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Opinión


La llave invertida
La variable “paciente”
Por el Licenciado
Víctor Norberto Cerasale [MBA R&D]
 

El mundo transita horas de crisis y ésta domina el paisaje... mientras la política americana se cuestiona el “negocio” de la salud, la política europea cuestiona los recursos necesarios para darle estabilidad y sostenibilidad a la salud pública en dicho continente. Ya lo he dicho desde estas mismas páginas, poner en tela de juicio a la salud de las personas, como derecho humano y ciudadano elemental e inalienable, no aparece ante la sociedad como algo defendible. De hecho, tampoco lo es (defendible) desde lo técnico, no desde un punto de vista científico, no desde otro epidemiológico, haciéndose indefendible desde el ángulo del gasto social. No obstante ello, los empecinamientos son cada vez más evidentes, dejando abierta una pregunta dramática: ¿por qué lo que estuvo bien y creó cultura de calidad durante casi tres décadas, pasó de repente a estar mal generando un retroceso social?... la respuesta económica es dudosa, tanto como la financiera... por lo tanto, involucionar los presupuestos no aparece como una decisión “inteligente”, antes bien se muestra como peligrosa y de consecuencias impredecibles... aunque potencialmente dañinas en lo inmediato.
Desde una óptica personal, entiendo que castigar a los médicos (equipo de salud en su conjunto) y a los pacientes, comprometiendo la capacidad operativa de los sistemas públicos de salud, sólo generará males mayores a todos, sin excepción.
Existe una llave invertida que debería ser advertida por los estamentos políticos que hoy “revisan” lo que no debería serlo. Comprometer la salud de las personas en un mundo globalizado, aduciendo razones económicas, suena a disparate.
Por el contrario a lo que suele asegurarse, el paciente ostenta la “llave” que abre o cierra al sistema, hecho que guarda la capacidad de invertir las variables, y todos y cada uno de sus factores. Como definición, la eficiencia de un sistema sanitario comienza y termina en el “paciente”, ya que la calidad (como modelo operativo) de las demandas condicionará la propia de los servicios y sus prestaciones.
El ejemplo ofrecido por la Escuela Gallega de Salud para Ciudadanos, una ampliación de la Fundación Escuela Gallega de Administración Sanitaria (FEGAS) pero orientada única y exclusivamente a pacientes y a ciudadanos, es desde finales de 2009 una de las más firmes, y satisfactorias, respuestas de la Sanidad de Galicia a cuestiones como la pretensión de que el paciente sea el eje del sistema sanitario o la propia sostenibilidad de éste. La institución ayuda al paciente a ser ese ángulo funcional necesario a los equilibrios, brindándole formación (junto a sus familiares y a sus cuidadores) para facilitar la toma de decisiones sobre la enfermedad que padece; y dos aspectos de esa formación al ciudadano, la de mejorar su conocimiento del funcionamiento del sistema sanitario y de sus recursos, y la formación frente a las enfermedades crónicas, sirven para un uso más eficiente del sistema y, en conclusión, a que el ciudadano contribuya a la sostenibilidad del mismo.(1)
La escuela contribuye a agregar valor a la presencia del enfermo incorporado como tal a un sistema con recursos finitos. La Escuela tiene como objetivo educar desde el punto de vista de la salud a los ciudadanos, ayudarles a mejorar estilos de vida y a que conozcan los servicios sanitarios públicos para que puedan hacer un uso adecuado de los recursos, tarea nada fácil ya que la iniciativa es diferenciadora y avanza sobre las sociedades de pacientes.
En un momento donde las concepciones políticas intentan diezmar el aporte social a las enfermedades crónicas, reorientar el sistema de salud hacia dicho foco implica modificar la manera de pensarlo, por ende obliga a revisar las consecuencias que imponen los presupuestos retrógrados.
Talleres enfocados en la población diabética, hipertensa, con insuficiencias cardíacas y/o renales, pacientes anticoagulados, afectados por tumores, o afecciones respiratorias, proporcionan una nueva vía de abordaje ya que el paciente como individuo, o bien los pacientes relacionados por un diagnóstico común, se convierten en los primeros defensores de la salud pública y sus factoriales, ejerciendo un uso racional que se orienta a proteger los recursos. Lamentablemente la visión política asume que todo “gasto” es una pérdida, así como toda “inversión” resta a los presupuestos preestablecidos, construyendo una visión falaz que sólo se traduce en “restas”, a veces lineales y otras (las más) geométricas.
Un paciente informado hace a las diferencias. Aquellos sistemas que inducen a “formar” la información, modifican las incidencias y por consecuencia, hacen lo propio con los consumos, reduciendo de manera significativa el mal uso de los servicios. Traducido, la pasividad de los enfermos resta o divide, no suma, no multiplica y ni siquiera agrega valor alguno.
La Escuela Gallega abrió sus puertas en noviembre de 2009. Los talleres son a la medida de las asociaciones de pacientes. Si, por ejemplo, la Asociación de enfermos de Parkinson lo pide, se desarrolla un taller que va dirigido a los propios pacientes o a sus familiares o a sus cuidadores; y si la de enfermos celíacos pide un taller para sensibilizar a la población sobre este problema de salud o para informar a los cuidadores sobre cómo mirar una etiqueta en un supermercado y saber si un alimento lleva gluten o no... para todo este tipo de cosas se hacen talleres a medida para explicarle a los ciudadanos todo lo que necesiten saber para poder controlar bien su enfermedad.
Curiosamente, la Escuela también hace hincapié en las personas sanas, formándolos en primeros auxilios o enseñándoles a alimentarse...
Algunos talleres los imparten dos personas: un profesional sanitario y un paciente que tiene la enfermedad de la que se trate. Está constatado que la formación entre pares es mucho más eficaz que la que se realiza con asimetría en la información: asume mejor un paciente la información que le da otro paciente que la que la da un profesional. Así, un docente habla del aspecto científico-técnico de la enfermedad, y el otro, de su experiencia; se complementan muy bien, y los que padecen reciben mejor la información. También se está formando a pacientes para que sean formadores, y esto sobre todo en cuestiones relacionadas con la seguridad del paciente (medicación, higiene, hábitos). La experiencia es muy buena, porque después son los pacientes, siempre acompañados de un profesional, los que forman a otros; y el hecho de que sea un enfermo el que dé las pautas es mucho más útil.(1)
Lo antedicho reestablece la relación médico-paciente. Los enfermos, al comprender las variables de su enfermedad, proporcionan un volumen de información que suma al conocimiento científico que se ve nutrido por algo que hace pocos años era impensado: la experiencia del que padece.
Restar en salud sólo agrava el gasto social de los países que asumen dicho criterio, y ello es una evidencia incuestionable.



(1) El Médico Interactivo, Diario Electrónico de la Sanidad. Un paciente bien formado e informado, y corresponsable con su enfermedad, es fundamental para la eficiencia de un sistema sanitario
 

Licenciado [MBA R&D] Víctor Norberto Cerasale, 2012-04-02. Copyright by Cerasale, 2012. Derechos reservados. Exclusivo para Revista Médicos, Medicina Global.
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