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 Informe Especial

 
Un pacto por la salud pública
Sofía Olaviaga y Federico Tobar 1

El pasado martes 4 de junio un grupo de sanitaristas presentó el documento Pacto Argentino por la Inclusión en Salud (PAIS), que propone consensos básicos para repensar un modelo de salud para la Argentina.
Durante el evento, Roberto Chuit, exministro de Salud de Córdoba; Carlos Vassallo, profesor de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad del Litoral; Adolfo Sánchez de León, exsubsecretario de Salud de la Nación, y Sofía Olaviaga, coordinadora del Programa de Salud de CIPPEC expusieron, en representación del grupo PAIS, los principales objetivos de la iniciativa. Además, lanzaron el blog http://inclu- sionsalud.org/ e invitaron a la comunidad presente –más de 100 representantes del sector de la salud- a participar del espacio de debate inaugurado.

UN DIAGNOSTICO CONOCIDO

Nuestro sistema de salud es cada vez más caro y obtiene menores resultados. Hasta hace algunas décadas, la Argentina detentaba los mejores indicadores epidemiológicos de la región. Hoy perdió posiciones en la esperanza de vida al nacer, las tasas de mortalidad infantil, de menores de cinco años y materna, y la situación empeora cuando se examinan causas específicas, como la mortalidad por enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, se ubica entre los países con mayor gasto en salud per cápita de la región.

EL SISTEMA DE SALUD ES VICTIMA DE SU PROPIA EFICACIA

La población argentina está cambiando su perfil epidemiológico. Las enfermedades crónicas asociadas a la vejez y a los hábitos de vida poco saludables avanzan como las principales causas de enfermedad y mortalidad. Si bien nuestro sistema de salud supo resolver muchas contingencias sanitarias, enfrentará dificultades para responder a los nuevos desafíos si no incorpora cambios estructurales. Esta situación problemática no se soluciona solamente invirtiendo más dinero en el sistema. Por el contrario, se requiere además redefinir el modelo de atención y de gestión de la salud. Esto permitiría superar la falta de articulación del sistema de salud que hoy atenta contra el uso racional y eficiente de los recursos de la sociedad y del Estado. Se podría conquistar más salud, disminuyendo la morbi-mortalidad y mejorar su distribución, reduciendo las brechas de acceso entre grupos poblacionales.
Este es un diagnóstico conocido y compartido por la comunidad académica, funcionarios sectoriales, profesionales de la salud, entre otros actores del sector. El ciudadano o paciente, por su parte, si bien percibe que el sistema funciona en un nivel subóptimo, no hace mayores reclamos por temor a perder lo que tiene. El usuario del sistema público teme no recibir la atención necesaria; al beneficiario de una obra social le asusta atenderse en el hospital público y someterse a esperas insalubres que comienzan en la madrugada, mientras que al de la prepaga le preocupa no poder elegir a cualquier especialista de la cartilla.
Es claro que nuestro sistema de salud requiere de transformaciones, si quiere seguir brindando más y mejor salud. Hasta aquí la mayoría está de acuerdo. El disenso que paraliza el cambio aparece cuando se plantea qué modificaciones introducir y cómo hacerlo.
Algunos consideran que la solución es dotar al sistema de salud de una ley rectora que defina qué deben hacer el gobierno nacional, los provinciales y los municipales, las obras sociales, las prepagas, los hospitales y los centros ambulatorios. Otros consideran que ese medio es necesario pero no suficiente, y proponen un pacto que comprometa a los actores estatales y privados en un conjunto de cambios concretos. Pero los disensos vuelven a surgir cuando se analiza qué debería incorporar esa norma marco o pacto.

EL ORIGEN DE LA INICIATIVA

Desde hace casi dos años un grupo de más de 30 sanitaristas -entre ellos, exfuncionarios, académicos y miembros de organizaciones de la sociedad civil-, nos venimos reuniendo periódicamente para debatir estas cuestiones y generar un piso de discusión que permita trabajar en un consenso sobre lo que debería contemplar una futura organización, legislación y modelo de atención de la salud. Logramos plasmar este núcleo de coincidencias básicas en el documento Pacto Argentino por la Inclusión en Salud (PAIS).
Los especialistas que adhieren al documento PAIS son Hugo Arce, Ernesto Báscolo, Noemí Bordoni, Nélida Busso, Roberto Chuit, José Cid, Jorge Coronel, Eduardo Jatib, Laura Lima Quintana, Mario Lugones, Gustavo Mammoni, Alberto Manterola, Ricardo Mastai, Jorge Mera, Hugo Mercer, Elsa Moreno, Aldo Neri, Sofía Olaviaga, Ricardo Otero, Néstor Perrone, Horacio Pracilio, Armando Reale, Carlos Regazzoni, Adolfo Sánchez de León, Elsa Segura, Romina Solano, Abraam Sonis, Enrique Tanoni, Federico Tobar, Carlos Vassallo y Pablo Vinocur.
Siguiendo el ejemplo de otros países como Brasil, que consolidó un amplio movimiento sanitario para debatir y construir políticas consensuadas, esta iniciativa aspira a conformar un espacio integrado por individuos, académicos, funcionarios y legisladores de diferentes partidos políticos, desde donde impulsar una visión compartida respecto de lo que debería ser un proceso para la redefinición del sistema y la construcción de una política de Estado en salud.

