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Opinión


El precio
de los recortes
 
Por el Licenciado
Víctor Norberto Cerasale [MBA R&D]
 

Europa ha dado en estos últimos meses la primera evidencia sobre el definitivo ocaso del estado bienestar. Para ello ha apelado a recortes tan perversos como improvisados, siguiendo el criterio de recetas económicas que, sustentando necesidades políticas, focalizan sus estrategias en las debilidades periféricas de la propia Unión Europea (UE). Cuando señalo el concepto de “periféricas” es que nunca tocan a los ejes económicos de la propia UE, por consecuencia caen sobre Grecia, España, Portugal, Italia, Turquía, Irlanda, etc. y nunca sobre Alemania, Francia o Gran Bretaña.
¿Cuál es el precio de semejante decisión?... difícil determinarlo en lo global, sin embargo en ESPAÑA tanto como en PORTUGAL, se avizora el fin del sistema público de salud tal fue reconocido durante décadas, como ejemplos de equilibrios equitativos así como de la “inclusión” como criterio social y sanitario. Las víctimas no son otras que sus propios protagonistas, tanto pacientes como los recursos humanos del equipo de salud... y más allá, en poco tiempo más, los propios estados políticos terminarán siendo ellos mismos víctimas de tanta irracionalidad.
La UE, al imponer estos mecanismos de “antigestión”, se ha visto desbordada por circunstancias que le impone su propia realidad:
1. Pacientes críticos sin acceso a sus tratamientos.
2. Pacientes crónicos sin acceso a sus tratamientos y además, con limitaciones dramáticas en sus coberturas.
3. Pacientes quirúrgicos sin acceso a sus urgencias
4. Pacientes sin acceso a la atención médica en urgencias.
5. Poblaciones pediátricas sin acceso a determinadas vacunas, dadas de baja de sus coberturas previas.
6. Incapacidad en el control epidemiológico de patologías transmitidas por alimentos.
7. Incapacidad en el control epidemiológico de enfermedades tropicales crecientes por influencia directa del cambio climático.
8. Carencias de gestión en lo regulatorio sobre los medicamentos y sus recomendaciones.
9. Impuestos a la enfermedad en forma de copagos
10. Deudas crecientes que los estados reconocen pero escatiman a la hora de resolver.
Cuando un modelo otrora confiable, pierde tal condición, favorece la instalación y el crecimiento de las incertidumbres, y cuando éstas llegan, suelen abundar en primera instancia para luego ahogar a sus actores.
En medio de ello crece un abismo entre la gestión del ámbito público y su equivalente en el privado. En el primero el enfermo asume el rol de usuario, por lo tanto sometido al imperio de las carencias. En el segundo, el paciente cumple el rol de cliente, elevando el nivel de exigencias que lo distancien de aquel que es “despreciado” por el propio Estado (supuestamente protector), que lo condiciona a través de deudas crecientes que, al superponerse, se acrecientan geometrizándose y creando algo semejante a una represa de demandas contenidas.
Las demandas contenidas serán las que firmen el certificado de defunción del modelo “bienestar”, ya que el continuo ejercicio de falencias y ausencias, de siniestros y carencias, termina traduciéndose en frustraciones que producen que las personas tomen distancia de la antigestión, dando lugar a un “mercado marginal” de medicinas inciertas que sólo contribuirán a conferir magnitud al problema basal.
Queda claro que el sistema público no es el problema en sí mismo, tanto como sucede lo propio con el privado... en ambos casos, los roles de gestión se cumplen conforme a pautas que, a veces, están más calibradas que otras. En general, ninguno de los ámbitos de gestión pretenden gastar más de lo necesario, sin embargo, dentro de las visiones políticas, lo “necesario” suele estar muy lejos de lo adecuado y hasta de lo prudente. De allí que el sistema se desintegre por imperio de antojos personalistas antes que por correcciones que optimicen la protocolización de la seguridad de cada paciente, y por ende, del conjunto de las demandas y sus correspondientes requerimientos.
En la concepción política del gasto social, calidad y productividad aparecen como ejes antagónicos y ello induce a error en la toma de decisiones que afectan a la gestión operativa. Optimizar la calidad implica mejorar la productividad, y el resultado de ambas da como consecuencia una reducción racional del gasto... no obstante, cuando el recorte ataca a la calidad termina comprometiendo seriamente a la productividad, y ello deriva en efectos nocivos sobre la salud de las personas, de los miembros del equipo de salud sometidos a un permanente burnout (síndrome), que terminan favoreciendo la teoría del parche, esto es tapar los agujeros según se producen, hasta que el número alcanza una envergadura tal en que que las urgencias eclipsan a las coherencias.
Hasta ahora, cada vez que la política invade los ámbitos de la salud el daño se torna irreversible y todas las decisiones políticas han terminado, siempre, en fracasos estrepitosos... curiosamente, en la visión política no hay cabida para la visión ciudadana y por ende, tampoco la hay para el derecho ciudadano de acceso universal a la salud pública. De allí que el tránsito individual, personal, o ciudadano (según se quiera) se represente en un calvario donde el paciente pena por su condición viéndose esclavizado por una máquina de impedir fabricada a partir de una burocracia que pretende controlar gastos a partir de la destrucción de costos. De hecho, ningún político se asiste a sí mismo en el sistema público, por ende lo desconoce, por ende no lo padece.
¿Cómo se entiende lo antedicho?... no hay camas, no hay capacidad de internación, no hay quirófanos disponibles, no hay consultorios disponibles, no hay cirujanos y/o no hay anestesistas, no hay turnos, no hay una contención del enfermo ni tampoco hay quién le resuelva sus necesidades elementales, más tarde, no hay descartables, no hay medicamentos, no hay coberturas apropiadas, no hay sábanas, no hay higiene, no hay y no hay... produciéndose un desconcierto donde los colaboradores funcionarios del modelo sanitario terminan siendo los victimarios de “víctimas” sin derecho a réplica.
En una época donde imperan las tecnologías electrónicas (IT), someter a los enfermos (o sus familiares) a penurias por su atención se traduce en una absoluta falta de respeto hacia la víctima, la que se ve obligada a asumir un doble rol, el de enfermo y el de víctima del sistema.
En medio de este paisaje, la administración Obama ha logrado torcer el brazo de las aseguradoras, para inmediatamente destapar un fraude multimillonario al sistema de salud... y una vez más la pregunta del millón es... ¿y la gente cuándo?... cuando los modelos de salud restan inclusión agregando disparidades, el gasto social genuino crece... atendiendo urgencias pero no resolviendo las prioridades.

 

Licenciado [MBA R&D] Víctor Norberto Cerasale, 2012-08-02. Copyright by Cerasale, 2012. Derechos reservados. Exclusivo para Revista Médicos, Medicina Global.
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