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Columna


Planteo de fondo

“Casi siempre se hallan en nuestras manos los recursos que pedimos al cielo”
William Shakespeare

Por el Doctor Ignacio Katz

 
Cuando las rutinas se repiten una y otra vez; cuando la coherencia se vuelve signo de rigidez más que una virtud; cuando pese a las evidencias en contrario, se insiste en caminos equivocados; cuando todo indica la necesidad de cambios y éstos se postergan; en síntesis, cuando todo eso sucede, más que nunca se vuelve imprescindible barajar y dar de nuevo, para, por fin, jugar en serio la partida.
Y si hablamos de salud, esa repetición de fórmulas fallidas no es apenas un desperdicio de tiempo y recursos. Es un agravante en la situación de miles y miles de personas, que, en tanto pacientes, pagan con su cuerpo y su mente el costo de mantener el statu quo. Un sistema incapaz de criticarse a sí mismo, es índice de un conformismo esclerosante, ya que bloquea alternativas de transformación y de posible desarrollo. Por eso mismo, conocer la verdadera dimensión del problema del campo sanitario argentino es un paso ineludible para su transformación.
El último informe de PNUD indica para la Argentina un crecimiento en la esperanza de vida pero con un perfil epidemiológico ambivalente, que muestra como causas de mortalidad la preponderancia de enfermedades no trasmisibles, juntamente con la persistencia de la tuberculosis, sífilis y leptospirosis. Esa peculiaridad vuelve más acuciante la necesidad de plantearse correctamente el problema para encarar la solución a fondo.
Si a este cuadro le agregamos que la mortalidad materna no baja, esto se agrava por lo declarado por la Ciudad de Buenos Aires que durante el año pasado verificó un aumento del índice de mortalidad infantil, que pasó de 6,7 por mil nacidos vivos a 8,5 por mil. Esto contribuye a demostrar que la endeblez se encuentra en el propio sistema sanitario. Refuerza lo antedicho que el gasto en salud es de un índice del 10,2 % del PBI, el que al transparentarlo (aunque sin estadísticas fiables) muestra una importante participación del aporte “de bolsillo”, claro factor de inequidad social y de ineficiencia del llamado sistema. Cuando en la salud este aporte adquiere una dimensión como la actual no deja de significar que los ciudadanos dejan de ser titulares de derecho para convertirse en consumidores de bienes o servicios mercantiles.
Si se valora lo expresado por Ortega y Gasset, acerca de que “la vida es esencialmente un diálogo con el contorno”, debemos reconocer que las bases éticas y morales de una sociedad son las que tienen que sostener un nuevo sistema de salud. Los valores de equidad, conocimiento y experiencia deben combinarse junto a los avances científico-tecnológicos para que, coordinadamente, tiendan hacia la mejora de todos los habitantes de este país.
Hemos constatado que en los denominados “períodos de crecimiento”, estos fueron seguidos por la ampliación de la brecha social que acentúa la creciente desigualdad que este efecto desencadena, al no ser acompañado por un desarrollo estructural estratégicamente planificado. Por el contrario, detectamos el pasaje de la categoría de ciudadano a la de consumidor, lo que instala un “cortoplacismo”, muestra clara del debilitamiento de las políticas de Estado que desdibuja el concepto de desarrollo delegando los derechos sociales a la categoría de ‘mercancía’.
Hoy el espectro del mercado ha transformado al paciente en un insumo, y a la economía sanitaria en un mercado de inversión regido por el interés de sus accionistas. Enfrentar esta anomia es el desafío por recuperar y afianzar una vida humana digna.

HACIA UN GRAN ACUERDO SANITARIO:

Si un problema bien planteado contiene en sí su solución, en lo que atañe a la situación sanitaria y a las condiciones de atención médica podemos señalar que no sólo se soslaya “el problema” sino que también se avizora la falta de toma de conciencia de la importancia que el tema abarca. Por lo tanto, ¿cómo empezar a resolverlo si el problema ni siquiera se plantea explícitamente? ¿Cómo recomponer algo que no se asume desarticulado?
Seguimos sin definiciones, a las que deberíamos dar un carácter prioritario y urgente. De lo que se trata es de elaborar políticas planificadas y programas de gestión y no de eventos solidarios para recaudar fondos o de hechos puntuales de beneficencia sino de un proceso a desplegar para la construcción de un Sistema Federal Integrado de Salud, que sea equitativo, racional y fraterno.
Otorgar un lugar central a la construcción de lo dicho, implica superar una conducta desaprensiva e individualista en la órbita de la salud. No es medicalizando el accionar médico en que se logra mejorar la calidad de vida. No se trata de saturar de medicamentos a los pacientes, o de confiar a ciegas, valga la paradoja, en lo que ve en el monitor de la computadora. De lo que sí se trata, es que el pilar de la atención médica sea la prevención, basada en la educación y la salud integral para todos.
Sísifo, aquel personaje de la mitología griega, estaba condenado a subir hacia la cima de una montaña una pesada roca. Una vez llegado a ese punto, la piedra se le caía y él debía reiniciar la tarea, una y otra vez. Dicha leyenda nos recuerda que los fracasos nos llevan a una repetición eterna de esfuerzos, con la carga de desgaste y frustración.
Alcanzar la “pax sanitaria” es reconocer como principios humanos la libertad, la igualdad y la fraternidad. “Libertad” que se opone a la humillación a la que se somete a los pacientes en distintos niveles del campo sanitario; “igualdad”, desde el punto de vista de los derechos; y “fraternidad”, que en el ámbito de la salud no es una opción sino un elemento central.
Dada la asimetría de conocimientos y responsabilidad que éstos conllevan, la función profesional del área médica adquiere un rol preponderante, de ahí la reiteración fundamental de involucrarse en la necesidad de alcanzar un acuerdo que construya un sistema público-privado capaz de hacer efectiva una cobertura universal. Por supuesto, el Estado tiene que cumplir en este esquema un rol activo como orientador y garante, que contribuya a reparar las desventuras ciudadanas.
Los cambios deben hacerse en profundidad y gradualmente, aunque se crea que esto es incompatible. “Gradualmente” no significa una falacia dilatoria, ya que los recursos técnicos para enfrentar esta complejidad son existentes. Los insumos básicos para el cambio son: entenderlo con profesionalismo y asumirlo con responsabilidad y así elaborar políticas y gestión con una agenda convenida.
El sendero para alcanzar la calidad democrática en salud se basa en alternativas de equidad: redistribuir salud para crecer más y mejor y así cumplir con uno de los preceptos de la OMS: “uno de los modos más efectivos de combatir la pobreza es mejorar la salud”, lo que conlleva a un fortalecimiento de los derechos sociales. De lo que se trata es de abandonar a Sísifo, ese personaje solitario y condenado a la repetición eterna de una rutina demencial, y en cambio, incorporar una arquitectura organizacional, lograda entre diferentes actores del campo sanitario, que se adapte a los cambios sin perder de vista que el objetivo final debe ser garantizar el derecho a la salud para todos los habitantes de nuestro País.

Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA)
Autor de:
“Claves jurídicas y asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (Eudeba, 2012). “En búsqueda de la Salud Perdida” (Edulp, 2006). “Argentina Hospital. El rostro oscuro de la salud” (Edhasa, 2004). “La Fórmula Sanitaria” (Eudeba, 2003)

 

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