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Esperando un vuelo en Aeroparque, un periodista
extranjero que estaba haciendo un estudio sobre la
medicina privada en la Argentina, me preguntó qué
opinaba de la desregulación. Comencé a intentar dar mi
opinión con tartamudeos y gambeteando la situación.
Finalmente le pedí que cortara el reportaje y le dije:
“Me quiero ir, la desregulación es un tema complejo y en
la medicina privada mucho no hablamos del tema”.
Sin embargo tomé coraje y decidí entrar en el tema sin
vueltas, expresando mi opinión sobre las ventajas y
desventajas de la “Desregulación”.
Se le llama “desregulado” en el sector, a aquel afiliado
de una obra social sindical que ejerce una opción de
cambio por otra obra social sindical del sistema. El
término no es muy feliz. Igualmente menos feliz aún, es
llamar al sector como “Medicina Prepaga” y convivimos
con eso. Se le da el nombre de “prepagas” en base a los
plazos de pago de las cuotas de los asociados, un tema
menor dentro de lo que es la Medicina Privada hoy en la
Argentina. Para rematar este error, dos tercios de los
afiliados pagan “pospago”...!
Las tarjetas “prepagas” de los celulares abonan por
adelantado el consumo que van a realizar, esto no sucede
en la Medicina Prepaga donde funciona como la cuota de
un seguro y no como pago anticipado de las prestaciones
que vaya a realizar.
Volviendo a “la desregulación” que es el tema en
cuestión comencemos con un poco de historia. En enero
del año 2007 comienza la posibilidad de opción de cambio
para afiliados a obras sociales sindicales. Los
afiliados de obras sociales de dirección ya podían
cambiar de obra social sin inconvenientes. Hasta ese
momento, los afiliados eran cautivos de la obra social
sindical de la actividad. Ese año el período de traspaso
fue entre enero y abril. La Obra Social de Empresa OSDO
había realizado un acuerdo con la Empresa de Medicina
Prepaga DOCTHOS y salió con una campaña publicitaria
masiva y una cantidad importante de vendedores a captar
este nuevo mercado. Esto sorprendió a las obras sociales
sindicales y al sector de Medicina Prepaga, ya que
flotaba la idea que había habido un acuerdo de no
agresión comercial. A partir de esto, muchas obras
sociales se organizaron para competir.
Al año siguiente se amplió el período de traspasos a
todo el año y se excluyó a las Obras Sociales de
Empresas de la posibilidad de poder captar nuevos
afiliados.
Desde el año 1998 hasta el 2011 se realizaron más de 4,5
millones de traspasos. Estos crecieron año a año con
excepción del año 2009 que se redujeron los mismos por
cambios en el proceso. Se eliminó la posibilidad de
traspasos por correo y se incorporó la certificación de
firma.
Según los datos del Censo 2010 de los 6 millones de
habitantes que tiene cobertura de Medicina Prepaga, 4
millones están a través de una obra social.
Veamos que opinan algunos Secretarios Generales de la
desregulación:
Antonio Calo (UOM): “No se puede permitir a un
sindicato que le venda un sello de goma a una empresa de
medicina prepaga para que atienda a sus afiliados.
Tenemos 170.000 afiliados de los sueldos más bajos,
porque el resto, de los honorarios más elevados, se lo
llevaron las empresas”.
Ricardo Pignanelli (SMATA): “En los 90 se quebró
la solidaridad del sistema bajo el lema del
individualismo. Mientras en SMATA poníamos el mayor
empeño para conseguir buenos salarios, la medicina
prepaga se apoderaba de 40.000 afiliados de la obra
social con mejores sueldos (el famoso descreme) para
brindarles una medicina cómoda bajo un sistema que no
admitía a todo el mundo y discriminada a través de su
interés y a través de cuotas elevadas”.
Hugo Moyano (Camioneros): “Las prepagas se llevan
a los (trabajadores) más jóvenes, a quienes ofrecen un
montón de condiciones, y dejan el resto a las obras
sociales, las cuales tienen que utilizar el dinero de
sus aportantes para hacer frente a todo tipo de cosas”.
