habló de reconversión de los sistemas de salud a efectos de equilibrar las demandas con los presupuestos. El resultado de esta operación que no tuvo un sentido de “calidad”, ni tampoco otro de “servicios”, y mucho menos algo vinculado al mejoramiento del “gasto social”, sino que se trató de una mera operación económica para cambiar los problemas de lugar, sin atenderlos, se tradujo en:
1. Se quebró la relación médico-paciente, produciendo una fractura en el vínculo paciente-sistema de salud (incluyendo en ello equipo de RRHH en salud).
2. Se introdujo la concepción de nichos de negocios en los servicios de salud, lo cual derivó en la destrucción de los vínculos comunes a los sistemas asistenciales donde “todo” debe estar prolijamente coordinado.
3. Se impuso la diferenciación entre el concepto “salud pública” y dominios privados de la salud, donde los primeros fueron despreciados a favor de los segundos (porque deberían producir más y mejor, algo que nunca ocurrió). El resultado de esta estrategia está a la vista, todo niveló hacia abajo, depreciándose (por distintas razones).
4. Los financiadores comenzaron a verse acorralados y por ende se desfinanciaron, sumergidos en presupuestos retrógrados que impusieron una novedosa fórmula: a más pacientes y más servicios, menos recursos.
5. La incorporación de nuevas tecnologías no ha terminado de alcanzar a aquellos que las necesitan de manera genuina o fehaciente, porque los estados ausentes han ido fabricando exclusas en tal magnitud, que los pacientes más que atender su enfermedad, deben aprender a correr contra los obstáculos que se le imponen.
6. La judicialización de la salud ha impuesto un nuevo nicho de negocios donde nada mejora, pero donde los médicos se han convertido en víctimas propiciatorias de las urgencias que le impone el sistema vigente. Léase, se induce el drama de conveniencias donde los perjudicados siempre son los mismos, pacientes (aún cuando reciban algún beneficio económico menor) y médicos (sometidos al síndrome de Prometeo: si no aceptas la imposición, padecerás... y si la aceptas, también).
7. Además del quiebre en la relación médico-paciente, y la consiguiente judicialización, a ello se ha sumado la impotencia de las partes que se ven encerradas en sus propios dramas, y ello ha derivado en que 8 de cada 10 profesionales reciban algún tipo de agresión. La agresión no es patrimonio del paciente hacia el médico, sólo traduce la impotencia del primero al sentirse incomprendido por el sistema.
8. Junto con lo antedicho han aparecido (y se han impuesto) permanentes insultos a la conciencia pública. Dichos insultos son actos de negligencia de los estados ausentes, por ejemplo:
  8.1. Imponer listados restringidos de medicamentos.
  8.2. Limitar las coberturas hasta su mínima expresión aduciendo razones económico-financieras.
  8.3. Carencias en los servicios.
  8.4. Acceso limitado a la internación quirúrgica.
  8.5. Imponer coseguros o copagos (impuesto a la enfermedad).
Asumiendo que se trata sólo de un ejemplo, aunque la lista podría volverse interminable.
9. Los programas (por caso diabetes) aportan soluciones a escala para los “aún” incluidos, lo cual desmerece ampliamente sus resultados, ya que, una vez alcanzados no se sostienen.

En la medida que los presupuestos se han ido distanciando de las necesidades de las personas, se fue construyendo un abismo. Un abismo que se ha profundizado cada vez que los estados ausentes y sus falsos mecanismos regulatorios, “insultan” aquella “conciencia pública”. De allí que la gente, creando sus propios mecanismos de defensa, ha comenzado y luego ha puesto en tela de juicio aquello que para los funcionarios es “natural” y “básico”... lo cual no es un tema menor. Los funcionarios no son creíbles y por ende, en salud, la confianza y la confidencia han pasado a ser una entelequia de partes. Unos creen (pocos) y otros (mayoría) descreen. En salud la pérdida del sentido de confianza es un hecho trágico. Evidentemente, los funcionarios no lo entienden, y por ello tampoco lo asumen, entonces los actores dejan de ser tales para pasar a ser víctimas de las circunstancias.
Obsérvese, por caso, que la conciencia pública ha objetado (con o sin razones) la seguridad terapéutica de ciertas vacunas. Extraña paradoja, donde algunos pacientes-víctimas no reciben las respuestas apropiadas a los daños recibidos, no del estado y sus regulaciones, no de las agencias referentes (FDA, EMEA), no de la Industria Farmacéutica (siempre renuente), no de los funcionarios involucrados, no... la consecuencia enseña evidencias: las campañas de inmunización están en tela de juicio en el mundo entero, con justa razón, y el resultado es que enfermedades que se tenían por controladas han dejado de estarlo para transformarse en renovadas amenazas.
Algo semejante sucede con la seguridad alimentaria. Se la declama, pero en la calle ocurre algo distinto a lo que se recita. Nuevamente la conciencia pública toma distancia de los discursos y de los programas anunciados, entendiendo que una vez más, aquello que se le asegura como imposible, indefectiblemente sucederá perjudicando a un número indefinido de víctimas. El caso de la E.coli en Europa ha puesto en evidencia las deficiencias operativas que colocan al “sistema” detrás de los problemas, y no antes como debiera ser.
Todo se justifica e inmediatamente todo se atasca. Cabe preguntarse: ¿por qué los estados brindan cobertura a medicamentos que no tienen un costo-beneficio demostrado?... ¿cuánto dinero se lapida en dicha conveniencia?... ¿por qué... y como Usted podrá ver, el problema de la salud no es intrínseco, es inducido por el poder político, un poder al que la salud de las personas, no le importa, no como servicio, tampoco como derecho humano elemental. Traducido, estamos en un atolladero.
 

Licenciado [MBA R&D] Víctor Norberto Cerasale, 2011-07-29. Copyright by Cerasale, 2011. Derechos reservados. Exclusivo para Revista Médicos, Medicina Global.
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