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Hace
30 años, el Dr Luc Montagnier y su
equipo identificaba un virus a
partir del tejido ganglionar de un
paciente asintomático, pero
portador de un cuadro de
agrandamiento generalizado
de esas estructuras, cuadro
premonitorio de la etapa final
conocida como SIDA.
Solo
habían pasado dos años de la
publicación de los primeros casos
reconocidos como tales y
caracterizados por infecciones
graves y devastadoras o tumores
altamente agresivos que terminaban
con la vida de personas jóvenes,
previamente sanas.
La
búsqueda de drogas que pudiese
frenar la acción de este virus, más
precisamente un retrovirus, fue
intensa y recién en 1987 pudo
disponerse de un fármaco, la
zidovudina o AZT, que mostraba una
acción antiviral importante. Este
hallazgo inauguraba lo que hoy
conocemos como terapia
antirretroviral.
Recién
cuatro años después, en 1991, se
pudo disponer de otras dos drogas
activas, aunque con toxicidades nada
despreciables, la zalcitabina o ddC
y la didanosisna o ddI dando
comienzo a una segunda etapa en la
terapéutica caracterizada por la
combinación de dos drogas. Esta
etapa mostró resultados algo más
importantes que la monoterapia, ya
que la resistencia del virus a la
misma se desarrollaba más
lentamente, dado que su efecto
combinado era algo más potente que
el de la AZT sola.
Recién
a partir de 1996 se desarrollan dos
nuevas familias de drogas, los
inhibidores no nucleosidicos de la
transcriptasa reversa y los
inhibidores de la proteasa lo que
permitió instituir tratamientos con
tres drogas cuya eficacia fue
evidentemente mayor. No solo eso
sino que se comenzó a disponer de
la medición de la cantidad de virus
libre en la sangre (carga viral) lo
que posibilitó comprobar la
eficacia de los tratamientos y
reconocer la falla de los mismos
permitiendo realizar los cambios
necesarios para evitar su efecto
deletéreo sobre la salud de los
pacientes.
Hasta
la fecha se han licenciado 26 fármacos
y varias combinaciones co-formuladas
lo que ha simplificado a los
tratamientos mejorando la adherencia
y los resultados a largo plazo. Por
otra parte, se ha podido determinar
que los pacientes tratados y con
buena respuesta tienen una mucho
menor capacidad de transmitir la
infección lo que agrega un
beneficio que no se limita al propio
paciente sino a la comunidad por la
reducción de las tasas de transmisión
(esta estrategia se la conoce como
tratamiento 2.0 o “tratamiento
como prevención”) y cumplirá una
función limitadora de la epidemia
teniendo en cuenta que aún no se
dispone de una vacuna efectiva.
La
generalización del tratamiento hará,
lenta y progresivamente, que la
diseminación de la infección se
estabilice y, más aún, que
disminuya en un futuro no muy
lejano.
Mientras
tanto la mejor prevención sigue
siendo el uso del preservativo.
El 1º de Diciembre se celebra el Día
Internacional de la Lucha contra el
SIDA,
sigamos informándonos y difundiendo
las medidas de prevención. Evitemos
el miedo ya que este paraliza, solo
la información y la educación nos
permitirá evitar la infección.
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