Con la desregulación, las obras sociales sindicales
fueron sacadas de su “zona de confort” y es entendible
que no les guste el actual sistema. Sin embargo hay que
escuchar sus quejas y encontrar posibles consensos.
Quizás en algunos temas puedan tener razón.
Como bien sabemos no todos los afiliados de obras
sociales tienen la libertad de pasarse a otra que
prefieran. Las Obras Sociales Provinciales y otras
Especiales han quedado afuera de la desregulación. No
todo el sistema se “desreguló”.
¿Qué ocurre con éstas? Tenemos por ejemplo el reclamo de
gremios de la Provincia de Buenos Aires, que desean
salir de la Obra Social IOMA y no pueden (en casi todas
las prepagas podemos encontrar afiliados de obras
sociales provinciales que pagan su cuota completa y
tienen doble cobertura). También podemos recordar, hace
no mucho tiempo, el reclamo de los Gendarmes, que en su
petitorio al Gobierno de mejoras estaba el de poder
elegir obra social.
Estoy convencido que el sistema anterior, donde los
afiliados eran todos cautivos, no es conveniente.
Naturalmente las organizaciones tienen un menor
incentivo a mejorar sus servicios cuando los afiliados
son cautivos. El extraordinario personaje de la empleada
pública de Gasalla gritando; ¡“atrás, atrás”!, no es
habitual en organizaciones que compiten por la fidelidad
de sus clientes.
El mejor ejemplo de lo bueno que es la competencia, es
apreciar varias obras sociales sindicales que hoy
compiten de igual a igual con los mejores prepagos y
obras sociales de dirección, con servicios de
excelencia.
Una característica intrínseca del ser humano y por
consiguiente de las organizaciones, es mayoritariamente
tender a un mayor esfuerzo y mejor rendimiento, en
escenarios de sana competencia.
Sin embargo considero que hay aspectos de la
desregulación que pueden y deben corregirse y/o
mejorarse. Especialmente lo vinculado a la solidaridad
del sistema.
Sería necio negar, que el sistema anterior, aunque
más ineficaz e ineficiente, era más solidario que el
actual.
Vale aclarar que el sistema no era totalmente solidario.
Los petroleros eran solidarios entre sí pero no con los
textiles, ni éstos con los peones rurales. De acuerdo
con la realidad de la industria del momento sus ingresos
se modificaban y obtenían seguramente distintos
servicios de salud.
Está claro que no hay que cortar la desregulación. Hay
que pensar cómo mejorarla.
Para poder corregir este descreme durante años se
estudiaron distintas alternativas sin resultados.
Una de las ideas fue que los afiliados que se pasaban a
otra obra social, sólo transferían el promedio de aporte
de su obra social anterior y no su aporte real. La
diferencia entre su aporte real (generalmente mayor) y
el promedio de su obra social, debía quedar en ésta para
no perjudicar al resto de los afiliados.
Pese a que este esquema resolvía de alguna manera el
esquema solidario, tenía dos grandes inconvenientes:
1) En algún aspecto este sistema “premia” a obras
sociales ineficientes de quedarse con dinero de
beneficiarios que se cambian por no estar satisfechos
con el servicio.
2) Es muy complejo de administrar, casi inviable.
Para hacerlo viable desde lo administrativo, se pensó
también en la opción que sólo se transfiera a la nueva
obra social la contribución patronal y quede el aporte
en la obra social anterior. Más premio a la
ineficiencia.
CASO OSFE-AMSA
Hace más de 10 años me tocó participar de un acuerdo
entre la Obra Social Ferroviaria y AMSA.
La Obra Social no quería perder a sus afiliados de
mayores ingresos. Como es habitual todos los afiliados
tenían el mismo plan. Este plan no estaba brindando a
este grupo, el nivel de servicio requerido y evaluaban
opciones de otras obras sociales para cambiarse. Los
ingresos por cápita promedio de todos los afiliados de
la obra social, no le permitían mejorar mucho el plan
universal y al ser defensores del sistema solidario, no
veían como una alternativa segmentar por niveles de
ingreso.
Negoció en forma corporativa un plan superador de AMSA
obteniendo un precio menor que el que conseguiría cada
uno de sus afiliados en forma individual. Para la
empresa de medicina prepaga el costo comercial y
administrativo de enviar una sola factura, baja
considerablemente al ser un acuerdo corporativo.