UNA PROPUESTA PARA (RE) ORGANIZAR LA COBERTURA Y TRANSFORMAR LA FORMA DE CONSTRUIR SALUD

El documento PAIS incluye una serie de definiciones, redefiniciones y desafíos que podrían plasmarse en un pacto al que sumen y adhirieran todos los actores relevantes del sector.
Contiene 13 propuestas concretas organizadas en cuatro ejes, que buscan transformar el modelo de atención, acompañado por un modelo de financiamiento que lo haga viable y en el marco de una organización del sistema que promueva un federalismo adecuado. Sin embargo, es importante aclarar que éste no es un debate cerrado e invitamos a discutir y profundizar las propuestas existentes y a sumar nuevas.
Entendemos que la salud no es el resultado del libre juego de la oferta y la demanda, como cualquier mercancía. Es un derecho fundamental que debe ser garantizado por el Estado que tiene todos los medios necesarios para hacerlo (recursos normativos, administrativos y financieros). Proveer servicios públicos de salud de forma directa a la población no alcanza para garantizar la salud, ni tampoco es la única función del Estado.
El sistema sanitario necesita urgentemente refundar y resignificar la relación entre la Nación y las provincias. Esto implica establecer las funciones, atribuciones y responsabilidades en salud de la Nación, las propias de las provincias y las concurrentes de ambas. Asimismo, es necesario definir el papel de los municipios que en las últimas décadas han sumado responsabilidades sin un marco claro que establezca sus funciones.
Para ello, se deben salvar las carencias u omisiones constitucionales, revisar la distribución de los compromisos y fijar claramente las responsabilidades. En este nuevo esquema es imprescindible que la Nación desempeñe un rol rector, firme y legítimo, para coordinar y obtener un desarrollo homogéneo del sistema.
En esta misma línea, la creación de una agencia regulatoria de salud integrada también colaboraría a mejorar la articulación del sistema. Coordinaría mejor las funciones regulatorias que ya se ejercen desde la Nación, así como las acciones regulatorias no delegadas por provincias y municipios. Tomando las experiencias de otros países federales, la agencia estaría vinculada al Consejo Federal de Salud (COFESA), e incluiría a todos los factores involucrados en la función de producción de salud: los recursos humanos; la tecnología; la infraestructura y oferta de servicios; y los financiadores que tienen competencia en el aseguramiento de la salud.



