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Columna


Una nueva ética en la Deontología Médica
A propósito de un caso

Por el Dr. Antonio Angel Camerano (*)


Es factible que el lector no haya visto la serie, más aun cuando ésta haya concluido tras ocho temporadas, y que su final sea propio del dilema que se plantea en esta lectura.
Gregory House es un médico especializado en nefrología y en enfermedades infecciosas. Jefe del departamento de diagnóstico del ficticio Hospital en Nueva Jersey y de su equipo. Se caracteriza por su mal genio, que provoca la animadversión de la gente; Su cojera, causada por una necrosis producida por un infarto muscular. Y su adicción a la vicodina, por el consumo masivo de la misma para calmar el dolor de su pierna. A pesar de ello, tiene una gran capacidad de deducción y el “don” de detectar la personalidad de un desconocido a partir de pequeños detalles. Posee además un gran sentido del sarcasmo y de la ironía. Sus faltas de respeto hacia las normas del hospital (con el fin de salvar al enfermo) han hecho que se haya jugado el puesto, pero siempre acaba convenciendo a sus superiores.
Este caso ha sido comparado con el personaje de Sherlock Holmes (de hecho, el creador de la serie, admite haberse basado en el famoso detective), debido a su gran capacidad de deducción o su adicción a las drogas. En un artículo que lleva varios años del reconocido catedrático español José Ángel Agejas se realiza una breve descripción de la ética de un personaje rompedor en un mundo hecho de tópicos y correcciones políticas insulsas. Su ética no tiene nada de elaborado; quiere saber si, de hecho, un hombre es feliz o infeliz, si miente o dice la verdad. Puede parecer que martillea el cerebro durante largas noches de ruido y truenos, pero sabe entrar en el corazón sin llamar a la puerta.
La serie puede verse como un grito casi desesperado, para que la ética vuelva a presidir las relaciones humanas en un mundo pervertido por la falsedad de lo políticamente correcto. Lo esencial es la ética inquebrantable: el rechazo a la hipocresía tan posmoderna y poscristiana. Lo realmente inmoral es quedarse en los medios, métodos, reglamentos y no hacer el bien. Por otra parte podemos cumplir las normas y no ser buenos. Ya aconsejaba Don Quijote a Sancho que no hiciera “muchas pragmáticas, y si las hicieres, procura que sean buenas y, sobre todo, que se guarden y se cumplan, que las pragmáticas que no se guardan lo mismo es que si no lo fuesen”. Cumplir la norma no garantiza ni que se haga el bien, ni que éste marque las pautas de una sociedad.
El posmoderno es egoísta. Un sentimiento, por definición, es particular, nunca universal. No es un principio ético, aunque la cultura posmoderna se empeñe constantemente como referentes en los debates éticos en los que nos jugamos el futuro... “Quiten de esos debates el sentimentalismo y se acabaron las objeciones”. Nadie dice que sea santo. Pero quiere hacer el bien. La ética no es cosa de normas, ni de sentimientos etéreos, sino la combinación de todo ello a la luz de la prudencia, con ese objetivo: el bien. “Este médico no viola normas, las ignora”. Porque para inventarse normas, códigos y procesos están los intervencionistas del signo que sean, que odian la ética porque temen la libertad.
Al fin y al cabo lo que pretende el médico de la ficción no es tanto enseñar medicina o deontología médica sino entretener fascinando a su público, con apasionantes asuntos de vida o muerte y un fingido carácter insoportable. En el fondo late un corazón humano capaz de insospechada ternura. En el capítulo final de la serie titulado “todos mienten” se debate entre dos alternativas: quedarse y morir o volver a prisión por los próximos seis meses, lo que implica no pasar con su mejor amigo, quien tiene cáncer, los últimos meses de su vida.
A partir de diversos sucesos de la serie, se desarrolló un libro de ensayos elaborados por profesores y doctores en filosofía de significativo rango académico, que intentan explicar, desde un punto de vista filosófico, ético y religioso, lo que llamaríamos “el universo de Gregory House” La primera parte analiza el sentido de la vida, la modalidad particular del conflictivo comportamiento con los otros, en el sentido sartreano, y la discusión de la llamada “suerte moral” en la responsabilidad médica: ¿Son los médicos responsables de los errores que se cometen como consecuencia de factores que no pueden controlar, tales como la negligencia o las mentiras del paciente como factores de confusión o distracción?
La segunda, resulta la más interesante, desarrolla las diferentes analogías entre este médico y Sherlock Holmes, y explica el método de diagnóstico mediante el razonamiento abductivo que Charles Sanders Peirce (1839-1914) llamó retroducción. La tercera considera a sus principios en sus distintas modalidades, especialmente desde el utilitarismo, donde el fin justifica los medios.
En la última se tratan sus dificultades de conducta en la amistad, el amor y hasta la necesidad de permanente conflicto como forma de ironía socrática. Si bien, la traducción tiene dificultades, en parte por el uso del slang médico en el texto original y porque expresa los términos filosóficos literalmente permite una adecuada e interesante mirada para entender al personaje y su universo.
Hasta se ha escrito sobre lo que opinaría Gregory House del Obamacare: “Esto va a doler…”

(*) Médico - Maestreando de la Maestría en Administración de Sistemas y Servicios de Salud; Sede Fundación Sanatorio Güemes. Facultad de Medicina – UBA - 2014.
Twitter @aacamerano

 

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