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 La Medicina en el Cine - Autor: José Moviola jose.moviola@yahoo.com.ar

 
Anatomía del cine negro y del psicoanálisis aplicado (*)

El cine negro adquiere carta de ciudadanía cuando se estrenan en Francia, en el verano de 1946, cinco películas – El halcón maltés/ Le faucon maltais/ The Maltese Falcon (1941), de John Huston; Perdición/Assurance sur la mort/ Double Indemnity (1944), de Billy Wilder; Laura(1944), de Otto Preminger; Historia de un detective/ Le crime vient à la fin/ Murder, My Sweet (1944), de Edward Dmytryk y La mujer del cuadro/ La femme au portrait/ The Woman in the Window (1944), de Fritz Lang – y la crítica bautiza en francés, y luego en inglés, como film noir, (por la semejanza en el clima y la temática criminal con las novelas de la titulada Serie noire de Gallimard, cuyas cubiertas tienen fondo de color negro) aunque luego se extiende a la década anterior, asumiendo dentro de sí el cine de gánsteres; conoce varias especializaciones y puede enmarcarse dentro del cine policíaco o criminal.



Este ciclo se puede caracterizar por los siguientes elementos:

a) personajes estereotipados;

b) historias dramáticas en las que la muerte o la violencia mortal tienen un protagonismo importante;

c) los conflictos y la criminalidad vienen determinados por un contexto social problemático, tanto en la “ley Seca” y la crisis de “la Depresión” como en la incertidumbre de la posguerra;
d) los personajes se sitúan al margen de la ley y no siempre coinciden legalidad y moralidad en sus conductas;

e) estética visual de carácter expresionista, debido al origen centro- europeo de varios directores (Fritz Lang, Billy Wilder, Edgar G. Ulmer, Otto Preminger o Robert Siodmak);

f) diálogos cortantes, muy “cinematográficos” y frecuentemente cínicos; y

g) las historias se basan en novelas baratas (pulp fiction) y en artículos periodísticos.

Los estudiosos reconocen en este ciclo una serie de influencias y antecedentes que, enunciados sin jerarquización ni pretensión de exha- ustividad, serían: la criminalidad organizada y el gansterismo alimentados por la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas y la crisis económica; la novela barata o pulp fiction de autores que eventualmente se convierten en guionistas; el reportaje y el periodismo de investigación; las series radiales y el cómic; la fotografía del expresionismo alemán que inspira las imágenes contrastadas de luces y sombras del ciclo; y, por último, el psicoanálisis presente en el desarrollo de la trama.
En el cine negro norteamericano de la época clásica (1930-1960) se percibe la influencia de la cultura psicoanalítica y de la divulgación de las obras más conocidas de Freud. La teoría de los impulsos conlleva la consideración de enfermedad en el protagonista de comportamientos criminales, de lo que toman nota las películas en las que la moral queda relegada a un segundo plano.
La importancia de la sexualidad aparece reflejada en la figura de la “femme fatal” y en conductas donde el principio de placer doblega al de realidad. La dualidad consciente/ subconsciente y el lugar de los sueños en el psicoanálisis están en la base de obras sobre la doble personalidad y sobre pesadillas que amenazan a personas honradas. La solución a ciertos conflictos criminales no es policial, sino médica: en ellos un terapeuta logra resolver comportamientos delictivos fruto de mentes enfermas.
Resulta difícil determinar en qué medida la cultura psicoanalítica inspira directamente algunos de los más interesantes conflictos y personajes del cine negro o si, por el contrario, sucede que las reflexiones de Freud se formulan en un clima moral y en un humus intelectual que es compartido por los autores de los relatos de ese ciclo cinematográfico; con demasiada seguridad, en una de las más recientes indagaciones sobre el cine negro, Noël Simsolo llega a afirmar que “el psicoanálisis es un tema [sic] que obsesiona a los cineastas.
Saben que el público les encuentra un encanto perverso, sobre todo cuando incluye sexo, sueños y violencia. El espectador se cree un simple voyeur de las consecuencias causadas por unas neurosis que se presentan en general de forma muy simplista.
Fritz Lang es uno de los pocos directores que trabajan el tema seriamente, utilizando el psicoanálisis al margen del realismo exterior para explorar los misterios del alma de sus protagonistas, pero también para desestabilizar al público”. Trátese de causalidad o de convergencia, en cualquiera de los casos lo relevante es el trasfondo psicoanalítico de obras importantes del cine negro.
En concreto, la cultura psicoanalítica se percibe en las siguientes dimensiones o niveles: I. La estructura dual de la sociedad o del ser humano; II. El discurso revolucionario sobre el sexo; III. El narrador personal y la evocación fatalista del pasado; IV. Personalidad escindida, dobles y sueños y alucinaciones; V. La enfermedad psíquica como origen del comportamiento delictivo; y VI. El rol del terapeuta en el conflicto criminal.