OSFE calculó cuánto era la cápita promedio de aporte de
todos sus beneficiarios y ofreció a todos la posibilidad
de pasarse al plan superador de AMSA, pero no tomando su
aporte individual. El precio que debían pagar los que
querían tomarlo, era la diferencia entre la cápita
promedio y el precio del plan superador. No importaba
cuanto era el aporte individual. Para todos los
beneficiarios, el precio por cápita para pasarse al plan
superador era el mismo. Más de 10 mil beneficiarios
optaron por adherirse. La obra social no perdió
afiliados, mantuvo la solidaridad del sistema y los
afiliados que no se pasaron mantuvieron el mismo nivel
de servicio que tenían al no disminuir los ingresos.
Existen otros casos de éxito de complementación entre:
obras sociales y prepagos, obras sociales y Hospitales o
Sanatorios y entre distintas obras sociales entre sí.
LA “OPCION
URUGUAYA”
El sistema más progresista y solidario sería que cada
obra social reciba el mismo valor por cápita por
beneficiario con una tabla de ajuste por edad, sexo y
región, ya que los costos médicos varían sensiblemente
por estas variables. El total de aportes y
contribuciones del sistema se divide entre todos los
beneficiarios de acuerdo a esta matriz. En este caso no
hay descreme posible. Aquellos que deseen un plan
superador deben abonar siempre por encima de esta
cápita, aunque su aporte individual sea mucho mayor.
Cuando alguien cambia de obra social no desfinancia a su
obra social anterior.
Sería un cambio profundo y radical que seguramente
encontrará rechazos, pero quién puede dudar de su
equidad y solidaridad. No sólo entre los beneficiarios
de una misma obra social sino entre todo el sistema. Por
ejemplo, aquí sí los petroleros son solidarios con los
textiles y los camioneros con los peones rurales.
Profundizar herramientas vigentes
Entendiendo que no son sencillos los cambios tan
profundos, el sistema actual contiene herramientas que
corrigen asimetrías y una buena opción podría ser
profundizarlas aún más.
La recaudación del Fondo Solidario de Redistribución (FSR)
es una herramienta claramente progresista. Los que más
ganan son los que más aportan. El personal de dirección
aporta más que el de convenio.
También el SANO (Subsidio Automático Nominativo de Obras
Sociales) y el SUMA (Subsidio de Mitigación de
Asimetrías) son herramientas que hacen al sistema más
solidario.
Aumentar progresivamente los porcentajes de retención al
FSR por rango de ingresos y sobre todo incrementar los
valores del SANO, es un camino posible para mitigar los
efectos no deseados de la desregulación, manteniendo la
libre elección de los beneficiarios. El SANO tiene
valores muy bajos y no se actualiza adecuadamente.
CONCLUSION
En resumen, considero que la desregulación produjo en el
sistema mayores beneficios que perjuicios. La libertad
de opción le permitió a 4,5 millones elegir una obra
social seguramente mejor que la que tenían. También
generó una sana competencia donde muchos se adaptaron y
mejoraron notablemente sus servicios como por ejemplo
Unión Personal. Otras, como en el libro “Quien se ha
llevado mi queso”, no se adaptaron a los cambios, un
ejemplo es la Obra Social Bancaria, y están con
dificultades que esperemos puedan superar.
Esto no significa que no sea necesario dialogar entre
todos los sectores para mejorar el sistema en base a la
experiencia de ya casi 15 años de desregulación.
Acerca del diálogo, hace unos años leí una definición
brillante de nuestro admirado y querido Cardenal
Bergoglio, hoy nuestro queridísimo Papa Francisco.
En el libro “Sobre el Cielo y la Tierra” decía lo
siguiente:
“El diálogo nace de una actitud de respeto hacia
otra persona, de un convencimiento de que el otro tiene
algo bueno que decir; supone hacer lugar en nuestro
corazón a su punto de vista, a su opinión y a su
propuesta. Dialogar entraña una acogida cordial y no una
condena previa. Para dialogar hay que saber bajar las
defensas, abrir las puertas de casa y ofrecer calidez
humana”.
Que así sea.
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