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Columna


El Silencio no es Salud
 

Por  Patricio Pasman
patricio@pasman.com.ar


Durante agosto concurrí a una disertación del prestigioso periodista Dr. Nelson Castro organizada por ADEMP, la Asociación de Entidades de Medicina Privada, a quienes agradezco la invitación y la iniciativa.
Pudimos ratificar a través de sus comentarios los serios problemas de comunicación que tenemos en el sector de la medicina privada.
Las dos principales ideas de su exposición, fueron que el sector debía instalar en la opinión pública que:

  • La Medicina Privada es un sector importante y no un sector sólo para gente privilegiada.

  • Un posible colapso del sistema privado de salud, empujaría a un mayor deterioro del sistema de salud pública.

Coincido con el diagnóstico. Por estrategia, temor, conveniencia o falta de acuerdo entre los actores, el sector de la Medicina Privada ha mantenido silencio en los últimos años, o lo que es peor, sólo ha sido reaccionario ante las leyes, resoluciones, o medidas que afectaron al sector. Generalmente desde el lugar menos apropiado que es el de víctima, muy poco creíble cuando los únicos interlocutores que toman el micrófono son los grandes empresarios que construyen e inauguran lujosos sanatorios y oficinas de atención al cliente. Para defensa de éstos, vale aclarar que fueron muchas las veces que tuvieron que salir al ruedo por el silencio del resto.
A los lectores que nos movemos dentro del microclima del sector, los invito a leer los comentarios en los blogs de las ediciones digitales de los diarios, cuando sale alguna noticia de la medicina prepaga. Son imperdibles. Reflejan en parte, la opinión que los usuarios del sistema tienen del sector.
Un amplio sector de la medicina privada está conformado por entidades sin fines de lucro de gran prestigio médico. También de miles de pymes en todo el país que luchan todos los días para seguir brindando prestaciones médicas de calidad pese a las dificultades existentes. Cientos de mutuales y cooperativas a lo largo de la República reemplazan o complementan un sistema de salud público que no logra satisfacer a un sector de la población.
Con optimismo celebro una mayor coordinación entre las distintas Cámaras frente a los problemas y dificultades en el último año.
Una de las mejores definiciones del populismo, dice que es la subordinación permanente del largo plazo al corto plazo. La nueva ley de regulación del sector y la permanente incorporación de nuevas coberturas sin clarificar de dónde va a provenir su posterior financiamiento, van indefectiblemente en ese sentido.
“La salud no tiene precio….pero tiene costo…”, decía un viejo referente de la medicina privada.
El economista Milton Friedman repetía frecuentemente que “no existe el almuerzo gratis”.
Ambos tienen razón.
Resulta muy tentador para el legislador o político de turno establecer leyes o resoluciones “populistas” en materia de salud. Recibirá una enorme aprobación de la opinión pública sin producir en el corto plazo daños visibles al respecto. Por el contrario, se reflejarán los beneficios de la norma.
Los economistas Edwards y Dornbusch, luego de analizar historias repetidas de políticas económicas populistas en diferentes países, identificaron que estos procesos suelen pasar por cuatro etapas bien definidas:

Etapa 1: Euforia y triunfalismo: al inicio de la expansión del sistema de subsidios, generalmente tras una masiva devaluación y suspensión del pago de las deudas previas, se genera un “efecto riqueza” basado en el transitorio abaratamiento de los precios subsidiados y el aumento de los salarios en moneda devaluada por la inflación.

Etapa 2: Comienzan los problemas: empiezan a producirse cuellos de botella, por la simultánea subida de la demanda y la caída de la oferta de bienes y servicios subsidiados. Los gobiernos populistas intentan entonces diferentes variantes de control de precios y salarios mientras la inflación se dispara.

Etapa 3: Crisis: extrema aceleración de la inflación, escasez, crisis presupuestaria, el gobierno ya no puede sostener los subsidios y comienza a cortarlos, desatando protestas de la clase media y los sectores antes beneficiados que ahora enfrentan menores ingresos y mayor costo de vida. Los salarios reales comienzan a caer aceleradamente y el gobierno intenta una fuerte devaluación -directa o indirecta-, haciendo que la población se vuelque al dólar al advertir que el colapso se acerca.
Etapa 4: Colapso y austeridad: tras el colapso económico, comienza una etapa de austeridad, generalmente monitoreada por organismos de rescate como el FMI. El régimen populista -por lo general derribado por la crisis- adjudica la responsabilidad a “agentes externos” como los que prestaron, el FMI, o a “la crisis global” de turno.

Dejando claro que estos economistas por supuesto se están refiriendo a las políticas económicas nacionales, creo que algunas de estas ideas pueden relacionarse con lo que viene ocurriendo en nuestra actividad.
La ley de regulación de EMP es un enunciado populista de muy buenas intenciones que son inaplicables y seguramente perjudiciales en el mediano plazo. “Suena políticamente bien” que la gente cuando se enferme pueda incorporarse a una prepaga y que los precios no suban.
La constante incorporación de nuevas coberturas obligatorias también genera apoyo del pueblo. Quién puede estar en contra que se cubran nuevas cirugías para obesos, alimentos para celíacos, tratamientos de fertilización a parejas infértiles, prótesis a mujeres que sufren una mastectomía, etc., etc…
Podríamos identificar que, si continúan estas medidas, las etapas serán:

Etapa 1: Euforia y triunfalismo: al inicio genera aprobación de la opinión pública sin perjuicios concretos al sector.

Etapa 2: Comienzan los problemas: las entidades necesitan transferir a precio las nuevas demandas. Los gobiernos populistas intentan entonces diferentes variantes de control de precios.

Etapa 3: Crisis: las entidades ya no pueden sostener las coberturas y servicios con la calidad adecuada. Las más débiles comienzan a cerrar, venderse o fusionarse para poder hacer frente a este nuevo escenario.

Etapa 4: Ajuste y austeridad: el sector se concentra cada vez más dando servicios de menor calidad. Los profesionales de la salud aumentan su insatisfacción transfiriendo la misma a los pacientes/clientes.

Los desafíos son enormes. La salud es un servicio conflictivo por naturaleza.
Permanentemente surgen nuevos tratamientos, estudios, medicamentos, etc., que exigen analizar por un lado su conveniencia desde el aspecto médico y luego la viabilidad de su financiación. Esto implica tensiones entre los pacientes y los financiadores, dónde “el malo” casi siempre es el financiador.
Sin embargo el silencio no parece haber sido lo más conveniente.
Necesitamos adecuar la comunicación a los diferentes públicos.
Explicar en cada ámbito porque una cantidad de leyes, resoluciones y disposiciones que parecen buenas, traerán inconvenientes en el mediano plazo.
Es necesario cuidar un sistema que da satisfacción a más de 6 millones de personas.

 

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