LA ESTRUCTURA DUAL DE LA SOCIEDAD O DEL SER HUMANO

Al establecer una dualidad en la estructura de la personalidad humana –en la que el ello o subconsciente puede ser más determinante que el propio yo a la hora de explicar ciertos rasgos y comportamientos y en la propia sociedad y cultura, Freud ha sido considerado con Karl Marx y Friedrich Nietzsche uno de los, así llamados por Paul Ricoeur, “maestros de la sospecha” del siglo XIX. Estos pensadores coinciden en la consideración de la existencia de una falsa conciencia en el ser humano o, lo que viene a ser lo mismo, la idea de que la represión del subconsciente (Freud), el resentimiento del débil (Nietzsche) o el enmascaramiento por intereses económicos (Marx) nos sumen en un universo de ilusiones, de engaños, en una falsa percepción de la realidad, que impide la mayoría de edad (Kant) reivindicada por la Ilustración. Dicho de otro modo, los maestros de la sospecha establecen un nuevo paradigma para el pensamiento filosófico, que ahora es esencialmente crítico en cuanto que reflexiona sobre las propias condiciones de su proceso de generación.
Se ha hablado de una “metafísica dual del cine negro” para referirse al rasgo que, en última instancia y más allá de los aspectos formales o temáticos evidentes ya citados, constituye la identidad central de este ciclo. Esa metafísica consiste en una visión dual de lo real, la consideración “numénica” de que por debajo del orden aparente existe una realidad –de mayor calado y más importante– con un talante sustancialmente conflictivo; por tanto, se establece un fuerte dualismo entre la visión conformista del individuo y la sociedad y una indagación más profunda –y determinante para el resultado de los conflictos dramáticos: de ahí el residuo amargo, escéptico o pesimista que, en definitiva, ofrecen las películas– que pone de relieve la corrupción policial, la pasión amorosa ciega, el enloquecimiento de las masas, la sed de poder, los mecanismos del subconsciente... todos los cuales tienen en común una fatalidad destructora y necrófila.
Esta dualidad se instala en todos los niveles: en la fotografía (luces/sombras), en el carácter de los personajes (convertidos con frecuencia en verdugos/ víctimas) y en su historia personal (infancia/ adultez), en los resultados de las tramas (muerte/liberación), en los espacios dramáticos (ciudad/campo), en diversos aspectos de la ética (culpabilidad/inocencia, moralidad/legalidad), en la enunciación(punto de vista objetivo/subjetivo), etcétera.
Esa visión del mundo de carácter dual y, en última instancia, trágico, resulta muy paralela a la establecida por la cultura psicoanalítica con la división Consciente/subconsciente y el papel determinante de las pulsiones (Eros y Thánatos) como motor del comportamiento humano.

(*) Nota: Estos comentarios han sido tomados del excelente compendio publicado por José Luis Sánchez Noriega, del Departamento de Arte III (Contemporáneo). Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense de Madrid (España). Publicado en Rev Med Cine 4 (2008): 27-34

 

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