:: REVISTA MEDICOS | Medicina Global | La Revista de Salud y Calidad de Vida
 
Sumario
Institucional
Números Anteriores
Congresos
Opinión
Suscríbase a la Revista
Contáctenos

 


 

 

 

 

 

 

 

 

Federación Farmacéutica

 

 

 

 

 
 

 

:: Infórmese con REVISTA MEDICOS - Suscríbase llamando a los teléfonos (5411) 4362-2024 /  (5411) 4300-6119 ::
  

Columna


El timbre de lo de Frías
 

Por  Patricio Pasman
patricio@pasman.com.ar


De chico solía andar en bicicleta por el barrio buscando amigos. En alguna casa a veces nos encontrábamos con un cartel en la puerta que avisaba “el timbre no anda”. Esta advertencia significaba que uno debía pasar directamente a tocar la puerta de casa.
Mi madre me contó que cuando ella era chica, en una casa del barrio donde vivía la familia Frías, había un letrero muy curioso que decía: “el timbre no anda….ni andará”. Seguramente cansados de arreglarlo, “los Frías” optaron por prescindir del timbre y volver a que la gente tocara la puerta de su casa, pero al no quitar el botón, decidieron poner ese cartel.
Desde el año 2007 el Gobierno decidió implementar como política antiinflacionaria el control de precios. Un conjunto de funcionarios expertos analiza los costos de las empresas y decide cuánto debe valer el producto que comercializa. La Argentina es uno de los países con mayor inflación del mundo. Pese al fracaso de esta política, paradójicamente la mayoría de la población aprueba este control. Acepta mansamente que los culpables de la inflación son las empresas. Empresarios o gerentes inescrupulosos sólo desean llenarse sus bolsillos. Pareciera que en los demás países con muy baja inflación los empresarios son distintos y siempre ponen por encima el bien común al lucro propio…..
Al igual que el timbre de lo de Frías, el control de precios no anda ni andará.
A esta altura de la nota, algunos pueden creer que estoy a favor de la ley de la selva y que considero que la libertad del mercado debe ser total. No creo que esto pueda ser así en ningún mercado y menos en la salud.
El responsable de la salud de la población es el Estado. El sistema privado debe ser complementario como ocurre en la mayoría de los países, y no sustitutivo del sistema público como lamentablemente sucede en la Argentina.
Estoy a favor de la regulación de las EMP (Entidades de Medicina Prepaga) y de varios artículos de la ley que garanticen un comercio justo y eviten abusos de las empresas con respecto a los precios de los planes. Por ejemplo, existe un vínculo asimétrico entre una EMP y un asociado mayor de 65 años o con alguna patología muy grave. De alguna manera se encuentra “cautivo” de esa EMP, y la regulación, con muy buen criterio, prohíbe realizar aumentos de precio discrecionales a personas, grupos de patologías o determinados rangos etarios.
Es necesario regular y transparentar cómo deben confeccionarse las listas de precios y que una persona conozca de antemano cuando se asocia a una EMP cuánto serán sus incrementos en el momento que cambie de rango etario. Algunas EMP en el pasado enviaban cartas a los asociados deseándoles un “feliz cumpleaños” e informando que su cuota por ejemplo aumentaba más de un 100%, situación que era desconocida hasta ese momento por el cliente. Debemos debatir con información actuarial el aumento de costos entre rangos etarios, pero considero correcto regularlo y transparentarlo al asociado cuando ingresa al sistema.
También considero correcto regular la cobertura de los planes y, al igual que en la Reforma de Salud de los EE.UU. impulsada por el Presidente Obama, la forma como deben presentarse al mercado. Simplifica al usuario la compra de un plan y garantiza una competencia justa y transparente. Previo al PMO, por ejemplo, un asociado se enteraba que su cobertura incluía sólo 20 días de terapia intensiva, en el momento que lo necesitaba. Es necesario analizar y evaluar la conveniencia de autorizar planes parciales o módulos opcionales bien definidos, como por ejemplo separar la odontología u otras coberturas complementarias. Comercializar planes médicos, no es similar a vender latas de tomate, y por consiguiente, las normativas con respecto al grado de regulación y libertad, no pueden ser las mismas.
En resumen creo enormemente en las ventajas de la competencia con reglas de juego claras.
Con “control de precios”, me refiero a que sea el Estado el que defina y autorice el porcentaje de los aumentos de precios o lo que es aún peor, directamente definir el valor. Lamentablemente esto no funciona ni funcionará.
El Estado con la ley actual, de alguna manera, se ha tendido su propia trampa, ya que es políticamente incorrecto, autorizar aumentos de precios. No son “las prepagas” las que aumentan, sino “el Estado que las autoriza”, que intenta reducir el “costo político” y autoriza aumentos muy por debajo de lo requerido.
Estas decisiones complican innecesariamente una actividad, que siempre es bueno recordar, sólo cubre al 15% más rico de la población. Seis millones de personas son las que hoy acceden a las EMP, muy lejos de ser la población más vulnerable que necesita mayor protección del Estado.
Al igual que el timbre de lo de Frías, el control de precios no anda ni andará.
El premio Nobel Milton Friedman dijo “Nosotros los economistas no sabemos demasiado, pero lo que sí sabemos es crear escasez. Si usted desea crear una escasez de tomates, por ejemplo, emita una ley por la que los negocios no puedan vender tomates a más de dos centavos por kilo. Instantáneamente tendrá escasez de tomates. Lo mismo sucede con la gasolina o el gas”.
A diferencia de otros bienes o servicios, el control de precios no genera hoy en la Medicina Privada escasez. El control de precios genera concentración de mercado y un constante deterioro de la calidad. Continúa y se acelera la venta de pequeñas y medianas prepagas y/o Sanatorios a grandes grupos.
Los financiadores no pueden trasladar a los prestadores los incrementos necesarios para mantener la calidad de la atención. Esto genera diferentes mecanismos de adaptación que deterioran el sistema, por ejemplo la relación médico-paciente. El Dr. Roberto Borrone en una nota reciente lo expresa de esta manera:

