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He estado reunido en las últimas
horas con distintas sociedades de
pacientes, fundaciones de
discapacidad, asociaciones de
ciertas patologías tanto de enfermos
como científicas, y todos, sin
excepciones, se caracterizan por
estar dominados por las
incertidumbres, el “no saber” si
podrán tratarse bajo el esquema de
prometidas y escasamente cumplidas
coberturas sociales, ésas que
supimos conseguir, pero que los
financiadores amparados en ambiguas
resoluciones comunes a los estados
ausentes, intentan siempre rehuir.
El panorama generalizado describe un
singular estado de indefensión,
donde los pacientes se unen para
luchar por sus derechos, al tiempo
que los médicos se ven atrapados en
las perversidades de un sistema que
describe equidades pero que según
sus propias palabras: “carece de
recursos” y “está ausente de
gestiones”.
Cuando la salud pública se desplaza
hacia los claro-oscuros de las
interpretaciones políticas,
inmediatamente sucumbe ante
aseveraciones incumplidas y otras
tantas diluidas por una rara máquina
de impedir, que por un lado extiende
su mano salvadora a los “amigos”,
negándole ese mismo derecho a los
desconocidos, los que se ven
obligados a recurrir a todo tipo de
artilugios para evitar perderse en
el intento.
Bien podría definirse entonces, que
la gestión en salud pública está
atrapada por “momentos de
negligencias”, esto es
administraciones con escasa
capacidad de lecturas, o incapaz de
efectuar lecturas intermedias de las
señales que envía la realidad.
Usted podrá entender que esto sucede
en la Argentina, pero a decir
verdad, está ocurriendo en todo el
mundo, sin excepciones, peor en los
mal llamados países desarrollados...
observándose un desplazamiento en el
eje de gravedad del estado bienestar
y protector, para trasladarse hacia
modelos sanitarios donde “sin
recursos, la muerte está asegurada”.
Dado que cada vez es menos el
universo de personas con recursos
adecuados para dichos accesos a
servicios asistenciales privados, es
cada vez más evidente que el número
de personas caídas de los sistemas
públicos crece en forma
geométrica... aun cuando la
manipulación estadística se empeñe
en asegurar lo contrario.
En las mesas de deliberaciones de
los pacientes, de cualquier
enfermedad, esto es bien notorio,
tanto como irrebatible. La
preocupación es visible, y por ende
la “ocupación” es significativa,
intentando contrarrestar los huecos,
los vacíos, y las ausencias que
surgen de las ausencias de los
estados, entidades políticas que han
dejado de cumplir sus roles para
justificarse a sí mismos de todo
aquello que no se hace.
Permanentemente se les niegan los
tratamientos aduciendo “gastos
catastróficos”, sin reparar que los
mismos (gastos catastróficos) nacen
cuando los tratamientos son negados
o bien desplazados hacia la mala
praxis (el diagnóstico indica una
cosa, pero el sistema se empeña en
proveer otra distinta, inapropiada
para el estadio clínico).
Curiosamente los gastos no
retroceden, los ahorros no aparecen,
y los pacientes “padecen” las
negligencias comunes a la máquina de
impedir antes mencionada. Detrás los
recursos de amparo toman entidad,
para inmediatamente verse
neutralizados por los mismos
mecanismos que mezclan cinismos con
hipocresías... conclusión, se pierde
el sentido de oportunidad,
asegurando el crecimiento del gasto.
Las inequidades en salud son muchas,
y sus actores se las arreglan como
pueden. Podría aseverarse que dichas
inequidades están en crecimiento
debido a que los problemas de fondo
encuentran cada vez menos atención,
y de tener lugar lo antedicho, la
consecuencia se traduce en mayores
gastos ocultos, ahorros inexistentes
por su condición de imprudentes, e
indicadores manipulados para
justificar balances equilibrados,
algo que en salud es utópico, ya que
si la población crece, también lo
harán sus demandas genuinas.
Dado que el problema es global, no
argentino como algunos pretenden,
las sociedades de pacientes vienen
destapando errores, omisiones,
olvidos, negaciones, burlas, y hasta
se han transformado en aliados
impensados de sociedades
científicas, de grupos médicos, de
hospitales públicos, de grupos de
investigación, y hasta se han
incorporado de modo fehaciente en
los ámbitos de los desarrollos
biológico-farmacéuticos,
proporcionando informaciones hasta
no hace mucho tiempo inimaginables,
debido a las soberbias académicas
que suelen caracterizar a ciertas
ignorancias políticas, como también
a otras comunes a las “ciencias de
las conveniencias”.
Aquellos que han comprendido la
necesidad de los “cambios”,
inmediatamente se han sumado a la
tendencia, habilitando
participaciones que se demuestran
como proactivas, altamente
calificadas para los tiempos que
vienen.
Lo expuesto está reparando,
consciente e inconscientemente, la
pretendida estrategia de la
reconversión de los años noventa, la
misma que pulverizó la relación
médico-paciente, y que además
desreguló las profesiones
sumiéndolas en confusiones
interminables. Indudablemente,
bienvenidas las renovaciones, ya que
ellas establecen mejores puentes
vinculares entre las organizaciones,
por una parte, y entre las personas,
por la otra.
Al fin y al cabo se ha demostrado el
potencial de lo “participativo”, y
se ha hecho valor de evidencia la
necesidad del compromiso de las
partes, sumando “valor” a la
interpretación de la enfermedad como
un hecho social dinámico,
evolutivamente complejo, que tiende
a involucrar a actores diversos,
directa o indirectamente.
A las llamadas sociedades de
pacientes, se han sumado médicos
inquietos, abogados, contadores,
psicólogos, a sabiendas que en
dichas organizaciones no hay lugar
para los oportunismos, ya que con
las necesidades de las gentes no se
juega. Esta suma de solidaridades
está descubriendo una nueva “salud
pública”, donde sin las “partes” no
hay un “todo”.
Finalmente, la salud pública, al
igual que la educación, son factores
aglutinantes de cualquier sociedad
que se precie de tal. Cuando la
“ciencia” deja de ser “propiedad
intelectual” de pocos, para
transformarse en un motor de
soluciones sociales inmediatas, la
ciencia se libra de ataduras
conceptuales para avanzar hacia la
resolución de las necesidades de las
gentes. Allí residen todos y cada
uno de los ahorros, en la
responsabilidad y el compromiso de
las partes.
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