La consolidación de la salud como un derecho universal tiene como condición necesaria un acceso equitativo a los cuidados. Es decir, el sistema de salud debe garantizar cuidados de calidad homogénea a la población, independientemente de la capacidad de pago de cada uno y del lugar de residencia. No es posible perpetuar un modelo sanitario con una salud pobre para pobres y de calidad para ricos. Para lograrlo es necesario definir un piso de calidad y fortalecer los mecanismos de acreditación de los prestadores públicos y privados, y la formación de recursos humanos.
Para establecer el mencionado piso de calidad, primero es importante jerarquizar los problemas de salud. Este es un gran desafío de cualquier sistema sanitario. La propuesta en esta dirección es definir un conjunto de enfermedades y desafíos de salud a priorizar para cada etapa del ciclo de vida. Esto se debería realizar bajo la conducción del Ministerio de Salud de la Nación y en el ámbito del Consejo Federal de Salud (COFESA), respetando el espíritu federal del país. El objetivo no es racionar sino realizar una discriminación positiva que jerarquice la respuesta frente a protecciones básicas que los argentinos asumimos como mínimos de ciudadanía no negociable.
La concreción de estas protecciones requiere, además, definir líneas de cuidados adecuadas. Esto significa superar el estado declarativo y avanzar hacia metas concretas para todos los responsables de brindar salud. Por ejemplo, no es lo mismo afirmar que se cubrirán las prestaciones del embarazo, que garantizar que todas las gestantes tengan al menos cinco controles, con sus correspondientes ecografías. Este cambio se podría concretar mediante la actualización y redefinición del Programa Médico Obligatorio (P.M.O.). A diferencia del actual, el renovado P.M.O. debería tener vigencia universal, es decir, para los beneficiarios de obras sociales, prepagas y del subsector público.
Por otro lado, es fundamental que el sistema no se limite a enunciar un elenco de prestaciones y que avance en la definición de protocolos de atención. Así se dejará de ofrecer un mero paquete de servicios, para comenzar a brindar un verdadero programa de cuidados garantizado a toda la población.
Para construir un sistema integrado de salud es indispensable definir una puerta de entrada, pero también es central pautar la circulación del paciente por el sistema, maximizando la capacidad de resolución y evitando la duplicación de ofertas, así como la ausencia de ella en determinados lugares. Para lograrlo, es necesario organizar redes de cuidados progresivos que incorporen las líneas de cuidado definidas, recategoricen los servicios, instituyan oficinas dedicadas a organizar la referencia y contrarreferencia en los hospitales, incorporen mecanismos para monitorear el funcionamiento en red y capaciten e incentiven a los prestadores.
Un elemento indispensable en esta dirección es el establecimiento de responsabilidad nominada de las redes integradas de salud (públicas y privadas) sobre una población a cargo. Esto involucra la designación de los responsables de brindar los cuidados y la definición de las personas que formarán parte de cada red de atención. Esto facilita el conocimiento del acceso de los pacientes a los servicios y permite premiar a los efectores por el cumplimiento de determinados estándares. La verificación de los cuidados se puede hacer mediante un sistema de información clínica (Historia Clínica Unificada Digital) que permita realizar tanto un seguimiento del paciente como de la calidad de la atención.
Evaluar el desempeño de los financiadores en función de los resultados de salud obtenidos sobre la población a su cargo es otra de las sugerencias a incorporar. Es necesario evaluar el nivel de cumplimiento de las líneas de cuidados priorizadas para cada etapa del ciclo de vida, e incorporar incentivos para aquellos que obtengan los mejores resultados. Así se comienza a superar el modelo de salud imperante, reactivo y curativo, por otro proactivo, centrado en la promoción y la prevención.
Sin embargo, para brindar protecciones homogéneas -en tiempo y forma- y mediante redes integradas se requiere garantizar una oferta efectiva de servicios. Las actuales brechas en infraestructura y recursos humanos entre provincias representan el primer obstáculo. Se podría comenzar por generar un mapa sanitario en el COFESA que mida las necesidades y priorice las inversiones de salud en las provincias. Además, hay que incrementar la participación de los recursos nacionales en la financiación sectorial, pero no como reemplazos de recursos provinciales. Para ello, la constitución de un fondo nacional para compensar las desigualdades en un piso de atención puede ser una respuesta interesante.
Otra medida complementaria y central es establecer un programa integrado de recursos humanos en salud que aborde las problemáticas relacionadas con la formación de los profesionales del sector y su distribución en el país.
En un sistema sanitario adecuado la salud involucra derechos, pero también deberes. La salud se produce de forma colectiva y ningún argentino tiene capacidad por sí solo de garantizarse un futuro saludable mientras no lo tenga el resto del país. Esto no sólo requiere que profesionales y servicios ajusten su accionar a un modelo de atención definido y sigan, en forma progresiva, guías y esquemas terapéuticos. También es requisito el compromiso del paciente. Los cuidados de salud no son un bien de consumo que el paciente puede usufructuar a su criterio y entendimiento. El Estado es responsable y capaz de fomentar este “compromiso del paciente” mediante diversas estrategias a su alcance. Asimismo, se deben procurar y definir los espacios necesarios para una apropiada participación de los beneficiarios en el sistema de salud.
Por último, la coordinación de sistemas integrados de salud provinciales ayudaría a lograr una cobertura universal y homogénea. Sería necesario que la Nación apoye financiera y técnicamente, y fortalezca la capacidad gerencial de la autoridad sanitaria local. Los ministerios de salud provinciales, a su vez, deberían: a) garantizar la implementación del modelo de atención definido por el Ministerio de la Nación en el territorio provincial; b) coordinar el funcionamiento de programas y servicios; c) alcanzar protecciones de salud universales y de calidad homogénea; y d) reducir inequidades en el acceso dentro del territorio provincial.
En definitiva, la conformación de sistemas integrados de salud provinciales tiene por objeto integrar democráticamente a la población, articular y organizar los recursos de prestadores tanto estatales como privados para que asistan a poblaciones definidas dentro del marco regulatorio común a ambos.
Estas propuestas no pretenden agotar la discusión en torno a las transformaciones del sistema sanitario. Por el contario, aspiran a promover el debate postergado sobre qué modelo de salud es el más adecuado para garantizar un acceso equitativo a cuidados homogéneos de calidad para todos los habitantes de la Argentina. Desde el grupo PAIS convocamos a la comunidad a profundizar la discusión en http://inclusionsalud.org.

1 Coordinadora e investigador del Programa de Salud de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), y ambos integrantes del Grupo PAIS.

 

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