El “sistema de adaptación” frente al honorario reducido de la consulta fue el incremento del número de consultas, que redujo drásticamente el tiempo ofrecido a cada paciente (además del pluriempleo). Se cambió calidad por cantidad. Las decisiones que se toman en la consulta marcan, muchas veces, el destino de un paciente, requiere un tiempo para escuchar, para examinarlo minuciosamente, para redactar una historia clínica completa y para explicar al paciente y familiares su dolencia, el tratamiento que se debe instituir, los estudios por efectuar y las perspectivas.
Médicos y pacientes nos hemos acostumbrado a consultas de una brevedad extrema. Esto daña a ambas partes. El médico responsable sabe que está menoscabando su profesión y exponiéndose a cometer errores. El paciente no se siente contenido y tiene, muchas veces, la certeza de no haber sido correctamente evaluado. Ambos en definitiva son víctimas de un perverso sistema que ha reemplazado conceptualmente al binomio médico-paciente por el de prestador-cliente.

La tasa de consultas de la medicina privada se ha duplicado en los últimos 10 años.
Hasta hace un tiempo los asociados concurrían entre 4 y 6 veces al año a consultar un médico. Hoy la tasa está entre 8 y 12 veces. Esto obviamente influye en el costo de los planes. Observamos cómo crecen las consultas de homeópatas, osteópatas, RPG, acupuntura, etc., que atienden en forma privada y dedican a sus pacientes el tiempo requerido.
Esta política de controles excesivos, generó que muchos argentinos descubrieran o releyeran el clásico libro de Ayn Rand “La rebelión de Atlas”.
“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.” AYN RAND (1950).

 

SUMARIO

 

Copyright 2000-2016 - Todos los derechos reservados, Revista Médicos